Luis XIV y los obstáculos amorosos

 


Hablaré de un aspecto en la vida de Luis XIV, rey de Francia a mediados del siglo XVII, también llamado “el rey Sol”.

 

Hijo de Ana de Austria y Luis XIII, la historia reconoce a Luis XIV por ser intensamente democrático con las mujeres. Sea princesa o una sirvienta de cámara, ninguna podía declararse a salvo. Su temperamento fogoso era el comentario de toda la corte.

La mismísima reina madre trató de que no conociera estos asuntos, al menos no tempranamente, porque conviene aclarar que Luis XIV sintió unos ardores desconocidos desde muy pequeño. De hecho, las fuentes citan que a los 12 años experimentó una violenta pasión por Marie de Hautefort, mariscala de Schönberg, una cortesana que había sido dama de compañía de Ana y confidente y amante de su marido Luis XIII.

El artista Pierre-Antoine Lemoine dibujó un ave fénix sobre un brasero en alusión al modo en el cual el infante Luis y la mariscala se acostaban y abrazaban. Sin embargo, nunca fueron amantes.

 

Ana de Austria, temiendo por la virtud de su hijo, lo hacía vigilar continuamente. Su ayuda de cámara tenía orden precisa de jamás dejarlo solo con una mujer.  Y lo cierto es que las damas de la corte deseaban atraer al rey hacia su cama, pues cada una quería tener el honor de hacerle perder la virtud. Algunas probaron emocionarlo, mostrándose ligeramente vestidas. Otras enseñaban su escote casi al descuido, acompañado de gestos obscenos.

Naturalmente, vigilado como estaba, Luis no podía hacer nada, hasta que Isabel Angélica, duquesa de Châtillon, fue descubierta escondida detrás de los postigos de su habitación… Pretendía abordar al rey mientras el resto apolillaba, pero la echaron a patadas.

 

Ante aquel incidente, redoblaron la vigilancia y entonces, alejado de las mujeres, Luis comenzó a divertirse con los muchachos que frecuentaban la corte. Horrorizada, la madre reina corrió llorando junto al cardenal Mazarino y acordaron tomar medidas al respecto… Temiendo que sucumbiera al encanto de algún hombre, consintieron que se acercara a las damas con total libertad. Recuérdese que su otro hijo, Felipe I de Orleans,  aunque estuvo casado y tuvo descendencia, también amaba vestirse y maquillarse como una mujer, es decir, a Felipe le gustaba navegar tanto a vela como a vapor. En fin.

 

Una vez establecida cierta liviandad en la vigilancia, Luis fue rodeado por cientos de mujeres. Por supuesto, Luis quedó perplejo y maravillado por el cambio –cambio que además- no conocía demasiado bien sus razones.

 

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La primera en arremeter al rey fue Catherine Bellier, baronesa de Beauvais. Cuando salía del baño, ella lo arrastró a un aposento y le dio su primera lección de amor. En ese momento, Luis tenía 15 años y Catherine 42.  Al parecer, la conducta apasionada de la señora encajaba con el entusiasmo juvenil del rey. Después aumentaron un poco en la variedad, pues según las malas lenguas, para Luis todo era bueno.     

 

Otro de sus amores fue Claire, una noble que acercó Ana de Austria. Con Claire, cada encuentro era hijo de un triunfo. Realizaban carreras, jugaban a los dados, competían en ascensos a los árboles, etc. y el premio eran unas caricias que siempre culminaban del mismo modo. En verdad, Luis no era nada atlético y aun así, Claire renunciaba a sus victorias para satisfacción del rey.

Finalmente, el monarca francés se cansó de tantas adulaciones y emprendió una persecución metódica de las damas que habitaban la corte, las cuales cuidaba madame Susanne de Navailles.   

 

A Luis le fascinaba usurpar los aposentos y amar a cualquier señorita que interrumpiese aquella insaciable cruzada amatoria. A veces los encontraba cerrados con llave, entonces Luis trepaba al techo, caminaba entre las canaletas y si tenía suerte de hallar abierta una ventana, ahí se mandaba. Esta práctica la continuó por años.

Se cuenta que una joven cortesana lo encandiló en un baile de disfraces y para ingresar al aposento debió filtrarse a través de la chimenea. Evidentemente, hay mujeres tan bonitas que son capaces de encender lana mojada.

 

Ahora bien, dichas visitas llegaron a oídos de madame Susanne y decidió enrejar las ventanas. Lejos de darse por vencido, mandó llamar a los albañiles de la corte y le instalaron una puerta que comunicaba a la habitación de una de las muchachas.

Tras varias jornadas, el rey utilizó aquel pasaje secreto, que durante el día lo tapaba la cabecera de una cama, pero madame Susanne descubrió la puerta y la hizo tapiar sin contarle a nadie.

Muy bien, Luis quiso reunirse con sus amantes y se sorprendió al toparse con una pared, allí, donde en la víspera había una puerta secreta. Furioso, Luis regresó a su habitación y sabiendo quién era el responsable de su desgracia, envió a decir a madame Susanne que la dispensaba de todos los cargos y ordenaba su partida a la Guyana.

 

Así procedió Luis XIV en su reinado, aplicando castigos notables a quienes pretendían impedir o estorbar sus despliegues amorosos. Los obstáculos no siempre eran celadoras o personal de la corte, por lo general eran maridos, novios, amantes, etc.   

 

Dicen que a sus 60 años todavía despejaba sus placeres de esa forma, esto es, enviando gente a la Guyana.

 

3

 

La historia revela que ya desde los 15 años sentía muchísimo desagrado ante cualquier detalle que obstaculizara sus deseos amorosos. Claro, lo mismo nos sucedería a nosotros, salvo que Luis era rey de Francia. Y peor aún, un rey de lo más tiránico, que no vacilaba en arruinar la vida de aquel que se interpusiera en el camino.

 

Días atrás tomaba un café con un amigo y en un momento saca este planteo… Le gusta una mina, pero se entera que tiene novio. ¿Qué hay que hacer frente a ese obstáculo?

Me detuve unos segundos a pensar y dije…. ¿Y cómo se reacciona frente a los obstáculos? Desde luego, personificados en un padre estricto, un compañero de trabajo confidente y celoso, un amigo separado que regala consejos aparentemente sanos, etc. Sin embargo, toda advertencia, lección moral o sugerencia del otro son proyecciones. Y en general, perfectamente inútiles. Acaso, ¿quién sabe cómo va a reaccionar dentro de 10 minutos?  

 

Suele decirse que el obstáculo del enamorado contrariado, es el novio de la mina o la novia del tipo. Por mi parte creo que el principal obstáculo es la persona que a usted le gusta. Punto. No, déjeme corregir… El único obstáculo. Si la mina o el tipo no ofrecen señales, es decir, no lo registran ni le dan cinco de bolilla, diré que ese no es un grave obstáculo, sino el peor de todos los obstáculos posibles.

Llegado este caso, lo mejor es irse uno mismo a la Guyana.

 

Mi amigo renueva la pregunta… ¿Puede removerse a un novio o a una novia? Siempre y cuando la persona en cuestión no esté muy enamorada. Debe existir una predisposición, una mínima esperanza para con usted. Nos vamos a equivocar si creemos que asesinando al novio, la mina va a caer rendida a nuestros pies.

¿Cuánta gente piensa eso? Mucha. Usted imagina el modo de sacarse de encima al novio y espera y espera... Espera en el sentido metafórico, pero también ansiosa y activamente, esto es, comprándose ropa nueva, hablando bien de ella dentro de su círculo, percibiendo algún día se la va a cruzar, etc.

Y por ahí sucede que la mina lo deja al novio y usted sonríe, se frota las manos y piensa, "listo, ahora me toca a mí". Y no. No. Resulta que se engancha con otro. Y entonces vuelve a esperar y espera hasta que deje a ese otro y tampoco. Tampoco.

 

Siempre se comete el terrible error de apurarse y de hacer cuentas que nunca conducen a ningún lado. De nuevo, ¿cuánta energía gasta inútilmente, solo para saber cuándo será que la mina se digne en abandonar a su novio? Y no pasa. Son cosas que pasan en las novelas o en obras de teatro. El amor obra de manera milagrosa o no sucede. No es la cola de un banco. No es un orden de llegada. No es por turnos. "¿Cómo? Yo tenía el nro. 15", le dice usted a la mina, algo ofuscado y con la última boleta de gas en la mano. La mina le contesta, "en efecto, tenía el nro. 15, pero pasé del nro. 7 al 21".

Por eso algunos tienen ese prurito casi ordinal en estos asuntos y así les va. Bueno, mal hecho.  

 

No hay que olvidarse de los tipos que han sido abandonados por una señorita. Fíjese, la exnovia se aleja definitivamente, pero el tipo cree que la mina va a volver con él. Es decir, espera el regreso en tanto conjetura que ha establecido una suerte de derecho jurídico sobre ella. Más aún en relaciones de muchos años, en las cuales se establece una creencia de pionero o fundador de vaya a saber de qué estilo… Bueno, no. Esos tipos, a la Guyana.

 

Quiero dedicárselo a los que fueron un obstáculo para Luis XIV, en virtud de las penas e injusticias que debieron haber sufrido. También a los que no necesitan enamorar a una mujer a fuerza de adulaciones, porque me parece la peor forma de conquistarla. La verdadera fuerza del amor, del que es capaza de morir por el otro, se lleva puesto lo que tenga adelante… Incluso, a los novios o novias que andan flojos de papeles.   

 

Ignacio

 

2 de Noviembre de 2021