Este artículo que
pone en manifiesto la respuesta acerca de cuándo demonios vuelvo a publicar.
Bueno, prontito. Prontito. Lo que leerán a continuación es una pequeña
antesala, de un regreso que viene demorado. Entre tanto, espero les
guste.
Ayer a la noche fui a
retirar dinero del cajero y había una enorme fila, compuesta por gente que
cobra los planes sociales. Y no voy a hacer un ataque porque entiendo lo que es
padecer la desocupación. Nadie debería ser indiferente a ello, ya que en algún
momento nos ha pasado a todos.
No, me refiero a esa
necesidad de llevar media familia a los cajeros. Evidentemente, la pobreza ha
hecho que retirar dinero sea una salida, como quien va al cine, al teatro o a
un restaurante. Y algo que no parece visibilizado por los mayores, es
considerar que los niños son expuestos a los peligros que suponen la salida de
un banco.
Pero, al margen de
ello, una de las pocas cosas que me ponen de mal humor, es retirar dinero del
cajero. Siento allí una pérdida de tiempo. Digamos, se supone que no es una
ciencia. No hay que ser un erudito para operar con el cajero. Se trata de
ingresar el pin, luego verificar el saldo y finalmente, realizar la extracción
correspondiente.
Sin embargo, giramos alrededor de un tecnicismo por el cual, damos por sentado que toda demora es innecesaria. Que la tecnología ha venido a resolver el apuro de las personas. Bueno, eso no ocurre. Ya no existe la atención humana, sino maquinas que exigen una y otra vez, tal o cual cosa y el tiempo que creíamos ahorrar con las maquinas, ahora lo perdemos apretando una serie de combinaciones infinitas de teclas.
Claro, ni hablemos de
aquel que apenas conoce su funcionamiento y necesita realizar una operación
diferente a la habitual, pues aumenta la congestión y la impaciencia de los que
esperan detrás.
Vio, ¿cómo es, no?
Para no demostrar su ignorancia, experimenta. Se toma su tiempo hasta que,
rendido, ingresa al banco para solicitar ayuda. Y entonces, perdió tiempo. El
suyo y el de los demás.
A diferencia de estos
últimos, están los que se adueñan de la máquina, pues realmente saben
utilizarlas. Pero este conocimiento que debería traducirse en velocidad,
convierte a pequeñas consultas en complejas operaciones bancarias. De modo que
no pareciesen estar depositando o extrayendo, sino la escrituración de una
propiedad… Otra vez, pérdida de tiempo.
Cuando uno observa
con detenimiento, comprende que el mundo tecnológico está ligado a lo humano.
Las máquinas prometen un mundo más accesible, pero tampoco pueden prescindir de
nosotros.
Acaso, ¿quién está
encargado de proveerlas con dinero? ¿Es la culpa nuestra que las bandas
magnéticas de las tarjetas se deterioren? ¿Si las máquinas resuelven las
actividades humanas, por qué no escriben poemas?
A lo mejor, este es el
problema... Que haga lo que uno hiciere, el tiempo es siempre inaprensible. La
muerte nos viene pisando los talones y entonces no queremos darle ventaja.
Menos que menos, en la cola de un cajero.
Nacho
5 de Mayo de 2018