Espíritu noble


Para la cultura griega, el cultivo del cuerpo era complementario, al cultivo del espíritu. Y en virtud de perfeccionar el proceso educativo de un niño, entendido como la transmisión de valores y saberes técnicos, no solo bastaba con la erudición en temas específicos.
El desarrollo de aquel hombre griego, dependía de una constante forma de medirse, casi siempre aplicada en foros deportivos o simposios para los intelectuales.

Los griegos ampliaron en el área de la educación, el término “paideia”, designando a la plena y rigurosa formación intelectual, espiritual y atlética del hombre. 

Esta inclusión, desde luego, dotaba al individuo de un carácter verdaderamente humano.

Bajo el concepto de paideia se agrupaban elementos de la gimnasia, la gramática, la retórica, la poesía, las matemáticas y la filosofía, que supondrían dotar al individuo de conocimiento, cuidado sobre sí mismo y sobre sus expresiones hacia los demás.

La antigüedad griega, allá por el siglo V a.C., disfrutaba de las luchas por sus ideales. Pero no se trataba de combates bélicos, sino, la competencia con sus iguales y sin enemistad.

Con el tiempo, a esa construcción en el pensamiento se la llamó “agón”, es decir, la competencia sin ningún encono.
El agón es un concepto por el cual, participar en estos desafíos, enriquecía mutuamente y aspiraba a las más sublime condiciones que podía soñar un hombre.

Los griegos deseaban una sociedad, sin lujos entre sus necesidades y donde no incluyese habilidades banausicas o mecánicas, porque aquellas que se hacían por el dinero, fueron consideradas de indignas. También despreciaban la jactancia del arte banausico, siendo que el hecho artístico, es más bien una voz que provenía de las musas y no siempre estaba de acuerdo con el mercado.

Por supuesto, esta vida griega, es incompatible con cualquier trabajo remunerado.

El agón exige una permanente competencia y necesita dedicarles la vida entera, entonces, no es posible ser agonal en los ratos libres.
Lo contrario es lo que iría a cambiar a partir de la Edad Media, con el renacimiento de la dignidad en las artes mecánicas y una dignidad que hoy no parece cesar, gracias al incesante desarrollo que producen las sociedades tecnológicas.

Esta vida sin ostentaciones materiales, permitió la participación en diversas competencias y pronto surgieron centros, clases de luchas, gimnasios, etc., se convirtió en parte principal de la educación o la paideia.

El pentatlón de Atenas, perfeccionó en la carrera, salto, lucha a brazo partido y lanzamiento de disco y jabalina. Después irían apareciendo diferentes encuentros como el pancracio, una suerte de pugilato y de diferentes contactos lícitos para vencer al contrario.

Durante la ceremonia de clausura, el vencedor recibía una corona de olivo silvestre, que crecía en el templo consagrado a Zeus y finalmente, agasajado con banquetes. Cuando regresaba a la ciudad, lo adoptaban como auténtico héroe… Abrían nuevas puertas en sus murallas, con el fin de que entrase por ella. Lo colmaban de honores y gran pompa, ofreciendo sacrificios a los dioses, poemas que cantaban las victorias y monumentos erigidos en su nombre. Más adelante, era mantenido el resto de su vida, a costa de la ciudad, disfrutando todo tipo de privilegios, ejemplo, disponer de los mejores asientos en el teatro o en las Asambleas.

Conviene, eso sí, subrayar que vencer en Olimpia, significaba un honor que permanecía toda la vida… Porque ese fue el signo del atleta, es decir, la fama y la gloria.
El atleta griego no fue un profesional y tampoco ganaba dinero alguno, como nuestros días. Apenas una corona de olivo y daba la vida misma, solo para que sus hazañas quedasen enmarcadas en la inmortalidad… Como verdaderas divinidades.

Aprendan algunos, que disfrazan de dioses, a los que les gusta ensalzarse con efímeros triunfos.

 

PARTE 2

 

A veces los poetas mentían sobre las derrotas de sus atletas, pues hubo vencedores que resultaban usurpadores de la verdadera gloria. Sin embargo, la vida del atleta, no fue dichosa del todo… Porque si bien aquel profesionalismo, no se parecía a los tiempos actuales, frente a tanta importancia, la exageración y la envidia eran inevitables.
Entonces, el atleta vivía inmerso en una perpetua tensión y al mismo tiempo inauguraba una circunstancia fatal… El deterioro.

La verdad es que el atleta, no soportaba bien el paso del tiempo y el declive de las fuerzas.

Marco Tulio Cicerón relata cómo Milón, al contemplar a otros luchadores que entrenaban, lloraba mientras veía envejecidos sus brazos.
Al respecto, un día Milón observó un árbol a medio talar y decidió tumbarlo de una vez.
Para ello, aplicó la fuerza de pies y brazos, pero con la mala fortuna de que al partirse, el árbol lo atrapó y fue devorado por las fieras.

Poco a poco, aquel espíritu agonal fue desapareciendo, causado por la aparición de actividades menos nobles, precisamente, por la ausencia de honores que los atletas iban a cosechar más adelante.

Las competencias griegas, comenzaron a teñirse de sospechosas, es decir, hubo sobornos, denuncias, multas, etc. y con ello, disolvió el carácter de la competencia leal. Pero dicha corruptela, también alcanzó y contaminó el templo de Heracles, donde ya no se discutían asuntos trascendentales, ni se disfrutaba el hallazgo de mejores argumentos.
El caso es que allí apareció el chiste, los acertijos y las adivinanzas, como nuevos métodos de sustituir la elaboración del pensamiento. Asimismo, las personas se volvían famosas, solo por participar en torneos de glotonería y quién lograba emborrarse en primer término.
Finalmente, hubo certámenes de sicofantas, que eran sujetos que denunciaban para conseguir una posición superior, mediante la adulación hacia otras personas influyentes o supuestamente influyentes.

Evidentemente, todo acabó por eliminar la nobleza de la perfección, acaso, la búsqueda de la perfección.

La decadencia de la excelsitud en Grecia, fue el pretexto de innumerables payasadas, ayunas de todo honor. Y recordando que las cosas sucedían, para que los poetas tuviesen algo en que cantar, aquellos cantos que revelaban bellas historias de proezas, más tarde se volvieron en tristes añoranzas del pasado.

Cuando a uno le quitan la esperanza, digamos, de poder vivir mejores momentos y alcanzar el horizonte prometido… ¿Qué clase de frutos nos esperan más adelante? Platón afirmaba que quien dedicaba tanta seriedad a cosas tan pequeñas, estaba imposibilitado de realizar cosa grande alguna, refiriéndose a un tipo que jactaba ser bueno en las carreras y gustaba pasearse con sus caballos, delante de la academia.

Me parece que la belleza griega, está reflejada en el esfuerzo del atleta, a la palabra sin descanso del filósofo y la gloria eterna del héroe… Después de todo, es algo que tiende a sucedernos en el amor, ¿no?

Nosotros nos esforzamos, mejoramos y trascendemos cuando descubrimos aquel que se nos promete reflejado… No tanto en los enconos, ni en las particularidades, sino, en la complejidad de nuestra mente.

 

PARTE 3

 

El fútbol es un deporte que desea la nobleza que tuvo el juego olímpico de Grecia. Claro, la diferencia es que ahora, la práctica del deporte se hace a expensas y en lugar del trabajo intelectual. Para nosotros, el fútbol es un fenómeno de masas que, además de congregar muchedumbres, también las enardece hacia la enajenación colectiva.
Por eso, los partidos de fútbol sirven como los circos romanos, es decir, son pretexto y desahogo irracional, de regresión del sujeto a la condición de tribu y en la que, amparado en el anonimato de la tribuna, da rienda suelta a los instintos agresivos.

Para explicar el funcionamiento de las masas, usted necesita multiplicar un número de espectadores, a partir de una reducción del conocimiento. Desde luego, por eso también ayuda esta ausencia de propuestas educativas, que son determinadas por los empresarios del medio.

Al público no se le puede dar nada complejo, pues los medios exigen una respuesta inmediata llamada rating. Y cuando las expectativas no se cumplen, levantan los programas y echan gente a la calle. Así funciona esta estructura perversa… Es el grito de triunfo de las formulas sencillas, donde no cabe trasladarse hacia una preferencia diferente. ¡No puede! ¡No puede! ¿Usted no se ha fijado que todos los programas son iguales? Al menos, ¡uno recordaba gente culta y preparada, detrás del mundo de la comunicación! Hoy cualquiera hace programas y lo que es peor, a la gente se la influencia desde un sistema que, absurdamente, nos tienta solo al exitismo y la popularidad.

Yo soy un convencido de que vivimos una decadencia sin frenos… Hablar de fútbol, es la conversación más fácil y mundana que puede sucederle a dos personas. Y que naturalmente, continúa a lo largo de horas y horas en los medios, informando las mismas cosas hasta el hartazgo.

Mire, aquí el fútbol siempre ha sido el opio para tapar la miseria del país o distraer la atención de la realidad. Lamentablemente, el fenómeno del fútbol, responde a un entorno cultural, donde lo importante consiste en inmunizarse contra la verdadera preocupación y responsabilidad del hombre.

La cultura de la frivolidad, aquella que se entristece porque un jugador rechaza la continuidad en el equipo, es la misma que silba los himnos ajenos y considera al otro, un enemigo a liquidar.

Y entonces, ¿dónde está la nobleza, el honor, la dignidad, el deseo de medirse sin encono?

¿Dónde está ese país que alguna vez soñaron, tipos como Sarmiento o Belgrano?

¿Sabe qué es lo más patético de esta sociedad? Que haya instalada una superstición deportiva, esa de que somos los mejores, en un país donde reina el desempleo, la corrupción, el afano, la desnutrición infantil, los negociados, la gente sin techo, etc., etc.

¿Los mejores en qué?, nos seguimos preguntando.

 

PARTE 4

 

Cada día algún actor, cantante o periodista -entre indignado y condolido- nos muestra una preocupación, acerca de la posible desaparición de las especies… Supóngase, que van a desaparecer las ballenas, que hay cuidarse del ozono, que la única felicidad son los hijos, etc.
Pero como estoy llegando a las edades donde aparecen –o deberían preocuparme– esas circunstancias, no observo que nadie repare en la evidente extinción de los hombres dignos y nobles. Y cuando me refiero a nobles, no hablo de príncipes y marqueses, porque tal como se ve, de esos hay muchos. Yo estoy preocupado por los otros, que son bien pocos.

Los hombres nobles son aquellos que tienen una conducta y que no se conforman si no destinan su vida, a una instancia superior. Se proponen una meta, un objetivo en su vida y hacen lo imposible, por conseguir la realización de dicha meta, de dicho objetivo.

Ninguna nobleza vacila en ser más desdichados y eso a la larga, termina dando ventajas a los miserables.

Un hombre que se sabe noble, da ventajas todo el tiempo. Y porque da ventajas, corre peligro de extinguirse… En su lucha, prefiere morir con dignidad, a sobrevivir indignamente. Y así, es víctima de los canallas, que solo les interesa ganar. En cada una de sus luchas, el hombre noble no es favorito.

Naturalmente, tiene una gran potencia y la inteligencia es algo importantísimo, porque le ayuda a sobrevivir… Pero en general, sabemos que éste mundo, más bien invita a los espíritus vencedores a cualquier precio.

Entonces, es obvio que los hombres nobles, cada vez son menos.

Me pregunto si no habrá llegado el momento de preocuparse por la extinción de esa especie de muchachos… No vaya a ser cosa que dentro de algunos años, el punto de atracción en las visitas a los museos y como si se tratase de un fósil, alguien nos señale diciendo, “éste que ve aquí… Es el último hombre noble…”

Ahora bien… Si con todo lo que acabo de fundamentar, donde reina la cultura del odio, la ambición de unos pocos, la violencia de género, el hambre, la droga… Y además, donde la gente cree que el fútbol es más sublime que la escuela… Es decir, si encima de todo eso, también tengo que conmoverme con un chico enseñando un cartel, pidiendo el regreso de un jugador…

Bueno, le diré que usted se ha equivocado conmigo… Porque usted no le está señalando a la criatura, el camino de la excelencia y del espíritu noble, sino, el camino de la gilada. Y giles hay demasiados.

Por eso yo solo me conmuevo las actitudes más sublimes.
Con el reencuentro de un viejo amigo, por ejemplo.
Con los vecinos que nos saludan todos los días.
Con una declaración de amor, de la más hermosa del mundo.

Dedicado a los espíritus nobles.

 

30/6/16

 

Nacho