La siguiente es una conversación establecida a
través del chat con una seguidora del blog y a la cual agradezco su generoso
tiempo para leerme –y sobre todo- su infinita paciencia de quedarse hablando
conmigo.
Cada tanto suelo tener estos encuentros, que nos
ayudan a pasar el rato, pensando, construyendo y discutiendo ideas. Esta vez la
publiqué solo porque así lo pidió ella, por eso discúlpese la desprolijidad de
la charla. Lo que está, es lo que fue.
- ¿Viste la película “El hilo
rojo”?
- Sí, hace algunos meses, por qué?
- ¿Y qué te pareció?
- Aclaro, el mito de Eros y Psique es
muy superior, aunque no estamos discutiendo el rigor de las leyendas. Yo imaginé
que iba a encontrarme con una historia madura, donde regalase algún buen
pensamiento, digamos, un gesto poético que nos hiciese pensar que las cosas
pueden ser de otro modo… Porque, bueno, el enamorado espera que ciertos hechos,
sean reconocidos como señales. Hasta que de pronto, hacia la mitad del asunto,
una anciana les cuenta a los protagonistas acerca del destino de las personas.
Y entonces uno, como buen enamorado del amor que se cree, prepara el espíritu.
Octavio Paz decía que el amor es efecto artístico, doloroso y fascinante, ya
que desprende la construcción de una alegoría. Y si efectivamente, el amor
ilumina, pues aclara lo que juzgábamos sombrío, opaco, facilitándonos explorar
lo selvático y enmarañado del otro… A mí me vendieron cualquier cosa, menos
eso. Está bien. Se elige creer o no, el mito del hilo rojo. El tema es que no
sucede nada con ello. Apenas hay un guiño final, cuando el tipo se para debajo
de una luz roja de neón, esperando lo que no va a suceder. Por eso habría que
discutir por qué la poesía juega y se pelea con las convenciones. La verdad –o
lo que creo por verdad- es que existen convenciones y en ese sentido, el guión
nunca operó en consecuencia. Es una pena no haber visto algo diferente, que
rompiese las estructuras usuales. Mientras tanto, mientras no venga Aquiles a
rescatarnos, la gente sigue enamorándose del compañero de trabajo, del mejor
amigo, del primo. Cualquiera, menos del que nos hace palpitar el corazón.
- Yo la vi con unas amigas y sentí algo
parecido.
- Hay que tener una enorme fe poética
para creer en estos asuntos. Ya sabemos que los mitos son puras ficciones, pero
hay que hacer de cuenta que. Me voy a creer que. Supóngase, le cuento al oído
que los viernes durante la noche, alcanzo los techos y me convierto en lobo.
Después le guiño un ojo porque ambos sabemos de qué se trata, que forma parte
de una mentira. Pero el amor es eso. Es un engaño pactado entre dos voluntades.
Lo importante no es preocuparse cómo sostener una relación desde la solvencia
económica, sino cómo puedo darle mayor complejidad a ese engaño que somos.
- Hablando de engaño… A la gente le
gusta caminar por la vida, esperando cruzarse a una mina que le cambie la vida.
Tengo amigos que incluso de novio, lo hacen igual.
- No sé si será verdad que se establece una suerte de recorrido
prodigioso, de que todo sucede por razones incomprensibles. A lo mejor solo se
trata de fuerzas mentales que uno se impone, en ausencia de milagros. Pero
respecto a lo que usted dice, recuerdo haber dicho que aquel que ama,
difícilmente lleve consigo esa clase de escrutamiento. El que está realmente
involucrado, no le hace caso a nadie. Esto no significa que pueda conversar con
una mina sin ninguna referencia amorosa, sin ningún interés sexual. Lo que pasa
es que vivimos tiempos tentadores… Siempre hubo relaciones livianas. Y hoy se
nota más. Hay menos prejuicios, menos valores, menos ganas de descubrirse.
Resulta más práctico disfrutar la erotización con un sujeto cualquiera y que
después no moleste. Enunciado con este tono, parece divertido, sencillo,
provocador. Sí, pero vacío. Desde luego, el amor no frena el deseo y por ende,
no avala la fidelidad… Puede estar comprometido y ser infiel de todos modos.
Cuidado, la fidelidad es una determinación personal y que se sostiene con mucho
esfuerzo… ¿Por qué? Y porque nadie está fuera de las tentaciones. No cabe
ningún mérito en resistir lo que no le pasa, sino en quedarse una y otra vez
con la persona que ama y a la cual usted ha decidido para su vida.
- Muy cierto… En mi caso tengo mucha
bronca con la “China” Suárez…
- Ahí está un poco la explicación del
disgusto que le produjo la película. He visto actores de cine independiente en
el canal INCA y son realmente muy buenos. ¿Qué pasaba si los papeles de Vicuña
y Suárez, hubiesen sido interpretados por algunos de ellos? El director
aprovechó el morbo que despiertan en la sociedad. Porque no hay que olvidarse
de dónde vienen y qué representan, mediáticamente hablando… Un negocio bien
pensado, esto es, presentar una pareja mediática, desde la vereda del erotismo.
El que asistió al cine, no fue a ver cómo la China Suárez explicaba la relación
del alma, según la mirada analítica de Carl Jung. No, fue a ver otra cosa. Por
eso lamenté que la película no tuviese mayor audacia poética y se quedara en la
intrascendencia. ¿A quién no le gustaría vivir una historia amorosa, tan extraordinaria,
como le fuese permitido imaginar? ¿Nunca piensa eso? En mi caso, al menos, es
un discurso que me hago diariamente.
- Y además, ¿podremos conseguir que el
amor nos dure para toda la vida?
- Claro, el tema es que no ocurre a
menudo. Nadie se enamora de momento a otro, tampoco es algo que sucede con el
primero que se le cruce. Ahora, ¿en qué instante nos damos cuenta? Recién
después de comprender que el amor no ofrece garantías. Mire, los que juran
enamorarse prometen lo que sea, en razón de ser aceptados. Por esta razón surge
una cadena de eventos para comprobar el valor de aceptación, es decir, aquello
que usted sería capaz por el otro. Pero justamente, una vez establecido el
romance aparece una liviandad, que es hija de lo que ha conquistado. Es un
descenso de importancia en los hechos futuros, en sus actitudes posteriores,
porque la conquista ha sido efectiva. Y el único momento donde teme o se
preocupa por el funcionamiento de una relación, es delante de una amenaza de
ruptura. Por lo tanto, no estaría mal que profundicemos en ciertas
distinciones, a la hora de establecer los vínculos…
- ¿Me parece a mí o te quedaste
tildado?
- Jajajaja… Cómo se dio cuenta?
- Después de leerte tanto en el blog,
tengo una ligera idea de cómo sos…
- No, me quedé pensando… ¿Cómo saber
quién está predestinado para nosotros? La película queda reposando en la duda,
más que en la certeza. El alimento del amor es deconstrucción, por debajo de su
acción proteica. Hay que hallar formas poéticas que permitan descubrir,
desarreglar ese encorsetamiento de capas que lo recubren. Lo que el otro oculta
como camino, como verdad revelada, es lo que usted desearía encontrar. Y no
está mal. Pero hay que avanzar más allá. Hay que deshacer los hilos invisibles
de su belleza, que no significa negarla, sino para construir algo nuevo. Y ahí
es donde me parece que gana el amor, es decir, en lo que ambos creamos. ¿Qué
importa lo que piensen sus amigos o sus padres, sobre la persona que usted ha
decidido amar? Solo importa que usted lo crea, pues, si quiere vivir un
noviazgo, juzgando, apelando o corrigiendo al otro, a partir de lo que el resto
opine… Bueno, es una porquería. La excelencia de las relaciones amorosas es
que, precisamente, son estructuras fuera de lo común y que solo entienden
quienes se deciden por construirlas y habitarlas.
- Y eso trasladado a la película, ¿cómo
sería?
- Es innegable que el protagonista cae
seducido por un cuerpo. Ahora, cómo resolver lo que sucederá, lejos del cuerpo
de la azafata, eso no lo sé. No tengo manera de saberlo a priori. En las redes
sociales pasa lo mismo, salvo una diferencia… Hay tiempo suficiente para
creerse interesante e inteligente. Yo no dudo la posibilidad de una relación
sentimental en las redes. Dudo, eso sí, que esté inundado de gente interesante
e inteligente. Pero no parece haber otra cosa. Confundimos el ingenio del ocio
y la manipulación de los medios, con la inteligencia de la observación y la
cultura. Son dos cosas muy distintas. Y así, todo lo que uno supone estar
sufriendo socialmente, se vuelca a las redes, en forma de indignación. Es
decir, se recubre de pensamiento auténtico, aquello que solo ha oído en los
medios.
- Es verdad, publicas una foto y los
tipos salen desaforados, ¡haciéndose los enamorados!
- Son unos miserables, porque
encorsetan la belleza de la peor forma. Juegan con las palabras, con la misma
facilidad que las pervierten. Le dicen “¡hermosa!” a una mina y le ponen
un corazón y luego hacen lo mismo con otra. Oscar Wilde decía que el amor
consiste en entender el pase mágico del universo. Nos enamora el misterio del
otro. Y no es necesario que haya un reconocimiento inmediato, sino una deconstrucción
de lo que ayudó a que nos enamorase ese misterio. A lo mejor debajo de ello,
debajo de ese disfraz, hay otro y otro. Sin embargo, estas cosas no consigo
distinguirlas en la película. De hecho, luego de una relación sexual, le dice a
ella que disfrutara lo que estaba pasando. Quiere decir que el erotismo
consiste en disfrutar de un acto físico y da lo mismo que sea con una o con
cualquiera. Pero a diferencia del erotismo, el amor le da un carácter singular
a la persona. Nos enamoramos de una persona que es absolutamente irremplazable.
Y para que funcione mejor ese carácter, uno va agregando atributos que no tenía
antes.
- Arriba de un avión puede pasar de
todo…
- No necesariamente. Pero convengamos
que los protagonistas tienen mucha suerte. En ese sentido, el director alinea
las circunstancias de manera efectiva… Por obra de la casualidad, una azafata
se cruza con el típico pasajero empresarial. Y la historia promete avanzar,
porque resulta que les toca el mismo vuelo. En general no pasan así las cosas.
Cuando le llama la atención una mina, arriba del colectivo, supone que es el
destino y termina bajándose allá, en el séptimo círculo del infierno. Usted
dedica luego una parte de su vida a operaciones matemáticas y ejes cartesianos,
entre horarios y colectivos que posibiliten repetir ese momento. Pronto se da
cuenta de algo terrible y es que nunca volverá a repetirse ese momento. ¿Por
qué? Y porque debajo del enorme relato que nos contamos, los
subtextos se modifican. No solo el pasado, sino usted mismo. Walt Whitman decía
que contenemos multitudes, pues vamos modificándonos con el tiempo. Parece una noticia espantosa el que seamos
inconstantes, que seamos muchos y lo
que es peor, que quizá con los años ya no podamos reconocernos en el espejo.
Ahora, ¿esto valida a que los amores no correspondidos, estén sujetos a un
destino mayor? No lo sabemos, pero pensemos también que discurrimos
entre la mundanidad. Yo descreo que uno salga por las mañanas a trabajar,
contento y con ganas de enamorarse de cualquiera. Esa es una mirada muy
infantil, déjeme que le diga. El amor lo tiene que sorprender como al artista,
es decir, tiene que suceder por un acto de revelación. ¿Nunca se ha puesto a
sospechar que todo esto, forma parte de un sueño? ¿A quién no le gustaría
pertenecer al sueño de la otra persona y despertarla para saber qué pasa?
Solamente nos pasamos soñando algo grandioso, mientras pasan los días y la
vida, acaso, no sea más que una ilusión, siempre evasiva. Bueno,
esta última consideración, oculta otra, pero también es secreta… Como la magia.
Como el amor.
- No lo había pensado de ese modo…
- ¿Y qué pasaba si él se subía a un
avión distinto? Se acaba la película a los diez minutos. Pero el espectador no
cuenta con la astucia del director, al imponer ciertos elementos que ayuden al
progreso de la historia. El resultado es el esperado… Efectivamente, ¡coinciden
en el vuelo y todos felices! Ríase después del Dante, ¿no? Que tuvo que
atravesar cielo, infierno y purgatorio, buscando a su amada Beatriz. Por eso me
parece que hay historias amorosas, cuyas esperas y ausencias, no hacen más que
revalorizarlas y embellecerlas. El secreto del amor consiste en que hay
poquísimas señales para nosotros. No siempre hallamos epifanías, justamente, ya
que el amor caería en una situación muy vulgar y cotidiana. Nos daría lo mismo
relacionarnos con cualquier mujer.
- Sí… Bueno, la película juega un poco
con la decisión que suele esperarse en el amor.
- Palabras más, palabras menos, la
azafata dice, “volar es como un paréntesis. En un punto, no tomar
decisiones es un alivio.” Quiere decir que conviene no tomar decisión
alguna. Y fíjese qué curioso, ¿no? El único momento donde no decide, ocurre
durante el enamoramiento… Respuesta, el amor lo toma a uno. Claro, usted no
puede decidir de quién se va a enamorar, pero tampoco puede evitar que se hayan
enamorado de usted. En todo caso, puede decidir qué hacer, una vez que lo
siente. Puede obrar en consecuencia. Pero entonces… ¿Por qué la azafata hace
semejante desplante en el bar, cuando él intenta explicarle lo que hizo durante
dos años, buscándola? Para que ciertos elementos dramáticos tengan un efecto
dramático en el otro. Sin embargo, cada cual siguió su propio camino y con el
reencuentro, prefirieron que aquella historia quedase perpetuada con el cincel
del erotismo.
- Y es la peor forma de ser recordado…
- Mire, déjeme que le confiese… Yo no
sé si quiero ser inmortal. El recuerdo siempre me representa, espejismo del
movimiento. Me parece que, contrariamente, el amor persigue una ilusión mayor,
un rompimiento de quietud. A pesar que se nos caigan encima los años, uno
persiste en conquistar al otro y ser parte de ese fenomenal movimiento que
genera el amor. Lo que pasa es que, a través del tiempo, el adulto afina sus
presentimientos. ¡Tantas veces habremos escuchado que nos iban a amar! ¡Y
resulta que los mismos que ayer nos amaban, mañana se lo dirán a otros! Bueno,
pero esa abstracción mental, esa manera de ser austeros emocionales nos impide,
nos preserva, nos pone a resguardo del rechazo. Y yo creo que en algún
intersticio, en algún rincón secreto del universo, nos están amando en
serio. Vale la pena intentar el camino difícil, el más penoso, el más
largo, pero el único posible. Es el camino hacia la más hermosa. Así que, el que
quiera parecer honrado, que lo sea. El que quiera ser reconocido, que lo
aplaudan. Pero el que desee a la más bella, que se la gane a fuerza de cuidarla
y quererla siempre.
- Sos un tipo muy soñador, muy
romántico, seguro que te lo han dicho.
- Bastante, pero decido que mi
sensibilidad esté proyectada sobre una mujer, no en cualquiera. Usted no sabe
las ganas de escribir algo y que lleve su nombre, o escribir de lo que fuese y
dedicárselo en su nombre… Pero no se puede. Digamos, podría hacerlo, pero sin una
pequeña certeza, se vuelve una falta de respeto. Usted no puede imponerle al
otro que lo ame, menos haciendo uso de su nombre en una publicación. Ahora, si
sabe que lo aman, entonces, es válido. Uno hace lo que hace en el amor, para
ponerle nombre. No está mal. Hace algunos años contaba una historia, que se la
regalo para despedirme… Cuenta que dos jóvenes estaban en una plaza,
discutiendo la continuidad de la pareja. La chica le dice, en un mar de
lágrimas, “yo quiero irme contigo”, a lo que él le pregunta, “pero,
¿hacia dónde iríamos?”. “Y… No sé. Hacia donde tú vayas.”, le
contestó. Él se llamaba Alejandro de Macedonia y ella, Helena… Helena de Troya.
Saludos.
Nacho
20/3/17