No debe haber civilización alguna que no posea un
antecedente demoníaco o variabilidad narrativa de entidades malignas que atacan
a seres vivos, de hecho, el momento de la creación está atravesado por tales criaturas
infernales.
Las estadísticas actuales aseguran un alto índice de violencia sobre la mujer, que no es sino la ratificación de un sometimiento que recorre milenios y milenios de historia. Pero contrariamente a lo que podría pensarse, no resultan infrecuentes mitos y leyendas relacionados con mujeres que son demonios y causan la perdición de los hombres. Ese es el caso de Lilith.
El mito comienza en la civilización sumerio-acadia. Los dioses emergieron de un mar infinito y en el interior de aquel caos primigenio, Lilith era la diosa encargada de las puertas que separaban el plano espiritual del físico y terrenal.
Lilith conducía el alma humana hacia la
sabiduría y la inmortalidad, cualidades que pronto la constituyeron como una
bella mujer alada. Llevaba consigo los anillos de Shem, unos antiguos símbolos que
verifican el paso a la inmortalidad, una vez alcanzado la sagrada sabiduría del
Árbol del Conocimiento.
La primera noticia escrita se remonta entre 2.500 y 2.000 a. C. en Epopeya de Gilgamesh, un relato acadio descubierto en unas tablillas de arcilla. Allí se refiere a Lilith como un demonio femenino que toma la forma de una serpiente y habita en un sauce custodiado por la diosa Inanna, en las riberas del río Éufrates.
Luego que Gilgamesh dispersase sus escombros, entregó el tronco a la diosa
Inanna para hacerle un lecho y un trono.
La interpretación indica que el culto a
Inanna desalojó al anterior culto por Lilith. La diosa Lilith abarcaba los tres
planos, esto es, serpiente en el Infierno, mujer en la Tierra y ave en el
Cielo.
Desterrada por Gilgamesh, Lilith
sobrevivió adoptando la figura de un demonio afín a la oscuridad y la
hechicería y posteriormente en las características físicas de la diosa Inanna,
además de atributos para la fertilidad.
Un museo británico todavía conserva un
relieve de terracota del período babilónico conocido como "Relieve de la reina de la noche". Es la representación
gráfica de una figura femenina, desnuda y adornada solo con un tocado de cuatro
niveles -a modo de espiral- que referencia el acceso al conocimiento, a la vida
como proceso y a la inmortalidad.
Las manos de Lilith están levantadas,
volviendo las palmas hacia el frente y detallando las líneas de la vida, de la
cabeza y del corazón. Sus alas representan su ascenso al mundo de la divinidad,
pero también aluden al encanto del vínculo entre conocimiento y belleza.
Lilith aparece sobre el lomo de dos leones con sus fauces cerradas, sugiriendo el sometimiento de su fuerza a la inteligencia de la deidad. De nuevo, el verdadero poder de un dios… El conocimiento.
Finalmente, a ambos lados de los leones hay
dos búhos. Lilith es la primera diosa asociada a las lechuzas y así consta en
la interpretación hebrea de la Biblia, es decir, Lilith es una conexión con la
noche y un acceso al conocimiento de lo oculto. Es más, John Milton cuenta acerca de una bruja que usurpa las camas de los niños,
transformada en lechuza.
Fruto de la historia de Gilgamesh, nace un vínculo estrecho de Lilith con la serpiente. De ahora en adelante la serpiente simbolizará el conocimiento, la ciencia, el proceso regenerativo, pero por otra parte lo que es pecaminoso, lo prohibido, el mal. Este vínculo entre Lilith y la serpiente es el que recogerán las culturas judía y católica y permanecerá en los boletines oficiales de la historia.
Para Graves, el mito sumerio de Lilith representa la promiscuidad que los profetas hebreos rechazaban de las mujeres. Sin dudas, esto evidencia el único modo con el cual debía ser observado el mundo… Con los ojos del patriarcado.
Hoy somos testigos del conflicto de género y quizá con el
tiempo logremos entender por qué las deidades femeninas hayan quedado
subordinadas o condenadas al olvido o convertidas en la parte más oscura y
maligna de las religiones que vendrían más adelante.
PARTE 2
Durante el cautiverio en Babilonia, los
hebreos adoptaron mitos, tradiciones y leyendas acadias, sumerias y
babilónicas.
El argumento de Lilith es básicamente la personificación de la maldad femenina. Según el mito hebreo, fue creada del mismo polvo que Adán, aunque Dios decidió añadir un sedimento que se ignora. ¿Y cuál era el aspecto? Lilith es muy bella, de pelo largo y rizado. La cara blanca y rosada, de labios rojos y lengua aguda como espada. Sus palabras son suaves como el aceite. De sus orejas cuelgan seis pendientes y diversos ornamentos ciñen su delicado cuello. Otras versiones sugieren que su espalda esconde unas alas muy preciosas.
Conforme a otro texto apócrifo, Dios formó a Lilith del
mismo modo que a Adán, pero utilizó inmundicia y sedimento en vez de polvo
puro. La inmundicia habría convertido a Lilith en un demonio del que nacieron
criaturas malignas y las cuales todavía atormentan a la humanidad.
Lo cierto es que no hallaban armonía, pues Adán yacía con Lilith en una posición determinada… Siempre debajo de Adán y eso la tenía podrida. Lilith argumentó que siendo iguales, entonces no había excusas. Adán trató de persuadirla con falsas promesas y nada. Después amenazó con supuestas obligaciones y tampoco hubo caso… Lilith pronunció el nombre mágico de Dios, levantó vuelo y abandonó el Paraíso.
Adán fue a tirar la bronca a Dios y exigió el retorno de su esposa. Dios estuvo de acuerdo y agregó que ninguna criatura debería partir fácilmente del Edén, así que envió tres ángeles detrás de ella.
Llegaron al Mar Rojo y la vieron junto a
Samael, el arcángel de la muerte. Los ángeles ordenaron regresar con Adán, de
lo contrario Dios mataría a los hijos que tuviese con Samael. Lejos de
amedrentarse, accedió a ser castigada, pero declaró que atacaría a los niños
recién nacidos por los pecados de sus padres y a los hombres durante el sueño,
en forma de súcubo y así engrosar las filas de los demonios.
Tras aquel episodio, Dios entrega a Adán una nueva compañera. Sin embargo, Lilith no tardaría en acechar el Paraíso, seduciendo con apariencia humana y ocultando temibles poderes demoníacos.
Al profeta Isaías le pertenece la interpretación más desalmada del mito… La inmediata demonización de lo femenino y símbolo de vergüenza por haber sido la primera criatura edénica que quiso ser mujer, pero sin los deseos maternales que instala el canon. Además sostuvo que como castigo, el reino de Lilith está plagado de sátiros, perros y gatos salvajes, serpientes, buitres y bestias carroñeras.
Lilith está condenada a errar sin rumbo ni refugio por
las tinieblas del universo y su reposo final será una fortaleza custodiada por
feroces chacales y donde solo crece mortales ortigas.
Por esta razón, Dios pensó una sustituta más idónea que Lilith, digamos, más previsible y sumisa y menos contestataria y fogosa. Entonces tomó una costilla de Adán y creó a Eva, la madre de la especie humana y el ejemplo paradigmático de la monótona resignación que la sociedad exige a las mujeres.
En aquella época, el erotismo y la maternidad eran difícilmente reconciliables. Al menos así lo demostraban las constantes visitas clandestinas de Adán a los brazos de Lilith. Naturalmente, algo que resultaba impropio para una madre y una esposa.
Esta historia explica por qué Lilith acabó por convertirse en reina de los súcubos, el ápice de las obsesiones y fantasías eróticas de los hombres.
PARTE 3
De acuerdo a los mesopotámicos, Lilith
tenía el arma de la seducción y el erotismo y desde luego, la noche, su
hábitat. Cuando desciende al Infierno, Fausto se preguntaba quién
era Lilith, hasta que aparece nada menos que Mefistófeles y le explica que se trata
de la primera mujer de Adán.
Casi como una advertencia de trasnochado, Mefistófeles le
aconseja mucha cautela a sus cabellos, porque su esplendor es único. Con ellos
aprisiona a un joven y no lo deja escapar.
El mismísimo Victor Hugo consideraba que Lilith era la hija mayor de Lucifer. Un poema suyo la describe como un alma negra del mundo, una mujer de las sombras, una negrura salvaje y eterna de la noche. No está mal.
Hay un texto que me dejó sin palabras y pertenece a una escritora libanesa llamada Joumana Haddad. Lo transcribo a continuación…
Yo soy Lilith, la diosa de dos noches que vuelve de su exilio.
Soy Lilith, la mujer destino. Ningún hombre escapa a mi suerte y ningún
hombre quisiera escapar.
Soy las dos lunas. La negra no está completa sino por la blanca, ya que mi
pureza es la chispa del desenfreno y mi abstinencia, el inicio de lo posible.
Soy la mujer-Paraíso que cayó del Paraíso y soy la caída-Paraíso.
Soy la virgen, rostro invisible de la desvergüenza, la madre-amante y la
mujer-hombre. La noche, pues soy el día, la costa derecha, pues soy la
izquierda y el sur, pues soy el norte.
Soy la mujer festín y los convidados al festín. Me llaman la hechicera
alada de la noche, la diosa de la tentación y del deseo. Me han nombrado
patrona del placer gratuito y de la masturbación y liberada de la condición de
madre para que sea el destino inmortal.
Soy Lilith, la de los blancos senos. Irresistible es mi encanto, pues mis
cabellos son negros y largos y de miel son mis ojos. La leyenda cuenta que fui
creada de la tierra para ser la primera mujer de Adán, pero no me sometí.
Soy Lilith que retorna del calabozo del olvido blanco, leona del señor y
diosa de dos noches. Yo reúno aquello que no puede ser reunido en mi copa y lo
bebo ya que soy la sacerdotisa y el templo. Agoto toda embriaguez para que no
se piense que me puedo saciar. Me hago el amor y me reproduzco para crear un
pueblo de mi linaje, ya que mato a mis amantes para dar paso a los que aún no
me han conocido.
Soy Lilith, la mujer selva. No supe de espera deseable, pero sí de leones y
de especies puras de monstruos. Fecundo todos mis flancos para fabricar el
cuento. Reúno las voces en mis entrañas para que se complete el número de
esclavos. Devoro mi cuerpo para que no se me diga famélica y bebo mi agua para
nunca sufrir de sed. Mis trenzas son largas para el invierno y mis maletas no
tienen cubierta. Nada me satisface ni me sacia y aquí estoy de regreso para ser
la reina de los extraviados en el mundo.
Soy la guardiana del pozo y el reencuentro de los opuestos. Los besos sobre
mi cuerpo son las heridas de aquellos que trataron. Desde la flauta de los
muslos asciende mi canto, y desde mi canto la maldición se expande en agua
sobre la tierra.
Soy Lilith, la leona seductora. La mano de cada sirviente, la ventana de
cada virgen. El ángel de la caída y de la conciencia del sueño ligero. Hija de
Dalila, de María Magdalena y de las siete hadas. No hay antídoto contra mi
maldición. Por mi lujuria se elevan las montañas y se abren los ríos. Regreso
para penetrar con mis flujos el velo del pudor y para limpiar las heridas de la
falta con el aroma del desenfreno.
Desde la flauta de los muslos asciende mi canto y por mi lujuria se abren
los ríos.
¿Cómo podría no haber mareas cada vez que entre mis labios verticales
brilla una sonrisa?
Porque soy la primera y la última
La cortesana virgen
El codiciado temor
La adorada repudiada
Y la velada desnuda,
Porque soy la maldición de lo que antecede,
El pecado desapareció de los desiertos cuando abandoné a Adán.
Él se equivocó por completo, hizo añicos su perfección.
Lo hice descender a tierra, y para él alumbré la flor de la higuera.
Soy Lilith, el secreto de los dedos que insisten. Perforo el sendero,
divulgo los sueños, destruyo ciudades de hombres con mi diluvio. No reúno dos
de cada especie para mi arca. Más bien los transformo a todos para que el sexo
se purifique de toda pureza.
Yo, versículo de la manzana, los libros me han escrito aunque ustedes no me
hayan leído. El placer desenfrenado, la esposa rebelde, la realización de la
lujuria que conduce a la ruina total. En la locura se entreabre mi vestimenta.
Los que me escuchan merecen la muerte y los que no me escuchan morirán de
despecho.
No soy remisa ni la yegua dócil,
Soy el estremecimiento de la primera tentación.
No soy remisa ni la yegua dócil,
Soy el desvanecimiento del último pesar.
Yo, Lilith, el ángel desvergonzado. La primera yegua de Adán y la
corruptora de Satán. El imaginario del sexo reprimido y su más alto grito.
Tímida, pues soy la ninfa del volcán, celosa, pues la dulce obsesión del vicio.
El primer paraíso no me pudo soportar. Y me arrojaron de él para que siembre la
discordia sobre la tierra, para que dirija en los lechos los asuntos de los que
a mí se someten.
Soy Lilith, el destino de los conocedores y la diosa de dos noches. La
unión del sueño y de la vigilia. Yo, la poeta feto, perdiéndome gané mi vida.
Regreso de mi exilio para ser la esposa de los siete días y las cenizas de
mañana.
Yo, la leona seductora regreso para cubrir de vergüenza a las sumisas y
reinar sobre la tierra. Regreso para sanar la costilla de Adán y liberar a cada
hombre de su Eva.
Yo soy Lilith
Y vuelvo de mi exilio
Para heredar la muerte de la madre que he criado.
Nosotros celebramos en este foro la valentía de las
mujeres que enfrentan cualquier circunstancia desigual, opresiva o injusta.
También abrazamos a las que intentan darse ánimos en esa suerte de exilio
social, cuando tienen que pagar un alto costo por rebelarse ante un mundo que
está hecho solo para los hombres.
En el universo no todo es ficción y metáfora. Las victorias y los fracasos no son dichas y pesares artificiales. Tienen nombre y se inscriben en los murales de la historia.
FINAL
Recuerdo una de las primeras publicaciones en la cual
contaba que el verdadero nombre contiene los
rasgos de lo nombrado –y en consecuencia- abre la posibilidad de acceder a su
esencia y adquirir un poder sobre su voluntad.
Al parecer, ese fue el pecado de Lilith… El conocimiento.
Al descubrir el nombre de Dios, de inmediato supera a Adán y se transforma en
una deidad. Es decir, el conocimiento permite rebelarse. Entonces, ¿qué es lo
que tanto enojó a Dios? ¿Haber desobedecido unas maniobras sexuales exigidas
por Adán? ¿O que una mujer haya tenido la suficiente habilidad para apoderarse
de su nombre?
Me parece que lo que le molestó a Dios fue su falta de
reflejos, porque la omnisciencia jamás se permitiría ser imprudente con las acciones
humanas. Y si efectivamente ocurrió eso, entonces significa que solo la feminidad
logra una jugada semejante. Hay algo de misterioso, encriptado y mágico en la
mujer, capaz de desbaratar el destino de un hombre. De un Dios. O acaso de la
humanidad.
Por lo tanto, resulta entendible que la visión de un demonio femenino sea perturbadora, inquietante. Es portadora de una fascinación deliciosamente incendiaria, rara vez distinguible en el caso de un demonio masculino. Por eso está bien que una mujer sea peligrosa… Peligrosa porque acusa imprevisibilidad. Su belleza pone a todo el universo en estado de alerta.
Pensaba en los que frente a un desengaño amoroso se defienden con la afirmación de que todas las mujeres son iguales. Desde luego, respuesta clásica y banal del que no admite que una mujer no lo quiera. Fíjese, ¿no? Si una mujer pudo conocer el nombre de Dios, ¿qué le espera a un simple mortal?
Pensaba que nada justifica un acto de violencia. Menos que menos, un crimen. Sin embargo, la mentalidad moderna no termina de admitir la existencia de seres excepcionales -al contrario- los unifica y condena a vivir a través del consumo enajenante, el materialismo y los dictados sociales.
Pensaba en Adán y su obstinación a no perder a Lilith y en lo necesario que es comprender que uno siempre pierde en el amor. El enamorado sabe que va a perder. Lo sabe enseguida. En un pestañeo. Se enamora y pierde y se condena. Es una paradoja muy angustiante, pero así se resuelve el amor. Por eso Dios le entregó a Adán una mujer menos exigente y volátil que Lilith. Y yo sostengo que por amor hay que avanzar hasta las últimas consecuencias. Incluso ante la posibilidad de ser enviados al Infierno.
Bueno, quiero dedicárselo a Lilith y a una mujer que, quizá no sea un demonio, pero me hace creer que existe el Paraíso. Y si no, no importa…. Porque el Paraíso está, allí, donde ella se encuentre.
Nacho
9 de Marzo de 2021