Nuestros destinos


Creo conviene desenmascarar una falacia muy común… El amor no es divertido. Suceden cosas divertidas con sus amigos o uno mismo, produce cosas divertidas.

Ahora, pensar que vamos a divertirnos para luego enamorarnos, es una de las tantas estupideces que suelo oír.

 

Sin embargo, existe una ponencia muy fuerte entre los muchachos, por la cual, lo importante es divertirse. Pero aclaremos una cosa… Aquí nadie persigue la idea de salir a divertirse. En todo caso, condenamos eso que viene detrás, casi de inmediato y refiere a considerar atractivas, a todas las minas que se crucen durante la noche.

Esto puede explicarse sencillamente… No son casos donde la belleza es reconocida, mediante un mensaje divino, sino, como una simple ocasión que justifique haber salido y tener algo para contar a sus amigos, al día siguiente.

Por eso, momento. Momento. 

 

¿Qué pasa en las fiestas? Digamos, en general… Bueno, allí cabe la posibilidad de que suceda algo épico y maravilloso. Al menos, muchos van hacia las fauces de la noche, con dicha sugestión.

Supóngase, un señor asiste a un evento, donde está la dama que le gusta. Comienza saludando a los invitados y tras un vistazo, la encuentra afilando con un extraño. A esta circunstancia, devastadora e insoportable, enseguida, le sobreviene una peor… Viéndose impedido de explicar el desencanto, el rechazado procede a conversar con todas, menos con aquella que tanto quería.

Finalizada la velada, es muy probable que cualquiera ocupe la apariencia soñada… Bah, no es probable, es lo que acaba sucediendo la mayoría de los casos.

 

Tal proceso no pretende más que realzar cualidades, sobre el que promete estar cercano a sus deseos. ¿Por qué? Y porque este recurso, prolonga la extirpe humana. Si nadie creyese semejante teoría, pasado mañana sucumbiría el mundo. ¿Entiende? Acaso, ¿dónde buscan la mayoría si no es entre grupos de amigos o compañeros de trabajo? 

 

Mala suerte… Si a favor de una cita gastó el sueldo en pilchas, leyó los mejores versos o dejó pagando a sus colegas del club, etc., etc. Repito, mala suerte. Pero claro, uno ama a Helena de Troya… Y ahí está el asunto.

La mujer que esté por debajo de Helena, promete ser el desengaño. Y entonces, ¿por qué dotamos con bondades de último momento, a partir del rechazo de la más linda? Respuesta, en eso consiste la catástrofe cósmica.

Para evitarla, prodigamos a una secuencia desordenada de signos y simetrías de segundo orden, a fin de que después compongamos en el destino, los oscuros manejos que se ciernen alrededor suyo… Por lo tanto, me parece que los primeros indicios que transmiten los ojos, son menos complejos a los producidos con el alma.

 

Los conformismos actuales han ensombrecido la persecución reveladora y mágica, ese pensamiento final que trae consigo, el desvelo por un amor, único e insustituible… ¿Usted sabe cuántas guerras atraviesa un hombre, por una mujer definitiva? Supongo que a través del tiempo nos sintonizamos mejor con lo que realmente deseamos. Perfecto, tal vez esto no sea del todo cierto… Porque la vejez suele molestar el desarrollo de la ingenuidad. Pero… No, ahí está… No creo que uno esté detrás de una mina y más tarde, al ratito, sintamos afiliación por otra, ya que nos parece más acorde a nuestras circunstancias. Eso es mentira.

La visión milagrosa de una mujer viene impresa, como la analogía de nuestra sombra. A lo mejor, permanece furtiva e indescifrable, hechizando todo a su paso. Y por eso el hombre, que la arrastra interiormente como un registro imposible, siempre cree verla en todo momento, en cualquier rostro… En cualquier fiesta.

Sin dudas, estamos ante una verdad que espera ser desatada.

 

Otros sujetos, en cambio, ven una relación más estructurada y no excitan a la imaginación. Viven encerrados en sus propios límites, sacando conejos de la galera y sin misterios que prometan fascinar a nadie. Por supuesto, se les conoce el alma tan fácilmente, que uno puede penetrar por sus mismas transparencias.

 

Para ir cerrando… Alguna vez dije que está bien la confesión amorosa, siempre y cuando, no pretenda apurar nada que no esté sucediendo. La confesión puede ser contraproducente, solo si se la emplea, tal como digo.

Naturalmente, ¿cómo saber que una mujer está enamorada de usted? No lo sabe, no lo sabe. Salvo que un día se lo declare… Pero me parece que la confesión tiene el encanto de la pertinacia. Esto no significa que caigamos rendidos tras una suma de insistencias. ¡En absoluto! Pero hay una creencia en el sujeto pertinaz, del mismo modo que sucede con aquel que halaga a una mina a cada rato. 

Al respecto, lucho en constante beligerancia con esa clase de tipos. No me gustan los tipos que adulan cualquier estupidez solo porque les gusta la mina. Me parece que eso fomenta un círculo vicioso para cuyo único requisito, consiste en uno que diga pavadas y otro que las aplauda.

 

Yo estoy hablando de otra clase de elegancia, una elegancia y una virtud muy superior y que no se consigue todos los días y con cualquiera.

 

Por ello y hasta tanto no ocurra un indicio amoroso, uno vive de conjeturas. Se desespera examinando pistas y aguarda hallar como suyas, las verdades reflejadas por el otro… Bueno, para eso están los detalles. Es tan importante la pluma sutil del tiempo, el pensamiento forjado hacia el ser amado y lo que habrá de construirse alrededor suyo.

También puedo agregar el efecto del pasado y cómo vuelven fantásticas sus adyacencias, pues, conocidas en el presente –por insignificantes que sean– revela cuánto esa persona se mantuvo escondida de nosotros.

Dichos entretelones son impresionantes, pues generan un placer mayor, sobre el posterior encuentro amoroso. Y nada de ello sucede en un boliche. Tampoco en la oficina o en la facultad de medicina, ya que uno tropieza tantas veces con un sujeto indeterminado, que, con el tiempo, acaba por convertirse en un sujeto determinado.

Ahí el amor es una porquería, ya que desarrolla una opinión falsa y postiza, es decir, entender que el amor es la base del acostumbramiento.

 

Nadie construye ilusiones de la nada. Nadie sale a buscar lo que no quiere, ni siquiera, aunque quiera pararse a observar, desde el andamiaje de la casualidad.

El amor no es algo que se presenta a golpe de vista. No, seguro que no, pero es evidente que nos toca un mundo tan mediocre y banal, que resulta muy sencillo encontrar gente fascinada con sus amigos y así imaginarse ante los grandes amores de su vida.

 

Yo sostengo una política insecticida… Lo lamento, pero no me parece que toda la gente sea linda e inteligente. De acuerdo, es una idea que atenta contra el extermino, pero prefiero pensar que Helena hay solo una. Prefiero ser sincero con la gente, antes que ese gesto miserable, propio de quienes gustan vestir de príncipes a cualquier sapo.

Además, es una mala forma, incluso, de crear y entender el arte… Porque si usted solo leyó “El principito” y lo sostiene como la máxima creación literaria… El resultado es que recibamos con mayor docilidad todo lo mediocre, antes, mucho antes que lo excelso.

Con esto no quiero afirmar que Saint-Exupéry sea malo. Pero si aceptamos que Saint-Exupéry es el ápice de la literatura, aun habiendo libros que no leerá, como “La vida nueva” del Dante, bueno, estamos en serios problemas.

 

Hoy parece tan difícil rescatar un pensamiento refinado, un gesto dulce hacia nosotros, capaces de iluminarnos las fronteras de la mente y el alma.

 

Yo quisiera dejar algo, pero sin caer en la melancolía… Sin caer en construcciones fantasmales.

 

De muchacho soñaba con una mujer, rompiendo la bruma de la multitud. Y como un rayo luminoso y definitivo, ella cambiaría los destinos… Nuestros destinos. Todavía imagino que es posible. Creo que sí.

 

Haber redescubierto el goce literario de varios autores y fascinarme con la lectura de civilizaciones antiguas, provocó que alcance a reflexionar con otra gravedad. Una gravedad aún mayor y la cual agradezco, infinitamente. 

Por eso, cada vez que escribo algo o converso con alguien, voy descubriendo nuevas alegrías, intentando madurar…

Sin embargo, esto que puedo comprenderlo como una virtud, acaba vistiéndose en una profunda y amarga tristeza… Porque al mismo tiempo, no consigo advertirla entre los muchachos de estos días.  

 

Mientras algunos son simples conductas, que aceptan los dictados…  Otros miramos las estrellas, esperando convertirnos en las constelaciones más ansiadas de alguien.

 

Nacho

 

20/6/16