El poeta hindú Tulsi Das
compuso un destino muy singular y se trataba de la gesta de Hanuman y de su
ejército de monos.
Años más tarde, un rey lo
encarceló en una torre de piedra. En la celda se puso a meditar y de la
meditación surgió Hanuman con su ejército de monos y conquistaron la ciudad e
irrumpieron en la torre y lo libertaron.
Toda nuestra arquitectura
física, mental y espiritual descansa en la oscuridad del futuro, pero el hecho
de dominar la adivinación e influir sobre los demás, no es una práctica de la
Edad Moderna. Durante siglos, magos, brujos y videntes declaraban conocer la
fortuna y la desgracia que les esperaba a los hombres.
Ahora, poseer la facultad
de anticipar un conocimiento –o ser transmisor suyo- abre de par en par a un
interrogante… ¿Hay libertad en lo que elegimos o todo está previamente elegido?
Los megáricos negaban el
concepto de futuro y pasado, pues, todo era una cuestión del presente.
Aristóteles decía que
conocer algo era conocer la causa. En el marco de un futuro anuncio, entre lo
que no ocurre y lo que podría ocurrir, ambas proposiciones no dejaban de ser
ciertas… Eventualmente, algo deberá suceder.
El fundamento
aristotélico está vinculado con la dialéctica de la certeza. Si mañana llegara
a pasar lo que pensábamos, entonces era verdad que ayer había una certeza. En
caso de que no ocurra será preciso que mañana no suceda nada.
Este razonamiento implica
que el futuro, sea lo que sea, está regido por verdades pasadas o supuestas
verdaderas que son propuestas sobre el futuro. La necesidad y la contingencia
son definidas en el tiempo y por un conocimiento empírico.
Muchos autores deterministas
juran que con el destino es mejor no oponer resistencia. Hay que aceptar
aquello que ha tocado en gracia, porque las voluntades están sometidas a leyes
superiores.
Los fenómenos son
prefijados a través de circunstancias ajenas, fuera de nuestro control, pero
que determinan las acciones de un modo que las consideremos libres o propias.
Desde luego, podríamos agregar que en menor o mayor grado estamos influenciados
por factores externos.
En contraparte, el libre
albedrio declara que el hombre es independiente y el futuro depende de las
decisiones que realice a lo largo de su vida.
Para Tomás de Aquino el
destino probaba la limitación humana. Y conviene recordarlo, el libre albedrio
es incompatible con la religión y los planes divinos, pues, si Dios sabe qué
pasará y conoce las acciones que haremos, el límite de emancipación resulta
cuestionable. Digamos, si no hay chance de modificar el plan divino que cierne
sobre nosotros, el libre albedrío se antoja un poquito desesperanzador.
El emperador de la dinastía
Zhou fue Chengwang y vivió entre 1052 y 1002 a.C. Cuando era un niño, el
adivino de su corte dijo que gracias a su talento en las artes de la magia,
consiguió darle invulnerabilidad.
A partir de entonces vivió
muy contento, pero una tarde paseaba por los campos y se clavó una espina en el
pie. Y le dolió y sangró. Chengwang vivió muy triste sabiéndose engañado,
sabiéndose vulnerable… Sabiéndose mortal.
La desconfianza en
relación al destino tiene una elaboración bastante sencilla. Primero lo creemos
de modo literal. Después decimos que es la metáfora de otra cosa. Al final
descubrimos que las metáforas son caprichosas y dejamos de creer.
2
Los actos del hombre
parecen circular conforme la buena o mala voluntad divina, aunque un dios
griego estaba condicionado por el destino. Existían los dioses, claro que sí,
pero no eran capaces de alternar o burlar el curso de las cosas… El destino
encarnaba una ley que afectaba a todos. Cualquier resistencia desataba una
tragedia épica, porque el destino en Grecia era implacable.
La palabra oráculo deriva
del latín "oraculum" y significa la revelación de una divinidad a la
consulta, tanto como el santuario en el cual una pregunta haya sido
interpelada. El oráculo era la respuesta que daba una deidad por intermedio de
sacerdotes o pitonisas o sibilas. Además de interpretaciones a los mensajes
físicos como el tintineo de campanillas o de símbolos sobre piedras como las
runas o las cartas del tarot o el sacrificio de animales en altares.
En general, el oráculo es
el lugar en que se consulta y recibe la sentencia. Los destacados de la
antigüedad pertenecían a Grecia. Después los romanos heredaron y creando sus
oráculos como la Sibila de Cumas.
Todos los pueblos
tuvieron sistemas para predecir el futuro. Previo a los grandes eventos, reyes
y líderes consultaban las previsiones que dictaban los oráculos y los
sacerdotes y sacerdotisas contestaban en forma enigmática y repleta de
simbolismos.
El último rey de Lidia fue
Creso, muy querido por su generosidad. Sin embargo le preocupaba el crecimiento
del imperio persa. Ni bien supo que las tropas de Ciro estuvieron cerca de sus
territorios, resolvió armar una estrategia militar, conforme al dictado de los
oráculos.
Pronto hizo enviar
suntuosos donativos para asegurarse el veredicto más favorable… Un león de oro
que pesaba cuatro hombres robustos y ciento diecisiete lingotes, rodeándolo.
También ordenó que los habitantes de Lidia realizaran un sacrificio por el
oráculo.
Cumplido el soborno, Creso
se presentó en Delfos y el oráculo exclamó…
- Si atacas a Ciro, un gran
imperio se destruirá. –
Los persas aplastaron al
ejército lidio y Creso vivió sus días, prisionero del Rey Ciro.
Nadie emprendía empresa
alguna sin consultar los dictámenes del oráculo, pero hubo tantos y tantos, que
dejaron de ser veraces y a cambio de sobornos, el sacerdote ofrecía presagios
de victorias que no eran tales. Ahí está Creso que no me deja mentir…
Los dioses fueron
bastante perezosos y había que colaborar un poco... Acuérdese la inmolación de
animales y su observación en el altar. Sacrificar bueyes suponía examinar la
conducta del cuerpo, las entrañas con el degollamiento y la apariencia de las
llamas que lo consumían.
Especialmente si el
animal forcejeaba rumbo al altar, si se escapaba, si eludía el golpe, si
brincaba o mugía al recibirlo, si la agonía era lenta y dolorosa, etc. Después
de seccionar al buey miraban si el corazón era pequeño, si las entrañas caían
al piso o tenían aspecto pálido o presentaba más sangre de lo habitual. En fin,
todo era indicación de mal agüero.
En cuanto al fuego,
debían levantarse con fuerza y generar una llama clara y pura, sin humo.
Fenómenos como rayos,
cometas o eclipses fueron considerados mensajes celestiales. Más recursos de
presagiar era el vuelo de las aves –en especial, el búho-, los estornudos,
verse reflejado en el espejo del agua, el zumbido en los oídos, tropezarse al
desembarcar, etc.
No olvidemos el efecto
que produce el sueño sobre la realidad. En templos dedicados a Apolo y a
Asclepios se practicaba la incubación, un recurso que consistía en que el
adepto durmiese en el interior del santuario y aguardara de la divinidad
invocada, una revelación o un mensaje que llegaría mediante un sueño.
Antíoco III quería invadir
Egipto, pero exigía saber el tiempo propicio para atacar. Entonces, en vez de
atender los consejos del sabio, pidió al arúspice que inmolaran un buey. Y el
arúspice inmoló al buey como dictaba la costumbre, pero no hubo pronósticos
favorables para Antíoco y Egipto se mantuvo a salvo por un rato.
Aún se ignoran las causas
que evitaron la invasión a Egipto... Si fue fruto de los malos augurios del
buey inmolado, si escaseaban los hombres sensatos… O porque redondamente los
bueyes no hablan.
El presagio anuncian un
suceso futuro, pero interpretar presagios no es predecir el destino, sino
interpretar el deseo del soñante. No sucede primero el sueño y después el
contexto. Es al revés. El contexto causa que haya deseo y el sueño dispara el
efecto, por ese motivo los sueños viajan hacia los terrenos más intensos e
irregulares de la mente.
El universo no provee
demasiadas señales, solo un avistamiento de la indiferencia. Por eso,
bienvenidos los que buscan señales y conservan en el corazón una esperanza. Hay
que atento al brillo de las estrellas que son muy escasas.
Bajo la abrumadora
inmensidad del silencio, la mínima señal de amor es una caricia que acompaña y
nos reconforta.
3
Quienes interpretaban al
destino en la Ilíada fueron los ceres, genios alados de color negro con largos
colmillos y filosas uñas que transportaban al muerto, apenas caía en el campo
de batalla. Desgarraban y bebían la sangre de cadáveres y heridos, de ahí que
sus mantos llevasen manchas de sangre humana.
Los ceres participaban en
el rol que se reservaba el héroe, como Aquiles que eligió la gloria al precio
de una corta vida o Euquenor que enfermó y prefirió una muerte violenta si
marchaba hacia Troya.
Los ceres tuvieron
infinidad de simbolismos, probablemente por el carácter popular y vago que
usaban para referirse al destino, esto es, a veces era una divinidad impar y en
otras, una potencia inmanente del sujeto.
Por citar un ejemplo,
Hesíodo los nombra hijos de la noche, luego hermanas de Tánato y Moro -la
muerte y el tránsito- y posteriormente hermanas de las moiras. Según Platón,
eran criaturas perversas -análogas a las harpías- enviadas por los dioses a
mancillar el alimento como le ocurrió al adivino Fineo.
En épocas medievales, los
ceres fueron recursos literarios, a veces confundidos con las moiras, sobre
todo en su carácter infernal y salvaje.
Hablemos de moiras.
La madre de las moiras
griegas se llamaba Ananké y personificaba la compulsión, lo impostergable. En compañía de Cronos, que era el tiempo, rodearon
el huevo primigenio y lo dividieron en tierra, cielo y mar para establecer el
mundo.
Moira alude a la parte
del devenir que le tocaba al hombre. Básicamente, una moira encarnaba la fuerza
del destino y la suerte en la antigüedad. Regulaban los actos del individuo,
deparándole la suerte y la desgracia, desde que nacía hasta que moría. Los
mitógrafos aseguran que eran semidiosas o espíritus.
En principio, el destino
estaba reglamentado por una sola, más adelante se lo repartió en manos de
Átropos, Láquesis y Cloto. La representación habitual era la balanza, la pluma
y la rueca, respectivamente.
La predestinación
comenzaba en el nacimiento y empleaban un ovillo de lana. El hilo de lana
blanca o dorada determinaba los momentos de dicha y el hilo de lana negra los
dolorosos.
La joven Cloto hilaba los
primeros pasos del hombre. Laquesis, un poquito mayor, enrollaba el hilo en un
carrete y dirigía el curso de la vida.
Una anciana Átropos
cortaba el hilo con unas tijeras de oro. No respetaba edad, riqueza, poder, ni
privilegio alguno… El final llegaba, sin contemplaciones.
Había una vez, en la ciudad
de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Una mañana, el criado se
dirigió hacia el mercado. Pero aquella jornada no fue como las demás, porque
vio a la Parca y le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió
a la casa del mercader y le pidió el caballo más veloz de la casa.
- Esta noche quiero estar
muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán. –
Dijo. - Pero, ¿por qué quieres huir? –
Le preguntó el mercader.
- Porque he visto a la
Parca en el mercado y me amenazó. -
El mercader se compadeció y
le dejó el caballo y el criado emigró con la esperanza de estar por la noche en
Ispahán. Por la tarde, el mercader fue al mercado y tal como le había sucedido
al criado, vio a la Parca.
- ¿Por qué le has hecho un
gesto de amenaza a mi criado? –
- ¿Amenaza? - Replicó la
Parca. - No, ha sido un gesto de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan
lejos de Ispahán… Esta noche debo llevarme de Ispahán a tu criado. -
La muerte es absurda,
inaudita, ridícula, abordada desde sus periferias. El acceso a lo incognoscible
opera a partir de una construcción de sensaciones. Es imposible entenderla en
su real dimensión. Y con el destino pasa lo mismo, porque está lejos de la
racionalidad y de los dioses.
Eso sí, podemos
considerar un plan misterioso con fe poética. Un milagro basta para creer.
Descubre a una mujer hermosa y piensa que a lo mejor el paraíso exista o que de
algún modo volvió a nacer. Todo el pasado se alumbra, se impone como una
formidable preparación.
Falta resolver el grado de
intervención del azar, es decir, si este es un desconocimiento que excede o de
una prerrogativa de brujos y signos zodiacales. Y esto es detestable, porque
representa la renuncia al deseo y en consecuencia, al amor. Da igual que sea
una persona u otra y no creo en la indiferencia.
En el otro reside lo
imprevisto, lo inconveniente, lo sorprendente, lo revelador, lo peligroso y
permítame decirle más… Está lo irrenunciable. Por favor, subraye eso. Y
sufrirá. Sufrirá muchísimo. Y no solo ahora, a cada rato. No hay receta ni
clave que facilite una desaparición de la angustia. Ni siquiera pudo hacerlo el
criado del cuento, por más que rajara hacia Ispahán. Pero considere que gracias
al sufrimiento, un milagro está por revelarse. Aun al precio de la vida entera.
4
El realismo ingenuo –o
metafísico- sostiene que para analizar un destino, sus indicios deben ser
vistos por la conciencia del deseante. De inmediato surge la discusión, ¿de qué
forma? Valiéndose de la inevitabilidad, la causalidad y lo epifánico del
destino.
La característica de lo inevitable la sustenta el lenguaje profético del oráculo, razón para que cada dictamen sea ambiguo, impreciso y muy familiarizado con la poesía. El adivino no predice el futuro, más bien anuncia hechos que no podrán contradecirse. A lo sumo, posponerlos.
Por otro lado, la
causalidad está compuesta de temporalidad y espacialidad. Las causas demandan
que los efectos hagan lo suyo y en algún punto molesta, pero resulta
significativo. A la hora de la distinción, la gente no reacciona ni procede de
idéntico modo. Al contrario, diríamos que la causalidad toma un nombre, un
tiempo y un espacio que son detalles del destino.
De manera que más que una
búsqueda hacia la perpetuación de la especie humana, causa y efecto son estados
de movimiento y continuidad de un espíritu hacia la singularidad del otro.
Finalmente, lo epifánico,
término griego que significa mostrar o reflejarse por encima. Es la afirmación
de un fenómeno trascendental, provenga de una fuerza divina o no.
Aquella noche, el emperador
soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por los
jardines, bajo los árboles en flor. De pronto, una sombra se arrodilló a sus
pies y le pidió amparo y el emperador accedió. El suplicante contó que era un dragón
y que los astros le habían revelado que al día siguiente -antes de la caída de
la noche- Wei Cheng, el ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el
sueño, el emperador juró protegerlo.
Al despertarse, el
emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio y
entonces el emperador lo mandó buscar… Lo mantuvo atareado el día entero para
que no matara al dragón. Hacia el atardecer, el emperador propuso que jugaran
al ajedrez. La partida era muy larga, el ministro estaba cansado y quedó
dormido.
Un estruendo conmovió la
tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes que traían una inmensa cabeza de
dragón, empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron…
- Cayó del cielo. -
Wei Cheng, que había
despertado, lo miró con perplejidad y observó…
- ¡Qué raro! Yo soñé que
mataba a un dragón así. -
Cada destino adhiere a
secuencias de marchas y retrocesos, incluso los estados de reposo son
fundamentales en la continuidad temporal, pues para el destino no existen los
hechos aislados.
A fines de febrero
coincidí con una amiga en un local Bonafide, cerca de la estación Lanús. En la
curva de una distendida conversación, comentó que le atrae un tipo que es su
jefe y para mayor desgracia, está comprometido.
Hay quienes aceptan la
situación y adoptan una doble vida, otros no se la bancan y renuncian al trabajo.
¿Qué hizo ella? Fue a hacerse tirar las cartas.
La finalidad de la bruja
es proporcionar una tranquilidad a largo plazo. Para ello, la brujería emplea
la técnica del agujero en la media, esto es, no le va a pedir que la tire y
compre un par nuevo. No, harán todo lo necesario para convencerlo que es un
defecto de la tela, el último grito de la moda, un títere para divertir a los
pibes, etc. Es tomar el discurso de la consulta y reconvertirla en un
vaticinio. Impreciso, ambiguo, sí, pero alentador. Ante la incerteza, el
vaticinio no pierde vigencia. No importa que la persona que le gusta esté
enamorada de otra... Si le han dicho que lo aman a usted, no se aflija. Las
brujas no se equivocan.
Por supuesto, trate de no
reflexionar. Siga con sus actividades, vaya al trabajo y salga a divertirse. Al
cabo de muchos años sentirá que lo quieren. Lo cruzará al tipo tantas veces en
la oficina que confundirá la rutina con el falso determinismo…. ¿Cuál? El que
dicta que es lógico enamorarse del compañero de trabajo. O la vecina de la otra
cuadra. O del mejor amigo. O de una prima lejana.
Piense, ¿cuántos romances
progresan fuera de las categorías mencionadas? ¿Un 10%? Súmele los que sueñan
con galanes de novelas, cantantes de reggaetón, famosas que suben fotos semidesnudas
en las redes, presentadores de concursos. ¿Cuántos? ¿Un 1%?
Tampoco perdamos de vista
la infelicidad laboral, el triunfo más diabólico de la modernidad. El
capitalismo ha logrado inducir la obligación de salir a trabajar entre 10 o 12
horas para evitar la pobreza en la sociedad.
La prosperidad es la
diosa a la que se someten todas las fuerzas y rinden tributo todos los
talentos. En nombre del futuro, las acciones económicas, políticas y religiosas
cooperan para que los sujetos queden enmarcadas en actitudes productivas.
Porque el ser humano no puede no hacer nada.
Voltaire opina que la
prudencia establece la posibilidad del futuro, aunque a las filosofías modernas
es el desconocimiento el que lo establece… Nadie se preocupa de ahorrar para el
pasado, sino hacia el futuro.
La necesidad de un futuro
genera perturbación. Después de todo, ¿a quién cortejaremos cuando seamos
ineficaces, más improductivos y menos bellos de lo que somos ahora?
El consumo sirve en la
medida que desee vivir tranquilo y proporcionarse un cúmulo de banalidades.
Nunca para hallar el conocimiento de la complejidad. En la actualidad, todo es
sinónimo de frivolidad, de lo que no requiere esfuerzo, de risas y aplausos
fáciles, de lo que no madura.
Lamentablemente, lo complejo
hace perder el tiempo. Alcanza con ver la televisión. Ningún canal exige la
inteligencia del espectador, porque las propuestas complejas no dan rating.
Guarda, ¡nos divierte la simpleza! El inconveniente es que día a día ocupan más
y más espacios.
Los formatos digitales
también contribuyen a que la excelencia sea entorpecida por una difusión de lo
superficial, lo ocioso, lo grosero. Y si no, fíjese los estragos que ocasionan
y la docilidad con la cual ingresa la mediocridad en la argumentación y el vocabulario
cotidiano. ¡Dios mío!
No hay nada que hacer…
Ciertas renuncias alivian el peso de la anormalidad. La raza humana se nutre de
unos propósitos, unas mentiras, en fin, unas determinaciones ancestrales que
son indispensables para no entrar en el caos y la destrucción. Si algunas minas
no cayesen seducidas por los gerentes de la empresa donde trabajan, o si un
tipo no sintiese felicidad vendiendo tornillos y clavos en una ferretería y
soñase veranear algún día en Mar del Plata, pues, el suicidio en masa tendría
dimensiones bíblicas.
Sin embargo, todavía
resta algo peor… El hecho de enamorarse exclusivamente de la vecina, la mejor
amiga o la compañera de oficina nos acorta los horizontes.
5
Además de un notable
general, Anfiarao era gran adivino y le parecía insoportable, pues sabía que
moriría si aceptaba pelear en Tebas.
De acuerdo a Sófocles,
mientras los militares organizaban la estrategia en cercanías de la ciudad
enemiga, Anfiarao se las ingenió para esconderse. Y por un rato eludió el destino,
pero Polinices ofreció un collar de oro y diamantes a su esposa, a cambio de
revelar el lugar dónde se ocultaba su marido.
Polinices resolvió el
misterio y Anfiarao partió a la lucha, confiando que vengarían su muerte. Poco
después, en una persecución de carros y justo cuando estuvieron por liquidar a
Anfiarao, un rayo de Zeus abrió una brecha para engullirlo.
Dicen que Anfiarao obtuvo
la inmortalidad y un templo en la ciudad de Oropo, donde formula sus oráculos.
¿Los dioses hacen trampa?
¿O el destino es una trampa en sí misma? Antiguamente, ningún héroe ni doncella
escapaba del destino y oponerse a sus presagios, garantizaba una tragedia.
Claro, el dios griego no infería sobre el destino, pero provocaba la locura o
castigaba la indiscreción transformándolos en árboles, pájaros, manantiales,
etc.
Orión era muy hermoso y
el dios Apolo, hermano de Artemis, estaba indignado que ella subyugase a su
donaire. Sucedía que Artemis era diosa de la caza y protectora de la castidad.
Entonces Apolo la desafió a que acertase con su arco a Candaor, un hombre que
huía a la isla de Ortigia, tras haber seducido a Opis, una sacerdotisa de la diosa.
Artemis acertó en el flechazo pero el blanco fue Orión y su perro Sirio,
quienes murieron al instante.
Engañada y desconsolada
por la pérdida, Artemis reclamó a Zeus que Orión fuese trasladado al cielo y
convertido en constelación.
Orión no abandonó el
placer por la caza y algunas noches, si los vientos y las olas callan, es
posible oír ladrar a su jauría entre los cielos. Artemis lo sigue con su
antorcha y en el momento que se ocultan las estrellas… Sus miradas se
encuentran.
Podríamos considerar rápidamente
que la Cruz del Sur es un ejército de estrellas. Están por razones naturales y
no por un capricho de los dioses, aunque los griegos creían que el cielo era un
terciopelo negro, sin esas piedras preciosas que fueron sumándose lentamente.
Es que las estrellas son
hijas de la poesía, como toda fantasía de nuestra mente… No existen. No, pero
el alma las ven dibujadas. En verdad, lo que nos parece una tela, es un cielo
aplanado, profundo e infinito. Si viésemos las estrellas que configuran Orión
con una mirada científica, seguramente nos resultaría una aburrida y fría serie
de figuras astrales, desparramadas, sin conexión razonable.
Por eso las
constelaciones son puro pensamiento, puro lenguaje, puro énfasis o pura
perspectiva. Las alegorías mueven al mundo.
El destino griego es
poético, es decir, el héroe no se salva del peligro ni la muerte, sino que es
transformado. El dios Zeus no erige a Orión en una constelación, en realidad
convierte su belleza en un recuerdo. Restituye al otro en una metáfora y
corresponde que sea virtuosa, inteligente y refinada. Jamás con el vuelo
gallináceo del piropo.
Yo suelo discrepar entre
causalidad y casualidad. La primera tiene el rigor de la poesía. El Ragnarök no
es la solamente la muerte de los dioses nórdicos. Es el fin de las ligaduras,
la caída de las máscaras. Una furiosa tempestad, precipitando deliciosas y
amargas verdades.
La trampa no es que vamos
a morir, a pesar de la metáfora. Está el que canta y el que oye. El que esculpe
y el que admira. El que escribe y el que lee. La metáfora es el deseo de
conectar con el otro a través del arte. A pesar de la muerte.
La casualidad actúa
diferente. Vencido el sentido de apreciación y la percepción resentida, es
irremediable atropellarse a cualquiera. Es el caso del señor que utiliza el
mismo colectivo para ir al trabajo. Un día sube alguien desconocido y rompe las
reglas. Creerá que se trata de un aviso del destino, pero desciende unas varias
paradas antes y sus rastros desaparecen para siempre.
Desfila el tiempo y nada.
Comprende que aquello ha sido una trampa. Una mala jugada del destino.
Sin embargo, la
casualidad produce una suerte de enamoramiento por delegación, es decir, una
vez quebrado el flujo de la rutina, instala una nueva… La esperanza que suba
otro extraño.
Hay que ser cuidadosos y
no confundir la desesperación, porque con el hábito a cuestas, uno cae en
trampas vulgares y entonces le parece ver al amor en todas partes. Y para el
destino, la indistinción es una cualidad imperdonable.
Por lo tanto habrá que
ponerse una mano en el corazón y admitir que muchas veces se quiere sitiar la
soledad como sea. Y déjeme decirle que en cuestiones amorosas, la resignación
es de segundo orden.
El buen poeta dirá que la
belleza es una trampa del destino, hasta que advierte que la belleza de la
mujer amada encierra una intensidad mayor que la metáfora del destino… Pero eso
lo dirá un buen poeta.
6
La Ilíada empieza
narrando la cólera de Aquiles y su negativa a combatir porque Agamenón le
arrebata a Briseida, viuda del rey Mines de Lirneso.
Al no luchar Aquiles, los
troyanos expulsan sin dificultades a los enemigos hacia la playa, provocando
una inminente derrota griega. En medio de la confusión, Héctor mata a Patroclo.
Odiseo corre a contarle la noticia a Aquiles. Este vuelve a la guerra, furioso.
Mientras, los dioses
comprueban el destino sobre la balanza y el platillo de Héctor, declina.
Pronunciado el dictamen, Apolo le retirar toda ayuda divina. La resistencia se
derrumba y el ejército abandona a Héctor en las puertas de la ciudad.
Príamo suplica una última
intervención y Apolo lo cubre en una nube. Cansado de escapar, Héctor resuelve
enfrentar a Aquiles. Una maniobra inoperante, porque Zeus infunde un terror
soberano en su alma y sale rajando. En plena huida aparece Deífobo, uno de sus
hermanos, pero es un fantasma… Y Aquiles lo atraviesa de un lanzazo.
A lo largo de la epopeya,
el peso de las acciones sella la razón del ser. Para Héctor, la defensa de un
pueblo y en Aquiles, la redención de su amigo Patroclo. Sábato afirmaba que el
arte clásico es el relato del hombre y lo inexorable.
Dentro de la Ilíada, ni
dioses ni hombres, ni troyanos ni aqueos ceden a la proximidad de un desastre.
Acaso eso también sea destino… La clave que encamina al guerrero a la poesía y
al poeta al heroísmo. Por eso son tan conflictivas las relaciones humanas.
El principal error es
profesar un equilibrio que solo sucede en las películas románticas, pues el
conflicto es inherente al comportamiento. Particularmente en el discurso
amoroso, ya que no existe la armonía. No hay amor en equilibrio y tiene que ver
con los gradientes. Se mueve por diferencias. Por los vaivenes. Como los
vientos y las diferencias de presión. Y entonces, por rivalidad, prejuicios,
envidia, etc., estalla la guerra… Los sentimientos siempre crean sus
antagonistas, propios y ajenos.
Menipio Licio era un
mancebo que encontró en el camino de Corinto a una hermosa mujer. Ella lo tomó
de la mano y al regresar a su casa, confesó su origen fenicio. Rato más tarde
le prometió que si la viese bailar y cantar, nada ni nadie estorbaría su amor.
Menipio Licio, viéndola
placentera y hermosa, no supo moderar sus pasiones. Decidió quedarse con la
fenicia y casarse con ella.
Entre los invitados a la
boda estaba Apolonio de Tiana, quien comprendió en el acto que la mujer era una
serpiente, una lamia y su palacio y muebles, simples ilusiones. Al verse
descubierta, ella echó a llorar y le rogó a Apolonio que no revelara el
secreto. Sin embargo, Apolonio batió todo y ella y el palacio huyeron. Como los
sueños al despertar.
La belleza es para el
enamorado lo que su imaginación convierte en verdad y no puede sino creándose
una fantasía semejante. Por lo tanto, discutir el vínculo de lo bello con el
cuerpo que la proyecta, es menos físico u óptico, que mágico y poético.
Recientemente encontré
una explicación muy bella acerca de los desiertos árabes. Cuentan que durante
la Creación, Dios envió un ángel con una bolsa de arena a desparramarla
alrededor del mundo. Sin embargo, el diablo la agujereó y gran cantidad de
arena se perdió justo al atravesar Arabia.
A cambio del problema,
Dios entregó algunos dones como un cielo lleno de estrellas, el turbante, la
espada, el camello, el caballo y la palabra… La palabra, nada más ni nada
menos. ¿Y por qué puede ser reveladora la palabra? Porque contiene la esperanza
de la comunión. En Arabia, la palabra es el otro.
En los desiertos no hay
palacios ni puertas, hay simplemente tiendas. Así que no es una cuestión de
pensar cuánto le abro al otro… Invade. El otro llega y no pide permiso. Entra,
nomás. ¿Y no ocurre en el amor?
Naturalmente, su
intromisión es una disposición del alma, con un agregado… Exige reinvención. Y
en el fondo, hay decisión. Uno puede utilizar al otro como un objeto de
desarrollo, o abrirse para que nos lleve puestos, nos transforme y en ese acto,
nos libere.
Por eso construir el odio
no es una tarea de mandarines, mentes barrocas, ni espíritus retorcidos. Lo
difícil es la comprensión, sobre todo en tiempos violentos como los que corren.
Las ciencias duras
analizan los hechos, pero la poesía existe para hacernos upa y salvarnos de los
procesos insubstanciales y descoloridos de la sociedad, porque el amor sucede y
carece de explicaciones biológicas o medicinales. Solamente describírselo
nombrándolo, recortándolo, enmarcándolo.
La metáfora es una
excelente manera de estimular la fe en el destino. No existe otra. Así que le
propongo que hagamos esto… El universo nos necesita. Usemos las fuerzas de
todos los magos y adivinos. En el peor de los escenarios, moriremos en nuestra
ley, justo cuando morir no nos importe… Justo cuando seamos inmortales, a
partir del primer beso.
En un cielo lejano, pleno
de vagas estrellas y fuego diamantinos, vive la mujer que incendia mi corazón.
7
El amor gira en torno a
una esperanza, pero es imprescindible la manifestación del otro. Puede suceder
que haya sonado el teléfono y estaba en el baño, golpearon la puerta y había
ido al kiosco, etc. Son dilaciones involuntarias y accidentales que tienden a
desacelerar el goce, sí, pero de ningún modo a detenerlo.
Si la esperanza consiste
en resistir un siglo, pero al fin viene… Fenómeno, habrá que resistir un siglo.
En cambio, si está
enamorada de otra… Esa espera ya no será parte de un goce, sino de una
tortura.
Los harenes estaban
habitados por las sirvientas o cariyeler, que no tenían contacto con el sultán
y las privilegiadas o gedikiler, seleccionadas por su hermosura o talento. Los
eunucos los custodiaban.
Cuando el sultán elegía
una concubina, la nombraban gözde y le preparaba la cita con el sultán. Si la
noche fue exitosa, se convertía en odalisca. Por su parte, si ella le daba un
hijo, pasaba a ser birincie kadin y sultana del harén, tras la continuación de
su hijo en el trono.
El cambio de sultanato
renovaba el harén por completo, es decir, cada harén era propiedad del sultán
-y a veces tan vasto- que una concubina pasaba una vida entera sin conocer al
sultán.
La muerte del sultán
suponía enviar a las concubinas al Eski Saray o Palacio de las Lágrimas, donde
eran olvidadas. También iban las que perdían su belleza o al menos era la tarea
pertinente del eunuco que manejaba el placer en el harén.
En plena decadencia, el
sultán disfrutaba reunirse con sus ministros en el patio interno del palacio y
oírles recitar aventuras de semidioses o leyendas poco recordadas. Pero una
tarde eligió pasear por el Eski Saray, cuando reparó en una concubina llorando
sin consuelo. Quiso acercarse y darle consuelo.
- Entiendo que tuve el
poder para provocarle esta angustia del abandono. Si desea, ordeno que la
lleven de regreso al harén.-
- Demasiado tarde, mis
lágrimas saludan los años de juventud y encanto. Quiero soñar que no es tarde
para el amor. Quiero pensar que todavía no se han abierto las puertas del destino.
Aún sueño que soy hermosa. -
- Pasemos de largo la
neblina de la coincidencia y véngase conmigo al harén. Vivamos los sueños del
ayer.-
- Yo sé que el tiempo no es
más fuerte que el desamor, pero permítame decirle que no hay coincidencia, sino
ilusión de coincidencia.-
- Usted está esperando la
verdad. ¡Basta de soñar! Es momento de confesarle mi deseo y mi deseo dicta que
usted es muy agraciada.-
- ¡Ay si hubiese forma de
convencerme! Para que los fusibles cósmicos no estallen, está resuelto que los
hombres transiten sus vidas lo mejor que puedan y se conformen con aquello que
les toque en suerte.-
En un acto de descontrol,
el sultán la tomó y la besó. La concubina deshizo sus abrazos y huyó entre el
silencio de los corredores del Eski Saray. Intentó alcanzarla, pero un manto de
luz ganaba la oscuridad.
El sultán sintió un extraño
vacío en su alma y desplomó sin vida.
Ante la terrible noticia
-a saber, que no lo aman- la mejor recomendación es desarmar el paraíso que
edificó alrededor suyo. Conviene retirarse en silencio, sin escándalos, ni
remitir ofensas. Sin caer en la prepotencia, arrojarle piedras a la casa para
que lo reciba, ni asfixiar con lamentos telefónicos a cualquier hora, etc.
Mire, no haga nada de
eso. Primero por respeto al ser amado, después, por respeto a usted. Pero,
¿sabe por qué? Para impedir la condición de intruso. Eso es determinante.
Detrás de una puerta cerrada, usted es un intruso y no debe haber actitud tan
deslucida como insistir en golpear puertas que jamás intentaron abrirse.
Ahora bien, podrá
retrucarse que al enamorado le gusta ser insistente, es muy terco en el rechazo
y ni hablar si proviene de alguien que le importa mucho, mucho, pero muchísimo,
¡eh! A ver si somos claros… M-u-c-h-í-s-i-m-o.
Y enseguida responderé,
sí. Sí, señor. ¿O por qué cree que las retiradas del enamorado suelen tener una
velocidad tortuguesca? Porque nadie quiere alejarse de los lugares que
ama.
De nuevo, el amor rebasa
de dicha, en tanto el otro participe. Si no, no. Por mucho empeño que dispense.
Por mucho que obsequie. Por mucho que prometa. Cuando no existen pruebas
concretas y visibles alrededor del foco de su deseo, el enamorado transita un estado
de desinflación y desaliento.
K'uai estaba ansioso por
ser adulto. Sus padres le prometieron obsequios e incluso habían previsto la
inscripción a la carrera de los honores administrativos. Pero aquel día tardaba
en llegar y K'uai no soportaba tanta dilación.
Una noche apareció un genio
con un ovillo de hilo sedoso. Le explicó que el ovillo sorteaba la espera del
destino. Cuando quisiese que pasara, solamente necesitaba soltar un poco de
hilo, que es el tiempo y así, el futuro se haría presente. Eso sí, debía usarlo
con cuidado.
El joven aceptó el obsequio
y ganó la mayoría de edad, al tirar del hilo. Volvió a hacerlo y en una fiesta
deslumbrante, conoció a una hermosa joven. Aflojó el cordel y pronto sus
esperanzas de amor se cumplieron. Hubo promesa de casamiento y K'uai desenrolló
el ovillo para que llegase el día de la boda. Nuevamente para que naciera su
hijo y verlo crecer.
Vinieron otros hijos y sus
hijos tuvieron hijos y sucedió sin esperas de destinos. Todo gracias al ovillo
prodigioso.
Una tarde, viejo y enfermo,
quiso soltar un poco de hilo para aliviar sus dolores y el cordel había
terminado. Entonces apareció el genio, que era una criatura demoníaca y le
dijo…
- Te recomendé que lo
usaras con prudencia. Tu vida acabó. -
K'uai murió. Desde su
primer encuentro con el genio había pasado un mes.
K'uai no tuvo la
suficiente sutileza de percibir su condición efímera y no hay peor cosa que
considerarse eterno, siendo que estamos forjados con materiales sensibles y
fugaces.
La ansiedad es el
ingrediente que tiene el destino por antonomasia y no precisa ni alterar ni
desfigurar la realidad, solo reproducirla a su gusto. El ansioso quiere conocer
al otro y halla libradas sus conductas, por torpes o ridículas que parezcan.
Y es una idea muy hegeliana,
pero es la parte activa de la relación. El ansioso alucina o divaga en proezas
que difícilmente haría en una ocasión diferente o delante de otra persona que
no le importe.
Bien, pero a veces no es
sencillo adquirir indicios, datos, evidencias, en fin, alguna confesión que le
aclare el camino al enamorado. ¿Qué hace? Supóngase, se dio cuenta que todo fue
una falsa apreciación. ¿Qué hace para justificarse? Acomoda al otro en la
estantería de los amores imposibles. ¿Entiende? Que alguien le parezca estar
haciéndole perder el tiempo, da por concluida la discusión, el esfuerzo y sobre
todo, una esperanza de amar… Lo
inalcanzable –o supuestamente inalcanzable- nos tranquiliza, nos ordena, nos
preserva del conflicto.
Lo arduo de conseguir en
el amor es la certeza. Por lo cual, si no hemos realizado un mínimo avance, si
no movimos un poquito las emociones del otro… El consejo es estarse quieto. Un
consejo inútil, por supuesto, porque uno busca certezas. Y las busca en todas
partes, incluso tropezándose con el miedo de aceptar que otros han conseguidos
mejores victorias que usted y en menor tiempo. Gente que triunfa de taquito,
sin demasiadas vueltas. Sin vestir una relación amorosa con juegos
poéticos.
La sospecha en el amor es
el hilo del arco, por eso ande con cuidado, mantenga bajas sus armas para no
matar ni herir a nadie. Eso sí, en cuanto tenga la certeza, tense el hilo,
suelte y dispare la flecha. Y mate. Pero mate con ese carácter ígneo y
encantador del flechazo. De esos que ocurren una o dos veces. Y descuídese si
tiene que marchar preso… Quizá en el ínfimo peldaño -que por comodidad
denominan locura- nos espera el amor que venimos buscando.
8
Alrededor de la mitología
nórdica vagaban las nornas, señoras del destino y al igual que las moiras
griegas, no dependían de los dioses. Eran incuestionables y las leyendas
destacaban que ni el poderosísimo Odín conocía el alcance de sus decisiones.
Pero hubo un período que se ignoraba el destino y ocurrió en la Edad de Oro.
En aquel reino de lo simple
y de la inocencia, nadie temía la brevedad del tiempo ni al implacable peso de
la muerte. Los dioses podían querer sin presentir… La dulce y bella ingenuidad,
del que ama sin pensar en lo que vendrá. Del que siente en su alma la
intensidad de un amor y no piensa que el desengaño acecha a cada paso.
Sin embargo, cuando la
malicia y el pecado crecieron en el Asgard y en el corazón de los dioses,
recién ahí afloraron las nornas y el destino.
Las nornas fueron Urd,
Verdandi y Skuld. Hijas del gigante Norvi, vivían en los arrabales del
manantial Urdar, cerca del fresno Yggdrasil. Simbolizaban pasado, presente y
futuro, respectivamente. Alimentaban a dos cisnes que habitaban las aguas del
manantial y se sospecha que son predecesores de la raza.
A las nornas les gustaba
tomar sus plumas y surcar lagos y ríos y pronosticar el futuro o dar consejos a
los humanos. Además, viajar y entonar canciones solemnes.
Los mitógrafos están
divididos. Algunos apuntan que su función consistía en advertirles a los dioses
de eventuales males, pedirles que actuaran correctamente en el presente y
aleccionarles a los hombres sobre el pasado.
Otros, que trenzaban los
hilos del destino, regaban a diario el Yggdrasil y colocaban tierra fresca en
sus raíces para mantenerlo verde.
Por último, los que
decían que las nornas velaban las manzanas doradas que colgaban del árbol de la
vida, la experiencia y el conocimiento, consintiendo a que Idunn las entregara
a los dioses para renovar su juventud y belleza.
Las nornas hilaban en
telares tan extensos, que, mientras una norna tejía en la cima de una cumbre,
en el extremo occidental, otra estaba en el extremo oriental. Las hebras de su
trama eran similares a cuerdas, de diversas tonalidades según los
acontecimientos y una hebra de color negra que presagiaba la muerte.
Aparentemente no tejían
sus deseos, sino bajo los deseos de Orlog, que era la ley eterna del cosmos y
que al parecer no tenía ni principio ni fin.
Como alegorías del
tiempo, encarnaban particularidades distintas. Urd tenía un aspecto viejo y
decrépito y siempre mirando hacia atrás, absorta en sucesos y gente del pasado.
La segunda hermana,
Verdandi, joven, atractiva y audaz y miraba al frente.
Skuld era el futuro.
Usaba un espeso velo y su cabeza girada en oposición a Urd, sosteniendo un
libro o pergamino que aún no había sido abierto o desenrollado. Tanto Urd como
Verdandi, eran muy benéficas, pero Skuld a menudo deshacía su trabajo a jirones
y esparcía los restos al viento.
Los dioses las visitaban
a diario para consultar y solicitar ayuda, ya que ellas respondían a sus
inquietudes, aunque silenciaban respecto al destino de algún dios. Quiere decir
que además de desconocer el destino de las cosas, los dioses tampoco conocían
el suyo.
Añadiría lo siguiente…
Nornas y moiras cumplen la segunda ley termodinámica, que es la que dice que
todo tiende hacia un equilibrio.
Imaginemos que un vaso
cae al piso y entonces, por muy poderoso que sea un dios griego o nórdico, su
omnisciencia le niega transgredir el destino del vaso. No solo porque haría
peligrar el orden del universo, sino que ese es el orden del universo. Así son
las cosas. Los vasos se rompen sin relación de voluntades divinas y terrenales.
Suceden por torpeza, nada más.
En una ocasión, las nornas
visitaron a un noble que iba a tener a su primer hijo. La primera ingresó a la
habitación y le prometió belleza y bravura al niño. La segunda bienestar, pero
en su curiosidad, los vecinos empujaron de mal modo a la tercera y entonces
dijo que los dones concedidos por sus hermanas serían inservibles… Decretó que
el niño viviría tanto tiempo como el cirio -que ardía al lado de la cama-
tardara en consumirse. Estas palabras aterrorizaron a la madre, pues el cirio casi
se había consumido.
La primer norna no podía
obligar a su hermana a retractarse, pero apagó la llama del cirio y se lo
confió a la madre. Asimismo pidió que lo guardara y que nunca lo encendiese
hasta tanto su hijo estuviera hastiado de la vida.
El niño creció hermoso,
valiente y próspero y cuando tuvo suficiente edad, su madre le contó la
historia de la visita de las nornas. Luego colocó en su mano el pedazo de
cirio, no sin advertir lo que pasaría si lo encendiese.
Varios años más tarde, sus
padres murieron y miles de héroes envejecían. El muchacho resaltaba en varias
batallas y vivió 300 años, joven y vigoroso, cantando hazañas heroicas y
participando de enormes gestas junto a poderosos guerreros.
El paso del tiempo le hizo
ver cómo la creencia en los antiguos dioses era sustituida por las enseñanzas
de los misioneros cristianos. Un día llegó a la corte del rey Olav Tryggvesson,
el cual había adoptado la costumbre del bautismo. Y deseoso de convencer a su
gente que los tiempos de las supersticiones quedaron atrás, el rey lo obligó a
encender aquel cirio que por siglos y con sumo cuidado estuvo guardando.
El muchacho observó la
llama parpadear y ni bien se apagó, cayó al suelo sin vida. Casi como un
consuelo de ultratumba demostró que a pesar de la Cristiandad, todavía creía en
las predicciones de las nornas.
El que anhela un
encuentro de comunión con el otro, tiene por delante la ausencia, la distancia
y el silencio como circunstancias abrumantes... Las penas de amor son eternas y
es el costo a pagar por ser mortal.
Me parece que lo único
que prevalecerá en el alma, más que asegurarse una salvación religiosa, es
haber alcanzado a lograr un puente poético que nos vincule con el ser amado.
Esa es la razón por la
que algunos compongan música, pinten cuadros, cultiven obras teatrales,
escriban libros, moldeen estatuas o sigamos habitando un blog tan deshilachado
como este, pensado bajo una tenue luz de esperanza.
Yo no quiero resignarme,
porque estaría desacreditando mi tristeza. Necesito la tristeza para recordarme
que sigo vivo –y más importante- para saber a quién sigo amando. Quiero
guiñarle un ojo al destino y en un destello hallar el nombre que guardo
profundamente, desde una eternidad. Quiero rodearme en un mundo de complicidad
y reír y llorar, a pesar que la vejez y la muerte han dejado de ser sensaciones
lejanas.
A medida que estos
enemigos comiencen a cercar nuestros pasos, deberemos hacer lo que mejor
sabemos hacer… Adueñarnos del cielo, porque el destino es una inflexión
poética, un estado de inconciencia que abre sus alas y vuela por encima de cómo
nos aseguran que son las cosas.
Amamos un destino que no
está relacionado con un mandato social, un deseo de mitigar la soledad, ni una
necesidad de vengar viejas cicatrices. En absoluto. Le juro que lo que siento
ha dejado de tener tiempo y espacio. Voy detrás de una belleza, que tiene el
perfume del milagro.
9
El rey de Anatolia tenía
tres hijas. La menor se llamaba Psique y su belleza despertaba puras devociones
y tributos, dignas de los dioses. Y esto ofendió muchísimo a Afrodita, la diosa
de la belleza y la sexualidad, así que decidió castigarla.
Llamó a su hijo Eros y
pidió que infundiese en Psique una pasión incendiaria por alguien que sea
indigno de la belleza que tanto disfrutaba.
Eros fue a un jardín y sacó
agua de dos fuentes. Llenó un vaso de agua dulce y el otro con agua amarga.
Invisibilizó su cuerpo e infiltró el cuarto de Psique. Luego empapó la punta de
su flecha con gotas de agua amarga y le tocó el costado, pero ella despertó y
en la confusión, Eros se hirió a sí mismo. Angustiado por reparar el daño, Eros
derramó unas gotas de la dicha sobre su propio pelo.
Desde entonces, ningún rey,
noble o plebeyo le pidió matrimonio a Psique. Las hermanas mayores, en cambio,
de medianos y dudosos encantos, estaban casadas con príncipes. En la soledad de
su habitación, Psique vivía apenada y pensando que aquella belleza que tantas
alabanzas recibía, ninguna despertaba el amor.
Sus padres consultaron al
oráculo de Apolo y el oráculo señaló que no estaba destinada a mortal alguno,
sino a un ser monstruoso que habita en las montañas.
Marchó a reunirse con su
futuro esposo. Céfiro, el dios del viento del oeste y mensajero de la
primavera, levantó su cuerpo en el aire y la depositó en un bosque en el cual
podía divisarse un majestuoso palacio. Psique oyó voces que indicaron la alcoba
y después de una fastuosa cena, Psique fue a dormir.
A todo esto, Psique
desconocía al supuesto esposo, que frecuentaba la oscuridad y huía apenas
amanecía. Le rogaba que se quedara a su lado y dejase ver, pero no quería.
Entonces una noche visitó a sus hermanas quienes aconsejaron una lámpara y un
cuchillo para matarlo.
De regreso al palacio,
esperó la oportunidad y cuando entró en un sueño, lo alumbró y comprendió que
no era un monstruo, sino el más bello de los dioses. Quiso inclinarse y
observar más de cerca, pero derramó una gota de aceite de la lámpara sobre las
alas de Eros y sin mediar palabra, salió volando por la ventana.
Psique llenó sus
pensamientos con tristes lamentaciones, mientras el palacio y todo alrededor
desaparecía. Quizá en el adiós haya una certeza… El amor no puede coexistir
junto a la desconfianza.
Regresó a su casa y contó a
sus hermanas lo sucedido. Sin embargo, ellas pensaron que tal vez el dios
preferiría a alguna como amante… Invocaron a Céfiro para que las condujera
hacia Eros, pero Eros no las retuvo y cayeron al vacío.
Deméter le aconsejó rendirse
a Afrodita y aceptar las consecuencias. Y así fue. Se presentó ante Afrodita y
muy enojada, le encomendó visitar el Inframundo para que Perséfone envíe
belleza, pues aparentemente la diosa había perdido un poco de la suya.
En efecto, Perséfone colocó
parte de sus cualidades en una caja, a condición de no abrirla y mirar el
contenido. Psique recuperó el ánimo y volvió al templo de Afrodita. Varias
veces estuvo tentada de abrir la caja y vestirse con los atributos de Perséfone
y borrar sus ojeras, fruto de lágrimas derramadas. Pero en su interior solo
había sueño.
Subió a la cima más alta de
una montaña y llamó a su amado. Eros la encontró triste y sufriendo. Le parecía
más hermosa que antes. Pudo sentir la magnitud del sacrificio que había
realizado. La belleza de aquella alma le enamoró más.
Finalmente, Eros congeló la
edad de Psique. Le borró su pasado y no envejeció jamás, porque… Bueno, porque
el amor, rejuvenece.
Pensaba en ese agrado
celestial y divino que despierta un presagio… Le sucede algo que está
relacionado con el otro y de pronto queda en un estado de alerta.
Esto significa que la
revelación completa la metáfora, porque no hay piezas sueltas ni aisladas. Lo
que hay es un milagro revolviendo su escenario. Por eso el presagio consta de dos
partes, a saber, la primera es el presagio propiamente dicho y la segunda es
rebote del presagio, es el eco del presagio que se da con el cumplimiento y le
da sentido a lo que venimos elaborando en el caldero mágico de nuestras mentes.
Pensaba en los que
cumplen los presagios de manera voluntaria y que por su entusiasmo,
conocimiento, belleza y determinación son a sí mismas, el presagio. Aparece
ante sus ojos y recibe el poder que tiene o puede tener o va a tener sobre
usted.
Para terminar, pensaba la dedicatoria y es inevitable no volver a la Antigua Grecia y al desastre que provocó la decisión de Paris. Y ocurre una cosa muy fascinante… Se mueven las bisagras de la puerta y usted está pasando al otro lado. Y como en el amor son frecuentes las oposiciones, justamente, ese es el momento en el cual uno debe convertirse en Aquiles.
Nacho
30 de Marzo de 2020