El deseo de ser identificado es propio
del ser humano, solo mediante el reconocimiento del otro nos constituimos como
personas.
La palabra persona es de origen latín y significa “máscara” y es a través suyo que se adquiere un rol y una identidad social. Naturalmente, esta debe coincidir con la particularidad que la sociedad le reconoce al sujeto y hacer más sencilla su identificación.
Sin embargo, existe un control absoluto
sobre la identificación. Todo aquello que se confiaba de un modo íntimo y
exclusivo a pocos, ahora está al alcance de cualquiera... Porque hay entre
nosotros una nueva identificación, que es la identidad sin persona. ¿Qué quiere
decir? Que siendo la máscara lo privado, lo oculto -al caer la máscara- la
identidad se desnuda.
Desde luego, al anularse lo privado que
suponía la máscara, ha decaído con ello la belleza –pues, en la belleza- el
velo y lo velado, la envoltura y su objeto están unidos en una relación subyugada
por lo secreto. Fíjese, para considerar bello un objeto es esencial el velo,
entonces, la belleza en su esencia es indevelable. ¿Se entiende? Si lo bello
solo puede existir velado, en el secreto está el fundamento divino de la
belleza, de lo contrario solo puede ser una apariencia.
Hoy nos orienta la descripción ordinaria y despreciable que tiene origen en una exhibición de cuerpos a gran escala. Lejos de aplicar el pensamiento y profundizar en el misterio que rodea la belleza de una señorita que vende un bronceador, no. No, hay una obsesión dedicada a percibir qué sucede detrás de su escote. Es decir, a nadie le interesa qué está ofreciendo, porque lo que se vende es la imagen de un cuerpo.
Todo concluye en un juego de apariencias que el público consume. Ni a la agencia de publicidad ni a los canales que repiten el aviso hasta el cansancio les interesa si la señorita posee inquietudes artísticas o existenciales. Ni hablar al televidente.
Nadie despierta del grado de consumo al cual hemos caído… Consumimos apariencias. Consumimos lo que vemos y no pensamos que el amor quizá sea una pincelada metafórica del alma que busca la belleza del otro.
1
En
el pasado, la desnudez constituía una degradación moral para los maridos que se
consideraban ultrajados. También otorgaba sabiduría o desgracias a los que por
casualidad alcanzan a ver la desnudez de una diosa o una ninfa…
Y allí está el tipo que queda ciego, el que muere
deslumbrado, el que adquiere un don, etc.
Un amigo me contó que había imaginado desnuda a Sol Pérez, mientras ella daba el pronóstico del tiempo. Algo perplejo por su comentario respondí que convienen ciertos obstáculos, de lo contrario anulamos los espacios de la imaginación.
Si usted organiza un desfile de mujeres
desnudas –o con poquísima ropa- no está imaginando nada, son cuerpos que observa
moverse. De última, es un esfuerzo bastante elemental. Tampoco estoy de acuerdo
que la desnudez venga a aplacar el deseo, jamás ocurre el despojamiento
absoluto, porque la belleza siempre es inabordable. Eso sí, en mi humilde
opinión, Sol Pérez no es fruto de la alquimia, ni un destello inconcebible del
arte. Simplemente un producto que la sociedad machista agradece con hectolitros
de baba.
Detrás del desnudo, la entrega y del placer, todo fluye para ser descubierto. Con esa consigna pensé la charlita, porque… ¿La desnudez de un cuerpo, consagra el final de su belleza? ¿Y si la belleza estuviese más allá del desnudo?
En el lecho de muerte, Godgyfu
donó toda su fortuna a la abadía de Ely. Milagrosamente se recuperó y tomó por
esposo a Leofric, el conde de Mercia. Entre varias actividades, fundaron un
monasterio benedictino en un pueblo de Coventry y como Godgyfu era muy devota,
repartió sus joyas en apoyo a las diversas tareas solidarias de la iglesia.
Por su parte, la leyenda
cuenta que el rey Eduardo imputaba a Inglaterra con gravosos impuestos,
especialmente en el pueblo de Coventry. Sus habitantes exigieron la
intervención de Leofric, pero se trataba de un sujeto codicioso y en lugar de
rebajar los impuestos, los aumentaba.
Muy bien, su esposa Godgyfu
-que significa “regalo de Dios”- se sumó a la protesta y demandó al marido que
bajase los impuestos. Enojado por las insistencias, prometió que bajaría los
impuestos si se presentaba desnuda en el mercado. Obviamente, Leofric esperaba
que ella desistiese.
A la mañana siguiente y
desnuda bajo sus largos cabellos, Godgyfu montó su caballo y recorrió el
mercado. Conmovido, Leofric cumplió su promesa y bajó los impuestos.
Los
autores fueron adornando el relato. En una versión, la desnudez de Godgyfu no estaba
oculta en sus cabellos, sino gracias a una capa de invisibilidad que Dios le
había regalado. El procedimiento recuerda al casco de Hades, aquel forjado por
tres cíclopes, cuyo poder invisibilizaba a quien lo llevara puesto.
A
diferencia de la capa, el casco brindaba una invisibilidad completa. Por este
motivo lo usaba Hades, príncipe del Inframundo. Cuando emergía a la superficie,
lo hacía sin ser visto y entonces su repentina aparición extendía aún más el
temor entre los mortales.
En un evento posterior, Perseo lo utilizó para acercarse a Medusa y así matarla.
El caso es que con la ayuda de la capa de invisibilidad, Godgyfu anduvo desnuda por el mercado –a cuyos argumentos del idealismo subjetivo- daba lo mismo que no lo estuviese, pues el mundo existe a partir del momento en que la mente lo percibe.
Según
el obispo Berkeley, ser es ser percibido. El mundo físico está identificado con
lo que llegamos a sentir. Entonces, si no era posible ver a Godgyfu, ¿qué
efecto habría de producir su desnudez en el mercado? Respuesta, ninguno. Una
desnudez realizada en absoluta soledad, bueno, en verdad no es desnudez. Usted
está desnudo solamente cuando está el otro. Si no hay un otro que nos pueda
ver, entonces usted no está desnudo.
En otra versión se ordena a los habitantes de Coventry cerrar las ventanas y permanecer en sus casas, algo que no difiere demasiado de lo antedicho.
La leyenda agregó a un tal Tom, un sastre que tuvo la osadía de relojear mientras Godgyfu paseaba tranquilamente. Casi como un colofón, Tom quedó ciego por mirón.
Cerca del siglo XVIII, Coventry organizó una función teatral y dadas las prohibiciones, el papel de Godgyfu fue interpretado por un muchacho… ¡Eso es engañar al público! Desde luego, no faltaban los que iban a pispiar, allí, donde los cabellos no lograban su cometido… ¡Cuánta decepción al darse cuenta de que en realidad era un tipo disfrazado! En fin, así se representó hasta el siglo XX, momento en el cual decidieron cancelarla por indecorosa.
Lady Godiva es conocida como la historia de una desnudez que ha sido efectiva, lejos de la satisfacción del que desea mostrase desnudo en público.
La desnudez tiene un enorme atractivo en el arte, como el caso de la pintura o la escultura. En contraparte, la desnudez produce un intenso morbo cuando se la industrializa. Sobre todo en el negocio del cine, la pornografía o filmaciones caseras, donde los desnudos se cuentan por millones.
2
Existe un relicario de plata en el cual
están esculpidas escenas del Génesis. En una de sus caras, el artista
representa a Adán vestido, triste y por otro lado a Eva, con pocas ganas de
vestir las pieles que Dios les ha proporcionado. ¿Por qué Eva resiste vestir
las pieles?
Para nuestros valores culturales, la desnudez simboliza la carencia, justamente, señala aquello que queda al descubierto. De este modo, la mente no alumbra la esencia de la desnudez, al contrario, se genera en su interior un simple vínculo entre objeto y envoltura.
La desnudez es uno de los grandes temas del foro teológico… Después del pecado, Adán y Eva percatan su desnudez. En realidad, estaban cubiertos por un hábito glorioso que se adhería a sus cuerpos como un vestido. Los hebreos hablan de un vestido luminoso.
El pecado despoja a Adán y Eva de aquel
vestido sobrenatural y entonces, desnudos, son obligados a cubrirse con hojas
de higuera y más tarde, en la expulsión, unos vestidos que Dios había
preparado. Esto significa que la percepción de la desnudez en el Paraíso tiene
dos instantes, a saber, el primero en la confección del taparrabos y el segundo
al quitarse las hojas de higuera para vestir las túnicas de Dios.
No consta un dogma acerca de la desnudez, más bien un vínculo entre desnudez y pecado, porque la desnudez es posterior al pecado y antes del pecado no había vestidos.
En general, la desnudez es un fenómeno
que se conecta con el cuerpo que la sugiere, mientras que desvestirse es algo
que hasta puede pasar inadvertido. Sin embargo, según las Sagradas Escrituras,
la desnudez es la apertura del alma, es decir, una visión reservada para el ojo
que la ve.
Naturalmente, una desnudez transforma...
En el orden que prefiera. Una transformación metafísica, poética, espiritual,
pero sin ensuciarla ni confundirla con un momento de calentura.
Una vez el pecado, se descubre el cuerpo del otro y la percepción de la propia desnudez. Antes de la caída, el hombre no estaba desnudo y esto explica el don sobrenatural que lo cubría, porque no solo se encontraba bajo la gloria de Dios… Sus vestidos eran confecciones divinas. Por eso cuando pierde el favor de Dios, la desnudez es un cuerpo que ha perdido la gloria.
El desnudamiento es la conciencia del
cuerpo, que, con todos los signos de su sexualidad, supone la consecuencia del
pecado. Ahí comienza a delinearse el dispositivo teológico, situando la
desnudez en relación a la posibilidad misma del pecado... Dios otorga al hombre
una gracia que puede ser removida.
En otras palabras, la desnudez es el
problema de lo humano en su relación con lo divino.
De nuevo, ¿por qué Eva resiste las pieles? Mientras habitan el Paraíso, Adán y Eva pueden estar desnudos, pero viene el pecado y son vestidos con pieles y luego expulsados. Eva se opone a tales imposiciones en un signo de femineidad, es decir, Eva es la mujer portadora y defensora de una desnudez paradisíaca. No está mal.
Probablemente la desnudez también tenga su lugar entre los condenados al Infierno, digo, aunque más no sea para castigar a quienes suelen tener pésimo gusto en la elección de sus prendas.
3
La
diosa Ártemis, aplicada en la castidad y experta cazadora, ciertamente, tenía
un carácter bastante difícil. Los que saben explican que el color de las nubes
cuando el sol da de frente, es el mismo que ella tenía al sentirse vista
desnuda.
En
una ocasión estaba bañándose en un bosque cercano a la ciudad beocia de
Orcómeno, hasta que Acteón tuvo la mala suerte de pasar por casualidad y
detenerse a observarla. Sobrecogido por la visión de semejante belleza, la
diosa humedeció el rostro de Acteón con agua y pronunció que le permitiría revelar
lo que había visto, si acaso podía… Pues de inmediato castigó
la profanación de su desnudez, transformando a Acteón en ciervo y enviándole a
sus cincuenta sabuesos para que lo mataran.
Los
perros destrozaron al ciervo, sin saber que era su propio amo. Más tarde buscaron
al centauro Quirón y para consolarlos, construyó una estatua del difunto Acteón.
Si
alguna noche de luna llena escucha el aullido de los perros, es debido a que están
visitando la estatua. Los perros no aúllan solamente cuando oyen las sirenas de
las ambulancias...
Veamos lo que le pasó a Leucipo.
Leucipo
era hijo de Enómao y estaba enamorado de la ninfa Dafne. Como sabía que ella rechazaba
el matrimonio, Leucipo dejó crecer su melena y se vistió de mujer. De esta manera
se presentó ante su amada.
Una
mañana caminaba por un bosque y la vio junto a otras ninfas, en la caza de un
jabalí. Leucipo pidió acompañarlas y Dafne asintió.
Con
el tiempo, Leucipo y Dafne fueron amigos inseparables, pero el dios Apolo -que
también la pretendía- sintió unos celos tremendos de Leucipo. Y entonces, Apolo
hizo que los rayos solares aumentaran y de este modo que al grupo de felices cazadoras
le apeteciera bañarse en el río Ladón.
Obligado
a desnudarse, el truco de Leucipo quedó al descubierto y sin mediar palabras, Dafne
y las demás ninfas lo mataron entre flechazos y puñaladas.
Al
igual que las diosas, las ninfas eran celosas de su intimidad.
Y me parece bien que la desnudez no sea invadida, apropiada, ni violentada. Únicamente
despliega sus formas y contornos al que desean, por eso la intimidad tiene una
distancia justa y prudente ante los indeseables.
Otro mito.
Tiresias
no nació ciego ni adivino. Pero, ¿quién era Tiresias? Fue hijo de Everes y de
la ninfa Cariclo. Siendo apenas un adolescente, sorprendió a la diosa Atenea
mientras se bañaba desnuda en la fuente Hipocrene, en el Monte Helicón.
Aquella indiscreción merecía
ser condenada y entonces Atenea apoyó sus manos sobre los ojos de Tiresias y lo
dejó ciego.
Cariclo,
madre de Tiresias, formaba parte del cortejo de Atenea y le suplicó que
devolviese la vista a su hijo. Lamentablemente, Atenea no tenía el poder para
deshacerla la ceguera, así que le purificó su audición para comprender el
lenguaje de los pájaros. Le entregó además un bastón de cornejo, gracias al
cual caminaba sin problemas entre la gente.
Finalmente,
la diosa Atenea le concedió una vida más larga y el poder de conservar todos
sus dones proféticos, aun después de muerto en el Hades.
La desnudez siempre va hacia un deseo de
transformación. Que rompa el tiempo del mundo. Que haga de cada parte del
cuerpo, un mundo nuevo. Incluso aunque estemos visitando los calurosos paisajes
del Infierno.
4
El pecado no explica el mal en el
mundo, en todo caso lo revela. De ahí la desnudez no sea un estado, sino un
acontecimiento…
Deja a la vista lo que es humano.
Adán y Eva fueron estaban revestidos por la gloria divina. No conocían la enfermedad, la muerte, ni la libido, esto es, la excitación incontrolable de las partes íntimas.
San Agustín opina que la libido es
consecuencia del pecado. Es rebelión de carne y deseo frente al espíritu o lo equivalente
a una escisión entre carne y voluntad.
Las Sagradas Escrituras aclaran que
hombre y mujer iban desnudos y no sentían vergüenza, pues su propia desnudez todavía
no era indecente. La libido no perturbaba sus voluntades. Sus ojos estaban
abiertos aunque no para conocer qué había debajo de sus vestidos gloriosos.
Perdida la gracia, la desnudez se
volvió obscena, dejando al hombre en un estado de confusión. Desde ese
instante, el cuerpo descubre la vergüenza y redefine todo lo que debe
mantenerse oculto.
Supongamos que Adán y Eva no hubiesen pecado… ¿Cómo habría sido la sexualidad en el Paraíso? Difícil saberlo, pero si acaso la libido está definida por la imposibilidad de controlar la sexualidad, es posible que el estado que precedía al pecado consistiese en el perfecto control de la voluntad sobre las partes sexuales.
Además, si la desobediencia no hubiera sido castigada, la humanidad no habría conocido resistencia ni oposición, esa lucha entre libido y voluntad. Evidentemente, resistir la tentación a un estímulo sexual, no es paradigma de la castidad. Es un ejercicio de la inteligencia que nos permite discernir un desnudo artístico de una imagen pornográfica.
Por lo tanto saludo a quienes aman con
disciplina artística e inteligente. ¿Sabe por qué? Porque allí por lo menos hay
esfuerzo…
El artista intenta hacer todo bien y si no sale bien, corrige. Aprende a amar
cuando mejora sus rimas.
La atenta mirada de Dios sobre los actos humanos produce mayor inmoralidad en la corporalidad del género humano. Es muy poderosa la idea de un ojo que todo lo ve, incluso después de la caída del hombre.
Por supuesto, creerlo está en cada uno,
pero no es menos cierto que ese temor al castigo divino viene transmitiéndose
de generación en generación.
5
Para
la mitología caldea, la diosa del pecado era Anat. Fue esposa y hermana de Baal
y concedía la fertilidad. También se le vinculó con la diosa Astarté y el
pueblo la adoraba por su aspecto de diosa osada y guerrera.
El
dios Seth paseaba por la orilla del Nilo y vio a la diosa bañándose. Sin
pensarlo dos veces, convirtió su aspecto en la de un carnero y la viola. Pero
como Anat solo engendraba a partir del fuego divino, expulsó el semen tan fuerte
que cayó sobre la cabeza de Set, dejándole herido. Más tarde, el dios Ra se
apiadó de Set y mandó a Isis para que le curara.
Algunos
mitógrafos aseguran que el dios Seth ha dejado de pasear por los arrabales
egipcios y espiar cerraduras de pirámides ajenas.
En
el Antiguo Egipto, Nut era diosa creadora del universo. La personificación es atrayente
ya que su risa era el trueno y sus lágrimas la lluvia. Todos los cuerpos
celestes ingresaban por su boca y salían a través del útero. El sol viajaba alrededor
de su cuerpo en la noche, mientras que las estrellas y la luna durante el día.
Nut
fue hermana y mujer de Geb, el dios de la tierra y sus padres eran Shu, dios
del aire y Tefnut, diosa de la humedad. Su representación es la de una mujer
arqueada y desnuda por encima de la tierra, aunque a veces sostenida por Shu,
el aire. Sus manos están orientadas hacia el este y sus pies al oeste. Ambas
extremidades simbolizan los pilares en los que se apoya el cielo, por ende, su
cuerpo está cubierto de estrellas. Iconográficamente hablando, es una vaca con
su barriga estrellada.
Sabemos
que los dioses egipcios hacían renacer a los muertos y en ese orden, Nut los
convertía en estrellas dentro de su cuerpo. Por ello su imagen aparece en la
parte inferior de los sarcófagos, protegiendo al difunto o en el interior, para
ayudarlos a renacer en el más allá.
El
mito dice que su padre Shu y el dios Ra intentaron que Nut y Geb no estuvieran
juntos. Para eso, el dios Ra prohibió cualquier encuentro durante los días del
calendario egipcio. Sin embargo, con ayuda del dios Thot, Nut agregó cinco días
con fragmentos de tiempo de la luna.
De
la unión con Geb nacieron Osiris, Horus, Seth, Neftis e Isis.
No
sé qué me fascina más… Una mujer cuyo cuerpo esté recubierto de estrellas o porque
tenga el poder de añadir días al calendario.
Bueno…
Cuando uno está enamorado, el tiempo parece cambiar, ¿no? Descubre a una mujer,
que es portadora de estrellas y se enamora. Todo el pasado se alumbra y se
resignifica con ese suceso. Como si lo vivido anteriormente hubiese sido una antesala
y por fin conocerla. Guarda con eso.
6
Tras la caída, Adán y Eva se cubren con
hojas de higuera, es decir, la transgresión a Dios implica el paso hacia una
desnudez que debe cubrirse. De ahí que volver a la desnudez original sea la
triste e imposible alegoría de recuperar el favor divino y que los niños no
sientan vergüenza de su desnudez esté asociado, en la tradición judía y
cristiana, con la inocencia paradisíaca.
Al no comprender su desnudez, divagan
en una suerte de limbo, porque los niños desconocen la vergüenza que sanciona
la presencia del deseo.
Para el filósofo Sartre, el deseo es la estrategia que consiste en revelar el cuerpo, pero lo que impide su aparición no son vestidos ni maquillaje que lo recubren, sino la sencilla razón de que el cuerpo siempre está en estado de situación. Conviene admitir que la mayoría espera que el otro se quite la ropa y atienda su pasión de inmediato. Y entonces, lo convierten en objeto. Por eso el perverso tiende a ser peligroso. En su obscenidad, trata de apoderarse del cuerpo del otro, transgrediendo su voluntad a la fuerza.
En el Génesis, Eva ofrece a Adán un fruto del árbol del bien y del mal. Según la serpiente –para los autores clásicos, Lucifer metamorfoseado- el fruto concede el conocimiento total.
Efectivamente, la Biblia dice que
comido el fruto, abren los ojos y descubren la desnudez del otro. El único
conocimiento recibido es la desnudez. Pero, ¿es la desnudez el primer
conocimiento? ¿Qué conocemos al conocer una desnudez?
Adán y Eva recibieron un precepto divino y con el fruto se despojaron de él. Vale decir que el conocimiento de la desnudez fue un conocimiento invisible –un vestido divino- pero que ahora habían perdido.
Tomemos otra interpretación… Con la desnudez no se conoce a la persona, sino una ausencia de vestido. Por lo tanto, aquello que los ojos del hombre del Paraíso descubren es la apertura de la verdad, la evidencia de algo que está reservado y escondido.
La ausencia de vestidos gloriosos no
revela la oscuridad del pecado, sino la luz de lo que es cognoscible.
Justamente, detrás de un cuerpo desnudo decimos que todo queda a la vista y sin
embargo, la verdadera desnudez está más allá de lo evidente.
Basilio el Grande sostenía que el hombre vivía ocioso y en plenitud, pero el pecado le había cerrado los ojos del alma y de este modo percibir la desnudez como debilidad y ausencia del saber. Lo que el pecado revela –continúa Basilio- no es una carencia o defecto de lo humano que el vestido cubre, sino en percibir la carencia de plenitud que estaba definida por la condición edénica. El pecado acaba por empujar al hombre a técnicas y ciencias, lejos de Dios.
Contrariamente a la ponencia de San Agustín, la desnudez no refiere a la corporeidad, sino a unos saberes mundanos en sustitución a la perdida de contemplación divina. En el Paraíso, Adán goza un estado de perfecta contemplación y culmina en éxtasis cuando Dios lo adormece para quitarle la costilla.
Basilio concluye que la caída del hombre no es la caída de la carne, sino la de la mente y las jerarquías del conocimiento.
7
Al margen de la tentación que provoca el
desnudo público de un hombre o una mujer, antes había una eficacia en la
desnudez para obtener resultados.
Recuérdese lo que pasó con Menelao y Helena. Vino
el rapto de Paris y Menelao sitió Troya durante 10 años. En el medio del
desastre, Menelao se reencuentra con la mujer que lo había abandonado y cuando
está por liquidarla, Helena deja caer el vestido y aparece la desnudez de sus
pechos… Menelao amaina su ira y le perdona la vida.
Solamente la desnudez de una mujer es capaz
de tremendo estremecimiento. Dudo que se consiga un efecto similar, si
tuviésemos el ejemplo inverso. Y porque la desnudez del hombre no tenga su
encanto, quizá sí. Bah, no lo sé. Pero creo que la desnudez femenina esconde
razones mágicas. La desnudez de una mujer produce unos efectos extraordinarios,
acaso porque ella misma sea un elemento de la magia. Además, póngale que un
chorro embosca a un tipo para robarle y por temor a que no lo mate… ¿Qué hace
el tipo? ¿Se
baja los lienzos? No es lo mismo.
El
rey Agamenón estaba casado con Clitemnestra y tuvieron dos hijas, Ifigenia y
Electra y un hijo llamado Orestes.
Muy
bien, Agamenón partió rumbo a la Guerra de Troya y Clitemnestra no dudó en
tomar a Egisto por amante. El problema era que Egisto no quería a Orestes y
deseaba matarlo. Egisto creyó haberlo hecho, pero jamás supo que su hermana
Electra lo había rescatado a tiempo.
Pasaron
largos años y Agamenón regresó a Micenas junto a Casandra como concubina. Lo
que él no sabía era Clitemnestra ya había urdido un plan para matarlos…
Y así fue. Ambos murieron de un hachazo en
el balero.
Poco
después reaparece Orestes para vengar la muerte de su padre y en el momento que
va a liquidar a su madre, Clitemnestra enseña los pechos recordándole que con
ellos lo había alimentado… Orestes no tuvo piedad y la mató,
redondamente.
En
Arabia, las mujeres rasgaban sus vestidos y dejaban sus pechos al descubierto,
porque aparentemente inflamaba de valor a los soldados en batalla.
Las mujeres cristianas de la Edad Media procedían de un modo similar… El desnudo era un recordatorio para sus maridos, ya que en caso de caer derrotados, serían objetos de placer del enemigo.
Es posible que exista en el universo una mujer cuya desnudez promueva el conocimiento de los secretos de la vida, con la siguiente salvedad… Si un hombre accede a esa visión y no posee la estatura espiritual ni intelectual indispensable, ni el dedo del destino apuntándole, es decir, si aquella desnudez es vista por quien no está indicado para verla… Ese hombre debe morir. Sin dudas.
8
La desnudez o desnudamiento concierne
al conocimiento de lo divino y al proceso mismo del conocimiento.
Antaño el medio de conocer era mediante la imagen. El proceso del conocimiento se describe en un progresivo desnudo de la imagen, que, pasando de la sensación a la imaginación y a la memoria, quita sus elementos sensibles para ser comprendida sin demasiados inconvenientes. En el momento del entendimiento, la imagen está desnuda –y si no lo estuviese, se vuelve tal- pues la facultad contemplativa la desnuda de un modo que ningún efecto material entorpezca lo que estoy observando. El conocimiento adquirido supone haber ingresado en los primeros peldaños hacia ese infinito camino de la desnudez.
Por eso, el conocimiento es el temblor de una imagen que transmite la esencia desnuda en su totalidad. La imagen, en cuanto expresa la desnudez, es el medio entre el objeto en la mente y el objeto real que se da a conocer.
La desnudez es una imagen de la comprensión y aun así, siempre arrojado al mundo de lo inasible. De ahí la fascinación que ejerce sobre la mente. Precisamente, la imagen no expresa ni simboliza la desnudez del otro. Tampoco el hecho de despojarse de vestidos que lo recubren, pues la desnudez comienza en el desmenuzamiento, ni bien la inteligencia pone manos a la obra y opera sobre la imagen de lo aparente.
El filósofo Walter Benjamin razonó la relación entre velo y velado, apariencia y esencia de la belleza.
En la belleza, velo y velado, la envoltura y su objeto están articulados por un vínculo necesario, que es el secreto. Según él, un objeto bello es aquel que presenta un velo. Por ende, en el develamiento, lo velado se transforma, pues continúa siendo igual solamente bajo la envoltura. Por eso la belleza es básicamente intransferible... Si lo bello puede existir velado, entonces en el secreto reside el fundamento divino de la belleza.
Bueno, la apariencia de la belleza es
justamente eso, esto es, la envoltura necesaria de las cosas para nosotros.
¿Por qué es necesaria? Y porque cuando un asunto divino es develado fuera de
tiempo, sin justificación, la revelación disuelve sus secretos y los vuelve
mundanos.
Esta ley de la belleza desaparece en la
relación del hombre y su desnudez. La belleza existe como esencia mientras no haya
una clara dualidad entre desnudez y vestido. Al contrario, cuanto más intensa
esta dualidad, más claro queda que lo aparentemente bello desaparece en la
desnudez y en su lugar asoma la belleza de lo sublime…
No otra cosa sino la obra de Dios.
En el cuerpo humano, la belleza solo puede ser aparente, porque mientras que en las obras de arte y la naturaleza funciona el principio de lo indevelable, en el cuerpo sucede lo opuesto. Es decir, no solo existe la posibilidad de que un desnudo condene su belleza a la apariencia, sino que su mero descubrimiento la constituye… Sin embargo, la belleza del cuerpo siempre es exhibida como una apariencia.
Hay un límite que ya no es apariencia ni un vestido que oculte algo y es el desnudo humano. Desnudez es quitarse de encima el velo de la apariencia. En tanto el impulso animal y sin sentido del erotismo continúa exhibiendo el vacío del cuerpo, la inteligencia invade, desborda y desnuda el alma… Recién ahí asoman los primeros indicios del otro.
9
Dijimos que la belleza nunca está
esclarecida del todo, por lo tanto, funciona como una apariencia que alcanza su
cúspide en la desnudez. Ahora, que no sea esclarecida ni siquiera en la
desnudez, significa que quizá deberíamos redoblar el esfuerzo y seguir buscando
el secreto en ella.
Goethe cree que hay bellezas que no
contienen secreto alguno –y que desnudas- la apariencia permanece. Algo en lo
que coincidiría Oscar Wilde refiriéndose a las “esfinges sin secretos”, o sea, personas cuyas posturas prometen
contener el secreto del universo y en realidad no ocultan absolutamente nada.
Lo bello es el brillo opaco de una luz relacionada entre apariencia y esencia, velo y velado. Por consiguiente, la apariencia es la envoltura necesaria e indevelable de la belleza. Sin embargo, esta ausencia de secreto en la desnudez humana, se signa de manera destacada, a través del rostro.
Es curioso lo que sucede a medida que llega la vejez. Comienza a sentirse una suerte de obligación moral, a tratar de sentirse bien consigo mismo –digámoslo de una vez- a cuidar la apariencia de lo bello. Hay una actitud nihilista que consiste en reducir su propia belleza a pura apariencia y demostrar a través de ello –casi con melancólica ilusión- que la belleza puede expresar algo distinto y sin embargo, es desde esa desnudez sin velos que la belleza ofrece su más tremendo atractivo. Ese desencanto del nihilismo, visible sobre todo en el mundo de las modelos, aprende a anular de expresión al rostro, revelando solo un valor de exposición y por ende, un encanto particular del cual todos buscan copiar.
Culturalmente se establece que el rostro permanezca desnudo, mientras que el cuerpo cubierto. ¿Por qué? Para que el rostro sea el centro de la expresión. El hecho de que los animales presenten en sus cuerpos signos expresivos, ejemplo, el exótico pelaje de un leopardo, las alas de las mariposas, el plumaje del pavo real, etc., demuestra que el cuerpo humano está privado de rasgos expresivos.
La confirmación de una fuerza expresiva en el rostro enseña también su costado débil, ejemplo, el rubor es indicio de la vergüenza por la desnudez. Entonces, no neguemos que la desnudez opaca la belleza del rostro. Pero, ¿puede un cuerpo eclipsar el rostro? Llegado el caso, ¿invisibilizarlo?
La idea de que un cuerpo desnudo puede colocarse
él mismo como rostro, bueno, es algo que se verifica a diario. Basta con
encender la televisión o navegar por Internet.
En los inicios de la fotografía
erótica, la expresión de la modelo era como si el objetivo la hubiese
sorprendido. Tales expresiones han cambiado y sirven para provocar lo que un
cuerpo desnudo deja a la vista y paciencia de cualquiera.
Yo apuntaría que el descaro es actualmente la contraparte de la desnudez sin velos. Y además que la performance del rostro, como cómplice del desnudo, manifiesta una ausencia de secreto. Es un darse a conocer desde la exposición más banal que pueda uno pensar.
10
A
principios del siglo IV a.C. en Atenas, en la Guerra del Peloponeso, vivía un
escultor extraordinario llamado Praxíteles. Tanto, que su mujer lo confundía
con las estatuas que su marido realizaba.
Una
vez esculpió una estatua de sí mismo y mientras plumereaba a Praxíteles,
cuestionaba a la estatua cuándo demonios iba a deshacerse de aquella
porquería... Evidentemente se confundía.
Praxíteles
estaba obsesionado con ampliar los límites de su arte. Deseaba alcanzar un
ideal de belleza humano, divino y sensible. Constantemente probaba nuevas
técnicas y que sus obras se llenaran de vida y fuesen lo más naturales posible.
Para
lograr el naturalismo en las curvas, luces y sombras, trabajó mucho la piedra y
el bronce. Utilizó una técnica especial en el pulido del mármol, lo que
aumentaba el realismo de la escultura. Con los años, su estilo fue visto como
delicado, luminoso y sensual.
Entre
las obras sobresalientes, la que gozó de mayor renombre fue la Afrodita de Cnido, estatua de tamaño
natural de la diosa en la que por primera vez se representa desnuda. El escritor
romano Plinio consideró a Afrodita de
Cnido la mejor escultura de Praxíteles, por no decir la mejor del mundo.
Muy
influenciado por las mujeres que conoció en su vida y su relación con Friné,
una bella cortesana, Praxíteles fue uno de los primeros escultores en trabajar
verdaderamente la forma femenina.
Para
empezar, su Afrodita está desnuda, una innovación audaz en el momento. Aunque
el original ya no existe, por medio de reproducciones en monedas romanas se
pudo identificar algunas copias, una de las cuales se encuentra en el museo del
Vaticano.
Se
cuenta que Praxíteles adquirió su destreza tras conocer a Friné, una cortesana
de Tespia. El escultor estudió la anatomía de Friné y después inmortalizó su
imagen en Afrodita de Cnido.
Pero
una comisión de miserables, precedidos por Eutias la condenaron al exilio
porque una cortesana no podía adorar deidades bárbaras. Recuérdese que en aquel
tiempo, el exilio era peor que la condena a muerte. A decir verdad, le tenían
bronca a Friné porque era muy hermosa.
Mientras
se preparaba el juicio, Praxíteles pidió ayuda a un amigo suyo, el tribuno
Ispérides para que defendiese a Friné.
Empezó
el juicio y el tribuno Ispérides habló del prestigio de Friné por ser ciudadana
de Tespia, que era una ciudadanía ilustre. Los jueces…
Nada.
Después
aludió a los canallas que son capaces de calumniar y ver humillada la gracia de
una mujer que jamás podrán alcanzar. Los jueces miraban severamente a Friné…
Y nada.
Citó
innumerables hechos que ennoblecían a Friné… Nada.
Ispérides
mencionó de la Venus Anadiomenes del
pintor Apeles para honrar a Grecia y cuya imagen representaba a la mismísima
Friné. Los jueces… Nada.
Gritó
que Friné había ofrecido dinero para la reconstrucción de Tebas. Los jueces…
Nada.
Finalmente
dijo que les daba dinero a los pobres, que era buena…
Nada. Los jueces, nada.
Enfurecido
por el fracaso de su elocuencia, Ispérides recurrió a un argumento tremendo…
De un manotón arrancó el vestido a Friné y desnuda
como el agua del mar, solamente quedó la belleza indescriptible… Y eso bastó.
Recobrados
por la emoción y demás incomodidades, los jueces consideraron que semejante
belleza debía eximirse del crimen que se acusaba. De ese y de cualquier otro.
Los
jueces no pudieron condenarla porque Friné desnuda no decía la verdad…
Era la verdad.
Me
encanta la femineidad, siempre y cuando su visión sea un fenómeno decisivo, por
ende, que no le esté multitudinariamente dado a cualquiera. Por eso quisiera
sentir que estoy apropiándome de un secreto que no debo contárselo a nadie. Absolutamente
a nadie. De manera que si está latente el peligro de quedarse ciego, de morir
fulminado por un rayo de Zeus, pues preferible eso antes que asistir a un
teatro de revistas, un cabaret o una página porno.
En nuestra comunidad hay una fuerte conexión entre el concepto ético y estético, pero me parece que ciertas virtudes están más allá de la corporalidad. No todo el mundo está capacitado para ver con los ojos del alma y menos que menos hundirse en lo que un cuerpo declara… “Quiérame sin prejuicios”.
Insisto… Creo que la desnudez femenina es menos parecida a un manual de anatomía y a una torpe descripción de rasgos corporales, que a una operación mágica. En cambio, hay otras desnudeces que definen un marco particularmente ominoso y maravilloso en su condición femenina, que, al margen del descubrimiento de su cuerpo, sus desnudeces más profundas permiten elaborar una suma de sentimientos y emociones únicas. Por ejemplo, que una mujer le confiese lo que hace para llamar su atención y decirle que lo ama, es muchísimo más intenso y revelador que un escote.
En
ese sentido me encanta imaginar la desnudez de una mujer, digo, porque para
ponerse a buscar defectos o hacer una lista de comparaciones y contárselos a
sus amigos están los imbéciles.
Yo necesito creer que una mujer es linda no tanto por sus formas, sino porque nuestro corazón nos está diciendo que algo bueno hizo o estará por hacer. En esta y en todas las vidas, para ser así de hermosa.
El milagro de la belleza no es un milagro estético, también un milagro ético. Un milagro divino y una señal refinada y noble de la inteligencia… Acaso la única que Dios tiene reservada para nosotros.
Ojalá que sea así, porque si no fuese así, entonces la belleza sería una imagen acartonada en un programa de televisión. Una foto en las redes. Un pastiche sobre el cuadro. Un pedazo de mármol en el museo.
Dedicado a la mujer que tanto amo y adoro. A la más hermosa. A usted, cuyos rasgos corporales, lejos de pertenecer a los cánones de belleza, son lo más parecido a un milagro que he visto en mi vida.
Nacho
13 de Febrero de 2021