Ayer escuché en la radio una discusión acerca de la
belleza. Según ellos, la juventud pesa más que la sabiduría del viejo. Al
ratito lamenté que el tema no se lo abordara en serio, porque eso fue lo que sentí
con las opiniones vacías y burlonas. Y no es para menos, si acaso uno observa
lo que pasa en la sociedad, es decir, que haya viejos de 65 o 70 años buscando
minas demasiado jóvenes.
Las costumbres dictan que se produzcan
unos impedimentos naturales… Y son naturales porque existe un enorme pacto
social que los avala como tales. Son naturales porque hemos convenido que así
sean.
Ahora, cuando una aparente anormalidad
obstaculiza un deseo afectivo, no señala sino de qué clase de sujeción nos domina.
El amor descansa sobre unas consideraciones
muy superiores a la belleza. Desde luego, es ridículo negar la visión de un
cuerpo hermoso, pero parece insuficiente. Es insuficiente. Aquí sostenemos que mejoramos
con el otro pues la cultura, la sabiduría y cualquier valor individual tienden
al mismo fin. Y por ahí pasa el asunto…
Hablemos entonces que el amor es una búsqueda de
altas complejidades, es decir, cuando se produce el crecimiento y el
entendimiento entre ambas partes. Y eso no tiene nada que ver con las edades,
ni el físico de las personas.
Por lo tanto, yo creo que la dicha está más
relacionada con la comunión, ya que son cosas distintas entre lo que entendemos
por compañía y soledad. Uno puede sentirse solo, aún en compañía con el otro.
Estar solo es que no lo entiendan, no poder
comunicar, no poder relacionarse bien con el otro… No encontrar un lenguaje
común que permita aludir a las mismas cosas, eso significa estar solo.
El escritor Pirandello sostiene que nadie acababa
conociendo a nadie, pues negaba la posibilidad de que hubiera un código que
permitiera comunicarnos. Pirandello sospechaba que los códigos inventados eran
siempre limitados.
Para Sábato, la comunión ocurre en el mundo mediante
chispazos o pinceladas bastante fugaces… Nos conectamos por efímeros puentes. De
a ratos, nomás y nos hace escapar a esta condición de islas que somos… Porque
eso es lo que somos.
Me animo a agregar que la literatura no se contenta
con un estado de belleza. El autor siempre habla desde la alegoría, pero lo que
quiere es establecer un puente de afecto y comprensión con el lector. Esa es la
belleza de la literatura.
Hay una historia de viejos teólogos quienes comentaban
el hallazgo de hombres bellos en el Paraíso y lo hacían espiando y
comparándolos con sus amigos, mientras ardían en el fondo del Infierno…
Bueno, esa belleza no puede tener valor alguno, pues es hija de los que sufren.
Un atractivo compuesto y edificado a partir del sufrimiento del otro, no sirve
en absoluto. Y más aún, cuando requiera no percibir el dolor ajeno y que
implique construir una pared para no ver la angustia del otro…
Así que, una felicidad que se autoabastezca sin
lastimar, pero sin condolerse… Es una felicidad de verdulería.
A veces es preferible una desdicha en comunión,
que, de algún modo, misterioso y velado, comienza a parecerse a eso que tanto
habremos de buscar y desear compartir con el otro… Que se le parece tanto al
amor.
PARTE 2
Con frecuencia suele afirmarse que la belleza es
inherente a la juventud, en fin, por ser algo poderoso. Yo objetaría que uno
puede ser hermoso, siempre y cuando se construya y se deje construir.
No cabe duda que la inteligencia dura más que la
belleza… Esto explica por qué el esfuerzo en estudiar -y siendo la vida, una
lucha sin cuartel- necesitemos que los conocimientos perduren en nosotros.
Quiero decir, comparada con la inteligencia, la juventud es efímera.
Sin embargo, una serie de vulgaridades y sin sentidos llenan foros que deberían
pertenecer al conocimiento. Estoy hablando de todo lo que produce el mercado a
favor de la belleza, como el caso de los yogures, las dietas, los gimnasios,
las camas solares, las cremas rejuvenecedoras, etc.
A favor de la belleza podría asegurar que no
necesita, siquiera, explicación científica. No puede ponerse bajo una lupa… Está
visible. Por el contrario, la belleza superficial es tan inoperante como el que
necesita contárselo a medio mundo. Por eso los idiotas juzgan las apariencias…
La inteligencia reconvierte los frutos de la vida
como las manzanas en el jardín de las Hespérides, porque ni bien la juventud
del cuerpo pase, la belleza pasará con ella. Al final descubrirá que la belleza
no vale nada sin un héroe que la rescate a tiempo. Así que es preferible no ser
solidarios con los necios que la arruinan con comentarios que no saben
apreciarla ni distinguirla.
Por eso ampliar los horizontes no significa buscarse
una novia en Neuquén. No necesariamente. Ampliar los horizontes es tener
amplitud de criterio, que es otra cosa.
Lo que pasa es que a la gente le gusta ver, solo lo que quiere ver. Tienen el
mundo ordenado en una estantería. Y no es una practicidad sino una cuestión de
comodidad social que padecemos y por ende, nos limita.
Ya lo decía Oscar Wilde… Para conocer nuestra belleza es preciso verla en la
cuerda floja del pensamiento. Hasta que nuestro ser no se haga acróbata, no
podemos ser juzgados por nadie.
Yo puedo simpatizar con todo, menos con el
sufrimiento provocado por los estúpidos. No puedo simpatizar con ellos. No
puedo simpatizar con un planteo alegre donde se sostiene que luego de tal edad
o a partir de tal estado físico, uno queda automáticamente fuera de competencia.
El hombre ha olvidado la verdadera obligación que
le debemos al prójimo, pues muchos se jactan de ser caritativos porque dan de
comer al mendigo sin usar mala palabras, pero sus propias almas están desnudas,
muriéndose de hambre.
Me parece que nos gobiernan fuerzas peligrosas… El temor a la opinión del otro,
porque es la base de la moralidad y el temor a Dios, porque es el secreto de todas
las religiones. Todo esto impide vivir plenamente, sentir cada emoción, expresar
ideas y cumplir un sueño que no esté pautado ni limitado por alguien más. La
sociedad es el veneno de la sociedad.
Por lo tanto, resistirse ante las ilicitudes y
monstruosidades que propone el mundo moderno, no supone en salir y matar al
otro, ni señalarlo con dedo inquisidor porque tiene sobrepeso. No, no.
Hay que crear un mundo tan múltiple e inabarcable que no admita discriminación,
salvo la de las complejidades… Propias y ajenas.
PARTE 3
Los platónicos juraban que la contemplación de un
cuerpo joven y hermoso era el primer escalón hacia la divinidad. Sin embargo, la
belleza de la gente mayor suele vinculársela con la voz de la experiencia, que para
mí es lo opuesto a la inteligencia.
Supongamos que un señor está dotado de una belleza perfilada
en la cultura y la sabiduría. Al mismo tiempo se presenta otro de aspecto musculoso,
pero ignora qué es un triángulo isósceles… ¿Nunca se ha preguntado para qué
sirve la educación? Digo, son cuestiones enfrentadas.
¿Qué es más difícil? ¿Tratando de enseñar al otro o
enamorarlo con la juventud de su cuerpo?
Lo primero es más difícil. ¿Por qué? Y porque
siempre hay gente permeable al encanto de los que pasan horas en un gimnasio.
En cambio, muy pocos aceptan el pan de la educación. De modo que quienes recorren
la madurez pueden verificar cuánto se obstinan algunos en mantener clausuradas sus
mentes a la educación.
Antes razonaba como algunos, ¿no? Que había sujetos
a los cuales la enseñanza les cerraba la puerta en la cara… Y no es verdad. Más
bien, se trata del que no quiere aprender. Es un invento para creer que la
cultura de la calle alcanza para abrir cualquier puerta. ¿Entiende? Existen los
obtusos en los temas educativos y así van por la vida. Ligeritos de valores culturales.
¿Qué vamos a hacer? La genialidad no resuelve ecuaciones binarias en las
esquinas de cualquier barrio. En su lugar vemos muchachos sentados tomando
alcohol, sin preocupaciones intelectuales y gritándoles cosas a las minas que
pasan por la vereda de enfrente.
Para finalizar… Yo no quiero decir que no haya
gente joven e inteligente. No, no. Lo que creo es que el amor no sucede mirando
la cédula de identidad. Así que deberíamos hacer un esfuerzo por recuperar las
emociones. El problema es que el sentimentalismo parece asunto de dinosaurios,
de gente que se ha quedado perdida en el tiempo.
A mí me gusta la inteligencia. Me gusta porque me
permite contarle a una señorita cuántas guerras tuve que emprender para conocerla.
No hay mejor encanto que ese… Enamorar al otro por virtud del conocimiento es más
prodigioso que por cuerpos fabricados en un gimnasio. El cuerpo es pasajero,
pero el conocimiento es inmortal.
Amar al otro es alcanzar una virtud superior.
Nacho
3/5/16