Filtros, pócimas, gualichos y otras porquerías

 


Un elemento que parece tejerse y distinguir el estandarte de la brujería, consiste en la preparación de filtros o gualichos.

La palabra filtro deriva del griego y significa, droga o medicamento destinado a conciliar el amor de un sujeto. Los antiguos conocían dos clases de filtros, los supersticiosos y diabólicos usados en la magia negra y por otro lado, los lícitos y naturales para la magia blanca.
En general, se trataba de brebajes compuestos por mejunjes de comidas, hierbas y todo tipo de porquerías. Otros preparados eran obtenidos en base a huesos calcinados, sapos, dientes de topos, sangre de murciélago, ciruelas secas y limadura de hierro.

El principal objetivo -mediante la persuasión química- es influir una estética inequívoca sobre el otro, instalando una convicción amorosa y por supuesto, decididamente provechosa para el que realizó el conjuro.
Sin tanta dilación, hablamos de combatir lo que hasta hace un rato causaba indiferencia a nuestros encantos… Y un buen día, de golpe y porrazo, se interesan en usted.
Desde luego, ¡el otro no debe saber que ha ingerido un elixir! Conviene mezclar con distintas bebidas o comidas para que ignore que tremendos deseos no son provenientes de fenómenos tan inusuales como la magia.

Los elixires producen efectos temporarios, es decir, las fogosidades duran un tiempo determinado y luego retorna la indiferencia -o lo que es igual– renace el rechazo.

Sin duda, los más peligrosos son los definitivos… La pasión permanece firme, incluso, aunque el embrujador haya saciado su apetito o el apetito del hechizo haya sido modificado y trasladado hacia otro sujeto.

Imoteph era un joven noble tuvo la dicha de enamorarse de una hija menor del general tebano. Enseguida consultó a unos hechiceros –que llegaron del Delta– y después de averiguar el nombre secreto de la muchacha, prepararon un filtro de amor perpetuo.
Imoteph disfrazó el componente mágico entre unas comidas y al poco tiempo, ella lo amaba con locura.
A partir de entonces, trataron de encontrarse varias veces a escondidas de su padre, generalmente en unos oscuros jardines cercanos al río.

Para infortunio de la muchacha, el amor de Imoteph fue apagándose pronto. No obstante, el poder del filtro pareció más pertinaz, pues ella aún lo deseaba. Sin pensarlo demasiado, usó la influencia de su padre para casarse con Imoteph que, desde luego, ya no quería saber nada del asunto.

Vinieron años muy enojosos… Ella lo perseguía incansable, besaba sus pies en los pasillos, lo acariciaba en los banquetes, demandaba su pasión varias veces al día, le hacía obsequios superfluos, ordenaba canciones en su honor, etc.
Imoteph visitó nuevamente a los hechiceros, pero habían regresado al Delta. Desasosegado, consultó a unos sacerdotes del templo de Amón, pero le juraron que ningún remedio era posible para extinguir los fuegos de una pasión.
Quizá solo su propia vejez o la de su esposa, pero no lo sabían con certeza.

Al tiempo, una bailarina de Cabiros se enamoró de él y ¡eso empeoró las cosas!
La bailarina hizo lo mismo que Imoteph, es decir, lo hechizó con un elixir de amor.
Hubo varios encuentros en los jardines de Egipto.
Una noche, saciada su lujuria, la muchacha embarcó y no volvió a verla jamás.
Abandonado por la mujer que amaba y acorralado por la que no podía amar, se quitó la vida con una espada en los oscuros pasajes del Nilo.

Aquella vez fue la noche más oscura… La luz de las estrellas le devolvió una mueca de indiferencia. 


El rechazo y la indiferencia son figuras pesadas para el amante obstinado, mientras que las estructuras del conformismo parecen realizar la tarea del elixir, intentando modificar la indolencia con argumentos bastante menores.

A mí me parece que las personas no cambian solo porque cambien las situaciones. El amor es volátil y ese es el asunto. Toda la arquitectura del alma y la mente más refinada del buen amante está a favor de descubrir, explorar y cuidar a la más hermosa del mundo. Yo supongo que los espíritus románticos no andan por los bares, bebiendo elixires para distinguir a la amada en medio de una multitud de borrachos.

Creo que el disfrute del amor, al igual que el ejercicio de la magia, es una actitud que no todos tienen abierta para ejercerla.


ACTO 2

 

 

Hacia el siglo XIV vivía un judío alquimista, célebre por los filtros y pociones venenosas, tan hábil para insuflar el enamoramiento como para perpetrar el homicidio de una persona.

El alquimista era judío y tenía una hija muy hermosa a la cual cuidaba de la pretensión de un distinguido caballero cristiano.

Cansada de esconderse, la muchacha exigió al caballero que pidiera su mano, pero él no aparentaba buenas intenciones… De hecho solo quería amarla sin llegar al matrimonio y eso provocó el rechazo de la muchacha.

Lleno de un odio ciego y movido por el despecho, el caballero visitó al alquimista y le relató su desdicha… Pidió un hechizo capaz de envenenar de forma imperceptible y al mismo tiempo, irreversible. Claro, el alquimista ignoraba que el objetivo de aquel siniestro plan estaba dirigido a su propia hija.

El caso es que sin tardanza preparó una bella flor cuyo dulce perfume producía la muerte en el acto.

Fingiendo inocencia y en gratitud al amor que habían compartido en otros tiempos, el caballero entregó la flor a la muchacha y al olerla, cayó muerta. Más tarde, cuando su padre comprendió lo que había hecho, huyó de la casa para siempre.


La casa aún permanece en pie, pero nunca más fue habitada. Los supersticiosos refieren que antes de marchar, el alquimista la condenó a la desolación perpetua. Nosotros creemos que la desolación no es un asunto edilicio, sino algo que uno carga consigo. Vaya donde fuere.  

Pierre Grimal coincide en que los únicos efectos causados por los elixires han sido la locura y la muerte. Por ende, no entendía bien la necesidad de pócima alguna, pues le resultaba redundante tener que perturbar una conciencia, siendo que toda pasión es ya una conducta ausente de lógica.

Otros ejemplos…

Lucio Licinio Lúculo, un general romano que obtuvo varios triunfos sobre Mitrídates, acabó perdiendo el juicio. Plutarco señaló que la causa no fue la vejez ni enfermedad alguna sino una poción mortal que le ofreció el liberto Calístenes, a fin de ser amado por este.

El poeta y filósofo Tito Lucrecio también sufrió la violencia de un filtro. Su mujer Lucila notó que los favores del marido eran cada vez más tibios. Entonces, sospechando la sombra de una infidelidad preparó un brebaje para mejorar la intimidad… Tito Lucrecio padeció una locura tan voraz que, lejos de renovar las ganas amatorias, decidió quitarse la vida.

Federico, duque de Austria, utilizó un conocido filtro y le quitó la vida a una mujer. Y se lamentó mucho porque no su intención no era que lo amase convenientemente, sino que ella amase a su marido.

Aristóteles relata la tragedia de un hombre a manos de un elixir, pero desliza una salvedad interesante para reflexionar… La mentira de un poderoso filtro capaz de torcer o modificar las conductas universales y convertirlas en una sola.

Imaginemos que existiese un elaborado cuyos ingredientes, más o menos enloquecedores, más o menos excitantes, despertasen un interés en el deseo erótico… Bueno, estaremos hablando de una droga que induce no en forma individual, sino a cualquiera. ¿Entiende?
Para que un filtro sea eficaz, este debe ser personal. De lo contrario, sería imposible determinar la sujeción de alguien en particular, partiendo de un efecto que pretende ser efectivo con la mayoría.

A mí me parece que el auténtico influjo es aquel hechizo que una mujer ha instalado minuciosamente en usted. Para ello es inevitable que exista una cierta investigación y dedicación hacia su persona. Esa y solo esa es la clave de cualquier hechizo.

Fíjese, si la mujer que tanto quiere le ceba unos matiensos y usted sabe que están espantosos… ¿Qué puede hacer? Nada, nada. Tomárselos. No realizar ningún visaje de desprecio, porque ahí comienza a hacer efecto el poder del hechizo. Cuando usted esté solo en su casa recordará lo horrible que son aquellos mates y sin embargo, los recuerda con cariño porque se los hizo ella. O sea, no es el mate, sino quién lo ceba.    

Ciertos gestos como tomar mates o llevar a sus novias en caballito por los parques, fortalecen los vínculos amorosos. Parecen una pavada, pero esas acrobacias del alma a veces significan mucho más que las palabras mismas… O que invitar a una señorita a un lujo restaurante. 


ACTO 3

 

 

La historia refiere de Calígula al emperador más libertino y sádico que pueda recordarse.

Calígula procuraba que su rostro -por sí, siniestro y feroz– inspirara el máximo terror posible y lo practicaba delante de un espejo. Sin embargo, era epiléptico como Julio Cesar y aunque Calígula toleraba este inconveniente, cada tanto caía desvanecido y a duras penas lograba caminar.
Desbordado por los excesos y el insomnio, Calígula gobernó con autoritarismo en Roma, tanto, que aumentaba a niveles demenciales… Al cabo del primer año ya había gastado el tesoro público, tenía relaciones incestuosas con su hermana, obligaba a sus propios ejércitos a pelear entre sí, etc. Incluso llegó a nombrar cónsul a Incitatus, uno de sus caballos favoritos.
Cesonia, la cuarta esposa, intentó conservar su amor mediante filtros que lo condujeron, finalmente, hacia una verdadera furia… Eso sí, hay quienes aseguran que a Calígula no lo mató la búsqueda de nuevas pasiones, sino la mezcla.

Cualquier pasión amorosa tiene rasgos temporales, si no, no puede ser pasión. Usted puede sazonar su vida con estímulos de diversa índole y llegado el caso, hasta entusiasmarse con pasiones muy diferentes a la esperada. Lo que no puede hacer de ningún modo es darle eternidad al asunto.

Es decir, hay una falsedad en el beneficio de la pócima y consiste en exigir que el que beba un elixir quede inmovilizado y sea perpetuo en la pasión. Esto es tan obsceno como pretender que lo amen para siempre. Bah, a ver… No es que esté mal, pero no confundamos las solemnidades que dan vueltas en el amor, con las dificultades que no puede preverse en la pareja. 

Lo diré mejor… Nada evita que haya tipos que les guste afanar novias con una promesa inmobiliaria o costear viajes de placer. Tampoco minas que birlan novios, so pretexto de juventud y mayor fogosidad.

Nada evita que un día nos dejen de amar, pero tampoco que uno vaya a dejar de hacerlo. Sin embargo, en ese terreno minado y poco prometedor se resuelven los grandes amores.

 

ACTO 4

 

Los filtros eran habituales en Francia y su uso consta en reyes como Felipe, el hermoso o Francisco I o Luis XV, el bien amado. Asimismo, se refieren casos donde ellos mismos fueron víctimas predilectas de las hechiceras.

Una página muy clásica de la historia y que recuerda las grandes cortes francesas fue la favorita Madame de Montespan, afamada por facilitar elixires que enloquecieron a Luis XIV.

Françoise Athénaïs de Rochechouart de Mortemart, tal su verdadero nombre, pertenecía a una familia acomodada. De niña fue enviada al convento de las Saintes donde tuvo una rigurosa educación. A los pocos años se casó con Louis Henri de Pardaillan de Gondrin, marqués de Montespan y vivieron en los alrededores de Versalles.
A pesar que tuvo dos hijos, no mejoraron ni la situación sentimental ni económica del matrimonio... El marqués sufría de actitudes violentas y celosas.

En Francia, las muchachas acudían a las cortes en búsqueda de algún favor del rey, sea demostrando atractivo, talento artístico, forma de hablar y vestir, etc. Madame destilaba belleza, mucha inteligencia y un delicioso placer en el arte… Luis XIV, percatado de aquello, pronto la hizo su amante.
Enterado de la infidelidad, su marido intentó repudiarla, pero poco le importó... A esa altura ya era favorita oficial de Luis XIV.

Madame de Montespan, rodeada de lujos, riquezas y envidiada en toda Francia, poco a poco fue perdiendo poder e influencia, fundamentalmente por investigaciones que la asociaban con la brujería… Para mantenerlo a Luis XIV su lado, Madame suministraba potentes filtros de amor. Para ello, acudía a Catherine Monvoisin, una bruja conocida como la Voisin y entre cuyas delicias, además de ungüentos, polvos y filtros mágicos,
incluían misas negras para sacrificar niños.

El rey tomaba ese abominable filtro, mezclado en el vino… Por mucho tiempo, el monarca francés estuvo drogado. Al parecer, estos excitantes provocaron una efectiva y comprobable ansiedad amorosa... Tanta, ¡que las damas de compañía no supieron dónde esconderse!

Sin embargo, las cosas salieron mal para Madame de Montespan, pues Luis XIV dejó de sentirse satisfecho. Y así, creyendo que habían mermado los atractivos de Madame y con la necesidad de colmar sus ansias en el lecho, Luis XIV comenzó a frecuentar a cualquier mujer que pululase cerca de la corte.

Con el paso de los años, la antigua favorita sería acusada de envenenadora y de otros terribles crímenes. Luis XIV se encargó de ocultarlos, haciendo quemar todo informe que la vinculara, pero al mismo tiempo fue alejándola de palacio… Después de todo, Madame pudo darle descendencia, ¡algo fundamental para quien aspire el trono de Francia!

La Voisin tuvo un final trágico, pero esa es otra historia.

 

El erotismo sin amor y sin imaginación es algo puramente instintivo, quiero decir, las parejas casuales solo pretenden apagar una necesidad biológica. No buscan enriquecer la sensibilidad ni la emoción ni estrecha un vínculo sagrado.

Pasado el disfrute perentorio y fugaz de la acción física, en lugar de abatir la soledad, vuelve a asomar esa sensación de fracaso y desencanto del principio.

¿Qué cosas pasarán en la mente del adúltero o al que ya ni siquiera le interesa cometer una infidelidad? Resulta curioso que en al interior de varios relatos históricos hayan existido brebajes y conjuros mágicos, cada vez que asomaba la indiferencia del otro.
Asimismo, curioso que hoy para disimular el ardor erótico, sea más frecuente la confusión de copas, se sustituyan los paseos en las plazas por los encuentros a escondidas, se entrecrucen hermanas menores… Etc. 
Para tales casos, recomiendo no aceptarlos como presuntos accidentes, sino, advertir a tiempo y corregirlos, 

Yo resisto la tentación de aceptar que el amor es una cuestión está remitida a presuntos accidentes. No me parece. Hay una enorme diferencia entre un suceso mundano y la realidad... La primera es el descubrimiento, pero existen muchos más. La inteligencia. La belleza del alma. La ingenuidad. La ternura. El arte. El compromiso. Etc.
Una vez reunido aquello usted estará frente a un milagro que no debe perderse. Por supuesto, si necesita preguntárselo a medio mundo y sale a comprar el conjuro más infalible... Bueno, es que usted no está enamorado. Lo que usted busca es que vengan a desmentirlo, que es otra cosa.

No obstante, eso es lo que aumenta el poder del convencimiento... Que alguien trate de disuadirle lo contrario. Viene un amigo y le comenta, "esa mina no te conviene". ¡Peor! Peor porque uno la desea más... Ante las opiniones de los giles, uno la desea más que nunca.

Me parece que la magia al igual que el amor, es el arte de convencer a los incrédulos.
Por eso, lo que no nos propicia, lo que no nos sucede, siempre se vuelve una situación absolutamente nostálgica y baladí. Y sobre todo, genera actitudes negativas. 

Habría que pensar más seriamente acerca de la ausencia o la indiferencia, antes que caer en la ofensa fácil o la destrucción gratuita del otro.


ACTO 5

 

El tomate llegó al continente europeo gracias a los conquistadores, a mediados del siglo XVI. Sin embargo, no lo hizo como alimento para el consumo sino como un elemento decorativo.

Hubo quienes pensaban que por color y sabor ácido provenía del género de las plantas venenosas, acaso como la mandrágora o la belladona. Luego de varios años, Italia se animó a incluirlo en la mesa de los pobres. Eso sí, malos cultivos le produjeron un aspecto amarillento, dándole origen al “pomo d’oro”, que significa “manzana de oro”.

Contrariamente, en Francia estuvo reservado para la aristocracia y a ser un apreciado estimulante para el instinto sexual. Los franceses lo llamaron, “pommes d’amour”, pues atribuían misteriosos poderes afrodisíacos y por lo tanto, usado por los alquimistas en brebajes y pociones mágicas.
A través de los siglos, los castigos por su mala utilización disminuyeron y apenas consistían en pequeñas multas a los que vendiesen o administraran filtros amorosos. Quizá por ello –o no–se desató un furor por la brujería, hacia los siglos XIV al XVII.

Las brujas eran consultadas para interpretar las causas de un evento y con frecuencia preparaban ungüentos para actuar en consecuencia. Acorde a esta supuesta lógica y siendo que año tras año las criaturas morían al poco tiempo, las mujeres desesperaban por algún abortivo.

Por su parte, los hombres en adquirir una pócima mágica capaz de perturbar el corazón de una señorita determinada. Voltaire explica que en la Edad Media hubo amores imposibles. Quizá algo más que la actualidad, si considerásemos que el prestigio y la próspera actividad del individuo, ha reducido dicha barrera.

A decir verdad, solamente el caballero poderoso que suministraba con ejércitos al rey, era el que marcaba la autoridad en la comunidad. Para la gente pobre y sin tierras, el progreso era imposible y más absurdo acceder al amor de una heredera o una mujer noble. ¡Y ni hablar si hablamos de una princesa o una reina!
Bueno, por eso acudían a las brujas… Ese era el único camino ante lo irrealizable y a cambio de joyas, anillos o bolsas de granos ellas facilitaban algunos filtros.

La mayoría de las pócimas o filtros fueron filtros excitantes, los cuales abusaron mucho los orientales. Otros resultaban brebajes que provocaban la muerte de la persona.

En general, quien iba a ser sometido bajo el influjo del hechizo -es decir, el objeto del amor imposible- era observado y estudiados sus movimientos por un tiempo. La bruja aconsejaba cuándo dar el golpe esperado y de qué forma.
El procedimiento frecuente consistía en modificar una bebida, agregando cuidadosamente un filtro. Del mismo modo robarle un objeto y ejercer sobre este las combinaciones de la magia. Algunos señalaban fragmentos imperceptibles, como uñas, pelos o algunos hilos de un vestido. Estos últimos eran besados y adorados y después de quemados, se juntaban las cenizas… A la mañana siguiente, la víctima iría a sentir el desgarramiento del hilo de su vestido y luego de un largo y profundo suspiro… El signo del enamoramiento.

Hubo una crónica donde ambas partes visitaban a las brujas. Pese a que nunca sabremos los nombres, sí sabemos que hacían tatuarse en el brazo las iniciales de la persona amada.
El hechizo se trataba de que si uno de los dos quería transmitir al otro un pensamiento amoroso, bastaba con provocar el sangrado de la inicial del receptor.

Algunos tenemos tatuado el nombre del ser amado en el corazón, ayunos de la mirada indiscreta de los poderosos.


ACTO 6

La medicina tuvo bastante que ver con la hechicería.

La sobrina de Blaise Pascal, Margarita Périer contó cómo una bruja le salvó la vida a Pascal. En su niñez, Pascal estaba enfermo y su padre consultó una a bruja. Ella dijo que debía morir una bestia por el niño para transferir la muerte. Mediante unos extravagantes manejos sacrificaron un gato y con el tiempo, Pascal pudo recuperarse.

Una de las supersticiones del siglo XVII fueron los maravillosos polvos de simpatía. Los había creado un inglés llamado Sir Kenelm Digby.
Sir Kenelm Digby había sido cortesano de Jacobo I, Carlos I, partidario de Cromwell, de Carlos II tras la restauración. Estos antecedentes lo consideraban un sujeto hábil y por supuesto, un buen brujo.
Los polvos de Sir Kenelm Digby estaban compuestos de materiales asquerosos, tripas de animales podridos, estiércol, etc. Lo curioso es que en vez de aplicarse sobre las heridas, se aplicaban sobre las armas que las habían producido. Al parecer, la gente se curaba mejor con este tratamiento. En fin. 
El ritual consistía en echar dichos polvos sobre el filo de las armas, de una manera muy similar a una bendición.

Enrique VIII de Inglaterra también tuvo mucha fe en las brujas. Durante su reinado se hacía fabricar unos anillos llamados "sortijas de los calambres". Básicamente lo llevaba para unos dolores de estómago que sufría con frecuencia. Quienes mejor lo conocieron en Corte pensaban que los dolores del rey fueron producto de un hechizo.

Hoy se habla de las brujas con respeto, miedo y hasta con cierto rencor.

No cabe duda que, por lo ocurrido en la historia, las brujas actuales estén golpeadas por la influencia del Cristianismo y el odio que tuvo la Inquisición como adoradoras de Satanás y los pactos para incitar efectos dañinos.

A medida que pasa el tiempo vamos mezclando la imagen de la bruja y la hechicera y pocos saben distinguir la diferencia… Dónde empieza el poder de una y dónde acaba la influencia de la otra. Es una confusión que sigue notándose en los cuentos, las películas y los horóscopos. Por eso, una cosa es la creencia que forma parte del inconsciente colectivo y otra, la realidad que uno prefiere construir.

Yo creo que el material de esta realidad es aquel que hace que actuemos como actuamos y que la modifiquemos, según nuestras propias teorías o supersticiones. 


ACTO 7

 

¿Estamos en condiciones de asegurar que ya no recorremos aquellas épocas bárbaras, tan carentes de agudeza e inteligencia, en la cual se reclamaba por un amor o un ungüento para dejar de oler mal y gustarle a las minas? Sí, desde luego.

En la actualidad, nadie iría a comprar un Buda para atraer la suerte ni una rifa para salir de perdedor. Nadie posee cábalas, ni dispone de amuletos, ni usa el calzoncillo al revés, ni hojea el horóscopo, ni gasta dinero en filtros amorosos.
El hombre moderno cree en el psicoanálisis y no en los que tiran las cartas o leen la borra del café. Es decir, ha sustituido una creencia de mejunjes, por otra un poco más compleja. Y no está ni bien ni mal. Es lo que hay. 

Me parece que los buenos magos saben mezclar las pociones justas. Saben separar con gran inteligencia lo mágico de lo baladí. Sin embargo, falta que apenas se despierte un detalle para que algunos sospechen que en realidad se trata de un hechizo. ¿Importa?

Hay muchos que niegan –en el atractivo del otro- aquello que no comprenden y no es más que un rasgo natural. Insisto, aun cuando el ser amado parezca necesitar lo que entienden por belleza el resto de los mortales. Pero debajo de la aparente ausencia de signos canónicos, para nosotros existe una diferencia concluyente. Es una sensación cósmica que nos diferencia con el mundo y permite alimentar el amor que uno ha decidido para la eternidad.

Siempre es mejor sacrificar el alma con verdaderas emociones, antes que solicitar filtros esperanzadores y lograr designios menores.

Muy malo es la estupidez y el supuesto pensamiento elevado dedicado a destruir las extravagancias del enamorado que enloquece por una mujer. Una y solo una. 

FINAL

Cierto atardecer, un vendedor se adentra en uno de esos pueblitos que parecen caídos del mapa. La muchachada fue acercándose con esa desconfianza típica, de lo que es novedoso, especialmente en lugares donde las noticias son bien raras.

Luego de acomodar frasquitos sobre unas valijas, se dirigió a un improvisado público…
- Aquí les traigo filtros de una bruja muy talentosa en obtener los goces más urgentes, sin tener que soportar los trámites penosos del enamoramiento. -
- ¿Y cuánto dice que dura el efecto? – Cuestiona uno.
- Según sus dichos, apenas unas horas. – Contestó con una sonrisa. - Esto es lo que hace más atractivo al asunto, ¿entiende? No necesita siquiera ser bello, inteligente o conocer las penurias que vienen aparejadas con el amor. Usted puede tener a quien sea, ¡sin ningún compromiso afectivo previo! – Agrega el vendedor.

El poeta del pueblo seguía el evento comercial y ofrece una interesante objeción…
- Permítame que discrepe… El gualicho que tiene en sus manos, no existe. No existe. Lo que trajo a este pueblo es un yuyo cualquiera. A lo mejor, creo que sirve contra el resfrío y no mucho más que eso. La gente puede creer que se enamora. Y a lo mejor, enamorarse es creer que uno se enamora. Todos piensan que algo los empuja. ¡Y es cierto! Pero eso, si me permite el eufemismo -o acaso, la grosería- es algo que llevamos dentro. Además hay algo mucho peor que lamentar y es que pese a tantos avances nadie se ha enamorado de verdad. Algunos creen ser víctimas del gualicho y los amores eternos han durado lo mismo que dicho conjuro. –
- ¿No querrá decirme que usted cree en el amor? – Preguntó el vendedor, con voz casi quebrada.
- Solo espero salvarme del influjo de los mediocres. Yo sabía que no había elixir posible y entonces, viví amores puros, sin trampas, ni embrujos. Y hoy estoy al lado de una mujer, única e insustituible, que es una decisión soberana de mi corazón. Nadie me envió un hechizo, ni me cebó un mate encantado... En todo caso, ella es en sí misma, el hechizo. –

El vendedor gritó unas palabras ininteligibles… Luego, con un ademán de manos, el suelo comenzó a agrietarse… Cuando estuvo lo suficiente profundo, se precipitó al abismo.


Yo soy un convencido de que las mujeres –muy poquísimas- son capaces de encender un efecto hipnótico en los hombres. Están por encima de la mirada convencional.

Sin dudas, su belleza está vinculada a esa corteza profunda, inexplorada y enigmática, propia de las que se transforman en maga, sibila, hada o bruja… O todas al mismo tiempo. Y sin embargo, cuántas veces los magos pretenden demostrar a la audiencia, un desfile de habilidades imposibles… Hasta que uno se levanta de su asiento ya que desea conocer el truco. ¿En qué consiste el engaño? ¿Cómo comprobarlo? ¿Y si hubiese magia? 

Mientras que los magos profesionales intentan preservar el efecto de la ilusión... Los enamorados son magos que no les preocupa ser descubiertos, ¡al contrario! Tampoco andan por los teatros, pidiendo avales de veracidad al público. El enamorado es un mago que necesita revelar al mundo lo que han visto. Que el mundo sepa que algunas bellezas que no están contempladas en un desfile de moda son verdaderamente milagrosas.

¿A quién voy a dedicar este recorrido de elixires, mejunjes, pócimas y hechizos? Bueno, ya que somos seres hechos de sueños… A los grandes soñadores.

A los que dudan que el pensamiento tenga la capacidad de dotar de alas al alma.

 

Este precioso sueño me ha hecho viajar hasta acá. A estos presentes. Durante algunos años. Y justo cuando pensaba que estas cosas solo sucedían en las novelas o las películas de amor… Recibí un efecto mágico y me puso a viajar por el tiempo. Estoy agradecido que haya sido así.

Vamos envejeciendo pero seguimos aquí. El día que muera voy a extrañar estos mágicos viajes… Porque un día nos tendremos que separar. Mientras tanto, mientras aún podamos realizar nuestros sueños más fantásticos… Habrá vida. Le juro que habrá vida.

A la mujer que sabe encantar, porque nos encanta.

Nacho

 

20 de Enero de 2021