Alguna vez publiqué –quizá, lateralmente- acerca de
lo que sucede durante una primera cita… Por supuesto, las citas son desiguales
y no solo en la medida que los momentos y sujetos difieren, también nosotros
vamos modificando ese discurso interno, en pos de brindarnos con mayor
tonicidad a la conversación.
Usted puede describirse con lo que sabe – o supone saber – sin caer en la jactancia, porque resultará absolutamente pedante. Ahora, lo mejor es permitir alguna acción, para que el otro pueda describirlo. Ese es el tema. Lo importante del discurso, no consiste en desplegar erudición, sino, obrar de tal manera que permita una dinámica, sin caer en lugares comunes. Porque más allá de una evidente belleza, que es aquello primero que reciben los ojos, a la larga, lo que es repetido o instalado socialmente, conducirá al aburrimiento.
Debe haber un equilibrio para que todo funcione
eficientemente… La belleza por sí sola, sin una estructura discursiva y una
inteligencia que la respalde, acaban desinteresando.
Alejandro de
Macedonia, encontrándose al borde de la muerte, convocó a sus generales y les
comunicó sus tres últimos deseos…
El primero
que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los médicos de la
época.
El segundo
que los tesoros conquistados fuesen esparcidos por el camino hasta su tumba.
El tercero
que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd y a la vista
de todos.
Naturalmente, uno de los generales preguntó las razones y Alejandro explicó… “Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd, para demostrar que frente a la muerte, ellos no tienen el poder de curar. Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros y sepan que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen. Por último, quiero mis manos balanceadas al viento, para que puedan saber que vinimos con las manos vacías y con las manos vacías partimos.”
Yo creo que la belleza que desprende un cuerpo, es apenas un anzuelo para que algunos hombres crean que están evolucionando por encima del resto, cuando en realidad, solo está a favor de sus beneficios personales.
A mí me parece que el amor y la felicidad
verdadera, son para unos pocos privilegiados. Al resto del universo, solo les
queda la resignación de enamorarse de actrices o cantantes y la absurda idea de
que a todos los tipos les gusta la misma mina.
Estas falsas hipótesis, contravienen una realidad aún mayor… Toda la magia de una belleza, descansa sobre una colección de misterios. Si suprimimos algunos de sus elementos, desaparece también su esencia. ¿De qué sirve realizar un tedioso formulario, sobre datos personales? ¿A partir de qué pregunta, esa persona comienza a no gustarle? Me parece que las ciencias humanas, como la historia, la literatura, el arte, son tópicos más interesantes que una conversación, más bien policíaca.
¿Por qué nos deberían interesar los 3 últimos deseos que tuvo Alejandro de Macedonia, antes de morir? Mire, el secreto de toda revelación amorosa, es producir un efecto en la cita, que acompañe y más adelante, sea el más determinante de todos… Pero es justamente esa técnica, que revela la verdad al otro y quien la oculta a su vez al sentimiento. Al entendimiento le es necesario, desgraciadamente, destruir primero el sentido interior del objeto, para poder apropiarse de él, tal como sucede con la química.
Para el caso del filósofo, éste sólo descubre el
enlace de los elementos, mediante la disolución y sólo llega a comprenderse la
obra de la naturaleza, mediante tortuosos procedimientos reflexivos.
El arte es hijo de la libertad y sólo ha de regirse por la necesidad del espíritu, no por meras exigencias materiales. Sin embargo, en los tiempos actuales imperan esas exigencias.
A mí me sensibiliza ver esa mezcla de tristeza y
contrariedad, a la imagen que de sí mismo y cómo el intelecto le exige belleza
al propio escenario que ha creado, dentro del marco de la seducción.
Está bien eso, porque uno se ve obligado a
encadenar todos los fenómenos producidos hasta ese momento y para captarlos en
su esplendor, comienza a desmembrar la belleza en conceptos y una deliciosa
transitoriedad de palabras.
Finalmente… El tiempo es el regalo más precioso que tenemos, porque es limitado. Podremos producir más dinero, pero nunca más tiempo.
Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le
estamos entregando una porción de nuestra vida, que jamás volveremos a
recuperar.
Nuestro tiempo, es nuestra vida y el mejor regalo
que le puede dar alguien, es su tiempo.
Yo descreo de los halagos que pretenden ser enamoradores. Para mí, el asunto consiste en producir una señal inequívoca, a través de la buena inteligencia… Creo, eso sí, que es más bello el tiempo ese, aquel que un hombre ha dedicado y ofrece a una sola mujer… Antes, mucho antes que esos tipos que piensan en otras minas o les gusta florearse con cuánta se le cruce.
Por eso, cuando leí el legado y la vida de Alejandro, de inmediato pensé en una mujer… A lo mejor, si le cuento lo que Alejandro les reveló a sus generales, me sirven de excusa para decirle cuánto la amo. Después de todo, el amor es también un camino en el que paulatinamente, una quimera revela la realidad de una pasión, hasta que los besos de la mujer amada, despierten al amante… Extraviado en sus sueños y sus complejidades.
Dedicado a todas las musas que nos esperan en un café, dispuestas a que las enamoremos, mientras les hablamos de Alejandro de Macedonia...
Nacho
25/7/16