ACTO
I
Quizá
no haya suceso más significativo que acariciar la infinitud del universo y
conocer el misterio del amor. El enamorado quiere saber qué resortes impiden
que su amada que no se detenga ante él y sea finalmente una historia de amor
que no se concretará nunca.
Ahora,
frente un mundo en el cual las acciones del individuo son siempre las mismas, ante
la falsedad engañosa de lo que llaman aquí, el presente y la realidad… ¿Qué es
lo que hay? ¿Suerte o destino?
Lo
cierto es que nadie sabe dónde empiezan las dificultades en el amor. Un
miserable responderá que consiste en un laberinto cuyas encrucijadas implican
una jugada casual y una posterior renuncia.
Me
parece que para edificar una historia de amor épica, cada cruce tiene una
decisión categórica, porque lo más difícil del amor es encontrar una mujer que
sea Ariadna, el laberinto, el tesoro y el minotauro. Todo eso al mismo tiempo.
Los
torpes no entienden que los corredores se mueven, se modifican. Y cada tanto,
entre galerías y galerías, suelen avistarse flechas de neón avisándole la
salida… ¡Renuncie a ese amor! ¡Renuncie a la excelencia y la complejidad!
Obviamente,
el hilo de Ariadna se desenrolla a espaldas suyas, señalando un regreso
equivocado. Una voz detrás, oculta y siniestra, advierte que no debe mirarse
hacia el pasado. Allí se encuentran los hombres que usted no quiso ser. Ninguno
de ellos desea otra cosa que encerrarlos en esos pasillos infernales y
suplantarlos. Mientras avanza se va diciendo usted, “Yo sé que voy a encontrarla a cualquier precio”.
Una
mujer puede ser el tesoro y el laberinto… Hallarla es extraviarse. Solo sabemos
eso y si tenemos mucha fe poética, esta noche encontrará una mujer que le
cambiará la vida… La misma que ha decidido en el dédalo interminable de sus
deseos.
Un
hombre definitivo salió tras la mujer definitiva.
Yo pensé que había cometido un error y cuando quise regresar ya era demasiado tarde… Por primera vez supe que estaba perdido para siempre.
A
los muchachos de espíritu nos deparan dos advertencias fatales y contrapuestas…
Amar a quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar.
El
universo regala una perversa inmensidad, sembrada de dudas… Si es que uno está
en el corazón del que no amamos y en el nuestro, aquel que no nos amará,
entonces los sueños están elaborados con la pasta de aspiraciones o anhelos que
jamás se cumplirán. Al menos así piensan los fatalistas.
Apenas
existe una mujer para el hombre. Una sola que reúne las virtudes que ese hombre
sueña... Su belleza está hecha para deslumbrarlo. Su voz ha sido creada para
seducirlo. Su inteligencia para suscitar y sugerirle ideas amables. Finalmente,
la ternura, para endulzarle el sufrimiento diario.
Esa
mujer existe y deambula solitaria por esas calles, pero una fuerza azarosa ha
decidido que nunca se crucen los caminos para los cuales fueron concebidos.
Es
probable que el azar no sea más que una consecuencia de la ignorancia, aunque
cualquier pequeño prodigio es deseable a esta mediocridad eficiente, a esta
miserable resignación que algunos llaman el progreso económico.
Las
verdaderas historias de amor son las que mejoran el alma de quien las vive.
Por
eso resulta maravilloso recorrer la vida a contramano, desoyendo a las reglas
establecidas, antes que andar enamorándose de los giles que les gritan cosas
por la calle.
ACTO
II
El
destino no sigue un sendero propio. Jamás decide, ni elige ramificación alguna.
Más bien, su camino está trazado, definido y perfilado desde el principio del
tiempo hasta el final de todas las cosas.
No
obstante, a veces se puede hacer algo.
Las
decisiones propias y ajenas están articulando el destino, a favor o en contra
de lo que uno ha sido ayer y lo que es ahora. Es esa tenue voz que nos acorrala
o libera de un hecho.
Los
hombres no hacen otra cosa, sino decidir... Desde luego, parece inevitable
salir a buscar el significado de un sueño, ya que el destino son los cielos que
iremos a surcar y la decisión, las alas que darán el impulso necesario.
En
tal sentido, a mayor complejidad, mayor tristeza… Cuanto más inteligente,
profunda y sensible es una persona, más probabilidades tendrá de cruzarse con
la tristeza y convivir con la soledad.
Por
eso, el mérito del que sabe decidir, consiste en el resquicio para filtrar su
alma y lograr la alquimia del otro, esquivando las severas y baladíes prisiones
que imponen la mayoría.
A
veces, se nos revela la falsificación barata del mundo… Nada sale del todo bien.
La vida no es enteramente bella porque morimos, el amor tiene un precio
altísimo y el pensamiento no llega cuando se lo convoca... Bueno, ese detalle,
en manos de la inteligencia, suele ser decisivo.
Jamás
sabremos cómo es el universo… El conjunto de sentidos y los dialectos que
contribuyen a completar este sueño de falsas apariencias, apenas forma un ápice
de nuestra percepción. Entonces, cuanto menos sabemos, menos nos hundimos en el
error. Pero cuanto más vemos, más cerca estamos de la hallar una verdad
inconcebible.
ACTO
III
El
siguiente cuento narra las vivencias de un niño apostado en un descampado…
Frente suyo, una cometa y la inmensidad.
Tras largo rato
de silencio, un extraño se acoda al niño y le pregunta…
- ¿Qué sentido
tendrá esto de elevar un montón de papeles y varillas, al aire? ¿Te has puesto
a pensar que es algo sin sentido? ¿Cuál es el propósito? -
El niño
permaneció con manos firmes y la mirada concentrada. Al cabo de unos minutos,
el sujeto entendió que no habría nada que le afectara su paz. Lo observó
durante pocos instantes más y se fue.
¿Por qué sostenemos a partir de la suerte o destino, según nos convenga? ¿Qué es la suerte? Acaso, ¿un premio a los buenos actos y el signo contrario, el castigo a las acciones viles? ¿Cuándo termina una y comienza la otra? ¿Dónde percibo el influjo del destino? ¿Es posible decidir, creyendo que no decidimos? ¿Quién puede afirmar que no decidimos?
Son
preguntas caprichosas y a lo mejor, llegaríamos a respuestas igualmente
caprichosas.
Pero
existen diferentes historias y así como pueden contarse de maneras distintas,
las interpretaciones también varían.
Podría
contar que un señor está apoyando sobre la ventana. Cada noche contempla las
estrellas con desconsuelo… Está recordando la felicidad que produce el amor.
El
corazón alberga la paciencia y los estímulos necesarios para esperar una carta
o un llamado telefónico, algo que venga a revocar su desgracia. Sabe que la
mala suerte no es eterna y entonces guarda el regreso de la amada, el regreso
de alguien que ha partido hace demasiado tiempo.
Sin
embargo, vivimos esperando de sucesos -que, cuando ocurren- resultan ser nuevas
esperas. El ser humano es una perpetua víspera del deseo. Solo tiene lo que es,
pero también lo que todavía no es. En algunos casos desea tanto, que al final queda
absorbido por su propia obsesión.
Quizá
el destino de algunos hombres consista en volverse esclavos y sombras de su
egoísmo.
Cruzando
la avenida vive una chica que está llegando tarde al trabajo. Por supuesto, se
vistió como pudo y tomó un colectivo -que, ciertamente- no le resultaba nada habitual.
A
las pocas cuadras, un tipo se sienta a su lado. Y le gusta. Siente que le gusta.
Por su parte,
El
tipo siente que la había conquistado, lejos de los dados del azar. Más bien,
producto del destino, es decir, el hecho de no haberse despertado a tiempo condujo
a ambos hacia un escenario desconocido. La demora posibilitó que el destino
cambiara su signo.
La
chica usó el mismo método durante varios días hasta que la echaron del trabajo.
Ella logró algo superior a una burguesa tarea de escritorios y oficinas... El
amor. Acaso, la construcción ilusoria del amor. Bueno, no está mal.
La
distancia entre el tiempo y la dimensión de la acción puesta por el individuo
es lo que determina el carácter y el valor de un fenómeno prodigioso.
A
lo mejor, la experiencia permite entender la realidad de lo que es irreal e
imposible. Pero, ¿quién puede asegurarlo? Si no existiese la conjetura, la
reflexión, todos viviríamos sin miedo, sin angustia y peor aún, nos dejaría de
importar el lenguaje intelectual y alegórico que expresa la verdadera belleza.
ACTO
IV
La tarde
comenzaba a descender. Un muchachito de su misma edad, corrió hacia él.
- ¿Viste la
chica que te gustaba? Bueno, parece que gusta de otro chico. ¡Cómo la buscabas
en los recreos! Le escribías montones de cosas y jamás tuviste el coraje de
entregarlas... La seguías en clases, te hiciste de sus amigos. Sólo por ella.
Fuiste a su cumpleaños y le quisiste dar un beso... Pero ella no quiso. Lamento
traerte tan malas noticias... –
Aquel no pareció haber escuchado nada, pero hubo una profunda tristeza en sus ojos.
Su amigo tomó
una piedrita y fue alejándose... Perdiéndose en una gambeta cósmica y
atorrante... De esos que carecen del tacto para comunicar noticias, los mismos
que no entienden los mecanismos del alma.
Leemos
una última historia...
Antonio es un
muchacho de barrio muy humilde. Cierta vez, entre noches de eterna soledad, decide
salir junto a sus amigos. Tras varias discusiones, eligieron un bar temático,
en San Telmo.
En aquel tugurio, de bailes arrabaleros, ve a una señorita muy bonita. Un poco a causa de su retraimiento, otro por evitarse el ridículo, Antonio prefirió el silencio y anotarse una nueva desgracia en su destino.
Copa en mano y
perdido por neblinas de tabaco, chocó contra la barra y al levantar la vista observó
unos folletos colgados en unas repisas. Redactado en tipografías duras, el
folleto hablaba de clases de baile. "Conozca la magia del Tango",
prometía...
Un día decidió investigar y ver de qué iba la cosa.
- Quiero aprender a bailar tango. - Sentenció, mientras buscaba una silla.
- ¿Cuál es tu
nombre? - Pregunta el profesor.
- Uh,
disculpe... Me llamo Antonio, un gusto. -
- Decime,
Antonio... ¿Y porque hoy y no, hace un año o dentro de 2 meses...? -
- En realidad
quiero aprender a bailar tango para acercarme a una mujer. -
- Aah... ¡Ahora
me gusta más! -
- Fui a una
milonga, ella se quedó esperando a que la sacara a bailar... Bah, me pareció a
mí... Pero como no sé bailar tango, decidí no sacarla a bailar y al final quedé
parado como una estatua. -
- ¿Vos sos de
los que empujan o de los que fluyen? -
- No entiendo...
-
- Claro, empujas
para que las cosas pasen... ¿O dejas que las cosas pasen solas? ¿Esperas a que
el destino hable por vos? ¿O salís a crear el destino, para que el destino
hable de vos? -
- En realidad sé
que tengo que bailar tango. A ella no la conozco, no sé quién es. No sé si
habré de verla de nuevo... Solo sé que si no aprendo, nada va a suceder
conmigo. -
- Para mí, sea
lo que sea, ya ocurrió. Esa mujer y vos, ya están juntos o no. ¿Te grafico mi
pensamiento? -
- Sí... -
- Los domingos
me la paso bailando todo el día encerrado. Así que... ¿Qué pasa en el mundo y
qué pasa allá afuera? Yo no lo sé, pero a la noche veo fútbol… En diferido, ¡claro!
Y para mí es como si estuviera en directo. Entonces, puteo, me alegro, me
amargo, me emociono… Y cuando la pelota va por el aire, pienso, “entra,
entra... esto es gol, esto es gol". La pelota va a ir donde tiene que ir y
a ningún otro lugar... ¿Por qué? Porque ya pasó, ya sucedió. Solo que yo lo
ignoro, pues creo que está ocurriendo mientras lo veo… -
Antonio no tiene reacción...
- Mira,
Antonio... El tiempo se presenta de una manera difícil de entender. Para mí,
vivimos la vida con la ilusión, la vida es un evento en vivo... Pero en verdad,
creo que es en diferido… Esa mujer y vos ya están juntos o no van a estar
juntos nunca. Ahora deberías aprender a bailar un poco y salir a averiguarlo. -
Convencido de semejantes palabras y luego del trabajo, dedicó horas y horas a las clases de tango. No compró indumentaria, ni accesorios del tanguero tradicional, porque el sueldo se lo impedía. Sin embargo, obtuvo algo mucho más importante... Le puso una pasión, una ciega intensidad, ya que al final, eso es lo que verdaderamente nos acerca al amor.
- Yo creo que ya estamos para ver qué pasa... - Sonríe cómplice, el profesor.
- ¿Te parece? -
- Sí, sí. ¿Por
qué no? Lo único que debes hacer, es abrazarla. Abrazála y baila. No hace falta
nada más. A la mujer no le hace falta exageraciones, firuletes,
ostentaciones... Lo que quieren es un hombre que las abrace de verdad. Anda a
la milonga y sacála a bailar. Ya es hora que te enteres si la pelota se clavó
en el ángulo... O fue a la tribuna... Y entonces, finalmente, te preguntas… ¿Y
por qué “la magia del tango”? Bueno, ahí está la magia. -
La suerte cambia todo el tiempo para algunos.
Para
nosotros, quienes soñamos que es posible conquistar el amor, cada decisión que
tomemos, cada intención, cada uno de nuestros actos, es un pase de magia en el universo.
Es
un giro de la trama que nos coloca en un bando o en el otro... Y la suerte... ¡La
suerte es de los miserables!
Solo
pertenece a aquellos mediocres que juegan a la timba con nuestros corazones....
Andan jurando amores sin sentido y la verdad es que nadie quiere, ni desea a
esa gente. Nadie puede añorar a esos canallas quienes, cobardemente, apedrean
un mundo de emociones.
Por
lo tanto, lo importante es lo que cada uno haga para encontrarse, con su propio
destino... Y con sus propios sueños.
EPILOGO
Por fin el niño
se hizo hombre. Permaneció toda una vida sosteniendo sus ideas, del mismo modo
que el barrilete.
Cayó la noche sobre su semblante y alguien se le aproximó...
- Llevas
demasiado tiempo con esto... Estás dejando demasiada vida con el estúpido juego
del barrilete... Nunca te has preguntado... ¿Qué hay afuera? En definitiva, ¿habrá
servido de algo tanto tiempo perdido? -
Los brazos del
hombre, ya cansados, hacen experimentar al cometa, una pirueta casi
conmovedora, para los mismos cielos.
- ¡Si usted
supiera las tempestades, los universos de tiempos, las flaquezas que a veces he
atravesado! Pero aquí me ve, sosteniendo, en este firmamento que es la vida...
En la mezcla de angustia y la esperanza que trae consigo el amor. Imagínese eso
y ni siquiera estaría cerca... Si alguna vez se ha enamorado no se atrevería
jamás en hacerme esa pregunta. –
Algunos sueños quedan enganchados en las sábanas... Tan rápidamente como pasa con los inexpertos que no saben remontar un barrilete. Y uno los observa... Pierden rápido la compostura, empujan torpemente una cometa que irá a parar contra los cables eléctricos, los árboles o lo que fuera.
Otros,
en cambio, son un grito hacia la tempestad de los tiempos...
Yo
espero una señal, única y clara, entre los cielos y las estrellas... Y así
remontar mis barriletes, hechos de esperanza y sueños. Sin embargo, mientras
junto papeles y preparo qué varillas usar, fui a acostarme… Pensando en el beso
que podría haber sido y en aquel que nunca será.
Ahora
mismo estoy enterándome del pronóstico y me aseguraron que en Avellaneda el
cielo estará gris, probabilidad de lluvias y que nadie me ama.
Nacho
29-1-16