Las dríades son
ninfas originarias del árbol de las Hespérides. Delicadas, solitarias y bellas,
no disfrutan de la inmortalidad, pero viven mucho tiempo. Ahí está Eurídice,
casada con Orfeo y Dafne, perseguida por Apolo y a la cual los dioses convirtieron
en laurel.
Una versión
tardía señala una diferencia con las hamadríades. En tanto las dríades erraban
los bosques, las segundas protegían las manzanas doradas de las Hespérides.
Según la estación del año, el cabello y la piel cambian de color y así camuflarse junto a la naturaleza. Cada una está relacionada a un árbol y no debe alejarse demasiado ya que podría morir, por ello lo defiende a como dé lugar.
Poseen gran
inteligencia, no suelen ser agresivas y lanzan poderosos hechizos si las
atacan.
Los romanos narran el mito de la bella Bélides, una dríade que habitaba los bosques y que sin querer atrajo la atención de Vertumnus, la deidad de los huertos. Preso de un furor irracional, Vertumnus quiso abusar de la ninfa, pero ella acudió a los dioses e imploró que la ayudasen. Antes que Vertumnus le pusiera una mano encima, Bélides fue transformada en margarita.
Bélides escapó de su fatal destino. De este modo, la margarita pasó a ser sinónimo de inocencia, castidad y transformación hacia un nuevo comienzo.
¿Sabía que las margaritas blancas representan los sentimientos mutuos, mientras que una margarita roja expresa el amor para toda la vida? ¿Sabía que las damas del medioevo adornaban su frente con una corona de margaritas para dar esperanza al caballero en cuestión? ¿Sabía que trasplantar margaritas salvajes a un jardín cultivado atrae la mala suerte? ¿Sabía que es la flor predilecta de ilustres escritores? ¿Sabía todo eso? Bueno, hoy hablaremos un poco de margaritas.
Las margaritas realizan movimientos heliotrópicos y esto sucede porque siguen el tránsito solar, desplegándose a la mañana y cerrándose en el crepúsculo o frente al mal estado del tiempo. El nombre completo es leucanthemum vulgare y es una inflorescencia, originaria de Europa y norte de África, el entorno son arroyos, prados, bosques y márgenes de algunos caminos.
La margarita es arbustiva y perenne y alcanza entre 30 y 70 cm de altura. De hojas verdes basales y pelosas, sus contornos dentados miden 60 mm de longitud. Respecto a las flores presentan un aspecto laminar y poseen un centro con flósculos amarillos. Los pétalos de la margarita están alrededor del centro, soldados entre sí, dispuestas en un conjunto de 8 pétalos. En ocasiones, estas flores tienen las puntas purpúreas.
Las margaritas florecen en primavera, extendiéndose hacia inicios del invierno y hay variedades como la thymophylla tenuiloba, callistephus chinensis, margarita de shasta, chrysanthemum furtescens, equinácea púrpura, rudbeckia, margarita gerber, argyranthemum frutescens.
Los granjeros
medievales decían que la primavera no llegaría hasta que alguien fuese capaz de
pisar un grupo de doce margaritas, operación complicada y enojosa si la hay.
Asimismo, soñar con margaritas en épocas primaverales o veraniegas era de buen
presagio, aunque hacerlo en invierno suponía la perdición.
La más conocida es la margarita de los prados o bellorita, a la que la ciencia califica por el nombre compuesto de bellis perennis que traducido significa “belleza perenne”. El término bellis procede del latín bellus, “bonito, bello” y luego perennis, “que dura todo el año”, pese a que recién sugerimos que detesta el frío.
Entre los anglosajones, Daisy es margarita y proviene de un inglés antiguo, imposible de deletrear y pronunciar. No obstante, el significado parece ser “ojo del día” puesto que en la noche los pétalos se cierran sobre el centro amarillo y vuelven a abrirse en la mañana. No está mal. Aprendan los Beto, Cacho, Rulo, Tito y remoquetes por el estilo…
La margarita es flor nacional de Italia y fue escogida por Margarita de Saboya, la primera mujer italiana en sentarse en el trono de un país recientemente establecido.
Además de resistir las plagas, las hojas tienen efectos terapéuticos, esto es, ayudan a combatir el catarro, la mucosidad, los dolores de cabeza y a reducir problemas de artritis. Contribuyen a bajar la fiebre y la cicatrización de heridas y hematomas. De hecho, Enrique VIII lastraba pavos reales, gaviotas, cisnes y venados con guarniciones de margaritas y aliviar el dolor de una úlcera que lo tenía a mal traer.
Una leyenda inglesa cuenta que las hadas añadían margaritas en la sopa de los niños para que conservaran la inocencia… Sin embargo, en Alemania estuvo prohibida el uso de la margarita por considerarse una hierba abortiva.
Quizá las margaritas no entrañen ningún beneficio medicinal y en realidad las características sobrenaturales estén relacionadas en quién las prepara. Por eso me quedo con una mujer que no sepa cocinar, justamente, porque sé que en su elaboración hay un amor profundo.
Seguramente las sopas de nuestras novias no tendrán margaritas, pero no les faltará ese ingrediente mágico e irrepetible, allí, en el rincón más oscuro y secreto del plato hondo.
PARTE 2
Existen
innumerables simbolismos y supersticiones alrededor de las margaritas.
Según un antiguo relato celta, las margaritas encarnan los espíritus de los niños muertos al nacer, de manera que fueron concebidas en apoyo a los desafortunados progenitores. En la mitología nórdica era la flor sagrada de Freya, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad.
Los primeros cristianos aseguraban que las margaritas habían nacido de las lágrimas de María Magdalena.
Conforme las tribus germánicas del norte -que pocas veces tenían cielos despejados- las margaritas anunciaban el regreso de Baldur, el dios solar y entre los pueblos celtas a la santa patrona de los granjeros.
Antiguamente, Helios fue el sol griego, fuente de luz y vida. Hijo de Hiperión y Tea, Helios tuvo de hermanos nada menos que a Selene, la luna y a Eos, la aurora. Su papel era muy importante ya que iluminaba las amenazas y el desconcierto que producen la oscuridad de algunas decisiones.
Helios atravesaba los cielos abordo de un majestuoso carro tirado por dos yuntas de toros solares o acaso cuatro potros que arrojaban fuego de sus fauces. Dicha cuadrilla la formaban Flegonte, Aetón, Pirois y Éoo, cuyos nombres eran Ardiente, Resplandeciente, Ígneo y Amanecer, en ese orden. Naturalmente, el circuito del viaje señalaba el inicio y final del día.
Helios tenía el don de transformarse a placer, casi siempre en un hombre hermoso. No había mujer que se le resistiese y Clitia fue una de las tantas enamoradas del dios solar.
La historia nace a partir de unos encuentros secretos de la diosa Afrodita con Ares, el dios de la guerra y Adonis. Helios descubrió aquellas infidelidades y la dejó en ridículo delante de los demás dioses.
Muy bien,
herida en su orgullo, Afrodita lanzó el siguiente hechizo… Como Helios amaba a
la princesa Leucótoe, produjo en ella un desamor del más cruento. Y para
ponerle color al guiso, que Clitia, hermana de Leucótoe, cayera enamorada de
Helios. Entonces, mientras Helios moría de amor por Leucótoe, Clitia moría de
amor por Helios.
Clitia resolvió contarle a su padre acerca de un hombre que visitaba clandestinamente a su hermana. Espantado y furioso, la enterró en un profundo foso, allí, donde el poder del sol jamás podría llegar. Los rayos solares de Helios fueron en vano y ni siquiera bastó un misterioso néctar de alimento… Leucótoe murió en aquella fatal tumba.
La muerte de Leucótoe aumentó el desprecio de Helios hacia Clitia, quien pasaba jornadas enteras avistando al sol, sin comer ni dormir. Sin embargo, los dioses no pasaron por alto esto y al cabo de nueve días, Clitia comenzó a fundirse con el suelo... Las piernas se volvieron raíces hasta convertirse en una planta.
Todavía se dice que siendo planta, gira su cabeza desde el amanecer y contempla a su amado imposible, el sol… Hasta que su carro se pierde de vista en el oeste del mundo.
Sus simbolismos empezaron a variar en el período victoriano, sobre todo en el terreno de los afectos. Por citar un ejemplo, con las margaritas se calculaba cuánto tiempo debía esperarse al momento de contraer matrimonio.
El asunto
consistía en cerrar los ojos y tomar una cantidad indiscriminada de margaritas.
Abiertos los ojos, miraba la mano y el número obtenido equivalía a los años por
delante hasta casarse. Claro, si usted es de los que quiere casarse como sea, nada
cuesta imaginar que es posible acelerar las cosas agarrando la que venga.
En la parte oriental del mundo había una creencia por la que los muchachos apostaban su pasión al antojo de una margarita. De esta forma, arrancaban una margarita silvestre del campo y la guardaban entre sus ropas. Si pasaba una jornada y continuaba fresca, entonces le deparaba un matrimonio dichoso.
En caso de que
marchitara, el tipo estaba condenado al desamor o incluso a la infidelidad. Por
eso esperaban pacientemente a que cambiara su suerte, antes de desposarse.
Otros preferían buscar a la mujer amada en una flor distinta… Pero no es lo
mismo.
PARTE 3
Las flores son consideradas la figura arquetípica del alma y sirvieron de inspiración a novelistas y poetas. Cada vez que el protagonista necesitaba consultar si era amado, invocaba al mensaje de las margaritas. Esta tradición fue inmortalizada por Goethe en el Fausto.
MARGARITA
¡Un momento!
(Arranca una margarita y le va quitando los pétalos uno tras otro.)
FAUSTO
¿Qué vas a
hacer con eso?, ¿un ramillete?
MARGARITA
No, es sólo un juego.
FAUSTO
¿Cómo?
MARGARITA
Apártese, que
se reirá de mí. (Sigue arrancando hojas y murmurando.)
FAUSTO
¿Qué murmuras?
MARGARITA (A
media voz.)
Me quiere, no
me quiere.
FAUSTO
¡Dulce cara
angelical!
MARGARITA
(Continúa.)
Me quiere, no
me quiere, me quiere, no me quiere. (Arrancando el último pétalo llena de
alegría.) Me quiere.
FAUSTO
Sí, niña, toma
la palabra de esa flor por un oráculo. Él te ama. ¿Comprendes lo que eso
significa? Él te ama. (Le toma las manos en las suyas.)
MARGARITA
Siento un escalofrío.
FAUSTO
No tiembles.
Deja que esta mirada y que la presión de mis manos te digan lo inexpresable:
entregarse y sentir una dicha que debe ser eterna. Eterna es la desesperación.
No debe haber ningún final, ningún final.
MARTA
Parece que él
la quiere.
MEFISTÓFELES
Y ella a él.
¡Así sigue su curso el mundo!
Las refinadas mentes son capaces de advertir que la felicidad queda restringida en períodos de tiempo bastante cortos y la desgracia, por su parte, más bien extensos. La tristeza tiene mayor peso que la dicha, vale decir que la guita de un premio se despilfarra en un par de meses, pero el dolor por la muerte de un ser querido resulta imborrable.
Ahora, la combinación de la reflexión, el instinto, los hechos concretos y las palabras reflejan un apoyo constante –aunque no siempre- en la distinción del amor o el odio que abunda alrededor nuestro.
Sin embargo, la naturaleza es muy noble con el hombre. Gracias a sus
misteriosos dones, cualquiera puede descifrar el interés o la indiferencia
amorosa del otro y sin requerir de su
presencia en cuestión del momento y lugar que vaya a realizar el experimento. Desde luego, una metodología
que no difiere demasiado de los Ekekos, la borra del café
y la confección de signos zodiacales.
Suponiendo que las margaritas jugasen un papel esclarecedor, ¿cómo intervienen en el destino? ¿Son fuente de datos puramente estadísticos, es decir, se trata de un arte oracular y por ende, impreciso y sombrío o estamos frente a un arte descriptivo?
¿Cómo funciona el poder de las margaritas? Primero debe seleccionarse una y
solo una. El rejunte indiscriminado evita dañar jardines y demás sitios de
paseo.
Después viene la parte central, indudablemente la más interesante y que es pensar la disposición amorosa de quien se desea. Para eso hay que arrancar pétalo tras pétalo hasta alcanzar el último, que, naturalmente, será aquel que indicará la suerte del enamorado.
La consulta está basada en una operación de índole par, esto es, “me
quiere” y “no me quiere”. Nada más. No tiene ninguna validez agregar dictámenes
caprichosos del orden de “se muere por usted”, “está algo confundida”, “lo prefiere
como amigo”, etc. No, no. Tampoco es justo que le toque “me quiere mussshooo” a
un sujeto al que quieren poquito o que es un verdadero canalla.
Cada pétalo arrancado es un veredicto que se revoca inmediatamente en el siguiente y la respuesta obtenida la pronuncia el último pétalo -que es inapelable- salvo que se haya cometido un error en el procedimiento. Por eso también es fundamental entender que añadir pétalos, saltear respuestas o modificar el orden queda prohibido. Al igual que la indagación sucesiva de diferentes margaritas.
Alguien comparaba a la hipnosis con el enamoramiento. El hipnotizador detiene el tiempo y el espacio. El enamoramiento es un encandilamiento, el momento inicial del fenómeno amoroso.
La sensación del amor varía entre individuo e individuo, indudablemente, pero si algo la detiene es la duda. Cuando pone bajo la lupa las razones y analiza qué le hizo creerse enamorado… No insista, usted no está enamorado. Si tiene que realizar indagaciones detectivescas, preguntarle a su cuñado o a un amigo o hallar una simetría en el horóscopo… Usted no está enamorado. Pero así trabajan las brujas. No están para comunicar aquello que el otro quiere decirle, sino solo aquello que usted quiere oír del otro. Bueno, no confunda el amor con la comodidad.
PARTE 4
Es probable que entre el amor y la morfología de algunas flores se esconda
un vínculo cambiante y entonces no hay teorías que expliquen su naturaleza. A
lo mejor la flor influye sobre la persona pensada y el número de pétalos
impulsa al sujeto pensado a amarlo mucho, poquito o nada.
La segunda teoría parece más directa… El sujeto pensado influye sobre la flor,
adecuando el número de sus pétalos a la intensidad de los sentimientos
indagados.
Finalmente, toda está escrito de antemano y elegimos margaritas cuyo número de
pétalos nos asegure la respuesta que estábamos buscando.
Dice la leyenda que un joven estaba enamorado de Margarita, una hermosa dama de la nobleza. Sin embargo, él era bastante retraído y prefería reprimir lo que sentía.
Cierta tarde detuvo su mirada en una comunidad de margaritas que descansaba al borde del camino… Aah, ¡cuántas metáforas habían construido las flores de pétalos blancos y corazón amarillento! El joven tomó delicadamente una de ellas y la interrogó como si estuviese frente a su amada imposible…
- ¿Me quieres o no me quieres? Dime. ¿Si te confieso mi amor, me recibirás con besos? ¿O darás la vuelta y seré rechazado con frialdad, cual espada que mata y pierde su brillo? -
Aprisionado en una cruzada íntima, cuyo propósito era averiguar si lo amaba, arrancó el pétalo de una margarita y preguntó… “¿Me quieres?”. Arrancó otro más y volvió a preguntar, “¿No me quieres?”.
Aquel método le pareció algo ineficaz, así que utilizó una táctica enunciativa, esto es, fortuna y desdicha quedarían representados en cada pétalo. Y entonces, una vez arrancado el último, el joven comprendió que Margarita no lo amaba… Abatido por el fallo, decidió quitarse la vida.
Su muerte produjo un dolor imborrable entre sus familiares y hay quienes revelan que Margarita también sufrió, pues aparentemente lo amaba en el más oscuro y gentil de los secretos.
El lenguaje de las margaritas no refiere al futuro, sino a una descripción de hechos actuales. ¿Por qué? Y porque nadie ama en el pasado ni en el futuro. Lo interesante del amor es justamente que ocurre en las ominosas avenidas del presente.
Antes de terminar, pensemos cuatro hipótesis.
La primera nos dice que la elección que hace el enamorado determina el sentimiento que acogerá al sujeto pensado, cumpliendo la margarita una acción directa.
La segunda, el sentimiento ya existe en el sujeto pensado, quien determina
la cantidad exacta de pétalos en la flor elegida por el enamorado.
La tercera, el azar opera sobre el enamorado para que elija cualquier flor y
refleje una realidad.
La cuarta, no hay correspondencia entre margaritas y sentimientos, así como
tampoco conexión entre el enamorado y el sujeto pensado.
Sería fantástico que la ciencia resolviese problemas sentimentales y concibiese margaritas que al ser consultadas respondan que a uno lo quieren mucho. Pero no. Toda la ilusión y la fe atesorada en el deshoje de las margaritas ha caído en una extinción, lenta e inexorable.
La gente pasa de largo y prefiere enamorarse de actores de novelas o
músicos de cumbia. Entretanto, las margaritas empalidecen, deseosas de revelar
confidencias mucho más asombrosas.
¿Y si durmieras?
¿Y si en sueños, soñaras?
¿Y si en el sueño fueras al cielo,
y allí cogieras una extraña y hermosa flor?
¿Y si al despertar tuvieras esa flor en la mano?
Los fenómenos de la naturaleza son señales. ¡El universo quiere hablarnos! Nosotros tenemos la obligación de considerar cada una de ellas. Es verdad que amenaza la permanente sensación de que tendemos a la comprensión errónea. Pero es deseable equivocarse, a vivir en la indiferencia perpetua.
Sea cual fuere la señal del universo, por temeraria que resulte, es mejor que la ausencia de señales.
PARTE 5
Las flores parecen adecuarse al instante de ser recogidas y a los sentimientos
que anhelan encontrarse, pero algunos pesimistas opinan que la
naturaleza no motiva la elección, sino que nace de intuir lo que otros sienten
hacia nosotros y entonces seleccionamos la margarita correcta, porque somos plenamente conscientes de todo.
Pero, ¿qué sucede si cae uno o dos pétalos al recoger la margarita? ¿Incide en la sentencia que espera obtenerse? Tales eventualidades han sido anotadas previamente. Es más, la naturaleza no solo conoce la sentencia que recibirá el sujeto consultante, también en quién piensa al recoger la flor. Por eso no es nada descabellado imaginar que la flor elegida es la alegoría de la persona amada.
Recuerdo no hace mucho que un compañero planteaba cómo enterarse si lo amaban. Pregunto, ¿conviene que se lo digan a cada rato? ¿Cada cuánto se lo tienen que decir? Respondo, ¿y usted es de esos que lo entiende, solamente hasta que se lo dicen?
No hay que decirlo a cada rato, pero no es menos cierto que el amor está
para ser dicho, ¿no?
Ahora, tampoco es que el amor funciona como las alarmas de los
despertadores y entonces basta programarlos para que suenen a tal hora…. Suena,
mira al otro a los ojos y dice, “te
amo”. Eso es una porquería.
Yo no sé, pero… ¿A usted no le molesta un poco esos cuestionamientos policiales que intentan establecer diferencias entre amar, enamorarse, querer, en fin, un repertorio de palabras y conceptos que son más bien prolijidades leguleyas?
Nadie está preocupado seriamente de estos temas, ni siquiera los artistas más geniales. Fíjese, viene alguien de afuera y comenta, “mire, yo suelo amar hasta acá, de ahí para abajo puedo considerarme enamorado”. Etc. Y así empiezan a armarse una suerte de código personal, toda una nomenclatura similar a los catálogos de libros que componen una biblioteca.
Lo peor es que usted debe compartir ese código como si fuera algo
razonable. Le preguntan, “¿amas o estás enamorado?” Usted cuestiona en su
interior... ¿no es lo mismo? Y se enojan muchísimo, "Nooo. Una cosa no
tiene que ver con otra. Depende lo que entiendas por amar y querer.” Se enojan
porque a ellos les parece que estas cosas han sido tratadas en el Cabildo
Abierto de 1810.
A mí me parece que no interesa cuánto lo quieren a uno, sino cuánto le hacen percibir que lo quieren. Ese es el asunto. Pues, ¿cómo sé si alguien que demuestra una abismal indiferencia, allá, muy en el fondo de su corazón me quiere? No lo sé. No lo siento. En cambio, mucha gente con la cual he tenido enormes diferencias, sentí enormes momentos de felicidad.
Yo sé que me quieren cuando percibo que me quieren. Podrán decírmelo 200 veces por día, pero si no lo percibo, no me importa… No lo siento. Por eso creo que las margaritas, quizá del modo más imperceptible, están esperando anunciarnos algo que ya sospechamos y por temor a ser rechazados, no nos animamos a indagar.
Dedicado a la mujer que yo quiero, la más hermosa del mundo, que no necesita deshojar cada noche una margarita.
Nacho
23 de Mayo de 2021