Un cierto apetito de eternidad



PARTE 1

 

Sabemos por los egipcios que, una vez liberada de las cadenas corporales, la mente ingresa en la región de los difuntos y tras un tiempo, viene al mundo, donde habitará otro cuerpo humano o animal.

Más adelante, tras sucesivas vidas, el hombre recibe la purificación final de los dioses y regresa al primer lugar del que ha partido. 

Empédocles la refiere más como una tragedia enorme, que es el destino incierto del alma, digamos, somos algo que ha muerto y se encuentra exiliado, soportando una cruel burocracia de ultratumba.

 

En el libro X de “La República” Platón añade el mito del valiente Er, un armenio de Panfilia, durante tiempos de feroces guerras.

 

Er describe cómo descendían almas del cielo y otras librarse de un callejón subterráneo, convenientemente sucio y hediondo.

Una vez reunidas, lloraban padecimientos o alababan su fortuna… ¡Cada vida cumplía un siglo de tormento o un siglo de bienestar! Y así, conforme a una curiosa murga, había almas de tiranos, mendigos, desterrados, indigentes, pero también célebres por belleza, vigor, tenacidad, progenie, etc.

 Descansaron unos siete días y al octavo, marcharon. Tras cuatro días divisaron una columna de luz, un arco iris y en sus tronos, las Parcas... Láquesis recordaba los pasados, Cloto refería los presentes y Atropo preveía los venideros.

Se presentaron ante Láquesis y menos Er, las demás eligieron un número de orden, aunque el peligro era grande, pues riqueza, pobreza, salud y enfermedad se mezclaban. Por lo tanto se requería discreción y un profundo conocimiento del bien.

 La primera optó por ser tirano y cuando supo que su destino, fue devorar a sus propios hijos, culpó a los dioses y maldijo a todos, menos de sí misma… Se trataba de un alma del cielo y en su vida anterior, había ejercido la virtud. En contraste, las terrenales eran experimentadas en el sufrimiento y sabían elegir con mayor cuidado.

Er nos destaca algunas reencarnaciones… Al no ser engendrado por una mujer y porque además recordaba su muerte, Orfeo eligió ser cisne. Támiris decidió ser ruiseñor; acaso como tantos mitos americanos.

Ajax, compañero de Aquiles, fue león y el alma de Agamenón, águila, pues odiaba a la humanidad.

La última elección le correspondió a Ulises… Recordando sus infortunios pasados y ya sin ambición, prefirió escoger algo que andaba buscando hace rato y que descubrió, casi como despreciada por el resto de las almas… La condición de hombre.

 Terminada la elección, Cloto confirmó los destinos, Atropo los tornó irrevocables y junto a Láquesis, las almas pasaron ante el trono de la Necesidad, en dirección a una llanura donde no había nada, excepto el olvido.

Al atardecer fueron hasta el río de la Despreocupación, cuyas aguas ningún recipiente logra contener… Quienes bebieron de más, perdieron la memoria.

Hacia la medianoche, mientras todas dormían, la tierra rugió y se movió… Entonces las almas fueron lanzadas al espacio como estrellas.

 Er no pudo más que reencarnar en su propio cuerpo… Alzó los ojos al cielo y distinguió la mañana… Y un fuerte calor, le quitó aquel sueño… El valiente se hallaba sobre la pira funeraria.

Quizá el destino, al igual que la virtud, no tenga dueño. Más bien, queda unido al hombre que lo sepa construir.

Sin dudas, hay hombres y mujeres cuyas vidas, carecen de relieve alguno... Se dejan describir fácilmente, apenas comenzada la lectura, en los primeros renglones.

 Por un tiempo, Ulises estuvo aislado y olvidado de todos, para rescatar a su amada Penélope... Y sí señor, yo me quedo con eso. Aunque haya una separación histórica de miles de años y aunque haya que morar las tierras de los cíclopes o perderse en el océano, rodeado de tentadoras sirenas… Es preferible ese último grito, que es más humano.

 Entre las sombras, abrumado por la desdicha y el olvido, uno se vuelve un héroe notable… El único que será capaz de salvar a las amadas inmortales, de las garras de los canallas.

 

PARTE 2

 

En Grecia Antigua, la metempsicosis fue el correlato de la transmigración hindú y está basada en la constitución triple del ser humano, es decir, espíritualma y cuerpo, que afirma el traspaso de ciertos elementos del cuerpo a otro, después de la muerte.

 

Platón le dio a la metempsicosis, una posición en la filosofía, tratando los hechos de la experiencia, a fin de justificar la preexistencia del alma.

Aquí diremos sin demasiadas vueltas que su deseo filosófico, era demostrar la inmortalidad, mediante pruebas del conocimiento universal y la atracción natural del hombre hacia lo único, permanente y hermoso.

El filósofo dice que el aprendizaje y el amor, son los argumentos que dan forma a la reminiscencia humana… Somos espíritus caídos y llenos de olvidos y nuestra única esperanza, es que la educación nos haga recuperar la memoria… No solo de nosotros mismos, también de la verdad y las cadenas irracionales que nos atan.

La metempsicosis que calculó, no es un movimiento del sujeto, ya predestinado e inmutable. No, no. Está influenciado por el carácter y el carácter, determinado por la conducta.

   Ixión era un traidor tesalio que asesinó a su suegro y aparentemente, fue precursor en esta clase de crímenes… Nadie antes había matado a un familiar.

El dios Zeus, apiadado, lo purificó con ambrosía, que garantizaba la inmortalidad.
Sin embargo, Ixión demostró ingratitud... ¡Una noche quiso intimar con la mismísima Hera en un yuyal! Tras una breve persecución, Zeus creó una nube con apariencia de la diosa.

Ixión acabó por unirse a ese fantasma, mientras Hera, a las risas en el Olimpo.

Pero esta cópula espectral, tuvo frutos contantes y sonantes… La estirpe de los centauros nació de aquella nube.

Debido a esta falta, Ixión fue condenado a girar eternamente a una rueda de fuego.

 La historia abre las puertas al siguiente pensamiento… Cuando el engaño de una ilusión, produce el mismo efecto que la realidad esperada, entonces, más bello y auténtico será su goce.  

Ixión no tuvo dudas… Hera estaba bajo aquella nube.

 

En el amor, la alegoría de un disfraz, viene a completar al ser amado.
Una mirada más rigurosa y escéptica de la leyenda hubiese destruido, no solo la imagen de lo perseguido, también las consecuencias ilusorias del acto.

Pero ese rigor en la historia, nos estaría privado de su más alto sentido poético.

 

PARTE 3

 

Poco a poco, los griegos adoptaron la metempsicosis platónica, pero fue Pitágoras quien introdujo la noción de la inmortalidad, de una manera dogmática.

 

En general suele decírsenos que la fe de la ciencia, está apoyada en la afirmación que cualquier cosa - de una u otra manera - puede medirse o calcularse. Y así como Tales argumentó que todo estaba formado de agua, según Pitágoras, al mundo lo constituían los números.

 

Para explicar la armonía, la proporción, las propiedades, la belleza de la simplicidad y ciertas formas, él señaló que el universo tiende hacia una naturaleza numérica y una periodicidad fatal.

No obstante, su aspiración intelectual fue más allá y es muy probable que lo que ayudó a construir la idea de la metempsicosis, hayan sido los viajes a Egipto y Babilonia y su dedicación en la astronomía.

Gracias a la observación de astros, encontró que obedecían a un movimiento cíclico, pues regresaba al punto del cual habían partido.

Luego pensó que debía existir un ciclo aún mayor, es decir, al cabo de un tiempo determinado, los cuerpos celestes volverían a una posición tal, que podría observarse la constelación misma.

Con este precedente, finalmente dedujo que lo que una vez había ocurrido en el mundo, volvería a suceder de la misma manera y en idéntico orden y continuar haciendo a perpetuidad. Y al igual que los hinduistas, consideraba que todos los seres vivos estaban emparentados entre sí, llevándolo a respetar a seres humanos y animales por igual y abstenerse de comer carne… Tanto, que solía representar discursos muy elocuentes a los animales.

 

Refiriéndose a las vidas pasadas, el historiador Heráclides Pontino revela que antes de reencarnar como tal, Pitágoras fue Etálida, hijo de del dios Hermes.

Hermes le ofreció aquello que quisiese, menos, la condición de inmortalidad. Pitágoras estuvo de acuerdo, pero solicitó recordar todas las vidas que habría de vivir… Quizá por eso la historia nos permite saber que Pitágoras fue muchos señores.

Después de Etálida, Pitágoras recuerda haber sido Euforbo, aquel lancero que hiere a Patroclo y que cae abatido en manos del rey Menelao, durante la Guerra de Troya.

También fue Hermótimo y a posterior, Pirro, un humilde pescador de la isla de Delos.

 

Aparte de estas cuatro vidas que pasó, el tratadista Aulo Gelio, añadió dos más… Pitágoras fue Pirandro y Alco.

Esta última, una conocida prostituta de la época.

 ¿Quién no recuerda aquel poema de Robert Graves, en el que sueña que Alejandro no murió en Babilonia, sino que se perdió de su ejército y fue internándose en el Asia?

Al cabo de vagar por esa geografía ignorada, dio con un ejército de hombres amarillos y puesto que su oficio, era la guerra, se alistó en sus filas.

 Pasaron muchos años y tras un día de paga, Alejandro miró con cierto asombro, una moneda de oro que le habían entregado.

De inmediato reconoció la efigie y el momento que él mismo hizo acuñar esa moneda, celebrando una victoria sobre Darío… La misma que hizo cuando era Alejandro de Macedonia.

Cada tanto nos invade la extraña sensación de haber vivido una circunstancia, como un detalle que viene a repetirse en nuestras vidas.

Rubén Darío jura y perjura que fue un soldado del Antiguo Egipto y durmió en el lecho de Cleopatra, su reina.  Algo semejante narra Plotino, que pasó más de una vida, durmiendo en diferentes habitaciones.

Por último, no quiero olvidarme del hermoso poema de Dante Rossetti, dedicado a una mujer… "Tú has sido mía, un número infinito de veces y seguirás siendo mía, infinitamente".

 

¿Hacia qué destino trasciende el ser humano? ¿Tendrá algo que ver con una armonía, entre el orden y la proporción, como creían algunos griegos? ¿Está impuesto de antemano? ¿O nos sujeta la condición numérica de Pitágoras? 

Tal vez lo que otros llaman renacimiento, no sea más que un proceso de agregación y la muerte, apenas una disgregación, una destrucción metafórica del ser.

 

Normalmente, el sentimentalismo y la juventud, son más fuertes que el conocimiento y la vejez, pero conviene darle un lugar de privilegio a la sabiduría.

Por eso me parece que la trascendencia, es un estado de permanente complejidad y no está muy de acuerdo a sujeciones corporales, económicas o etarias… Más bien son relaciones de redes, de intrincados tejidos que conectan al hombre, con todo lo que lo rodea.

Bueno, allí está el artista y el pensador, pero también el discurso y el dictado de las musas, buscando el amor y esquivando la muerte, que siempre acecha.

 

Pobres los que no sean capaces de ver la belleza de un teorema, que nunca llegarán a ser buenos matemáticos… Y pobres quienes no sepan distinguir la belleza irrepetible de una mujer, que tampoco serán buenos amantes.

 

PARTE 4  

 

A grandes rasgos, podríamos declarar que la metempsicosis, es una conjunción de elementos cósmicos y físicos, que resultan por afirmaciones del conocimiento y la percepción.

Sobre el conocimiento residen las sensaciones y lo que queda encubierto -a la vista de los sentidos- no puede escapar de la razón…Claro, eso pensaría un racionalista.

Para Heráclito, lo que hay es una disputa de contrarios que produce la naturaleza, pero una dialéctica por aquello que es y no es, ya que todo está bajo un incesante cambio… El día hace la noche, la enfermedad a la salud, lo caliente se vuelve frío, la alegría existe por la tristeza, etc.  

Este correlato, manifiesta la realidad. Al menos, una realidad inherente y susceptible al cambio. 

 

Quisiera añadir un humilde aporte… Existiendo la inteligencia – lo que es igual a decir – la complejidad del ser, con todas sus inagotables oscilaciones, resulta poco probable hallar perfectas las verdades.

Si hay algo que resalta la filosofía, es la permanente búsqueda de la certeza, pero que jamás la alcanza. Y eso la hace, imperfectamente hermosa.

 

A diferencia de Heráclito, la postulación de Parménides no admite expresar ni razonar acerca de lo que no es. Todos los errores humanos, el mal cálculo o las teorías falsas, son alteraciones y resistencias entre dos absolutos ontológicos, el ser y la ausencia de no ser.

Desde luego, es principio de no contradicción…Una cosa no puede ser y no ser esa cosa a la vez. El ser de Parménides no haya conciliación con las apariencias múltiples del mundo, así como tampoco con el ser absoluto, al considerarlo un término inconcebible para el pensamiento humano.

El conocimiento sensible de Parménides, es imperfecto y al estar resignado a esa imperfección, el conocimiento perfecto es sólo atribuible a los dioses… Aunque esto último suene contradictorio, pues no sabe muy bien de qué está hablando.

 El discípulo atravesó el país, en busca del maestro predestinado. Lo perseguía de ciudad en ciudad, siempre con atraso.

Solamente sabía su nombre, Tilopa y que era imprescindible.

 Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa, le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado y la casa entera desaparece… El discípulo queda absolutamente solo, en mitad del campo.

La voz del borracho le grita… Yo era Tilopa.

 Cierta vez, un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto. Asqueado, el discípulo se aleja sin contestar y una burlona voz le grita… Yo era Tilopa.

 En un desfiladero, un hombre arrastra a una mujer del pelo... El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Pero bruscamente se encuentra solo y la voz le repite… Yo era Tilopa.

 Durante la tarde llega a un cementerio. Ve a un hombre agazapado, junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos.

Entonces, el discípulo comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza… Esta vez, Tilopa no desaparece.

Tras haber investigado determinadas funciones del cuerpo humanoEmpédocles concluyó que nada nace ni muere enteramente, ya que todo es incesante. Pero además formula una interesante objeción, respecto a la percepción y al conocimiento íntimo… Hay reacciones con lo semejante, produciendo placer y sabiduría y por otro lado, dolor e ignorancia, frente a la desigual.

Es decir, Empédocles no ve una separación entre la inteligencia y el sentimiento, sino más bien, una presencia de leyes de atracción y repulsión, revelando una incesante renovación del ser.

Finalmente dirá que una distinción, arrojada hacia los sentidos, alimenta el corpus del conocimiento, porque detrás de cada oscilación, el hombre suele reconocer una realidad.

 A lo mejor, la inteligencia nos permite hallar diferencias sutiles y elegantes, que no son solo corresponden al orden físico, también en la vitalidad, en las emociones, en la forma de amar y valorar el mundo y todas sus cosas.

Podríamos aprovechar estos postulados de regeneración cósmica y establecer una alegoría bastante facilonga, ¿no? Ejemplo, un niño cae muerto y renace en adolescente, pero más adelante muere y renace en adulto, para nuevamente morir y volverse anciano.

 

Más allá de cualquier permutación, existe una conciencia, enlazando unas edades con otras... Desde luego, los cambios se producen generalmente sobre el cuerpo, ya que el deterioro es inevitable, sin embargo, la identidad, la personalidad, eso que nos da un nombre en el universo, es lo que le genera continuidad y sentido, a nuestras diferentes edades.

Por muchas que fuesen estas.

 

PARTE 5

 

La regeneración fue una ley necesaria para expiarse los delitos, mediante una serie de reencarnaciones y así escapar del círculo de nacimientos y volver a morar entre las divinidades.

Para los espiritistas, había fuerzas o deseos, empujando el regreso del hombre al mundo que vivió. En la Antigua India se sabe que esos deseos, eran las causas necesarias para volver.

Entonces, supóngase que soy un filósofo o un escritor, pero me hubiese gustado haber sido pintor o músico. Como no lo puedo ser, son deseos que iré postergando, hasta cumplirlos algún día.

Pasa el tiempo, envejezco y pese a ello, los deseos perduran.

 A la esperanza de alcanzar nuevas oportunidades y concretar los deseos, los hinduistas comparan a una onda de agua que choca contra las paredes de un estanque.

Cualquier regreso, entonces, deviene por un efecto de vibración... Bueno, se le parece al rechazo o al abandono amoroso, ¿no? Uno regresa porque, precisamente, el amor es un deseo que perdura y nunca saciado en su totalidad.

 Transcribo un breve cuento de Jorge Luis Borges y Delia Ingenieros.

 Una noche se presentó en la corte del rey Olaf Tryggvason, un hombre muy viejo, envuelto en capa oscura y con el ala del sombrero sobre los ojos.

El rey le preguntó si sabía hacer algo y el forastero contestó que sabía tocar el harpa y algunos cuentos.

Al rato, luego de interpretar el harpa, habló de Gudrum y de Gunnar y finalmente, relató el nacimiento de Odín.

La historia refiere a que llegaron las tres Parcas… Las dos primeras prometieron grandes felicidades y la tercera, furiosa, les dijo a sus padres que el niño, no vivirá más que la vela que estaba ardiendo a su lado.

Sin dudarlo un segundo, los padres apagaron la vela para que Odín no muriese nunca.

 Olaf Tryggvason descreyó la historia, así que el forastero sacó una vela y la encendió.

Mientras la corte miraba cómo ardía, el hombre aprovechó la distracción y se despidió.

Hay quienes señalan que cuando la vela se consumió, salieron en búsqueda de aquel viejo misterioso.

Pero ya era demasiado tarde… A unos pocos pasos, yacía el cuerpo sin vida. Odín había muerto.

Seguramente este cuento haya sido ambientado hacia inicios del Cristianismo, en tiempos donde los dioses paganos comenzaban a desaparecer… A morirse, por culpa del olvido.

Después de todo, ninguna divinidad puede aspirar a la eternidad, en ausencia de creyentes.

 

EPILOGO

 

Para desarrollar el argumento de la metempsicosis, es necesario un cierto apetito de eternidad, algo que es compartido desde la ingenuidad del arte y el pensamiento.

Un tal Cornelio admitió haber sido dios, héroe, filósofo y demonio, naturalmente, condiciones que estimulan a creer que un hombre, puede revelarse en todos los hombres… Pero lo peor es que, al cabo de los siglos, inaugura una forma muy banal de corregirse en la estupidez y ser aclamado por la agudeza. ¿Por qué? Y porque cada acto y pensamiento, será el eco de otros que lo antecedieron, o el presagio de otros que más adelante, repetirán hasta el cansancio. Desde luego, sin principio ni futuro visible para el ser mortal… Y ahí está la trampa.

Bueno, aquí no resaltamos al que hoy piensa como Platón o Sócrates, sino, el haber ejercido un razonamiento, en las primeras y oscuras épocas del mundo.    

 

Sin dudas, la perpetuidad es un deseo superfluo, ya que le quitaría valor a nuestros actos… Nadie se jugaría el alma, nada sería urgente y ningún pesar amoroso nos convocaría a la angustia.

Borges decía que dos inmortales, jamás podrían decirse adiós... En alguna vuelta, en alguna esquina de sus infinitas existencias, seguramente habrían de reencontrarse.

Para nosotros, en cambio, toda partida es la imposibilidad del retorno… Y por eso, solo en ese sentido, el recuerdo es más valioso… Somos únicos e irrepetibles.

 

Lamentablemente no sabemos con certeza cuándo moriremos, solo la conciencia nos remite a vislumbrar que el deterioro, es el designio ineludible del ser humano.  

Toda muerte es categórica e inescrutable y todo episodio, tiene la sombra de lo que podría ser concluyente… Hay un primer y último beso, un hola y un adiós.

Y si se vive lo suficiente, no habrá rostro que no esté susceptible a desdibujarse con el tiempo, tal como sucede cuando soñamos.

Así que todo, absolutamente todo, tiene un valor de lo irrecuperable y de lo incierto.

Con la inmortalidad, al contrario, nada se pierde ni puede ocurrir una sola vez… Nada es bellamente precario.

 

Un hombre inmortal -o lo que es casi lo mismo– que ansía retornar en otras vidas, no puede construir, más que un perseverante juego de emociones fugaces.

Puede configurarse, eso sí, un mundo sin memoria, sin tiempo alguno, un lenguaje que ignore la trágica posibilidad de quedarse solo…   

Todo cambio produce una consecuencia definitiva y por ende, resulta imposible regresar a una situación original.  

Tal vez algunos destinos estén enhebrados con unos frágiles hilos, los mismos que suelen usarse para extraviar el camino, entre las nostálgicas encrucijadas del pasado.

Yo me permito desconfiar y refutar el carácter de los llevan la metempsicosis, del modo más vulgar y transitorio… Es decir, gente que necesita aplaudir prodigios de segundo orden.  

Quizá nuestra última esperanza resida en la aparición de la amada, aquella que se presenta por la puerta menos prometedora, sin doctrina ni explicaciones de ultratumba y llega al rincón más secreto de nuestras almas.

 

¿A quién dedicárselo? Bueno, siendo que uno ama en la desesperación, porque el amor es la condición trascendental del hombre ante la muerte… A los que nos siguen amando y esperan con ansías que apresuremos nuestras resurrecciones.

 

Nacho

16/12/16