Ayer encontré una vieja foto y me preguntaba por
qué vivimos en una sociedad que desprecia a los mayores, creyendo que ahora
somos más piola que ellos.
Coincido con Umberto Eco al referirse que hay una ausencia de valores, respeto y solidaridad, como los elementos más sagrados y vitales para toda la humanidad. Por otro lado, no podemos ser indiferentes desde la perspectiva moderna, ya que los abuelos y los padres, no tuvieron la misma libertad que vemos ahora.
Durante muchas décadas, la responsabilidad fue mucho mayor, porque pese al esfuerzo y la rusticidad de los trabajos, las palabras significaban un valor y una fidelidad, casi incuestionable.
Poco a poco, esas grandes virtudes espirituales, como la honestidad, el coraje,
la dignidad, las cosas bien hechas, etc., fueron desapareciendo. Hoy en día, las palabras son armas válidas para descargarse y
justificar los hechos, antes que responder por ellos. Y en cambio, ha crecido
la falta de respeto y la burla hacia el otro… Pero sobre todo, el desprecio a
la gente mayor.
La cultura representa el tesoro más impresionante que puede ofrecer una civilización. Y la palabra, a su vez, es la arcilla que moldean las complejidades de un pueblo. Por eso la palabra, en cualquiera de sus formas, es importantísima.
La Grecia Clásica perduró a través de los siglos, gracias a la existencia del mito. Los mitos son experiencias de una vida remota, intemporal, cargada de invenciones y significados que iluminan el presente.
Por supuesto, son concepciones de un mundo que necesita ser vivido desde
dentro, para comprenderlo. Y el hecho de compartirla, afianza la pertenencia y
el vínculo entre los hombres.
Cuando existe una diversidad de valores culturales
y son aplastados por la globalización, se impone una uniformidad arrogante al
ser humano.
En ese desconcierto, el hombre pierde el sentido de los valores y de sí mismo y
ya no sabe en quién o en qué creer.
Lamentablemente, estos tiempos han fabricado unas trampas culturales, para que ningún hombre llegue a percibir las situaciones límites, aquella en las que se nos desploma el mundo, las únicas que nos pueden despertar de la inercia en que avanzamos… Es decir, son una serie de trivialidades que nos impiden estar del todo despiertos… Así hayamos sido rechazados por la mujer amada o advertidos por la muerte de un ser querido.
Para mí, son sensaciones muy parecidas… Llegado el caso, el desamor es saborear
un poco, el gusto amargo de la muerte.
PARTE 2
Algunos entienden que los mitos son solo leyendas, falsos argumentos en los que se creía antes. Sin embargo, antiguamente el pensamiento y la poesía constituían una manifestación del espíritu.
Las palabras antiguas impregnaban en sus historias, desde la magia de los oráculos, hasta la representación de los destinos humanos… Desde invocar a un dios, hasta sus ruegos.
El hombre pudo indagar el universo, sin romper la armonía con las divinidades.
Hoy se han perdido esas narraciones homéricas, relatos donde uno se codeaba con otros mundos, con otros héroes, con otras bellezas. No hay nada que ahora nos permita dejar una huella histórica, algo que nos deje en la posteridad, como verdaderos responsables… Como verdaderos héroes o doncellas.
Insisto, lamentablemente, han desaparecido los signos, valores y
comportamientos que considerábamos como propios o identificativos… Peor aún, los
considerábamos que como propios, al pensar en una alegoría.
¿Dónde habrán ido a parar los relatos cosmogónicos,
aquellas creencias que a los antiguos les parecían indiscutible, como el
reencuentro con sus muertos en el Inframundo griego, los poderes que otorgaba
Zeus o el flechazo mortal de Artemis? Tal vez esa es una de las tantas razones
por la cuales, uno intenta refugiarse en los mitos. ¿Cuánta falsedad puede
revelar un hombre enamorado, que disfraza un sentimiento del corazón, a través
de un mito o de una obra artística?
La mentalidad actual no valora, siquiera, el uso de la lógica… Y así, lo que es
racional, mítico u onírico, son tópicos que son desestimados con facilidad.
En tal sentido, los filósofos y artistas antiguos
han querido alcanzar una verdad absoluta, digamos, transformar un saber
trágico, mediante alguna forma mítica y poética.
Creo que son expresiones muy legítimas, para explicarnos lo que sucede en
realidad. Y si no, ¿cómo explicaba Platón los enormes paradigmas de la
condición humana, sea la belleza, la verdad, la lealtad o el esfuerzo?
Me parece que la condición última del hombre, consiste en lograr que el mundo
en que vive –acaso, que le reste vivir– adquiera un sentido del cual carezca…
Es decir, huir de una verdad irrebatible e instalada por todos y crear otra
distinta y mucho más compleja.
A partir de este carácter pobre y uniforme que le
toca transitar a nuestra cultura, los mitos no son más que falsedades… Bueno,
algo que ocurrió con la Grecia clásica, cuando creyeron que la realidad, era
más contundente y valiosa que las aspiraciones poéticas o filosóficas.
Las nuevas formas culturales, debilitan las
capacidades del alma, esas que son tan valiosas y fundamentales para vivir,
como el afecto, la imaginación, el instinto o la agudeza intelectual. En
cambio, hay fuertes movimientos hacia lo que es la inteligencia, capacidad y
utilidad, a favor y al servicio del sistema.
Por ello no debe considerarse extraño que no
abunden tantas propuestas artísticas, sino, mediocres representaciones y a
veces, traídas del pasado y ridículamente modernizadas. Sucede con frecuencia
en el cine y en la música, donde solo vemos producir efectos o acordes
mejorados, que tienden más al asombro y a la emulación, que presenciar el
nacimiento de una virtud.
Esta cultura, más bien desanima, la esperanza de vislumbrar la genialidad.
PARTE 3
El mundo ha devorado los tiempos para producir el esfuerzo intelectual. Aquellas obras que exigían del lector o espectador, una concentración intelectual tan intensa, hoy requieren una asimilación más sencilla y entretenida.
Entonces, con toda inocencia creemos que la modernidad ofrece una sociedad, ampliamente preparada, revolucionaria y a la vanguardia, solo con haber recibido el mínimo esfuerzo educativo. Porque en vez de mejorar, escuchamos pretextos baladíes, ejemplo, “muchos viejos no tienen ni 3er grado hecho”. ¿Y? Pero no ignoran que en tiempos aquellos hubo gente que levantó el país, a fuerza de bestia y con polenta en el estómago… Mientras los piolas de ahora, salen a hacer previas, juegan a la Playstation y escriben giladas en las redes de Internet.
Por eso, para ser piola y rupturista con el pasado, primero inventen una teoría
que venga a refutar a Einstein, antes de hablar desde el conformismo y la
satisfacción de logros menores.
Sin embargo, esta supuesta genialidad se la entiende porque surge, en respuesta a la exigencia de un público.
Ya no se considera al individuo como parte del universo, confuso y extraviado
de valores, sino, como un mero espectador. Y lo que ayer producía una
realización artística, singular y trascendental, llegamos a todo lo
absolutamente momentáneo y pasatista.
La cultura está obligada a orientar y asesorar, a dilucidar lo que podría ser
legítimo o falso, justo e injusto, válido o descartable. Y justamente, hacia
este vórtice representado por la realidad, la cultura llega en forma de
escándalos políticos y frivolidades del espectáculo.
El hombre moderno no tiene lugar en el Paraíso ni en el Infierno -o al menos- no parece importarle demasiado. Y ese vacío espiritual, no lo está llenando el hambre del conocimiento, ni la espera del amor verdadero. Solo está atragantado por una comparsa de informaciones de las cuales, en definitiva, no se obtiene conocimiento alguno.
PARTE 4
Estamos impedidos en saber qué consecuencias quedan
atrás nuestro, con cada palabra.
Y eso suele ser angustiante… Jamás conoceremos si quedarán encerradas, en las
melancólicas cárceles de lo efímero.
Por eso la cultura y la educación son necesarias, para que las verdaderas
causas, no hayan sido en vano.
Con los años, pasamos la mayor parte de nuestras
vidas entre un ajetreo trivial, impuro y a veces, contradictorio, esperando lo
que deseamos realmente vivir. Las oscuridades espantosas del mundo, nos quita
la posibilidad de ver el rostro de quienes son nuestros verdaderos mensajeros,
como el designio de una verdad que veníamos buscando.
Evidentemente, el sistema y la incultura de muchos, les dedica poco tiempo a los viejos. Hay un desamparo y abandono muy notable, hacia las personas mayores.
La sociedad deja de lado a quienes no producen, entonces, usted atraviesa una
época que no integra al individuo… Más bien, desintegra la particularidad, para
imponer una uniformidad mundial. Por eso los viejos son incapaces de encarar
proyectos más redituables. Vemos como una colección de artefactos o
maquinarias, alimentan esa separación entre las generaciones.
Yo creo que no debería ensuciarse la inocencia o la idiosincrasia de los mayores, ejemplo, reírse de un abuelo porque no sabe manipular un celular. Sin embargo, pasa… Y es verdad que la naturaleza del tiempo va transformando nuestros rasgos, las emociones, la personalidad, etc. Después de todo, nosotros vamos camino a hacernos viejos.
Gracias a Dios, es la buena cultura, los valores,
el respeto, lo que le da forma, a esa fantástica mirada… Esa misma que nuestros
viejos han tenido del mundo.
EPILOGO
A la corte del rey Olaf Tryggvason, el cual se había convertido a la
nueva fe, llegó una noche un hombre viejo, envuelto en una capa oscura y con el
ala del sombrero sobre los ojos.
El rey le preguntó si sabía hacer algo, el forastero contestó que sabía tocar
el arpa y contar cuentos.
Tocó en el arpa aires antiguos. Luego habló de Gudrun, de Gunnar y finalmente,
refirió el nacimiento de Odín.
Dijo que tres parcas vinieron, que las dos primeras le prometieron grandes
felicidades y que la tercera dijo, colérica…
- El niño no vivirá más que la vela que está ardiendo a su lado. -
Entonces los padres apagaron la vela para que Odín no muriera.
El rey Olaf Tryggvason descreyó de la historia, pero el forastero,
insistió. Sacó la vela y la encendió.
Mientras la miraban arder, el hombre dijo que era tarde y que debía irse.
Cuando la vela se hubo consumido, lo buscaron…
A unos pasos de la casa del rey, Odín había muerto.
Como sé que estos días llenan de tristeza, pues, comprendo que en algunos casos, uno quisiera tener a su padre cerca y no, a partir de la memoria... Pensé en mi vieja. También pensé en mi viejo, pero sobre todo, en mi abuelo.
Aún recuerdo cuando me dijo un día que nunca me traicione y que la cuide siempre, porque de esta hoguera, solo quedará lo bueno que hayamos hecho.
Bueno, creo que no estar cumpliendo tan mal mi papel, porque el hecho de querernos tanto, ha gestado en nosotros, un sentido que nos permite percibimos, incluso, en la distancia...
Y entonces, le preguntaría a mi abuelo, mientras le cebo un matienso
imaginario... ¿Qué otra cosa más formidable tendrá la vida, que a través del
amor, uno pueda percibir al otro?
Dedicado a todos los viejos.
Nacho
19/6/16