El rey Billing quedó muy consternado cuando un oráculo predijo que una
gran fuerza invadiría su reino. Él estaba viejo para luchar. La única
descendencia, su hija Rinda, rehusaba a escoger un marido y a través suyo,
proporcionarle una ayuda contra los invasores.
Un día recibió la visita de un desconocido, un hombre vestido con largo
manto oscuro y un sombrero que disimulaba la falta de un ojo. Billing contó los
pesares y este ofreció a encabezar un ejército.
Desde luego, quienes conocen la mitología nórdica saben que aquel
extraño personaje no era otro que el dios Odín… Así que no pasó demasiado para
que obtuviera la victoria. A cambio solicitó a Billing el permiso para cortejar
a Rinda. Billing aceptó y sin revelar su identidad, Odín se presentó ante
Rinda. Ella declinó su propuesta y lo abofeteó al intentar besarla.
El siguiente plan de Odín fue asumir el papel de un herrero que
fabricaba costosos ornamentos en plata y oro. Y los multiplicó tan hábilmente
que Billing no dudó en ofrecerle la mano de Rinda… Odín volvió a fracasar.
La tercera vez se presentó disfrazado de guerrero, pues imaginaba que un
joven soldado conquistaría el corazón de la muchacha. Error… Nuevo rechazo. Muy
encolerizado, Odín profirió un hechizo y Rinda cayó rígida en los brazos de sus
sirvientes.
Al rato, Rinda recobró el aliento y vio que su pretendiente había
desaparecido. Pronto comenzó a dar muestras de una profunda melancolía. Los
médicos no pudieron hacer nada… Permaneció pasiva y triste, hasta que una
anciana llamada Vak, ofreció la única cura posible.
La anciana - en verdad, Odín disfrazado - propuso que Rinda debía
permanecer bajo su cuidado exclusivo, es decir, se trataba que no presentara
resistencia alguna. Y así fue cómo, a condición
de que aceptara casarse con él, Odín la liberó por fin del hechizo.
Algunas veces nos confundimos con el esfuerzo
inútil y el encono pertinaz... Somos quienes no queremos ser y queremos
ser quienes no somos.
La idea del alma y el traspaso a una nueva
identidad tuvo gran éxito en la India. Voltaire imaginó el rechazo de los
pitagóricos, brahmanes y caldeos que creían en las transformaciones. Ni que
hablar de los dioses egipcios -que por cierto- conformaban una extraña
colección de animales.
En la mitología Siria, la
diosa Derceto estaba casada con el dios Hadad y la representaban en forma de
pez con cabeza, brazos y pecho de mujer. La leyenda cuenta que Derceto ofendió
a la diosa Venus y entonces le inspiró una pasión ciega hacia uno de sus
pastores. De aquella unión nació una niña llamada Semíramis, que luego abandonó
en un desierto para que muriese. Mandó a liquidar al pastor y se arrojó a la mar
dispuesta a quitarse la vida, aunque los dioses lo impidieron. De ahí viene su
transformación anfibia.
Por su parte, unas palomas
rescataron y cuidaron a Semíramis. Más adelante fue reina de Babilonia. A lo
largo de los años conquistó Persia, Armenia, Arabia, Egipto, Libia y toda el
Asia hasta el Indo. Finalmente renunció al trono y lo cedió a su hijo Ninias y
desapareció del mundo, transformada en paloma.
La aparición divina, ¿es una presencia real o
una metamorfosis pasajera? Me parece que un dios no puede comunicarse con
nosotros, sino transformándose enteramente en hombre.
Es verdad que Zeus fue cisne para amar a Leda, pero
siempre toma la apariencia humana cuando desea dar órdenes, advertir sobre un
suceso, etc. Además, ¿cómo entender la voz de un dios que podría manifestarse
con el aspecto de oso, leviatán o caramelo Sugus?
Lo que ayuda a sostener las transformaciones y los
prodigios de esa índole, es el hecho de que así como una oruga cambia en
mariposa, un hombre puede mutar en lobo y correr y aullar en los bosques. Sin
embargo, la ciencia moderna desmiente todo y entonces, los lobos hechizados y
las ninfas transformadas en manantiales son guardadas en los estantes de las
fábulas.
La transformación es hija de la alegoría, digamos,
una miscelánea de signos y atributos operando alrededor de la persona. Para que
sea objeto de asombro debe presentar una cierta complejidad y rodeársela por un
halo de misterio. Como los actos de magia, la divulgación de un conocimiento
que permanece a la vista de la audiencia y otra parte, secreta y que tratará de
interpretar el más curioso de todos.
Por eso es menos prodigioso recitar de memoria la
tabla del 9 o regalar una caja de bombones a una señorita, que confesarle un
despertar de alas en su espalda, cada vez que piensa en ella.
El escritor Lewis Carroll declara en su cuento la
ilusión en la cual, Alicia desconoce de qué lado del espejo está parada. No
sabe si el Rey Rojo fue un sueño suyo o al revés. ¿Fue todo un sueño de Alicia?
¿Y si nos estuviese pasando lo mismo? Al fin y al cabo, ¿a quién no le gustaría
colarse en el sueño del otro y averiguar si siente algo por nosotros, justo
antes que despierte? Eso nos daría una pequeña luz de ventaja y seguir
alimentando la antorcha de la esperanza.
Soñamos mientras pasan los días, las semanas, los
meses, los años… La vida. Acaso, toda nuestra estructura física, psíquica y
emocional sea parte de un pequeño sueño. Esta última apreciación encubre otro
secreto a descubrir.
1
Hablemos de la metempsicosis.
Según la antigüedad, el universo es una armonía
sometida a la ley del orden y la proporción y en la que existe una energía
uniendo lo celestial y lo terrenal, lo divino con lo humano y donde los seres
vivos participan en comunidad.
La sabemos proveniente de la India, luego pasó por
el Antiguo Egipto y más tarde la introdujo Pitágoras en Grecia. Pero, ¿qué es
la metempsicosis? Es una doctrina que habla del tránsito del alma hacia otro
cuerpo, pues la creían encadenada y entonces era imprescindible un proceso de
expiación.
Para el pitagorismo representa la búsqueda de la
inmortalidad, por eso sus principios están basados en la reencarnación y
erraticidad del alma. Los acontecimientos precipitan en un proceso cíclico y
nada concluye en absoluto.
Los pitagóricos enseñaban que al abandonar el
cuerpo y antes de ingresar a otro diferente, el alma quedaba en una suerte de
espera intermedia. Recuérdese la visita de Odiseo al Hades y las almas de
sus amigos caídos en Troya, tristes, ensombrecidas, apagadas.
El propio Pitágoras juraba
haber ingresado a la región de los muertos y ser reenviado al mundo de los
vivos a ocupar un cuerpo diferente al suyo. Y así, fue Etálida, un hijo del
dios Hermes. El dios mensajero le regaló el don de recordar, con lo cual,
Pitágoras encabezó una abultada lista de señores… Después de Etálida fue
Euforbo, aquel lancero que hirió de muerte a Patroclo. Más adelante, Hermótimo
y Pirro, un pescador de la isla de Delos.
Aulo Gelio le agregó dos más…
Fue Pirandro y Alco, una conocida prostituta de la época.
Los griegos no maltrataban ni comían
animales, solamente los sacrificaban para solicitar un favor al dios o
agradecer su ayuda. En Fenicia consideraban sacrificables a los peores
animales, porque alojaban a los hombres más despreciables e indignos.
Al parecer, Pitágoras vio maltratar a un perro e
inquirió prudencia, pues creyó reconocer la voz de un viejo amigo suyo,
escondida entre los ladridos.
Varios filósofos también aseguraron vidas pasadas.
Parménides admitió haber sido una rama, doncella, ciervo y un mudo pez que
surgía del mar. En uno de sus tantos relatos, Platón describe cómo las almas
pretendían un nuevo destino, justo antes de beber de la fuente del rio Leteo,
cuyas aguas provocaban el olvido. Ahí estaba el rey Agamenón esperando ser
águila, Orfeo, un cisne y Odiseo, el más modesto de los hombres.
El río Leteo es el río del olvido y tiene
importancia para la reencarnación. De acuerdo a los pitagóricos, ingerir sus
aguas era olvidar la existencia anterior. ¿Y cómo hacemos para pagar viejas
culpas, vivir con remordimientos de otras vidas, suspirar por amores que han
dejado de querernos? Bueno, el Leto limpia los ayeres y uno queda limpito de
recuerdos.
Ésaco aprendió de su abuelo
Merope el arte de interpretar los sueños. Fue conocido por su gran amor a
Astérope, hija del río Cebrén. Cuando ella murió, Ésaco trató repetidamente de
matarse saltando desde un risco. Por fin los dioses se compadecieron y lo
transformaron en un ave acuática, permitiéndole así que satisficiera su
obsesión con mayor decencia.
Además de influir en las áreas artísticas y
del pensamiento, la metempsicosis fue correlato del orfismo, un pensamiento
religioso que asomó en Grecia en los siglos VII o VI a. de C., inspirado en las
que algunas fuentes consideran hindú.
El orfismo pretendía explicar el origen del hombre
y sus sufrimientos causados por la doble naturaleza, esto es, dionisíaca y
titánica. Sus adeptos sostenían que la reencarnación era un mal que se evitaba
mediante el ascetismo y así liberar lo dionisíaco del influjo de lo titánico.
En resumen, defendía un dualismo antropológico en
el cual, el objetivo de los hombres consistía en abolir el ciclo de reencarnaciones
y reunirse finalmente con la divinidad.
El credo órfico propuso una interpretación muy
innovadora para la época… El hombre es cuerpo y un alma indestructible que
sobrevive y recibe premios o castigos, más allá de la muerte. Este precedente
puede verse en Homero, que veía en el cuerpo humano al verdadero yo, mientras
que para los órficos lo esencial era el alma. El alma debía ser cuidada y
mantenerse pura hasta el momento de su salvación.
Hécuba mandó a Polidoro, su
hijo menor, a Tracia para que huyera del peligro que se avecinaba en Troya.
Después de la guerra, Odiseo tomó a Hécuba como esclava y partieron hacia
Tracia.
Una vez allí se enteraron que
Poliméstor había matado a Polidoro y Hécuba lloró y lloró, tanto, que los
griegos no la soportaron y la mataron. Casi como un colofón innecesario, los
dioses convirtieron su alma en una perra tras oírle aullar por la muerte de su
hijo Polidoro.
El cuerpo es un mero ropaje, un vestíbulo temporal,
una prisión o una tumba para el alma. Con la muerte, dicha envoltura terrenal
se desprende y avanza hacia el más allá. Quizá después reciba premios o
castigos, que pueden incluir reencarnaciones o metempsicosis, pero lo
importante será lograr la purificación definitiva y así reintegrarse en el
ámbito de lo divino.
2
La tradición del hombre, en
una constante fase de renovación, fue conocida
entre los pueblos celtas y de la Bretaña. Los druidas respetaban la naturaleza, sobre todo el conocimiento
dictado por los árboles viejos y sabios, que divulgaban sus propiedades
energéticas y medicinales.
En los primitivos tiempos de la India creían en el
tránsito del ser en sus distintos estados, tanto animal como vegetal, aunque
suscitó reacciones diversas.
Comúnmente, al hinduismo se lo vincula con el
concepto del karma y esto parece revelar el camino a la liberación del alma.
Sus leyes anuncian el final de la reencarnación, una vez adquirida la perfección.
Algo que prácticamente no ocurre nunca.
Voltaire explicó la razón dietética de los
brahmanes y el establecimiento de un régimen, ayuno de carne… Con ironía solía
decir que se inventó la metempsicosis para evitar el canibalismo.
Vishnu encarna la conciencia
divina en la India y está relacionado con sus avatares o vicisitudes.
Básicamente, los avatares son las cualidades o posibilidades para encarnarse.
Se cree que Vishnu tiene una decena de ellas para regresar entre nosotros y ayudar
a la humanidad.
La principal es Matsya, el
pez, forma que adopta para proteger del diluvio a Manu, el primer hombre.
Cuando encontró al diminuto
pez, este pidió que lo cuidase. Manu lo hizo, pero creció tanto que no tuvo más
remedio que arrojarlo al mar.
Muy agradecido, el pez
advirtió que construyera un arca, pues iba a producirse una inundación
desastrosa.
Al llegar la inundación, al
pez le creció un cuerno que Manu amarró al barco, utilizando como cabo a
Ananta, la serpiente del mundo.
De este modo, el pez pudo
remolcarlo hasta un lugar seguro.
La última vicisitud o avatar
de Vishnu aún no ha sucedido… Al final de los tiempos, la humanidad
habrá degenerado completamente. Visnú encarnará en Kalki, montando un caballo
blanco y alzando una espada de fuego, destruirá el mal y renovará el mundo.
La reencarnación está presente en las religiones
orientales como el hinduismo, taoísmo y el budismo, pues sostienen que el alma
nacerá en otro cuerpo, tras haber incursionado las formas vivas de la tierra y
lo hará con una personalidad más evolucionada.
Dentro de la India, es la ley de la causalidad
llevada al plano ético, es decir, el alma deambula de cuerpo en cuerpo,
sufriendo los resultados de sus actos. A diferencia de los griegos, el karma
tiene un significado moral, un valor ético. Es un acto metafísico que alberga
recompensas y castigos, porque el objetivo final es alcanzar el plano superior.
El libro de Manu eran preceptos de conducta e
incluía historias de encarnaciones. De modo que la metamorfosis configuraba una
fuente de castigos posteriores. Tales mutaciones variaban acorde a las
circunstancias del crimen, ejemplo, el asesino de un brahmán encarnaba en
perro, puercoespín, burro, camello, toro, cabra o un carnero. En cambio, si
robaba un vestido de seda, renacía en perdiz. Si robaba telas del Nilo, renacía
rana. Si robaba tejidos de algodón, renacía garza. Si robaba perfumes, renacía
ratón. Si robaba orégano, renacía pavo. Etc.
Krisna simboliza una de las encarnaciones del dios
Visnú y en otros, la expresión suprema de dios en el mundo.
En el texto Bhagavad-Gita, Krisna es un juglar cósmico y mago de lo existente, es
decir, son las apariencias y manifestaciones que difunden en la conciencia y el
pensamiento, la existencia del ser humano.
La diosa galesa Cerridwen
vivía junto a sus hijos, la bella Creirwy, Afagddu, un muchacho muy feo y
Morvan, fuerte y valiente en las batallas. Para compensar la condición de
Afagddu, su madre decidió dotarlo de inteligencia y conforme a una receta
extraída de los oscuros libros del mago Vergi, hirvió inspiración y sabiduría a
fuego lento.
Mientras recolectaba hierbas
mágicas le encargó a Gwion, hijo de Gwreang, que revolviese la caldera. Pero
unas gotas ardientes saltaron sobre un dedo y lo llevó a su boca. De inmediato
conoció el significado de las cosas pasadas, presentes y futuras. Sin embargo,
este conocimiento le advirtió a Gwion de las verdaderas intenciones de
Cerridwen, que eran matarlo, ni bien terminara su tarea. Y entonces hizo lo que
hubiéramos hecho nosotros… Salió rajando. Ni bien regresó, adoptó el aspecto de
una horrible bruja y fue detrás de él.
Con Cerridwen pisándole los
talones, Gwion aprovechó las facultades recibidas y fue transformándose en su
huida… Alteró su cuerpo en liebre y para no perderle el paso, Cerridwen fue
lebrel. Luego se sumergió en un río y mudó en pez… Pero ella en nutria. Él voló
los cielos como ave y Cerridwen, halcón.
Al final encontró un granero y
se transformó en un grano de trigo, pero ella fue gallina negra y escarbando
con las patas, halló el grano y lo tragó.
Al volver a su condición
natural, Cerridwen estaba embarazada de Gwion. Nueve meses después, lo dio a
luz en forma de niño.
Borges piensa que la conducta del hombre, su
destino y el alma son efectos de un dictamen superior. En tal sentido, lo
humano depende de múltiples factores -y por concluyentes- dejan muy poco
espacio a la libertad personal.
Podríamos añadir que todos los destinos, al igual
que las jugadas con naipes, tienden a repetirse cíclicamente… Yo hago fuerzas
para que Borges esté equivocado.
3
El recurso artístico por excelencia, principalmente
en la cultura griega y romana, es la metamorfosis. Nada atrajo a poetas y
escultores como la posibilidad de ser otro.
Éaco era hijo del dios Zeus y
de la ninfa Egina y nació en una isla despoblada, debido a una terrible plaga
que envió la diosa Hera.
Para que no estuviera solo,
Zeus oyó sus súplicas, tomó las hormigas que habitaban el interior de un roble
y las transformó en humanos. A este grupo de valientes hombres se los conoció
con el nombre de mirmidones, aquellos que irían a la Guerra de Troya bajo el
mando de Aquiles.
A diferencia de la metempsicosis en la India,
los griegos tenían instituciones para el alma. Los Campos Elíseos fueron una
suerte de paraíso griego. Un vez que alguien moría, descendía al Inframundo y
dependiendo del favor divino, accedía a los Campos Elíseos. Huelga aclarar que
estaban reservados exclusivamente para héroes y virtuosos.
El Inframundo era el reino del dios Hades y se
describe debajo de la tierra. Allí consumían el tiempo las almas, condenadas a
vagar como sombras por toda la eternidad.
La metamorfosis era propiedad de los dioses y las
divinidades menores, frente a las acciones de los mortales. Castigaban la
jactancia, el descuido al honrarlos, una visión desafortunada, etc., pero no
tenían autoridad sobre la vida. Cualquier decisión en ese orden estaba a cargo
de las deidades del destino.
En una ocasión Acteón, hijo de
Aristeo, estaba recostado en una roca, cerca de Orcomenes. Pronto vio a la
diosa Artemis bañándose en un arroyo y se quedó contemplándola. Para que luego
él no se jactase ante sus compañeros, Artemis lo transformó en un ciervo y con
su propia jauría de cincuenta sabuesos lo despedazó.
Los dioses se servían de la metamorfosis en sus
lances amorosos. Engañaban con la habilidad de mudar en animales, elementos o
personas. Por ejemplo, Zeus logró unirse a Dánae como lluvia dorada, a la
princesa Europa en un hermoso toro blanco, a Leda en cisne, etc. Sin
embargo, la transformación era incompleta. Uno era otro hasta ahí nomás. Aun
cuando el cambio parecía prolongarse, el metamorfoseado sostenía la conciencia
de quien había sido.
Habrá que avisar que
algunas transformaciones son definitivas y no hay manera de regresar al estado
anterior. Les pasó a las pléyades, eternas constelaciones que no volvieron
jamás a su condición original. Otras son transitorias y a menudo, periódicas.
En principio conviene
establecer el estado principal del ser mudable. Es un dato valioso en lo
literario, moral y jurídico, pues la mutación de un ser periódico encierra
propósitos bien diferentes. Incluso, opuestos. Porque, ¿cómo establezco la
imputabilidad a las contravenciones que cometen los seres de identidad
inconstante?
Supóngase, un crimen
ejecutado por el lobizón. ¿Qué hacemos con el hombre? ¿Es inocente en tanto no
se convierta en lobizón? Y si lo capturan, ¿hay que soltarlo cuando vuelva a
ser un hombre? En fin, son asuntos leguleyos que permanecen sin respuesta.
Ovidio cuenta el mito de
Galatea, una ninfa que vivía en Sicilia y estaba enamorada de Acis. Los jóvenes
amantes ignoraban que el cíclope Polifemo deseaba a Galatea. Cierto día, el
gigante los sorprendió abrazados junto al mar y preso de los celos, arrancó una
enorme roca y aplastó a Acis sobre la arena de la playa. Galatea no pudo evitar
el dolor de la muerte de su amado y transformó su cuerpo en mar. Todas las
noches invade la playa con sus aguas para jurarle amor eterno.
Ciertas metamorfosis eran redundantes… A
usted podían transformarlo en algo que había sido desde un comienzo.
Una ninfa deseaba conquistar a
Zeus y pidió ayuda a la hechicera Linge, hija de Eco y Pan. Mediante un filtro
amoroso, Linge provocó la pasión del dios, pero Hera descubrió el engaño y
castigó a Linge, convirtiéndola en caudatrémula, un ave consideraba útil para
los encantamientos.
Cuando la criatura en cuestión establece el símbolo
o emblema, uno sabe que está delante de un recurso poético y etimológico de
gran eficacia. Póngale, la bravura de un hombre deja entrever un coraje
leonino.
Hoy el símbolo político es una conducta que luego
se traslada a la acción individual y esto es malo porque neutraliza
heterodoxias. Y así, un proyecto de país se convierte en fórmula de campaña,
las opiniones en grietas, un grupo de rock en remera, el nombre de un hijo en
un tatuaje, el esfuerzo de la medicina en una oportuna e hipócrita opereta de
aplausos. Etc.
Guarda con eso.
4
Los dioses tenían la facultad de transformarse a
voluntad y capricho. Del mismo modo las ninfas, cada vez que precisaban huir de
enamorados indeseables o renuentes. Nada menos que Tetis convirtió en fuego,
agua, viento, árbol, pájaro, tigre, león, serpiente y molusco para escapar de
Peleo.
También está Proteo, un dios marino que vivía cerca
del Nilo. Él era capaz de asumir cualquier aspecto y con ello eludía a los
consultantes, pues poseía el don de la profecía y se rehusaba a responder.
Esta condición recuerda la actitud de esfinge que
hablaba Oscar Wilde, esto es, la persona adopta una postura intrigante, la
rellena de misterio y en realidad no contiene secreto alguno.
Las propétides eran unas
mujeres insolentes y orgullosas y que osaron negar la divinidad de Venus. A
veces devoraban a los anfitriones que las visitaban en la isla de Chipre. La
diosa las oyó y las castigó con la imposibilidad de satisfacer deseo alguno.
Nada que solicitasen podría cumplirse y con el paso del tiempo, cautivas de la
lujuria, fueron entregándose a la prostitución y a la brujería.
Se asegura que este hecho
determinó el nacimiento de la prostitución en la historia.
Las metamorfosis expresan el vínculo entre el
respeto y la obediencia divina y las condenas por desobedecer y quebrantar sus
leyes. Dicho proceder vengaba la moral agraviada y castigaba la ingratitud del
orgulloso o las ofensas personales hacia una divinidad, pero ni bien llegaba el
momento de repartir benevolencia o severidad, los dioses eran bastante
ineficaces.
Un acto de buen arbitraje es el ejemplo de Licaón.
El dios Zeus pidió hospitalidad y Licaón le sirvió de comer carne humana. Por
semejante barbaridad fue convertido en lobo. Ahora, si había que salvar a la
doncella de una persecución, el dios la convertía en un pájaro, en
constelación, en río, etc.
Vale decir que para el sentido común de las
divinidades griegas, víctima y victimario son la misma cosa. Y no es así.
Imagínese Apolo interviniendo en un asalto y transformara al damnificado en
bicho bolita y al asaltante en zorzal… ¿A quién benefició la
transformación?
Para que la justicia contra la delincuencia
funcione es necesario que el delincuente pague las consecuencias, de lo
contrario todos saldríamos a robar. Y lo que es peor, su familia deberá
visitarlo debajo de las baldosas, que es el sitio donde suelen vivir los bichos
bolitas.
La alteración realizada por la transformación,
determina un progreso o una decadencia en la persona. Una transformación
ascendente supone la mejora, un sapo es vuelto en un príncipe hermoso y
valiente. En cambio, una descendente sería acabar convertido en chancho, cosa
que hizo la maga Circe con los compañeros de Odiseo, excepto Euríloco.
Thomas Carlyle asegura que la probabilidad de
diferenciar un animal de otro, es un ejercicio muy ocioso y redundante. Para su
mirada, Incitatus, el caballo de Calígula, era idéntico a Bucéfalo, uno de los
caballos más notables de la historia. O sea, en el fondo es el mismo animal.
Nosotros creemos que no es lo mismo haber sido
nombrado cónsul y apenas competir en el hipódromo de Roma, que haber cargado
sobre su lomo a Alejandro de Macedonia.
Sin dudas, la
metamorfosis más terrible la sufrió Medusa. Las Gorgonas fueron tres
hermanas, Esteno, Euríale y Medusa y vivían en el lejano norte, en las tierras
de los Hiperbóreos.
Apolodoro dice que
solo Medusa era mortal y muy hermosa, pero un día se atrevió a rivalizar su
belleza con Atenea y entonces la diosa la convirtió en un ser convenientemente
espantoso.
Medusa tenía
serpientes venenosas por cabellos, garras de bronce unidas a largas alas de
oro, su voz emitía un terrorífico rugido y sus ojos siempre en
llamas.
Los mitos dicen
que mirarla significaba perder la vista y ser
transformado en una piedra ciega y opaca. Es un castigo tremendo y más aún, porque la
conciencia subsistía… Ser piedra y encima estar consciente, bueno, es un
poquito enojoso.
Piense esto… Una transformación parece menos
dramática, cuanto más completa. Cualquier
transformación exige la aniquilación del ser –o lo que es igual- la renuncia
del ser y el haber sido. Por ende, la reencarnación es perfecta cuando exista
mayor ausencia de memoria y falta de puntos comunes, entre una vida y
otra.
Todo sortilegio capaz de desajustar una identidad,
advierte la condición del olvido. ¿Cómo sé que no fui conejo de Gibraltar,
esclava en Babilonia, una mandarina a medio comer? Respuesta, una
transformación, hecha y derecha, requiere que la memoria no verifique
existencia previa ni recuerdo alguno. De lo contrario, me daría cuenta del
cambio. Así que toda metamorfosis es inconclusa, fragmentaria.
Si un dios me convirtiese ahora, cabal y
abruptamente, en un balde… Pues tendré que asumir la fisonomía, modismos y
percepciones de un balde, es decir, mi aspecto será cilíndrico y viviré las 24
horas debajo de una canilla. Para ser balde es inútil conservar vagas huellas
del tipo que fui, ¿entiende? Aquel que reforma espíritu, corporalidad e
inteligencia de un modo absoluto, jamás debe enterarse que ha sido otra cosa.
Me parece que es malo no abrirse a la posibilidad
al cambio, porque cambiar es darle lugar al crecimiento. ¿Y sabe dónde creo que
suceden los cambios más notables? En el amor. Usted conoce a una mujer y siente
que su pasado se reilumina, se alumbra con ella. Como si todos los años de
juventud hubiesen establecido una enorme preparación para
conocerla.
Entonces, no es que uno se enamora de una mina
porque le hace recordar a otra. Justamente, se enamora porque es otra… Y lo
transforma.
5
En la literatura medieval y moderna, las
transformaciones ocurren exteriormente. El hombre es un animal, pero mantiene
la conciencia, opiniones y pensamientos. En ocasiones, hasta su voz.
El escritor Apuleyo narra aventuras de Lucio, un
muchacho obsesionado con la magia. Un día viajó a Tesalia y accidentalmente se
transformó en asno. Bajo esta forma es forzado a ser testigo y víctima de las
miserias de los esclavos y desposeídos, causado por la explotación de la época.
Asimismo, los padecimientos de Gregorio Samsa, el personaje de Kafka que
despierta convertido en insecto.
Ambas historias oscilan entre la repugnancia y la
discriminación del resto.
Robert L. Stevenson revela la historia del Dr.
Jekyll, que, bebidos unos elixires temporales, se convierte en el malvado Mr.
Hyde.
Claro, extraño es el caso inverso… Dos señores se
vuelven uno y este mezclará astutamente rasgos y particularidades de quienes
les ha dado forma. Y más raro que 3 sujetos conviertan en 5 y 8 en 15 y así,
indefinidamente.
Buda paseaba una tarde muy
calurosa y resultó que cada uno de los dioses fue arrojándole una sombrilla
para protegerlo del sol.
Para no desairar a ninguno, él
mismo se convirtió en muchos Budas, que tomaron una sombrillita cada uno.
El canto XXV de la Divina Comedia es
el octavo círculo del Infierno, relacionado con los fraudulentos y los
ladrones. Cuando descienden, Dante y Virgilio descubren serpientes.
Pronto son recibidos por los espíritus de tres
ladrones florentinos, Brunelleschi, Sciancato y Donati, quienes
comienzan a sufrir una serie de transformaciones con las serpientes que los
rodean.
Según Dante, el cuerpo de Brunelleschi es
atrapado y fusionado en uno nuevo, aunque mucho más monstruoso. A esta
transformación doble sobreviene la de Donati, en una serpiente, hecha y
derecha.
Pese a su condena, Sciancato es el único que no
sufre cambio alguno.
Las serpientes simbolizan el engaño del diablo que
menciona el Génesis y el antecedente literario recién aparece con el poeta
romano Marco Lucano.
Lucano relata los ataques de serpientes a unos
soldados llamados Sabelo y Nasidio. Sabelo fue mordido hasta desintegrar en
cenizas y Nasidio se hinchó a tal grado que acabó reventando su coraza.
Cuando Walt Whitman dice, “Yo soy inmenso,
contengo multitudes”, invita a descubrir que cambiar de pensamiento u
opinión, está relacionada con la capacidad a ser flexible, de abrirse a nuevas
perspectivas y de validar el propio estar siendo. ¿Cómo es posible? Desde una
comunicación comprometida, a partir de observaciones más serias y profundas y
sobre todo, en el intercambio con el otro. Solamente así podremos mudar de ideas,
identificarnos con diferentes pareceres, instalarnos en nuevos espacios de
pensamiento.
Por supuesto, ¡qué noticia
espantosa el hecho de ser inconstantes, que seamos muchos! ¡Nos ataca la
perplejidad! Enterarnos que vamos transformándonos día tras día y que quizá en
algún momento ya no podamos reconocernos frente al espejo. Bueno,
bueno.
Rafael es un marqués caído en
desgracia y perdidamente enamorado de Fedora, una dama aristocrática y muy fría
de carácter. Rechazado por ella y sin un centavo encima, Rafael decide
suicidarse, arrojándose al Sena.
Antes de hacerlo entra a una
tienda de antigüedades y encuentra un talismán. Se trata de una piel de zapa,
que es una especie de asno al que se le atribuyen ciertos poderes mágicos.
Dicha piel asegura a quien la posea el cumplimiento de todos sus deseos, pero
una vez cumplido, menguará su tamaño y junto a ello extinguirán los días de su
poseedor, en la misma proporción.
A partir de entonces, el
conflicto de Rafael es decidir entre el deseo y la longevidad, o sea, entre
elegir una vida intensa pero breve o una larga existencia contenida.
La piel de zapa representa la
energía vital de su propietario, agotándose con cada deseo.
Los cambios son alentadores, pero sus consecuencias
son determinantes. Nadie regresa a una situación primigenia. Yo desconfío de
los que enhebran sus transformaciones con los frágiles hilos del pasado, es
decir, que permanecen extraviados en los arrabales de la nostalgia y cuyas
luces solo están iluminando el ayer.
Platón decía que uno se hacía hermoso con aquello
que a sus ojos les parecía hermoso. Es decir, nos hacemos bellos con el otro y
ese es un acto de transformación que no hay que perderse.
Entonces, me gustaría dedicárselo a los que se
transforman con nosotros, porque gracias a ellos nosotros también nos vamos
transformando.
Quizá la última esperanza de ser transformados esté
en manos de la mujer que amamos, aquella que se ha presentado por la puerta
menos prometedora, sin doctrina ni explicaciones y ha llegado al rincón más
oscuro e inexplorado de nuestra alma.
9 de Agosto de 2020
Nacho