Ensayo sobre los regalos

 


Los textos sagrados enseñan que Jesús nació en un humilde establo, rodeado de animales y demás parroquianos. Percibida su omnisciencia a temprana edad, decide asumir la mortalidad. Sin embargo, lejos de ser un prójimo, Jesús es el hijo de Dios.

 

Nochebuena es la oportunidad perfecta para compartir y transmitir amor al círculo de confianza y allegados. Nada iguala al placer de correr hasta un arbolito lleno de luces y adornos y desenvolver paquetes de diferentes tamaños... ¿En eso reside la felicidad navideña? ¿Y los familiares ausentes por motivos de distancia, enemistad o estado de salud delicado? ¿Y los que están en condición de calle? ¿Y los que carecen de familia? ¿Y los que han muerto? ¿Qué hacemos con todos ellos? ¿Los escondemos debajo de la alfombra y seguimos festejando?

 

El concepto de prójimo está emparentado morfológicamente a los sinónimos de semejante, cercano o vecino. Esto significa que cuando afectamos generosidad con el prójimo, en realidad dejamos afuera al intruso, al marginal, al inesperado, al extraño A los dioses.   

 

La historia de Papa Noel data del siglo II d.C.

 

Nicolás de Bari era un obispo de Patara, región de Licia en Asia Menor. Según la leyenda, hijo de cristianos con ascendencia griega y abundante riqueza. Muy dolorido por la muerte de sus progenitores, Nicolás resuelve donar la herencia a los más necesitados y refugiarse en la religión.

 

La cultura norteamericana caricaturizó a Papa Noel como un señor gordo, anciano y solitario que habita el Polo Norte, rodeado de una nieve que no congela Más bien, una nieve escénica, hecha de un telgopor que no ensucia ni afecta a los desposeídos. Pregúntese, ¿y por qué los regalos de este personaje hollywoodense desembarcan hacia la noche? Y porque conviene acompañar la sorpresa en un manto de oscuridad. Ciertos sucesos mejoran con el misterio.  

 

Papa Noel actúa bajo una política discriminadora, es decir, regala de acuerdo a un comportamiento y condición social determinada, mientras tanto, los shoppings están abiertos hasta altas horas, justificando la posibilidad de ser Papa Noel por una noche.

 

Apenas pasada la Nochebuena, algunos rajan a la casa de sus parejas, a verse con sus amigos o amanecer borrachos en un boliche. Los chicos aprovechan a tirar cohetes en la vereda y los mayores a recordar el ayer y discutir sobre fútbol o política.

 

El regalo navideño está iluminado de características que rozan la obscenidad Es calculado, racional, previsible y, sobre todo, normativo “¿¡Cómo que Papa Noel no le trajo nada!?”, cuestionan indignados, los vendedores de cañitas voladoras. Y está mal. Está mal. Si los regalos vienen sujetos a un propósito y no a una entrega, desaparece el amor. Igual usted puede defender la espiritualidad del regalo y obsequiar un abrazo, pero vio cómo es, ¿no? En general, las frialdades del materialismo debilitan cualquier demostración de cariño.

 

Gracias a la tergiversación burguesa y mercantilista de las buenas historias, las fiestas navideñas son funcionales a los intereses económicos de las empresas y a los múltiples estímulos que empujan a una diversión descontrolada y vacía de fundamento.

 

Por eso, cuidado. Cuidado de las celebraciones caprichosas y el consumo abusivo. Cuidado de la felicitación sin sentido, de los bondadosos circunstanciales y el amiguismo fingido. Cuidado de brindar junto a quienes jamás saludan ni comparte absolutamente nada Ni siquiera la tristeza más inconfesable.     

  

***********

 

El regalo está presente desde el origen del mundo, articulando lazos de hospitalidad, protección y correspondencia mutua. De hecho, en el estudio y análisis de los sacrificios humanos, la antropología concluyó que no respondía a un comportamiento sangriento e incivilizado, sino a una necesidad de intercambio con la divinidad y fuerzas de la naturaleza.  

 

Del cielo precipitó un ángel, gravemente herido. Una princesa se apresuró en ayudarlo, pero no hubo caso. Resignado a la muerte, el ángel obsequió sus alas. Separó las plumas y confeccionó un abanico que le permitía volar.

Viejas leyendas susurran que en noches de verano son avistadas acrobacias aéreas de una princesa, orgullosa de prodigios ajenos Los maledicentes aclaran que en verdad son vuelos bastante modestos, más bien gallináceos.

 

Las sociedades primitivas intercambiaban materiales extraídos de la naturaleza. Las rocas de colores únicos y aspectos inusuales se usaban para aparearse o expresar aprecio, sobre todo a quienes aman revolver la basura de los volquetes.  En cuanto a los dientes de animales, dependía del tamaño. Los que brillaban o estaban intactos resultaban más valiosos que agrietados o sucios.

 

A medida que perfeccionaron las herramientas, los regalos adquirieron complejidad y entonces, la perforación en huesos o piedras confería el armado de collares u otros accesorios, de modo que el destinatario hiciera alarde de ellos.

 

Los historiadores comentan que regalar favorecía la organización social. Se trataba de motivar y alentar al sujeto en la cooperación y pertenencia al grupo. Ejemplo, una proeza era sinónimo de títulos y honores, además de prodigar un estatus dentro de la tribu o el clan.

 

Aunque refiere a una tradición antigua, la tribu masai de Kenia utiliza su saliva en señal de respeto a los demás. Escupen en los apretones de manos e incluso en la frente del recién nacido. A nosotros nos parece un asco, pero ellos lo consideran el mejor regalo, pues es un deseo de prosperidad, salud y larga vida.

 

Cada vez que visitaban un pueblo nuevo, los comerciantes fenicios y persas convidaban frutos silvestres y artesanías para evitar hostilidad en las transacciones.

 

Los egipcios no escatimaban en gastos y regalan joyas, perfumes y muebles.

 

La literatura griega abunda en relatos de regalos de índole social o religioso, recuérdese cuando Héctor y Ajax intercambiaron armas, luego de combatir una jornada entera. Lo mismo ocurría en la hospitalidad. El huésped recibía la protección de Zeus, de manera que había que atenderlo lo mejor posible.

 

F´ang fue expulsado del palacio y sentenciado a mendigar en las calles. El otrora emperador pensó en Hu-San, un comerciante enriquecido durante su reinado, así que fue hasta el mercado a solicitar ayuda. A metros de su tienda, feroces ladridos salieron al cruce. Ni bien estuvo a salvo, protestó la actitud del comerciante y haberle regalado, justamente Unos perros de los más salvajes.

 

Antiguamente, los pueblos celebraban la llegada de los nuevos vecinos. Para ello, cada uno regalaba un trozo de leña. Una vez que calurosa el hogar del nuevo vecino, gracias al fuego de la leña, se cocinaba para todo aquel paisano que caía de visita.

 

Acamante naufragó en las costas de Tracia. Allí fue acogido por el rey Licurgo. Licurgo tenía una hija llamada Filis y se enamoró de Acamante. Hubo una propuesta de casamiento y Acamante pidió unos días para arreglar unos asuntos en Atenas. Era pura mentira, Acamante estaba comprometido con una joven cretense. Filis confió en la palabra de Acamante y le regaló una arquita de madera. Eso sí, rogó no abrirla hasta que hubiese perdido la esperanza de volver a su lado.

 

Muy bien, pasó la fecha convenida y ni noticias de Acamante. Anhelando la presencia de su amante, Filis bajaba de la ciudad al puerto… Siempre en vano. Cansada de esperar al que amaba, decidió ahorcarse.

 

En la ciudad de Atenas, Acamante tenía todo listo para el casorio. Cuando fue a ensillar su caballo, recordó el obsequio de Filis y se le ocurrió regalárselo a su futura esposa. A poco antes de llegar, sintió curiosidad y abrió la arquita de madera… ¡Saltó del interior el espectro de Filis! El caballo encabritó del susto y Acamante aterrizó en el piso, ensartándose la propia espada.

 

Quizá lo que en verdad mate al enamorado no sean las espadas, sino la frialdad mortal de las promesas incumplidas.

 

***********

 

Los antiguos griegos cumplían la tradición de regalar a los recién nacidos amuletos para darles la bienvenida al mundo. Dichos amuletos tenían el poder de evitar que el niño enfermara, así como alejar a los espíritus malignos que merodeaban en sus primeras semanas de vida.

 

Las mujeres romanas eran agasajaban en la matronalia, una fiesta que honraba a Juno Lucina, diosa del parto, la maternidad y la mujer casada. Resultaba propicio para regalar productos hogareños, artículos de belleza, animales exóticos, instrumentos musicales, objetos artísticos y esclavos. Incluso en la convalecencia de un familiar enfermo.

 

El poeta Marcial detestaba recibir regalos ridículos, de segunda mano o no recibir nada. Un día se cansó y escribió un pequeño catálogo que nombra al regalo en versos chuscos “Al alma impoluta de Mariela, regálele una linda franela Digo yo, por decir algo.

 

Las saturnales eran fiestas en honor a Saturno, dios de la agricultura y la cosecha. Se realizaban sacrificios en el templo de Saturno y el Foro y a posterior un banquete público en el que no escaseaba comida, bebida e intercambio de regalos. Varios autores afirman que las saturnales fijaron el precedente de la Navidad cristiana.

 

Las saturnales comenzaban el 17 de diciembre y duraban alrededor de una semana, muy pegadas a la sigillaria, otra festividad romana. En la sigillaria se obsequiaban figuras de cera o terracota.

 

La política romana hizo del regalo, un instrumento de complot y chantaje. Suetonio cuenta que el emperador Cesar Augusto engrosaba la diversión pública en sorteos que mezclaba artículos lujosos y chucherías, aunque más tarde ordenó reducir las fiestas del calendario. Al emperador le parecía que la joda se había extendido demasiado. Pero claro, no contaba con la personalidad extravagante y manipuladora de Calígula Asumido el poder, su gobierno fue redondamente una fiesta perpetua.

 

Con el arribo del año nuevo, el príncipe de Handan recibía jaulones y jaulones de palomas, a cambio de magníficas recompensas. Lo que nadie sabía era que, secretamente, el príncipe las liberaba. Pero un ministro de la corte le explicó que, en el afán de regalar palomas, miles morían en el proceso. El príncipe comprendió que su bondad no reparaba el daño que realmente causaba… Y anuló esa costumbre.

 

Se calcula que, a mediados de julio, época del Año Nuevo, los egipcios acudían a los dioses y pedían bendiciones para la familia. Durante la celebración, llenaban frascos con agua bendita del río Nilo y los regalaban a los seres queridos. Los egipcios creían que las bendiciones de los dioses recaían entrado el próximo año.

 

Hacia el 153 a.C., los cónsules establecen el calendario pre juliano y que el 1 de enero sea el inicio del año, vísperas en las cuales se obsequiaban monedas de latón para desear ventura y prosperidad.

 

En diversas regiones de India se conmemora anualmente el Diwali, una ceremonia en honor a Lakshmi, diosa de la fortuna, el lujo y la belleza. Al igual que los musulmanes, es el triunfo de la luz sobre la oscuridad, del saber sobre la ignorancia y del bien sobre el mal.

Las características principales son los rezos, banquetes, fuegos artificiales, reuniones familiares y la compra de regalos. Suele considerársela un recibimiento del año nuevo, aunque también presenta rasgos típicos de las navidades del occidente.

 

Los aspirantes al budismo practican un voto de pobreza. Cualquier cosa que refiera a comida, vivienda y artículos básicos son acogidos y administrados por un funcionario del monasterio. La ropa que visten es de segunda mano o donada y les prohíben aceptar herencias. Normalmente desenvuelven el regalo con la misma mano que lo reciben. Sin embargo, el monje superior tiene prohibido tocar los regalos.

 

Al salir de la ciudad de Shravasti, el Buda atravesó un desierto arenoso. Desde sus treinta y tres cielos, los dioses arrojaron una sombrilla y así protegerlo del sol. Buda correspondió al milagroso regalo, multiplicándose treinta y tres veces.

 

Al momento de recibir un regalo, el budismo aconseja recibirlo con dignidad. Y mejor aún, recibir un regalo del otro es una forma de invitarlo a participar de nuestra intimidad.

 

***********

 

Lewis Carroll introduce la expresión “no cumpleaños”. ¿Cómo es eso? El sombrerero, la liebre, el lirón y Alicia se reúnen a celebrar un no cumpleaños. Alicia no entiende nada, así que el sombrero explica que es una fecha no coincidente con la del cumpleaños de una persona. Acto seguido, trae una torta y los invitados se alegran Incluida Alicia, que también formaba parte del no cumpleaños. 

 

Los historiadores estiman que la organización de los cumpleaños fue para los faraones, alrededor del 3000 a.C. No tomaban el natalicio del faraón, sino el día de la coronación. Otras versiones señalan que el festejo ahuyentaba a los malos espíritus. Para los egipcios, la muerte visitaba al faraón en el día de su cumpleaños.

  

El origen de la torta se sospecha griego. Preparaban la torta en el altar del templo de Ártemis, adornadas con cirios o velones que no debían soplarse, sino dejaros consumir. Cuanto más tardaban en apagarse, mayor esperanza de una vida larga y próspera. Sin embargo, Burckhardt dice que apagar las velas ayudaba a pedir a los dioses alejar a los espíritus malignos que rondaban a la persona en su cumpleaños. Esta petición también proporcionaba una protección espiritual. Sea como fuere, a los niños les regalaban estatuas de barro, buqués florales o sortijas de metal tallado. 

 

Los cristianos se abstenían de festejar cumpleaños ya que las juzgaban prácticas del paganismo. Sin embargo, el emperador Constantino oficializó la cristiandad en el siglo IV y añadió el evento de Navidad como el cumpleaños de Cristo. En consecuencia, Roma extendió la tradición de festejar todos los cumpleaños, a partir del día que había nacido la persona.  

 

El envoltorio fue transcendental en Egipto, pues realzaba el espíritu del regalo. Usaban materiales derivados de la planta del papiro. A menudo eran diseños llenos de símbolos intrincados que transmitían unos valores específicos.

 

En Grecia, los envoltorios consistían en hojas de olivo y ramas de laurel que simbolizaban la victoria y el honor. El envoltorio daba un toque de elegancia, lo cual hacía más significativo el regalo.

 

Los romanos envolvían los regalos con lino, seda o cintas decorativas para presumir riqueza y refinamiento. El regalo fortalecía los vínculos, además de elevar el estatus y la jerarquía entre los poderosos.

 

Para los japoneses, el regalo implicaba un respeto al destinatario. A la presentación del regalo se la llamaba tsutsumi, aunque había variantes.

·         Hira-tsutsumi, envoltura sin nudos, adecuada a situaciones formales.

·         Futatsu-musubi, envoltura para artículos alargados.

·         Suika-tsutsumi, envoltura para transportar esferas de enormes dimensiones.

·         Awase-tsutsumi, facilita la carga de dos cosas idénticas en forma o tamaño.

·         Otsukai-tsutsumi, envoltura básica de regalos casuales.

 

Todavía conservo la escena en la que compraba huevos en el almacén El dispensario agarraba la hoja de un diario -prolijamente apilado en el mostrador, al lado de la balanza- y envolvía los huevos con notable habilidad.

 

Sabemos que las secretarias no son entidades sobrenaturales ni cambian el destino del universo, pero viene el gerente y le regala una caja de bombones en su día. No hay un razonamiento lógico para que las industrias se hayan puesto de acuerdo y festejar el día de las secretarías. Solamente apoyando un dedo sobre el almanaque o hacer coincidir a la fuerza ciertos episodios que lo confirmen. 

 

Por eso el regalo organiza la dinámica social, a partir de una asimilación industrial y comercial de los acontecimientos y el regalo… De hecho, no concebimos Navidad ni cumpleaños sin regalos. El que no regala siente que ofende al anfitrión y al resto de los invitados. Temiendo pasar vergüenza, elige la soledad de su casa, antes que presentarse con las manos vacías. 

   

***********

 

Los regalos cargan emocionalidad, pues ayudan a fomentar los lazos de amistad e intimidad con el otro. Asimismo, influyen en el orgullo y el discernimiento del valor personal y si no, ¿qué criterios guían la selección de un regalo?

 

La psicología opina que regalar constituye amor y gratitud. Al recibir un regalo, la persona siente ese gesto refuerza las necesidades internas de pertenencia o estima. Por eso la selección o elaboración del regalo es un proceso creativo y expresivo, un puente comunicacional entre el donante y el destinatario.

 

Un pueblo indígena del noroeste canadiense utilizaba el término potlatch a ceremonias en las que se repartían bienes en clara demostración de prestigio. En otras oportunidades, destruían o quemaban propiedades, dejando entrever la naturaleza derrochadora del sujeto.

 

En esencia, el regalo carece de devolución. Al volver, pierde su función básica. Dar no auspicia la deuda ni necesidad íntima de clausurar ningún círculo.

 

Los sociólogos postulan que los regalos articulan y construyen las relaciones o grupos sociales. Por un lado, engrandece al donante y por el otro, la obligación del donatario a devolverlo.

 

Un refrán esquimal dice que el regalo crea esclavos, del mismo modo que los latigazos crean la docilidad en los perros. Durante la Edad Media, los regalos certificaban el favor del rey, la lealtad en períodos de guerra o las intrigas dentro y fuera de la corte.

 

De acuerdo a las leyes cristianas, amar es entregar la vida por el otro. Al ofrecer la propia vida, ¿en dónde recae el placer de la entrega? ¿Sobre quién descansa la gratitud, muerto el donador? Los gestos heroicos se recuerdan y perduran entre los vivos, pero convengamos que el donador jamás alcanza el reconocimiento.

 

Según Jacques Derrida, el regalo cancela ese carácter desinteresado. En tanto, el donante sienta un ligero goce, el donatario quedará en una posición de agradecimiento permanente. Esto descarta la condición central que caracteriza al regalo. Así que un regalo no tiene que ser registrado como tal. Ni por el donante, ni el donatario.

 

Jacques Derrida analiza el “dar algo” y descubre una paradoja imposible. ¿Y qué lo imposibilita? En nuestra conciencia circula un intercambio que pretende romper el código moral o económico, esto es, dar sin esperar nada a cambio. Para Derrida, ambas características –intercambio y percepción de regalo- están en tensión. Cuando usted ingresa en la dinámica del intercambio, espera obtener a cambio una señal de gratificación. Un premio que recompense el esfuerzo y la consideración del regalo.

El filósofo concluirá en que el regalo supone una pérdida unilateral –y mejor aún- la creación de un foro en el cual interrumpir el círculo mercantilista, la reciprocidad y oportunidad de la devolución.

 

El paradigma de la cultura moderna está cimentado en el consumo indiscriminado. Antes, el regalo era manifestación de afecto, un deseo de recuperación, una actitud de solidaridad o una distinción al mérito laboral o académico. Hoy responde a un conjunto de efemérides organizadas arbitrariamente según vínculos afectivos, profesiones, elementos simbólicos de una región o festividades ajenas a nuestra patria. 

 

Detrás de las nuevas tendencias, brilla el encanto de la mercadería. El tener que regalar algo para quedar bien, justamente, porque no hay manera de esquivar el intercambio económico. Y entonces, enciende la televisión y le anuncian que el mejor regalo para el día de la madre es una exprimidora de jugos. En otras palabras, la cosificación de la mujer en la cocina prolifera según los intereses y necesidades de las empresas.  

 

Un hombre muy pobre reencontró a su amigo, un viejo hacedor de prodigios. Como vio que se quejaba, el dedo milagroso tocó un ladrillo y de inmediato fue oro macizo. Se lo ofreció al pobre, pero lamentó tan poco. Entonces tocó un león de piedra y convirtió en un león de oro macizo, agregándose al ladrillo de oro. El pobre insistió en que ambos regalos eran poca cosa.

 

—¿Qué más deseas, pues? — preguntó sorprendido, el milagrero.

 

—¡Quisiera tu dedo! — contestó.

 

A los niños se los adiestra en la priorización de bienes materiales y ahí está el asunto El énfasis innecesario. Enfatizar bajo amenazas absurdas o comentarios discriminadores y prepotentes, arruina la inocencia del regalo. Al niño no se lo advierte, “pórtate bien y tendrás el regalo que tanto deseas” o “recibirás la bicicleta cuando pases de grado”. Y fíjese que los padres hacen precisamente eso.

 

Debido a que no elegimos dar ni elegimos que nos den, conviene abstraerse de la entonación significativa del regalo. El regalo no se merece. No es un acuerdo o un pago a convenir. Incluso podríamos avanzar sobre el terreno existencial Existimos sin haber hecho ni merecido nada. Estar vivos es un regalo y no lo vemos así. Creemos que es virtud de algún fundamento meritocrático o designio cósmico.

 

Ningún regalo alienta la reciprocidad, pero viene el sermón familiar o la recriminación de pareja... “El sacrificio que hizo tu padre” o “¡y yo que te regalé tal cosa!” y cosas de ese estilo. La eficiencia del reclamo moviliza la ingeniería del mérito y en realidad, todas las circunstancias que apuntan a inversión de tiempo, energía, ingenio, economía, etc., son consideraciones de segundo o tercer orden. El regalo siempre es hijo de una actitud noble, silenciosa y desinteresada.   

 

Recién de adulto comprendí que no bastaba con portarse bien y ser eficiente en la escuela. Solamente la pobreza que anidaba en mi casa era la razón que justificaba la ausencia de regalos

 

***********

 

Conforme a Ovidio, el regalo es un deseo de imprimir su huella en el otro. Para Roland Barthes, en cambio, reproduce el mecanismo de la posesión Regalo al otro porque que ese otro me pertenece.

 

Jasón y Medea tuvieron dos hijos, Feres y Mérmero y vivían muy felices en Corinto. Según la tragedia de Eurípides, el rey Creonte deseaba casar a Jasón con su hija Glauce, así que le propuso desterrar a Medea. Enterada del plan, Medea preparó la venganza... Primero asegurándose refugio en Atenas a cambio que sus habilidades mágicas ayudasen al rey Egeo a conseguir un heredero. Recuérdese que era nieta de la maga Circe. Posteriormente, Feres y Mérmero acercaron unos regalos a Glauce. Se trataba de un vestido, adornos y joyas que Medea impregnó de veneno. Una vez ataviada y envestida, la piel de Glauce empezó a corroerse y su pelo a incendiarse. El rey Creonte trató de asistir a Glauce, pero el veneno mató a ambos.

Medea rajó hacia Atenas y en el templo de Hera, mató a sus propios hijos, Feres y Mérmero y así completó la venganza en contra de Jasón.

 

No es tan simple comprarle regalos al ser amado. Puede no ser el esperado o que funcione incorrectamente y entonces, la expectativa que alumbraba su compra se apaga y adquiere los rasgos de un objeto inservible Encima que no sirve para nada, ahora estorba.

 

"¿Te acordás de aquella cruz

que nos regaló tu hermano,

y aquella mesa de luz

que era un cajón de Cinzano?

¿Te acordás de la arpillera

tendida ante la catrera

como si fuera una alfombra?

Pensar que desde hace rato

vos fuiste para este ñato

como el sol para la ropa.

Pero, ¿qué hacemos con el retrato,

si la mina está en Europa...?"

 

El problema del regalo son las mentes ociosas y capitalistas Si todo es comprable, ¿por qué no comprar el amor? La materialización del regalo produce asimetría, es decir, espera recibir amor del otro y lo que menos espera es una sustitución de objetos que representan lo contrario. Siente que comprando cualquier cosa empareja la cuestión de fondo. Bueno, tengo malas noticias.

 

Pero, ¿cuánto influye un regalo en el amor? ¿Existe el poder enamorador del regalo?  

 

El pretendiente medieval, además de dispensar una porción del patrimonio a la futura esposa, adornaba el compromiso con telas finas, copas de plata y broches de oro.

 

Textos del siglo XV revelan que la recién casada recibía una cuchara de madera y el recién nacido, un huevo, símbolo de la Trinidad.

 

En períodos coloniales, el novio asistía a la casa de su prometida con medio cabrito y una navaja bajo del brazo. Mientras que el novio carneaba al cabrito, cortaba pasteles y demás exquisiteces, la novia le obsequiaba un par de calcetines Bondades de las medias que lamentaré no apreciar, salvo que el novio sea de patas frías o le guste improvisar títeres cada vez que una velada amaga a languidecer.  

 

Entre inicios y mediados del siglo XX, nuestras pampas acuñaron tradiciones bastante curiosas.

 

Las solteronas del barrio temían a los dedales. Aparentemente, era mal augurio. Recibir de regalo un dedal condenaba a la mujer a vestir santos y a que los muchachos la llamasen “tías”. En cuanto al casamiento, la novia obsequiaba al prometido un par de calzoncillos, un sombrero o una capa. El novio hacía lo suyo con un vestido, medallas o sortijas de plata. A veces obsequiaba zapatos a los parientes de la novia.

 

Regalar flores traía fortuna en el amor, siempre que no fuesen hortensias. Igual que un espejo con marco dorado y un cinturón de hebilla plateada. Las voces del pasado porteño coinciden en que el regalo más antiguo fue la muñeca.

 

El enamorado acostumbraba a regalar serenatas. Se trataba de impresionar con canciones de amor representadas en el domicilio de la dama. Desde luego, primero había que asegurarse que ella no viviese en un edificio. Segundo, no es lo mismo estar en planta baja que en un piso 12. Tercero, preferible que el departamento apunte hacia la calle y no a un patio interno. Ahí el consejo es cantar a través del portero, aunque la canción se desluce entre los ruidos del tránsito, la burla de los transeúntes y perros que ladran desde los balcones.

Algunos enamorados agradecen la invención de los celulares porque ahora pueden grabar canciones, enviarlas y ahorrarse ese tipo de inconvenientes… Pero no es lo mismo.

Lejos de brindar franqueza y frescura a los mensajes amorosos, los celulares entorpecen ese regalo que uno tanto anda buscando… La presencia del otro.

 

Una costumbre de la Edad Media era regalar una prenda cosida con pelo propio. ¿Entiende? Un señor iba al peluquero, recogía el pelo recortado del piso y tejía algo para la novia. Obviamente, se requiere mucho pelo y mucha paciencia para hacer semejantes regalos… Al cabo de los años, el tipo consigue el pelo suficiente para tejerse un pañuelo y resulta que la mina ya lo abandonó.  

 

Un hombre salió de la ruidosa vecindad, en las calles de Allende, con un pedido muy concreto… Su novia deseaba una estrella para regalo de aniversario de bodas. Al rato comenzaron a crecerle los brazos, el cuello, las piernas… Aquella descomunal estatura le impidió volver con el obsequio deslumbrante.

 

Hoy el regalo enlaza la economía y el amor El bolsillo define nuestra meritocracia afectiva. Hay quienes escriben cartitas de amor y está bien eso, pero una cena en Puerto Madero vale más que mil cartitas de amor Que, para desgracia de los poetas, son gratuitas.

 

Recuerdo haber dicho en una publicación anterior lo siguiente Si no tiene pensado darle bolilla al otro, entonces no debe aceptar ningún regalo. No hay que alentar falsas ilusiones. Desgraciadamente, conozco amigos que se enamoran del regalo, antes, mucho antes que de la persona y así les va. 

 

Rechazar todos y cada uno de los regalos de quien no se ama, mantiene las cosas claras y evita el mal trago de las expectativas no deseadas.

 

***********

 

Los emperadores chinos tenían varias esposas, pero el número estaba limitado a tres. A las esposas había que sumar las concubinas. Algunos emperadores tuvieron cerca de 1.000 damas a su disposición.

 

Un decreto emitido en el siglo XV ordenó a los oficiales de las provincias presentar una lista de todas las muchachas vírgenes. Para poblar un harem, la lista debía mantenerse actualizada con información meticulosa sobre la genealogía de las jóvenes, digamos, alineaciones astrológicas, nacimiento, edad, temperamento, apariencia física y educación.

 

El poder de altos funcionarios los facultaba para acomodar a familiares en la Ciudad Prohibida y apartar a verdaderas doncellas. Resultaba obvio conjeturar que, sin influencia y una pequeña cuña, la mujer más hermosa languideciese inadvertida, hasta que su belleza y la oportunidad de agradar al emperador dejara de existir. Por eso siempre existía el acomodo o el personaje de turno que las ayudaba a ganar la elección del hijo del cielo.

 

Pero superar el proceso selectivo no garantizaba el favor imperial. El harem era tan vasto… A veces rondaba las 600, 800 o 1.000 concubinas y si no tenía éxito o no coincidían los encontronazos, por ahí pasaba una vida sin haberse acostado ni una noche en la catrera del emperador. Se dirá que quizá el emperador tenía planes de promoción conforme al cual, al menos una vez a la semana rotaba y beneficiaba a las damas relegadas. No sabemos, probablemente no. Los emperadores de China no tenían ese prurito de agradar. El deseo de agradar es plebeyo. Los emperadores ya son emperadores. No tienen ganas ni obligación de agradar a nadie.

 

Las concubinas no salían nunca de la Ciudad Prohibida y como el harem estaba atendido y vigilado por eunucos, vivían recluidas entre los muros de sus aposentos. Y algo más. Los cronistas aclaran que, frente a la muerte del emperador, la costumbre prohibía a la mujer casarse o abandonar los límites de la ciudadela.

 

Tras revisar restos de la corte Manchú -expulsada de la Ciudad Prohibida en 1924- la ciencia descubrió a tres ancianas, antiguas concubinas de emperadores que habían muerto varios años atrás y que aún seguían en la oscuridad de ruinosos y perpetuos olvidos.

 

El emperador de la dinastía Han designó a un pintor llamado Mao Yen Xiu a que dibujara pequeños retratos de las damas y valerse de ellos para elegir a sus compañeras de lecho. Trasladarse hasta las habitaciones y someterse a la presentación de las damas le parecía un protocolo demasiado riguroso y aburrido. Así que miraba los retratitos y por ahí decía, "ma' sí, envíenme a esta".

 

Enteradas del procedimiento, muchas concubinas pagaban a Mao Yen Xiu el privilegio de ser pintadas de manera halagadora. Y el artista aceptó tímidamente los primeros pagos, pero después ya era una corrupción, lisa y salva.

 

Sucedió que una de las damas del harem, la hermosa Xiaohun, no quiso poner un mango confiada en que su belleza recibiría los favores imperiales. Muy bien, el talento de Mao Yen Xiu para realzar la belleza, también sería al propósito opuesto. Y enojado por aquel desaire, Mao Yen Xiu la retrató del modo más horripilante. En consecuencia, la hermosa Xiaohun fue ignorada por el emperador cuando revisaba los retratitos a la noche, antes de irse a dormir.

 

Poco después el Gran Kan de los Xiongnu -en occidente, Kan de los Hunos- hizo una visita oficial a la corte China. En realidad, los Xiongnu realizaban incursiones periódicas y cada tanto se mandaban saqueos, habida cuenta que no eran pueblos vecinos, sino merodeadores. Para mantener la amistad y prevenir futuros ataques, los funcionarios consideraron prudente regalar algo valioso… Y pensaron en regalar una dama del harem. Esos son regalos, no un par de medias. Por otra parte, adviértase la idea que tanto los chinos como los hunos tuvieron de las damas, ¿no? Un objeto de basar, ni más ni menos, apto para regalos empresariales.

 

Los funcionarios comunicaron la idea al emperador y estuvo de acuerdo. Eso sí, pidió que eligiesen a una que no le interesara y señaló el retrato de Xiaohun, tantas veces desdeñada y a quien el pintor había dibujado con el peor criterio.

 

Una vez convocada para ser cedida a Gran Kan, el emperador quedó horrorizado… ¡Aquella dama era la más hermosa de su harem! Pero había dado su palabra y tuvo que ocultar su amargura cómo semejante belleza abandonaba la corte para siempre. El Gran Kan montó el caballo y rajó al galope. A disfrutar del regalo.

 

Apenas se fueron los visitantes, llamó el pintor Mao Yen Xiu y preguntó qué había sucedido. En fin, ordenó arrastrarlo por el mercado y decapitarlo en público. La corrupción no solo implicaba una ofensa, además un menoscabo al placer que el hijo del cielo obtenía de su harem.

 

El emperador se encargó personalmente de buscar a sus compañeras de lecho, algo que debió haber hecho en un principio.

 

Los pasillos de la corte murmuran que nunca pudo olvidar a la hermosa Xiaohun y ninguna consiguió satisfacerlo.

 

Es una linda historia, Una historia que viene a dar cuenta de lo inconveniente que resulta fiarse de un retrato. Dicha práctica era muy frecuente entre los reyes de la Edad Media. El rey mandaba a los pintores de la corte a retratar minas, el rey se enamoraba de un retrato y después venía la decepción.

 

¿El regalo se devuelve o no se devuelve nada?

 

Puede ser que gustos, valores o expectativas no coincidan con el obsequio recibido y entonces se devuelve el regalo sin menospreciar ni ofender el gesto que ha tenido el otro. Dentro de este contexto, devolver un regalo ayuda a sincerarse a la hora de establecer prioridades.

 

Devolver es preservar el espacio emocional. Ejemplo, conservar objetos que evocan recuerdos, aún después de una ruptura amorosa o el distanciamiento de una amistad. Lo que pasa es que los recuerdos siempre son dolorosos. Ahí la devolución del regalo se traduce en una forma de desapegarse y evadirse de la tristeza que ha provocado la ruptura o el alejamiento del otro.

 

***********

 

Un regalo impuesto proyecta el deseo del que ejerce el poder del regalo… ¿O acaso regala al otro únicamente aquello que desearía que le regalasen?

 

Un mito mexicano relata que un hombre descuidó las obligaciones para los muertos de su familia. Parece que en el camino de regreso al hogar vio a los difuntos del pueblo. Entre ellos iban sus padres ya fallecidos, tristes por no habérseles ofrendado como a los demás.

El hombre pensó en ofrendar tamales de puerco, por lo que se dispuso a trabajar muy duro. Al rato fue a descansar, pero los tamales sirvieron para su propio velorio… Cuando fueron a verlo, ya estaba muerto.

 

El acto de regalar sin razón aparente, convierte al regalo en una obligación. No había argumentos, pero vino el otro y le hizo un regalo. Surge la culpa y la necesidad de retribuir dicha gentileza, con lo cual, resulta doblemente peor. El regalo no fue para que usted se sintiera mal, pero la culpa es lo que define el ciclo del regalo. Tal vez lo interesante sea el tiempo empleado, porque lo que se regala es la priorización del propio tiempo a cambio de nada. Ese lazo mágico que une al regalo más vulgar, con el momento más prodigioso de nuestras vidas.

 

A continuación, nombré otra clase de regalos, algunos perfectamente inútiles.

 

- Regalos tardíos, regalos culposos, regalos en ausencia, regalos de promesas peregrinas, en fin, regalos de gente olvidadiza o de los que no les interesa regalar.

- Regalos intangibles. Es recurrir a la inmaterialidad como disparador emocional, la letra de una canción, un recuerdo de la infancia, etc.

- Regalos fungibles. Un boleto ida y vuelta hasta la estación de Berazategui.

- Regalos inesperados e inservibles. Cuando por razones espaciales, estéticas o practicidad, buscan sacarse objetos de encima. La idea es disfrazar de regalos porquerías que acaban encajándoselas a cualquiera.

- Regalos absurdos. Aprovechando la inocencia del niño, los padres regalan pañuelos, agendas o perfumes baratos.

- Regalos corporativos. Empresas que regalan la cajita de fin de año, cuyo contenido es un pan dulce, una sidra medio pelo y un par de turrones durísimos.

- Regalos curativos o alentadores. Adornos de cerámica, brujitas o cartitas acompañadas con mensajes del, “Para la mejor amiga”. Giladas que regalan los traidores, definitivamente.  

 

Hablemos de la dedicatoria.

 

Platón opina que el trabajo artístico o intelectual despierta una conjunción de símbolos que consagran el sublime gesto de la dedicatoria. 

 

“A la muy querida,

A la muy bella,

Que colma mi corazón de claridad,

Al ángel,

Al ídolo inmortal…”

 

Baudelaire califica al canto de mensaje vacío, apenas intencionado, mientras que el intérprete regala la calidez de su voz. Al respecto, el escritor alemán Novalis dice que el amor es mudo y únicamente la poesía lo hace hablar.

 

¿Por qué el enamorado se esmera en conseguir, al menos, un modesto efecto artístico? Porque el amor siempre quiere enunciarse, pregonarse, exclamarse. ¿Y qué mejor recurso para darle nombre a lo que siente que no sea el arte? La pulsión del deseo es movilizadora, pero tiene un precio… Nadie incendia sus noches leyendo poemas de Lord Byron, solamente para dedicárselo a una persona que no le interesa en absoluto.

 

La dedicatoria amorosa es una exaltación artística. De un lado está el ser divinizado y esa divinización aparece reflejada en la dedicatoria. Del otro lado, el artista y un laberinto tortuoso en el cual fluyen, en fin, la felicidad, el sufrimiento, la tristeza, los desencuentros, las adversidades, etc.

 

Entre la creación del artista y nosotros ocurre algo mágico… Nos parece descubrir en ese encuentro cierta familiaridad, como si hubiese sido escrita para nosotros. Y del mismo modo que Prometeo les afanó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, nosotros saqueamos en nombre del amor. En realidad, las obras siempre escapan al creador. De ahí que el objeto artístico sea una cuestión interpretativa. Por eso el asunto de la dedicatoria no está en el resultado final. No, no. Es la entrega lo que finalmente desnuda nuestras emociones. 

 

En el fondo, poco importa la manifestación explícita del ser amado, quiero decir, no hace falta que esté anotado sobre los márgenes del libro, las letras de una canción o el texto de un discurso. El ser amado no necesita anunciarse… Se inscribe como un destello. Una divinidad sin cuerpo ni voz… Filtrándose secreta o evidente, en el alma de cada uno de los que comulgan con el artista. 

 

Un poema del escritor Jorge Luis Borges.

 

Un pintor nos prometió un cuadro. Ahora, en New England, sé que ha muerto.

Sentí, como otras veces, la tristeza de comprender que somos un sueño.

 

Pensé en el hombre y en el cuadro perdidos… Solo los dioses pueden prometer, porque son inmortales.

 

Pensé en un lugar prefijado que la tela no ocupará.

 

Pensé después que, si estuviera ahí, sería con el tiempo una cosa más, una cosa, una de las vanidades o hábitos de la casa… Ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma y cualquier color y no atada a ninguno. Existe de algún modo. Vivirá y crecerá como una música y estará conmigo hasta el fin.

 

Gracias, Jorge Larco.

También los hombres pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal.

 

La vida puede ser un regalo interminable y cada instante, eterno.

 

Enterado de la muerte del pintor, Borges se sienta a reflexionar acerca del cuadro no pintado. Más allá de la tristeza que convoca una muerte, Borges elige meditar sobre lo posible. ¿Y qué es lo posible? Es todo aquello que no hemos vivido. Todas esas situaciones que, por los giros caprichosos del destino, nunca se han producido. Supóngase, un llamado telefónico que no atendimos, el tren que perdimos a último momento, la mina que nos dejó plantados en un café, el poema más bello que aún no hemos escrito… El cuadro que no nos han pintado.

 

Sin embargo, ese cuadro no pintado existe en la imaginación de Borges y vive para siempre. El cuadro borgeano es posible en la realidad tangible, en un plano diferente, profundo y trascendental… Un espacio en el que mutará de un color a otro, de una forma a otra, sin atarse a ninguna realidad que lo anule… Sin ningún almanaque ni publicidad que indique qué día corresponde hacer regalos.  

 

Ese cuadro no pintado traspasará el tiempo y será todas las cosas que la imaginación decida… Al igual que los poemas inconclusos, los viajes frustrados o los amores fugaces. Lamentablemente, los dinosaurios perdimos las esperanzas. Me basta estirar el cogote y observar que una licuadora o un viaje a Mar del Plata ha reemplazado y superado ampliamente cualquier expectativa amorosa.

 

Para terminar… ¿A quién dedicar este manojo de pensamientos? ¡Vaya contradicción! Yo creo que, de todos los regalos posibles, ninguno iguala a la presencia. La presencia del ser amado, del modo más ostensible y concreto. Codo a codo, en las buenas y en las malas.

 

Entre tanta ausencia, estar presente es el mejor regalo.  

 

Nacho

 

25 de noviembre de 2024