Todo pueblo primitivo tiene – más o menos - el
mismo comienzo… El hombre caza y combate. La mujer se las ingenia e imagina… Y
en ese reino increíble de la imaginación, la mujer tiene el poder para
engendrar sueños y dioses.
Cierto día, ella consigue la videncia… En sus espaldas, nacen las alas
infinitas del deseo y del ensueño.
Esta teoría viene a explicarnos por qué la mujer observa el cielo.
Sin embargo, nada de lo que sucede en la tierra le resulta ajeno… Los asuntos
de la tierra, también están en su corazón.
La mujer mira con los ojos bajos, las flores enamoradas. Ella misma es joven y
es flor.
Todo el tiempo mantiene un conocimiento personal con las flores.
La mujer es magia y por eso les pide a ellas, que curen a los que ama.
Muchachos, vayan avivando el fuego divino de la
ilusión y ojalá alcancen el roce de un buen pensamiento… Esta noche los invito
a extraviarse en el extraño y agitado mundo del encantamiento.
ACTO 1 (FALSO ACTO)
De origen francés, Jules Michelet nació hacia fines del siglo XVIII y gran
parte de su extensa vida, inclinó una vocación por la docencia histórica.
Eran los primeros tiempos de Napoleón y Michelet se convierte en un profesor
admirable y muy destacado por la riqueza de saberes, asimismo, por su entrega a
la investigación y una deliciosa brillantez expositiva.
Michelet estaba apasionado por la libertad y la independencia intelectual y más
aún, la filosofía de antiguos pensadores como Plutarco, Menandro o Platón.
Así, aplicaba la inquietud de la filosofía en otras materias, tal es el caso de
la literatura y la historia, o las ciencias naturales.
Sin embargo, en el segundo imperio de Napoleón III fue destituido de sus cargos
docentes y debió arreglárselas como pudo. Además, le pesaba un momento de
incapacidad creativa, acentuada con el fracaso del primer matrimonio, que no
apoyaba ni estimulaba el espíritu inquieto de Michelet.
En ese contexto, aparece Athanais Mialaret.
Athanais era institutriz de una poderosa familia
vienesa y mantuvo durante años, una intensa cadena epistolar con Michelet… Y
aquello que fue un intercambio de dudas filosóficas y literarias, entre un
historiador y una joven. Ávidos de conocimientos, acabó por unirlos el amor.
La hermosa Athanais aceptó ser su segunda esposa y apoyó incondicionalmente a
seguir con los estudios e investigaciones. A su lado, no solo halló la
felicidad del ser amado, sino un fuerte estímulo para alcanzar el ápice de
cualquier obra… Sus trabajos son inmortales pues, aún pasados los siglos,
enriquecen permanentemente el mundo actual.
Michelet había logrado en su escritura, un estilo
bello y emotivo. Entre tantísimos libros, publicó un estudio sobre brujas en la
Edad Media, plagado de fantasía, causando gran incredulidad entre los lectores,
acostumbrados a una rigidez histórica, más bien escéptica.
Según resultados de su investigación, las brujas construían realidades a partir
de la magia y los magos, solo podían servirse de lo que ya estaba creado… Para
Michelet, la femineidad contiene una íntima relación con las prácticas mágicas.
Detrás de su muerte quedó la estela del legado artístico, cuya descripción de
seres y fenómenos increíbles alcanzan un refinamiento lírico y la sensibilidad
del espíritu sutil e independiente.
Cuando lo consultaron sus alumnos, acerca del carácter femenino, Michelet
aseguró que la existencia humana las hace brujas, es el genio y su temperamento.
La mujer nace hada. Por el retorno regular de la exaltación, es sibila. Por el
amor, es maga.
Por su finura, su malicia, con frecuencia fantástica y bienhechora… Pero a veces,
es bruja y echa suertes -o por lo menos- engaña y adormece las enfermedades.
ACTO 2
Quizá nunca sepamos qué causas dispararon el furor destructivo sobre la magia -pero
si existió- tuvo que haber sido antes que la religión se apropiara de la
creencia tribal.
La magia es una colección de técnicas secretas que
pretenden –mediante falsas apariencias- la realización del prodigio. Santo
Tomás añadía la intervención del demonio para romper su relación con Dios.
Previo al Cristianismo y demás ideologías, existía
el paganismo de la tribu. Cabe aclarar que la magia ya estaba presente en la
antigüedad y la sensación de maldad, corrupción y el trato con el diablo puede
notarse a partir del siglo XV, con el transcurso del Renacimiento y el Barroco.
Por lo tanto, las primeras sociedades conocieron a la adivinadora o hechicera y
no aquellas figuras maléficas, en las cuales se transfigurarían más adelante.
Nuestra cultura, sin embargo, identifica a las brujas como viejas horripilantes,
ermitañas y alejadas de la sociedad, pero diestras en artes diabólicas y
capaces de volar sobre escobas o monstruos imposibles… Al menos, ese retrato
recorrió el mundo, fundamentalmente, gracias a la literatura.
En tal sentido, se manejaban ciertas hipótesis
acerca de que sus ambiciones. Los autores imaginaban que los deseos brujeriles eran
destruir al héroe y maldecir princesas a través de invocaciones y conjuros.
Sin embargo, el auge del cine ha ido modificándolas
un poco. Ya no se conforman con asistir al protagonista, de hecho, para cumplir
algún destino o justificar un mayor gesto artístico son forzadas a revelarlas
como las verdaderas doncellas de la historia.
ACTO 3
La magia es un tema muy complejo y sería apropiado conocer los algunos rastros
históricos que nos ha dejado.
Durante el Antiguo Egipto, fue importante el poder de la palabra o el sonido
que producía el sacerdote, al pronunciar el nombre de un dios. Los egipcios
usaban talismanes y amuletos hechos de madera, piedra o cerámica y puesto que
el Faraón representaba a Ra, el dios solar, el Faraón gozaba de un poder
mágico. Además tenía derecho a mantener relaciones con la sacerdotisa, que representaba
a Isis, la divinidad de la tierra.
En la antigüedad no existía una clase clerical, sino sacerdotisas a la orden
del jefe de una tribu con claros rasgos matriarcales y donde el poder generador
de vida y sabiduría recaían sobre la mujer.
Las artes adivinatorias como la profecía, fueron
prácticas de hechiceras… Recuérdese el caso de las pitonisas y la Sibila,
aquella primera adivina que consagró el Oráculo de Delfos, como el santuario
asignado al dios Apolo.
Las hechiceras tenían la capacidad de vincular la esencia y los misterios de la
Diosa Madre a través del culto a la naturaleza y mejor aún, comprender el
espíritu del universo. Por eso fue importante en la tribu… Era el medio para
interpretar la energía de lo incomprensible.
Desde luego, hubo hechiceras que sembraron el
terror entre los que creían en influencias malignas, así sucedió con las de
Tesalia, acusadas de bajar la luna del cielo a la tierra… Sin olvidar que
preparaban pócimas homicidas a base de hierbas u otros yuyos.
Las hechiceras de Tesalia celebraban rituales en los cementerios para evocar
las sombras de sus muertos. Cerca del aniversario, concurrían a las tumbas y en
medio de alaridos espantosos, pinchaban sus pechos para que manara sangre y por
este medio hacer visibles y tangibles, las sombras de sus fallecidos.
La magia ejercida por el hombre nace en el Oriente, probablemente como una
actitud de superioridad y propiedad ante la mujer. Pasa a ser más bien, un arte
oculto y complejo, es decir, en la realización de hechos que sin naturaleza, el
hombre era incapaz de producir…
Entonces, mediante principios esotéricos y gestos rituales, por ejemplo, el
mago podía conseguir que lloviese.
Con el tiempo, su reputación aumentaba en la tribu y obtenía mayores
facultades… El mago era un astrólogo, pues interpretaba designios y aconsejaba
qué hacer ante una situación conflictiva. También fue conocedor de medicinas y
alquimista.
Es posible que el término magia sea persa, ya que los magos equivalían al
sacerdote que dominaba los códigos ceremoniales y las leyes divinas de Dios. Similar
a los griegos y su relación con lo sobrenatural, que encargaban al astrólogo o a
un séquito de sacerdotes.
Platón la relacionaba con el aspecto sabio, justo, prudente y valeroso del
hombre, porque imaginaba que los encantamientos formaban el sublime arte de
conquistar, la gratitud inmortal de los dioses.
Apuleyo, discípulo de Platón, habla de una magia buena o blanca y la mala o
negra y trató de situar a la magia, al nivel que tuvo la religión y la
filosofía.
La magia buena radicaba en un vasto conocimiento, aquel que todo filósofo o
científico tenía necesidad de revelar, pues, en ese entonces, los sacerdotes se
obligaban a conocer los secretos más profundos. En contraposición, había otra
que perjudicaba y fue castigada severamente. Se trataba de prácticas sin
escrúpulos, jactanciosos de poderes que rivalizaban con los mismísimos dioses. Por
lo común, se la consideraba una magia oculta, porque la elaboraban durante las
noches, ayunos de cualquier testigo.
ACTO 4
La mitología griega, aquel universo de dioses imperfectos, también dio cuenta
de hechizos.
Aelo y Ocípete, hijas de Electra y Taumante, residieron en las islas
Estrófades… Los romanos después agregarían a Celeno -para muchos autores- la
más malvada de las Harpías.
Las Harpías fueron genios alados, con aspecto de mujeres hermosas y fascinantes
cabellos, descritas también como aves de rapiña, rostro femenino y orejas de
oso. Despiadadas, muy crueles y de garras afiladas, siempre obedecían a Zeus en
el rapto y el pillaje. Y puesto que causaban innumerables pestes, tempestades y
desgracias, para los griegos significaban la naturaleza destructiva del viento.
Las Harpías raptaban las almas de los difuntos. Para ello, precedidas por
vendavales y relámpagos, descendían de las nubes, lanzando unos gritos
espantosos. Una vez en tierra, saqueaban la lápida del muerto y tras arrancarle
el alma, se encargaban de castigarlo en camino hacia el Tártaro.
Varias leyendas giran alrededor de las Harpías, pero la más recordada es la
siguiente…
Fineo era un rey de Tracia y gracias al dios Apolo, había aprendido el don de
la profecía.
Con el tiempo, Fineo visitó bares, afectando conocer secretos de los dioses
olímpicos, tan celosamente guardados… Recuérdese que la jactancia era penada en
Grecia.
Hay dos versiones que siguen a la historia de Fineo…
La menos conocida dice que, temiendo perder los influjos adivinatorios,
Fineo quitó sus ojos y obtuvo una larga vida. Horrorizado por semejante acto,
Helios, dios solar y que todo lo ve, despachó a las Harpías para condenarlo.
Otra forma de contarlo, es lo que le pasó una vez enterado Zeus, el príncipe de
los dioses.
Zeus privó de la vista a Fineo por sus indiscreciones. Seguidamente lanzó un
hechizo en el cual todo alimento fuese arrebatado por las Harpías. Apenas
dejaban migajas para que Fineo sobreviviese y prolongar así el tormento.
Cierto día atracó la nave Argos,
aquella capitaneada por Jasón y cuya tripulación hallaba a Heracles, Orfeo,
Asclepios, Cástor, etc.
Los Argonautas hicieron un pacto con Fineo… A cambio de librarlo de las
Harpías, este debía revelar cómo atravesar las Simplégades, unas rocas
flotantes y que impedían ser atravesadas por embarcación alguna, ya que
chocaban entre sí, destruyéndolo todo.
Todos de acuerdo, prepararon un gran banquete en honor a Fineo.
Por supuesto, las Harpías acudieron, solo que esta vez fueron interceptadas por
los argonautas Zetes y Calais, los hijos alados de Bóreas y la bella princesa
Oritía.
Las Harpías trataron de esconderse en los cielos, hasta que surgió Iris, una
mensajera de los dioses y puso final a la contienda… Les prometió a los
argonautas alados que ya no volverían a molestar a Fineo.
Y así fue… Zetes y Calais regresaron con Jasón y prosiguieron sus aventuras
tras el Vellocino de oro.
Las Harpías, por su parte, se escondieron en unas oscuras cavernas de Creta y
nunca más se supo de ellas.
Según escritores clásicos, las hechiceras tenían la
capacidad de transformarse en animales, podían volar de noche y se dedicaban a
la magia erótica, aunque eran capaces de provocar daños como enfermedades o
tempestades, por encargo de terceras personas.
Las principales fueron Circe y Medea, en ese orden.
Acaso la más poderosa fue la maga Circe, vivía en la isla de Eea y cuyos
facultades eran el conocimiento de la medicina y convertir a sus enemigos en
animales… Esto último sucede en “La
Odisea” de Homero, cuando Ulises arriba junto a sus marineros en la Argos y
Circe los invita a un banquete con el propósito de transformarlos en chanchos.
Medea, por su parte, sobrina de Circe, preparaba pociones y ungüentos mágicos
de menor fuerza. Sin embargo, la consideraban muy despiadada y de gran
carácter, pues estaba enamorada de Jasón… Pese a que éste le temiese un
poquito, como la vez que intentó incendiar el Argos y arrojarse ella misma a
las llamas, temiendo ser abandonada.
Minos fue rey
de Creta y además –según Dante- uno de los jueces del segundo círculo en el
infierno.
Al parecer, Minos era insaciable, lujurioso y entre sus amantes figuraron
Ganimedes, Britomartis, Teseo, Peribea, etc.
Su mujer Pasífae, aquella que tuvo amores con un toro blanco, gracias a la
ayuda de Dédalo, decidió maldecir a Minos… La maldición consistía en escorpiones
y serpientes que emergían del cuerpo de Minos y devorasen a sus amantes, en el
momento culmine del amor.
Naturalmente, con el tiempo nadie quiso yacer con Minos, hasta que Procris vino
a salvarlo con unas hierbas mágicas de Circe.
Minos pudo curarse y en agradecimiento le regaló a Laelaps, un perro que no
perdía presa alguna y una jabalina que nunca fallaba el blanco.
Sin embargo, temiendo un embrujo de Pasífae, Procris salió rajando de Creta.
A veces los prodigios son caprichosos. Al revisar
la historia, fenómenos como volar o caminar sobre las aguas solo quedan reservados
a los profetas o al mesías.
En general, las religiones han contaminado la magia
bajo la sombra del descrédito. La sociedad se aferra al sortilegio de
talismanes y crucifijos y paradójicamente, creen ver algo sobrenatural en hacer
cuernos, rascarse el corazón o enganchar índice derecho e izquierdo y evitar
que un perro disponga de sus necesidades, etc.
Habría que ver cómo se construye actualmente la felicidad, pues parece un
despropósito intelectual espantoso. Lo que pasa es que hay un deseo vulgar de
ordenar las cosas y concertarlas allí, donde reina el caos. Entonces, si no
alcanzamos el toque mágico en el amor, es culpa de los que tienen la mentalidad
de la estantería.
Para ellos, el universo persigue un fin preestablecido y lo poco que puede
hacerse, ocurre por circunstancias fortuitas.
Bueno, yo no lo creo… Ningún designio amoroso resiste el azar, sino más bien
buscamos la complejidad de la inteligencia.
ACTO 5
Las sesiones de brujas romanas coincidían con temporadas de caza o celo de los
animales.
Llegada la noche señalada, desnudas y aullando como perros, entonaban rezos o
cánticos ininteligibles hasta traspasar el período del éxtasis.
Tales ritos eran acompañados con jóvenes de
diversas regiones que adornaban los arboles con imágenes y entonces, enmascarada,
la bruja los flagelaban con látigos hechos de pellejo humano, mientras
frenéticos danzaban alrededor suyo.
Una explicación en bailar alrededor de árboles da cuenta de la veneración a los
símbolos fálicos. Fueron cultos de tiempos paleolíticos que representaban el
tótem y la fertilidad.
Estas danzas también la practicaron los druidas y pueblos del norte europeo,
donde el bosque era fundamental para realizarlos.
Por último, del mismo modo que las antecesoras, en luna nueva recolectaban
huesos, hongos, hierbas e infinidad de insectos en los cementerios. A veces,
los preparados estaban compuestos por saliva, sesos de potro y sus derivados.
En épocas del emperador Marco Aurelio hablaban de una hierba poderosísima
llamada flavia. Crecía en la isla Lethir, sobre el monte Arcadio y cuyo jugo
-untado el cuerpo del amante- imponía una pasión violenta e inextinguible…
Tanto que concluía con la muerte misma. Aseguraron que el propio emperador lo
experimentó con uno de sus vasallos.
Al respecto, Helmoncio explicaba el procedimiento. Debía tocarse con una mano
–me refiero a la hierba, claro- y mantenerla un buen rato. Luego, con el calor
adquirido en la mano, detiene a la persona y la sujeta. Al poco tiempo, el otro
queda inflamado de pasión.
Una dama tomó la pata de un perro que, conveniente
al relato y en realidad a cualquiera, desconocía por completo de sus efectos. El
perro abandonó a su anterior dueña y tras varias noches, aulló delante de su
aposento…O a una a la cual apagar su ardor.
Diversos relatos cuentan cómo los hechizos conseguían la perdida de pelo y la
potencia del rival amoroso a través de un contrato. Para ello moldeaban un
muñeco de cera con la apariencia del sujeto. Más tarde plantaban espinas, allí,
sobre el punto que representaba el hígado…Creían que en el hígado era el centro
de las pasiones.
Plinio dijo que ver a un griego pasear con la ubre de una hiena, porque simbolizaba
el éxito en el amor.
Una noche el
poeta Pedro Lotiquio, se alojó en una pensión de Bolonia.
Aquel lugar estaba regenteado por una mujer muy bella y profundamente enamorada
de un religioso… Un huésped de tantos.
Siempre esquivo, pensó en prepararle una sopa engualichada y así inducirlo al
amor.
Cuando le acercó el plato, disculpándose por razones que no vienen al caso
–estaría caliente, conjetura uno– el religioso lo despreció.
Sin embargo, empujado por el hambre e ignorando el mágico contenido, Lotiquio
eligió tomarse esa sopa.
El filtro, aunque cruento, ¡resultó efectivo!
En verdad se enamoró de la mujer, pero cayó con una fiebre que causaría la
pérdida de todas las uñas.
Más tarde, ya recuperado, intentó emplear el mismo ardid con la señora de la
pensión...
Ella, conociendo los bueyes que araba, lo echó de una patada de la
posada.
¿Qué pasaba con las brujas en la antigüedad? La
verdad no parece una tarea sencilla.
Los autores más supersticiosos hicieron una relación romántica y trasnochada,
es decir, mujeres incomprendidas, ermitañas y sabias que preparan sus pócimas
en calderos y a las que les gustaba invadir los hogares para hacer ruidos
extraños, molestar a los que dormían, desordenar objetos, transformarse en gatos
o raptar a los niños, etc.
A mí me gusta la descripción de la maga Circe, primero, de Homero en “La Odisea” y más adelante, en algunos
estudios de Pierre Grimal… Y lo cito, “Circe
era una mujer afable, muy inteligente y de una voz armoniosa que encantaba y
debilitaba a quien la oyese. Dueña de una magnífica belleza, bellos ojos,
largos y enrulados cabellos oscuros y un andar descalzo que fascinaba, mientras
el viento acariciaba sus vestidos.”
Olimpia, la
mujer de Filipo de Macedonia, padre de Alejandro, se enteró de que este estaba
enamorado de una señorita de baja estirpe.
Recorría los pasillos, apenada y convencida que Filipo había caído en las
garras de un hechizo.
Un día hizo que condujesen a la muchacha hasta palacio y cuando la vio, entendió…
Ella era tan hermosa que Olimpia le perdonó la vida.
Antes que abandonara el recinto le manifestó lo siguiente, “tu rostro te
defiende de la acusación de hechicería, pues, no es más hechizo que tu
hermosura para prendar a cuántos te viesen”.
Según el criterio de Olimpia, solo la gente considerada fea necesitaba usar
hechizos amorosos.
Bueno… No está mal. Algunas bellezas ya son el hechizo mismo.
Una historia de libros apócrifos revela que antes
de ser mujeres, habían sido aves. Cada tanto descendían de las alturas,
confundiéndose entre los hombres… Por temor a que escaparan se construyeron
jaulas y así comenzaron a encerrarlas.
Los dioses se enemistaron con ellos y les otorgaron el don de lo delicado,
frágil, extraño y fantástico… Decidieron extraviarlas del alcance del hombre… Probablemente
bajo el aspecto de revelaciones.
Algunos afirman haberlas visto en forma de mujeres, ángeles o hechiceras… Pero
es lo mismo.
ACTO 6
El hecho de que la magia no tuviese un valor colectivo -como sí ocurrió con la
mayoría de las religiones– acabó por darle un signo ilegal e impío… Entonces, los
magos actuaban por cuenta propia y lo hacían en privado para beneficiarse del
bien público.
De a poco comenzaron a trabajaban para emperadores, pronosticando el destino de
una batalla, eventos del futuro y protegiéndolos de accidentes o enfermedades. Sus
principales características fueron la confección de amuletos y brazaletes de
oro o marfil para el buen augurio y talismanes acabados en coral que colgaban
en árboles para ahuyentar los malos espíritus.
También sabían de encantamientos amorosos como un astrólogo de Tiberio que le
daba brebajes espantosos y por supuesto, pócimas homicidas para liquidar a los
adversarios.
Sin embargo, dichas prácticas junto a la realización de venenos estuvieron
legisladas y castigadas durante larguísimos siglos. A decir verdad, los romanos
eran supersticiosos y por ende, muy despiadados con los cultos privados.
Justiniano condenaba a muerte a cualquier actividad sospechosa, sea decapitación
por espada, crucifixión o combate en el circo. En caso de que el culpable
perteneciese a una familia importante solamente se lo decapitaba.
Una ley posterior de Lucio Cornelio Sila reprimió el veneno de los filtros
amorosos y otros más peligrosos que causaban el aborto.
El emperador Augusto, además de creer en cientos de amuletos, tuvo funcionarios
que redactaban los augurios del día. Paradójicamente cargó contra la
superstición. Una vez hizo quemar alrededor de 2 mil libros con historias mágicas
con el propósito de abolir la magia en el pueblo…
Es bastante sugerente que detrás de cada una de las órdenes de Augusto asomase
una verdad –o acaso, una superstición- más interesante…Todos los césares
proscribieron el ejercicio de la brujería, pero tales oficios estaban
reservados para ellos.
¿Existe la magia? Para el emperador Augusto, no. No existe. Bah, no lo sabemos
con certeza. Acorde a su criterio no puede siquiera contemplarse en libro
alguno. ¿Y qué explicación daría quien combatió la superchería y a su vez
cargaba consigo, una colección de talismanes mágicos?
Negar cuestiones que son aceptadas universalmente
demuestra no ser solidario en el aplauso de todos y subrayar aún más, nuestras
íntimas pulsiones. Y desde luego, uno está condenándose por culpa de sus
objeciones. Fenómeno… Principio del libre albedrío.
Ahora, los que se acercan a la lectura del horóscopo en búsqueda de una
convicción, que no es única e irrepetible, sino, generalizada… Digamos, para
construir la revelación del futuro… Bueno, falso. Nada más falso que la
consulta de los astros. El avistamiento del futuro al igual que la definición
de un sujeto es demasiado complicada para reducirla y enmarcarla ¡en apenas 12
posibilidades!
Al contrario, hay infinidad de espíritus como infinitud de secuencias en el
universo.
Pese a ello, estos tiempos se verifica la magia a través de ciencias aplicadas
y así, las esperanzas de enamorarse disminuyen notoriamente.
Gracias a Dios, el amor no se alimenta de los que elogian cada prodigio con el
rigor del cálculo energético o algo relacionado con los actores de las novelas
o la lectura zodiacal.
Gracias a Dios, los espíritus distinguidos agradecen la noticia del arte, el
sufrimiento y la esperanza.
Delante hay una galería interminable de puertas que van conduciéndonos hacia lo
inexplicable… Cada desengaño es una sombra y cada milagro, una luz prendida.
ACTO 7
Según los historiadores –y para mí también– la demonización fue concebida
en la Edad Media, pues no lograba erradicarse el paganismo en las clases bajas.
Para empezar, muchos apoyaban la creencia de que Lucifer y una horda de
demonios, trasgos, íncubos y súcubos eran reales y ejercían sus poderes en el
mundo medieval. Segundo, en la posibilidad de contactar físicamente con dichas
entidades y así establecer pactos infernales.
La superstición llegó tan lejos que vieron en las brujas la capacidad de
despertar el amor mediante filtros y pociones, al igual que su destrucción con
hechizos y encantamientos.
Asimismo, dañar la salud o provocar la muerte a través de la mirada -no otra
cosa el mal de ojo- o clavando alfileres en muñecos o estatuillas de cera que
representaban a la persona.
El Cristianismo ya existía por aquel entonces pero no pudo establecerse
fácilmente porque el marco religioso de Europa estaba atravesando por una época
conflictiva, no pronunciado en el auge de las brujas, sino en la ausencia y la
crisis espiritual del momento. Es decir, la bruja cobra importancia ante el
sufrimiento y el malestar social. Y pese a que emperadores como Nerón,
Domiciano y Trajano emplearon diferentes maniobras para desarticular la
brujería, también procesaban a los seguidores de Jesús.
El Edicto de Milán, promulgado por Constantino I, permitiría la libertad de
culto al Cristianismo, los cultos paganos y la persecución de la herejía
arriana. Y recién en tiempos de Teodosio I, el Cristianismo logró imponerse
como religión oficial del Imperio y por ende, a condenarse aún más las
creencias paganas.
A tales efectos, Teodosio apartaba de la Santa Comunión al que provocase la
muerte, a causa de maleficios. Argumentaba que los crímenes no podían cometerse
sin invocaciones idolátricas -o lo que es igual decir- la adoración a falsos
ídolos.
Uno de estos casos fue Prisciliano, obispo de Ávila, ejecutado en Tréveris por
haber sido hallado culpable de realizar maleficios, reuniones nocturnas y
obscenas con mujeres.
La manipulación del prodigio era una herejía.
Así, las artes que propiciaran modificar la naturaleza y vulnerar las leyes
dictadas por Dios, pronto constituirían una amenaza para la religión del
imperio. Ya no solo la magia negra obtenida con poderes ocultos y sin necesidad
de sacerdotes oficiales… No, no. Toda magia.
Con ese escenario, el paganismo pasó a obrar desde la clandestinidad… La
religión no aceptó que se tuviese la facultad de resolver desde la adivinación
y los hechizos, una circunstancia incomprensible o producir hechos
sobrenaturales. Por eso las brujas eran vistas como siervos de Lucifer. Imaginaban
que recibían supuestos poderes a cambio de servirle bajo contrato. Ejemplos,
originar o curar enfermedades, provocar tormentas o causar sequías, estimular
la impotencia en los hombres o la esterilidad en las mujeres, arruinar las
cosechas, hacer que los animales quedaran inútiles, agriándoles la leche, etc.
ACTO 8
La historia muestra que hubo más
brujas que brujos, recuérdese Zugarramurdi y cómo las quemaban los señores inquisidores. Las
mujeres ejecutadas durante la Santa Inquisición prevalecieron en comparación a
los hombres. De hecho, ha llegado a calcularse una diferencia de 40 a 1.
Ahora, ¿cómo era la bruja medieval? En su mayoría poseían conocimientos de
medicina natural, transmitidos de generación en generación. Algunas eran
embaucadoras, otras fueron servidoras de Lucifer.
Supuestamente podían hacerse invisibles y transformarse a sí mismas y a otros
en animales, sobre todo en gatos y lobos. Entre varias cosas sabían adivinar el
futuro, reanimar objetos inanimados, revivir a los muertos o con ayuda de espíritus.
Voltaire explicaba que ciertos deseos no podían solicitarse a Dios y por eso
recurrían al hechizo y a los conjuros. La maldad estaba cerca del hombre, pues
se creía que Lucifer era un ser más terrenal y que entregaba favores
instantáneos. En cambio, a Dios había que esperarlo una vida entera.
La historia da cuenta de las atrocidades que padeció el hombre en nombre de una
ideología distinta. Allí están las ordalías y sus condenas, las matanzas de las
Cruzadas, la evangelización de los jesuitas, etc. Todo señala un sistema muy
perverso, inculcado desde la inconsciencia humana y lo que resultaba
inasequible al entendimiento… Pero, ¿dónde está el derecho a creer, más allá de
lo que profesa la mayoría?
La justificación de un milagro con una lupa que lo generaliza todo, al final oscurece
el alma. Si Dios es el único obrador de milagros, deja al hombre sin poesía.
¿Entiende? Si el deseo es una criatura del momento, ¿en qué sitio aparece la
inventiva y la inteligencia? ¿Se puede convertir al ser amado en un milagro?
Sí, se puede. Si vamos a imaginarnos que una mujer hace rotar los soles en
sentido contrario, ¿se puede rogar a la divinidad, un hecho semejante? Como poder,
se puede. Eso sí, antes es necesario un indicio de la fe poética.
Vivimos negando la inteligencia… ¿Y los asuntos del alma? ¿Y los faroles de la
felicidad? ¿Y los gestos poéticos? ¿De qué manera contrarresto la vulgaridad? ¿No
podemos hacer absolutamente nada, apenas resignarse a los mandatos divinos? No
me parece.
Sin embargo, para las reglas de la
sociedad, la magia no existe. Se prefiere la tranquilidad económica y el
respeto a las normas como los métodos más eficaces para establecer relaciones. De
ese modo, poco a poco, asoma esa resignación que tanto hablo… Es tan
persistente y eficaz que basta levantarse un día y creer que los compañeros de
trabajo son las personas que estuvimos esperando siempre.
La leyenda revela que después de la creación, el
hombre supo la causa de su perdición. Ni bien fue expulsado del Paraíso también
conoció esa ordinaria ambición que ha recorrido todos los tiempos posibles y
que consiste en pretender vivir todas las vidas.
Para que el hombre decidiera qué destino seguir, Dios escribió en el interior
de su calavera el nombre de la amada, además de una cadena de infinitas
posibilidades, es decir, todos los destinos contingentes.
En esa danza frenética de nombres escribiéndose sin cesar en la mente, el
hombre descubrió el sufrimiento… Y descubrió el alma.
Un día comenzó a percibir dos grandes energías… La ausencia y el olvido.
Para combatir estas combinaciones fatales, peleó desde las trincheras del arte
y el pensamiento.
El hombre había sentido por primera vez el amor.
Todos tenemos un nombre escrito, definitivo, escondido en las malezas del
universo.
Antes que llegue la muerte, antes que el espíritu abandone al hombre y se
transforme en sueño… Hay un nombre a punto de ser revelado.
Naturalmente, es un nombre que Dios ya conoce de antemano y que el hombre debe
averiguar, no sin poco dolor.
Algunos deciden hallar a la
persona que mejor llene los espacios de su vida. Nosotros agregamos que ninguna
vida tiene sentido sin ella… La inmortalidad comienza a gestarse, en el mismo
instante que la descubrimos. Todo lo que no nos suceda o que no lleve el signo
de la amada, forma parte de una vulgaridad insoportable.
Otros hablan a través de la fantasía, a instancias del rechazo. Allí surge la
aniquilación de la esperanza, como parte de un sueño imposible o una ilusión
inconfesable. De a poco, ese tipo se aferra a la superstición de que llegará sobre
última hora y lo salvará del desamor.
No es así. Pero cual jugadores de naipes, suponen notar movimientos en los
barajes -y en la posibilidad de modificar una mano- van de mesa en mesa y así
poder cambiar su destino.
No existen los palos, ni el azar para seducir… El que confía en las cartas, el
que confía en recetas mágicas para todas las mujeres, no sabe nada. No sabe
nada.
Aquel que supone tener una receta infalible con las minas, que hoy la aplica
con una y mañana con otra… Ese es un hombre que no sabe nada.
Nacho
4/2/16