Paraísos personales



PROLOGO

Festejaba mi cumpleaños con un asado, hasta que vino el momento de la despedida. Todos mis amigos tenían movilidad propia. Todos, excepto uno. Y puesto que ya no pasaban colectivos a esa hora, levanto el teléfono y le pido un auto.

Una vez concretada la llamada, bromeo como el método de extracción que utilizaban en “Matrix”. En fin, una pequeña gracia de mi parte, rezagos que van quedando en el fondo de la galera.

Pero cuando me preparaba a dormir, tuve una derivación en el pensamiento… Salté a otra película, que también abarca esta teoría de vivir en una irrealidad. O si usted prefiere, una realidad fabricada.

La película era “Inception”. Y se puede estar de acuerdo o no con algunos planteos, pero recordé allí, un concepto fantástico… El sueño como solución elegante para comunicarse con la realidad. 

Al día siguiente, volví a verla y anoté un par de diálogos entre Cobb, el extractor y Ariadne, la arquitecta, que colaboran en el corpus de la presente publicación.

El primer diálogo refiere al momento en que ambos descienden a lo que uno sospecha, el inconsciente de Cobb. Mientras tanto, Ariadne, le pregunta…

    - ¿Quieres que ellos compartan sueños contigo?

    - Estos, no. Estos son mis sueños.

    - ¿Por qué te haces esto?

    - Es la única manera en que aún puedo soñar.

    - ¿Por qué es tan importante soñar?

    - En mis sueños aún estamos juntos.

    - Estos no son solo sueños. Son recuerdos. Y dijiste que nunca usara recuerdos.

    - Ya lo sé…

    - La quieres mantener viva. No puedes dejarla ir.

    - No entiendes. Son momentos de los que me arrepiento. Son memorias que necesito cambiar.

    - ¿Qué hay debajo de lo que te arrepientes?

    - Solo hay una cosa que necesitas entender acerca de mí…

 Cobb señala una ventana. Del otro lado, sus hijos juegan en un jardín, desatendidos de cualquier mirada. Ariadne comprende que, por alguna misteriosa razón, en ningún momento se darán vuelta. 

    - Los veo y entonces me entra pánico. Veo que me voy a arrepentir de este momento y necesito ver sus caras, una vez más. Pero pasa el momento. Y por más que trate, no puedo cambiar este momento. Si quiero volver a ver sus caras, necesito regresar a casa. Al mundo real. – Cuenta finalmente, Cobb.

 Vita Sackville-West decía que detrás del hombre existen enigmas, como religiones en el mundo. Y no está mal que haya un camino de misterios por delante. El tema es que bloqueando el sentido y el uso de las palabras, el dualismo anuncia una diferenciación categórica entre la realidad y la apariencia.

 La discusión de que la realidad esté emparentada por condicionantes, es tan antigua como vigente. Y considerando el fervor científico que intenta socavar la ignorancia -con hechos, aparentemente razonables y determinantes- quizá no se trate más que de un simple ejercicio de la impostura… Después de todo, ¿quién tiene la verdad última? ¿A qué nos remite la verdad última?

Actualmente, cada precepto de la ciencia aplicada y de estadística económica, ejercen sobre el pensamiento occidental, un modo de vivir muy particular. Y más aún, asfixiante, porque en esta violencia de sujeciones y gente apurada, en pos del bienestar, se produce una renuncia al subjetivismo.

Bueno, no es casualidad que nos expresemos como el resultado de una encuesta, el fanático de un partido político, o un hincha de fútbol, etc.  

La experiencia adjudica sobre las costumbres, un carácter ineludible de la subjetividad y no de la realidad.

Pero si la realidad impone sus propias reglas… ¿Cómo hago para descifrar la naturaleza íntima de las cosas y conocer sus límites más exactos? ¿No es un contrasentido?

PARTE 1

El mito es una alegoría que ayuda a entender la relación entre lo físico y el mundo de las ideas y cómo nos movemos alrededor suyo.  

En el libro VII de “La república”, Glaucón debe imaginarse una morada subterránea, habitada por hombres que jamás han egresado de ella.

A decir verdad, son atados desde niños a sus profundidades -y tal sujeción- les impide volver la vista en cualquier dirección que no sea hacia adelante.

Por encima de sus cabezas y a una cierta distancia, una hoguera ilumina la penumbra. Entre la hoguera y los encadenados hay un muro y sobre este, algunos hombres manipulando elementos. Platón lo compara al artilugio de las mamparas que utilizan el titiritero para ocultar sus trucos.

La hoguera proyecta la sombra de los objetos en la pared, de modo que los hombres encadenados solo pueden contemplar las siluetas presentadas.

Las puestas en escena, de luces y sombras que desfilan en la pared de la caverna, nos hacen suponer que una voluntad puede engañar fácilmente y con poca información, mediante la manipulación y el uso de la mentira.

A partir de ahí, el conocimiento produce desde su precariedad, una liberación de cadenas, unos actos revolucionarios o cambios de paradigma en el sujeto. Por supuesto, no es sencillo rebelarse ya que la sociedad camina en sentido contrario.

Conocer la verdad o avanzar hacia ella –dice Platón- implica desprenderse de una serie de creencias muy arraigadas en nosotros. Y teniendo en cuenta que el pasado condiciona el modo que se experimenta el presente, cualquier cambio radical tiende a generar malestar e incomodidad. 

El retorno a la cueva, es la última fase del mito. Consiste en la difusión de nuevas ideas, quizá antipáticas, porque pueden crear confusión, menosprecio u odio y sobre todo, por cuestionar los dogmas básicos que establecen el orden en una sociedad.

Sin embargo, Platón asocia la verdad a lo bueno. Y entonces, el hecho de aproximarnos a la realidad auténtica, obliga a difundir un conocimiento más puro y desprendernos del daño que ejerce la ignorancia.

Platón afirma la existencia de diferentes planos de nuestra realidad. Por lo tanto, los momentos finales del mito representan la perspectiva, construida sobre el discurso del conocimiento y la moralidad del sujeto.

En definitiva, deshacernos de una aparente realidad, nos conduce hacia las puertas de una noticia tremenda… Permanecemos encadenados, en el fondo de una caverna. O lo que es igual, a que la vida humana sea un estado de absolutas ficciones.

Humildemente me permito añadir que acceder a lo verdadero, implica luchar contra los enfoques idealistas, porque en muchos casos son premisas fomentadas por el objetivismo.

PARTE 2

¿Qué fundamento define el carácter aparente de la realidad, en la cual vivimos? Sigamos a Platón.

Conforme a su teoría, la apariencia está en lo que hace que toda entidad sea imperfecta porque cambia, se transforma y por ello, las cosas dejan de ser reales.

Para la mirada de Platón, algo que tiende a cambiar, que puede transformarse, deja de ser perfecto. 

Nosotros no podemos desconocer el sentido de multiplicidad… Las cosas no son únicas, sino diversas. Poseen diferencias y un denominador común, que constituye la esencia del diseño perfecto.

Por ejemplo, las mesitas de un McDonald´s parecen iguales entre sí, pero responden a un modelo.

Ese modelo para Platón es lo único real, mientras que las demás son copias degradadas. Incluso aunque haya otras que difieran en sus rasgos, eso constituye la prueba de su degradación original.

Dentro del mundo real de Platón no hay más que una mesa, conteniendo a todas las posibles. Por eso asegura que este es un mundo de apariencias y solo poseemos contacto con la apariencia, a través de la materialidad y el cuerpo.

El esquema dualista –lo aparente y lo real- será la fuente de la que beberán muchísimos hombres de la filosofía. Y aún vigente, ya que resulta imposible huir de la dicotomía.

Tal como postula la filosofía, una realidad establecida desde un lugar superior a nosotros, puede tener diversas figuras, aunque siempre sosteniendo una degradación.

Sabemos que el saber y el poder, son ligaduras que varían acorde a un momento histórico… Y entonces, ¿por qué seguimos emparentando lo real con la verdad y la apariencia con lo falso?

¿Qué tan falsa es hoy una apariencia? ¿Se puede pensar de una manera diferente y salirse del dualismo que algunos necesitan para administrar una verdad y condenar al resto a una vida falsa?

Cabría pensar que todo aquello que juzgamos como real, no es más que una apariencia y la auténtica realidad, está situada en un mundo más allá del creemos advertir.

Esto explicaría provisionalmente por qué lo divino nos excede y nos habituemos a movernos entre sombras.

Ahora, si toda apariencia oculta una realidad superior, quizá habría que sospecharla de una menos prosaica. Es decir, tal vez las irrealidades sean conceptos que nuestra sensibilidad le asigna a las cosas, para justificar que estamos rodeados por deformaciones o distorsiones, de una realidad no deseada. O mediocre, pues nunca faltan los que desconfían de todo el engaño que puede constituir una apariencia.

Deambulan por la vida, escépticos, ayunos de cualquier perturbación óptica y apreciación poética.

Y esto es una malísima noticia, porque alguien incapaz de apreciar un grado de emoción en su interior, también lo es para conmover al otro.   

PARTE 3

El conflicto de un planteo dicotómico, es la validez argumental que surge de sus polos.

Por definición, el bien genera que el mal sea su negación y así, cada vez que se afirme la verdad del bien, también está aceptando la verdad de su opuesto.

A lo mejor habría que desprender al término afirmativo de su conexión con la verdad y liberarla de metafísica. Desde luego, el tema es que tendríamos un problema con el concepto de la verdad… Intentar desprenderla de su conexión elemental y lidiar dentro de otras posibilidades y sobre todo, de otros argumentos no dicotómicos.

Platón acusaba a los artistas por falsificar la realidad, al dar por verdadera una apariencia. Y se quejaba porque duplicaban lo real, pues recuérdese que según él, la supuesta realidad de nuestro mundo sensible, era en sí misma, una apariencia.

¿Qué valor de verdad tiene hoy una apariencia, en un mundo que decide y construye sentido, alrededor de las comunicaciones y las redes? ¿Es posible seguir hablando de imágenes, como si no tuvieran realidad efectiva? ¿Un conocimiento aparente, no estructura una lógica, no impone, no genera sentido? ¿No es demasiado excluyente la división entre lo real y lo aparente, aquella que afirma el valor de lo real y niega entidad a la apariencia? ¿Y si fuese al revés? ¿Y si todo, absolutamente todo fuese una apariencia?

La relación opositora y bipolar entre la verdad y la apariencia, supone la existencia de una verdad -y al mismo tiempo- la generación de múltiples imposturas… Que se revisten de supuestas verdades, pero lo que presentan es una falsedad.

El tipo casado y que tiene una amante, o está de novio y mira a otras minas, constituye un estado de realidad, mientras que la amante y el resto de las minas, forman parte de una mentira, una apariencia. Una vida otra, que no es la verdadera.

Naturalmente, una argumentación que depende del contexto y que llegamos a concluir, partiendo del marco social que establece al matrimonio como una institución, no solo correcta, sino además legal. Y por el contrario, a los amantes como una asociación ilícita, un vínculo mentiroso basado en la inmoralidad.

Ahora bien, si hubiese algún grado de intimidad con el tipo, quizá podríamos saber con quién desea estar, qué vida quisiera tener, o por qué no se anima a cambiarla. Es muy probable que allí encontremos la verdad que buscamos conocer, es decir, cuál es el verdadero deseo del tipo.

Claro, salvo que desee estar con varias mujeres al mismo tiempo y no pueda.

Sin embargo, cabe una lectura más simple, escapándole a nuestro binarismo lógico… Utilicemos el caso recién citado.

El tipo sale con una mujer y comparte ese momento con ella. Más tarde hace lo mismo con otra. No es que extrañe, recuerde, sienta remordimiento, o quiera estar con ambas. No, nada de eso. No está engañando a nadie, porque cuando está con una, no está con la otra.

Alguien podrá acusarme que intento defender o alentar la infidelidad y enseguida responderé, no, señor. No. ¡En absoluto! Trato de señalar que, culturalmente, la monogamia se sostiene en el pensamiento binario. 

En todo caso, discutamos por qué las fantasías necesitan trasladarse hacia una persona distinta, digamos, que no sea aquella a la cual uno ama.

A ver si me sale… Walt Whitman decía, “yo soy inmenso, contengo multitudes”, en tanto invita a admitir que el hecho de abrirse y cambiar de pensamiento, de opinión, de posturas, etc., está relacionado con la capacidad de ser flexible a diferentes perspectivas.

Esto ocurre cuando hay un encuentro puro con el otro, desde el compromiso, de sus lecturas conscientes e inconscientes, intercambio de pareceres, etc. Y así, estimulado por el aprendizaje, uno puede mudar de opiniones, identificarse e instalarse en nuevos espacios del pensamiento.

Amar no es solamente construirse y estimular el pensamiento y así, facilitar el encuentro y la comunicación. Amar es celebrar la capacidad que da lugar al crecimiento, la evolución y el disfrute con aquel por el cual se decide para toda la vida.

Parece una noticia espantosa el que seamos inconstantes… Que seamos muchos. Nos acomete la perplejidad de que vamos transformándonos y quizá mañana no podamos reconocernos en el espejo.

Bueno, por suerte existe el amor y el reflejo del otro, que es lo mismo.  

PARTE 4

Evidentemente, ser realista o un incrédulo, nos da una postura de vida… Pero, ¿qué pensamiento nos define? ¿Cerca de la ingenuidad? ¿Del escepticismo? ¿O de los constructivistas, esos que edifican al mundo, desde el poder de su imaginación?

La realidad es una impresión de la objetividad, fundada en que siempre hay una lógica que explica el orden. ¿Y por qué le atribuimos una causalidad, a lo que surge como novedad? Bueno, porque el hábito que yace en la memoria, hace que veamos primero el suceso del efecto y luego la causa. Por ejemplo, regresar y hallar desarreglado un armario, implicará recordar quién fue la última persona que lo utilizó.

¿Y si no hubiese sucesión alguna y solamente transitamos en términos subjetivos? ¿Y si el desorden fuese un estado natural de las cosas?

Las costumbres instalan el vínculo de un antecedente, sucesivo y accidental, a un estado consecuente. A pesar que no haya una verdadera causalidad, sino sucesión, como sucede durante la luminosidad que antecedente la salida del sol.

Claro, no cualquier suceso está conectado a un orden sucesivo, pero en general, la experiencia enseña que lo que vemos primero, siempre determina su causa.

¿De qué forma la filosofía ha postulado la causa del efecto, o el principio del evento imposible?

Hume certificaba que la causalidad está aplicada a la experiencia, digamos, a objetos de los cuales poseemos impresiones pasadas, ya que de fenómenos que puedan ocurrir en el futuro, no tenemos impresión ninguna.

Kant está en desacuerdo con Hume, porque la causalidad, al igual que la necesidad, son estructuras a priori del entendimiento y hacen posible los juicios sobre la realidad. Todas las cosas que se comportan sucesivamente, del mismo modo y en diversas circunstancias, comienzan a existir. Existen porque tienen una causa. Son juicios necesarios y universales.

Coincidiendo con Kant, nos influye el segundo suceso, sin haber visto el primero. Y ocurre precisamente al revés… Los indicios del primer suceso manifiestan la imposibilidad de explicar, esto es, de que exista, tenga presencia aquí y ahora, si no es en virtud y por el influjo del segundo. 

El indicio no es producto de la costumbre y la subjetividad, sino estructuras de la realidad objetiva. Y cuando buscamos una causa, fuera de los límites del acontecimiento, estos revelan la existencia del fundamento. Acaso, ¿qué impacta de la belleza? ¿Lo real y concreto, o la deconstrucción de una apariencia? La respuesta es que nadie se estructura fuera del discernimiento y sin la comprensión del otro.

¿Cuáles son las huellas y los signos que permiten rastrear y descubrir las causas? ¿Qué aspecto nos obliga a aceptar su existencia y por ende, de la acción y del nexo necesario, entre la realidad y la apariencia?

Es posible saltear la sensibilidad, ingresando en los espacios de la inteligencia, pero nada impedirá acercarnos a un universo ultrasensible.

La causalidad y sus acciones no son percibidas en el contexto de lo sensible, porque sus formas no se reducen a un color, dimensión, sonido, o estructura conocida por los sentidos. Sin embargo,  así como el oído no puede percibir el color, tampoco los sentidos pueden olvidarse u omitir algo que no caiga en las redes sensibles.

A decir verdad, son formas de existencia y de ser. Solo a través de ello podemos percibir su realidad, características y propiedades.

Y entonces, ¿por qué hay una tendencia a generalizar? ¿Conocemos la existencia, toda, en el término más estricto? ¿Conocemos al ser, en tanto sus características metasensibles? ¿O es una afirmación infundada y ordenada, que hoy seguimos sosteniendo y nos hace ser como somos?  

Como un rebaño, la realidad encadena a vivir y a tener opiniones pares, mientras que la imaginación, contrariamente, representa otra cosa… Algo que por su inconsciencia, estimula a jugar y constituirnos de un modo distinto, frente a la tensión de los dictados establecidos.

Quizá el puente por el cual transita la inteligencia y la emoción, no sea más que una ilusión de la subjetividad, para eludir a los que constituyen la realidad misma. Y está bien eso.

Es preferible creer acerca de la posibilidad de erradicar el mal y a los miserables… Que en nuestro interior duerme un pensamiento que cambiará el destino de una persona… Que a lo mejor la musa está locamente enamorada de nosotros, porque nuestra presencia tiene un significado aún mayor del que pensamos.

Todo eso está bien. Si comprender la realidad es tarea imposible, entonces hagamos que la tarea de conocer detrás de la apariencia, sea absolutamente necesaria.

PARTE 5

Toda afirmación provee una doble cara, digamos, una verdad conjetural. Por un lado posee algo de verdad, pero también algo de impostura. Esto explica que siempre estemos comprendiendo y dudando.

Pero si lo aparente es sombra de verdad, entonces este mundo está hecho de apariencias. Después de todo, así anunciaba Nietzsche, ¿no? No hay hechos, sino interpretaciones… ¿Y una vez muerta la verdad, no mueren también las apariencias? ¿No perdemos el enlace entre la máscara y el rostro?  

Imaginar una existencia de máscaras, conduce a que pensemos la máscara en tanto rostro. Es decir, ¿cómo entender la realidad de una máscara, que jamás tuvo algo para enmascarar? ¿No es una máscara, el rostro? ¿No es la interpretación, el hecho? Y entonces, ¿por qué resulta descabellado indicar que la apariencia se pueda volver real?

Las máscaras presuponen un carácter hipotético y provisorio de la verdad, porque hay instalada una actividad en la conciencia, disparada hacia el desenmascaramiento. Ante cualquier afirmación sobre la realidad, florece de inmediato la crítica y por lo tanto, el momento de su deconstrucción.

Si por cada vez que desenmascaramos un rostro, ingresamos a un nuevo desenmascaramiento, el problema es seguir buscando la verdadera identidad, detrás de la máscara definitiva. ¿Y si no ocurriese un desenmascaramiento contundente y decisivo y la realidad fuese un perpetuo baile de disfraces?

Continuando esta supuesta lógica, donde la apariencia es verdad circunstancial y que resignificamos todo el tiempo, a través de sus desenmascaramientos… Evidentemente nuestra relación irá modificándose con ellas.

Y este es el extrañamiento del cual alguna vez hablamos aquí… Si sé que aquello en lo que hoy creo, mañana puede cambiar -o cambiará indefectiblemente- entonces podré enfrentar dos escenarios.

Por un lado, que ya no puedo ser tan entusiasta de mí mismo. En consecuencia, viene la segunda instancia… Empiezo a percibir lo que el otro puede aportarme en su diferencia y simetría, ya que se trata de un camino de transformación incesante y que solamente la produce el otro. El otro que provee la capacidad de sacarme de mí mismo.

Ando extrañado, lo que aún no me ha sucedido. Como si una mujer estuviese a una distancia más lejana de la que debería estar y sin embargo, parece estar más cercana de lo que la siento.

Ando navegando en un estado de realidad aparente, a pesar que para los lingüistas más rigurosos esté incurriendo en un error grosero. Pero es así.

Espero el juego del desenmascaramiento, detrás de ese beso amoroso y bello, que viene demorándose.

Así que a lo mejor, ya que nadie tiene una verdad última, sería fantástico crearse a sí mismo, día tras día. Disfrazarse, modificarse, es abrirse a la posibilidad de mejorar.

Lamentablemente, en este mundo que es un teatro del absurdo, hay demasiados señores mal disfrazados… Ojalá alguna vez los héroes derroten a los canallas que van por la vida, enmascarados de buenas personas.   

PARTE 6

En general, cuando interpretamos las obras de arte, lo hacemos de acuerdo con nuestras finalidades y aspiraciones. Toda vez sintamos una relación auténtica con algún estilo artístico, poco a poco irá engrosando nuestras formas de vivir y pensar.

Buscar la verdad detrás de las apariencias… ¿Existe una finalidad más elevada y atractiva? El arte trasluce un giro de lo simple en una evolución de la acción, traduciendo una realidad cotidiana y baladí, en experiencias cercanas a lo sublime.

¿Por qué es tan importante jugar con apariencias sensibles, los colores, formas, volúmenes, sonidos, etc.? Respuesta, la creación de una apariencia no pretende otra cosa, sino engañarnos. Y es ahí donde el arte y el amor se combinan en ese juego que satisface nuestras necesidades de simetría, de cambio de ritmo o sorpresa.

Transcribo el último diálogo entre Ariadne y Cobb.

Ariadne se encuentra molesta con Cobb por la frecuente intervención de su esposa en los sueños. Y se lo hace saber…

    - Quizá hayas convencido al resto, pero no saben la verdad.

    - ¿Cuál verdad?

    - Que en cualquier momento ella puede introducir un tren. Que nos impida adentrarnos en tu inconsciente y no sé si nos va a gustar lo que encontremos.

    - Estábamos explorando el concepto de un sueño dentro de otro. Yo seguía presionando. Quería ir más profundo. Quería ir más lejos. Pero no entendía que horas podrían volverse años abajo… Que podíamos quedar atrapados y acabar en la costa de nuestro inconsciente, perdiendo así la noción de lo que era real. Creamos un mundo para nosotros. Lo hicimos durante años. Construimos nuestro propio mundo.

    - ¿Cuánto tiempo estuviste allí?

    - Unos 50 años.

    - Dios mío… ¿Cómo aguantaste?

    - No estuvo mal sentirse como dioses… El problema era saber que nada era real. Con el tiempo se volvió imposible vivir así.

    - ¿Y qué tal para ella?

    - Había encerrado algo muy profundo de su ser. Una verdad que sabía, pero que quiso olvidar. El limbo se volvió su realidad.

    - ¿Qué pasó cuando despertaron?

    - ¿Despertar de eso, después de años y décadas? ¿Volverse almas viejas, lanzadas nuevamente a la juventud? Yo sabía que le pasaba algo. Ella no lo admitía. Finalmente me dijo la verdad. Le obsesionaba una idea. Una idea muy sencilla que cambió todo… Que nuestro mundo no era real. Ella necesitaba despertar para volver a la realidad.

Hegel intentó definir esta interacción en los hombres, revelando que la belleza artística es superior a la belleza de la naturaleza, pues modifica las formas ilusorias del mundo imperfecto y donde la verdad está escondida tras falsas apariencias, para alcanzar una verdad creada por el alma. Y está bien.

El inconveniente es que cada tanto uno sale a polemizar con supuestos paralelismos entre obra, artista y público, a partir de una cosa muy distinta llamada consumo.

CONCLUSION

¿Habrá un auténtico yo, real y concreto, o acaso solo facetas? ¿Y si nada es real en sí mismo y somos apenas imposturas que manifestamos a los demás?

No hace mucho me preguntaban por qué duele la soledad y propuse imaginar el disfrute cinéfilo o literario.

La soledad no tiene atisbos de ocultamiento, salvo la posibilidad de un tercero que lo descubra. Y entonces, usted se sensibiliza con los besos de una película, o con el hallazgo de un razonamiento que nos extirpa el aburrimiento de algunas lecturas.

Sinceramente flaquea de mi memoria el filósofo que negaba el arte, pero no la existencia de artistas. Y que además decía que el deleite de una obra de arte nos somete a una serie de recuerdos, influyendo sobre el estado de ánimo.

Yo creo que la soledad tiene algo de creación, pero es incompleta y fugaz… Para alcanzar el ápice del goce, es fundamental y necesaria la presencia del otro. Esto significa que la ausencia depende del distanciamiento, sea parcial o definitiva. 

En estos foros se ha formulado una postulación sobre el rechazo… Si mañana nos habrán de rechazar, conviene que se trate de una mujer malvada, muy malvada. De tal modo que pronto, muy pronto la olvidaré, porque aún en la más estricta soledad, su ausencia no pesará nada. Su apariencia será tan liviana, tan espectral, que pronto dejará de dolerme. Ante la malevolencia, los rasgos de su apariencia se desdibujan de mi mente y se apagarán, al poco tiempo.

Caso contrario, si la distancia es parcial, la ausencia pesa más. Y no nos referimos a kilómetros de separación entre un barrio y otro, sino a ese distanciamiento que duele producto de una disputa, malentendido, etc. Peor todavía, más lo afecta cuando se trata de una persona que no posee vínculo alguno, pero que la ama.

Ese contexto por el cual usted atraviesa, sin que el otro se dé por enterado, es lo que hace más pesada la ausencia. Y entonces, por orgullo, por no sentarse a limar diferencias o temiendo un rechazo, no encuentra cómo hacérselo saber al otro. 

Por eso, la ausencia enrique el alma poética, arrojándolo a percibir, a alterar su percepción y hacer de cuenta que el otro está… En cada renglón, en cada fotograma, en cada canción. Está allí, en todos lados y tal vez en ninguno de ellos.

Bueno, justamente, esa conexión entre la ausencia y distancia, genera la apariencia del extrañamiento… El filósofo Vattimo asegura que el extrañar supone un desbaratamiento y una modificación de lo que somos.

Finalmente, ¿a quién le voy a dedicar todo esto? A pesar que discrepo con algunos manejos de Cobb, el personaje de “Inception”, rescato una idea impresionante y que clausura la presente publicación… La ilusión de unos paraísos personales.

¡Qué importa si la belleza de nuestra amada, no corresponde a la belleza que requieren las duras realidades del sistema! Lo único que importa es que uno lo crea. Y si viniesen a avisarle que huya, porque las estructuras del universo están a punto de desmoronar sus ilusiones… Usted se queda hasta el final de los tiempos, aunque haya que morirse junto al ser amado.

A mí me parece que el que tiene una ilusión, debe vivir corrigiéndola. Debe mirar cada tanto las estrellas para ver si no está siguiendo una equivocada -mejor aún- para ver si la estrella no se movió un poco y ahora hay que seguirla en otro rumbo.

Seguir adelante con sus ilusiones es obligación del alma, del corazón, del poeta y de aquel que sostiene en sus ojos, el reflejo de la mujer más hermosa.

Hay que buscar sueños, acunarlos y creerlos posibles, desoyendo estos tiempos malvados que nos invitan a extraviarnos en paraísos, que poco tienen que ver con nuestras ilusiones.

Algunos juran que el tiempo se extiende hacia adelante y hacia atrás. Pero de todos los tiempos, decido uno. El presente, pues aquí está la mujer amada.

Otros juran que tenemos más de una vida para buscar y equivocarse lo menos posible. Pero confieso que solo necesito una.

Solo quiero una vida, la misma que ha estado empujándome a seguir construyendo esta preciosa dicha que siento haber encontrado.

A toda esa gente que desea que las cosas le sucedan y construyen junto al otro, sus propias realidades, le regalo esta publicación.

2 – 8 – 17

Nacho.