Cuentan que Lucrecia Borgia era una mujer
muy hermosa, pero la historia condenó su imagen como una envenenadora de sus
enemigos. De acuerdo, no debe envenenarse a nadie con sandia y vino, solo
objetaré a favor suyo que la belleza tiende a ser peligrosa, porque posee el
grosor de lo infinito y eso es algo para temer.
La belleza implica la voluntad del
conocimiento y el compromiso de avanzar incansablemente, más allá de los
confines de las primeras impresiones.
En occidente, lo bello está ligado a lo
bonito, sublime, maravilloso, soberbio, etc. Expresiones que cualifican aquello
que gusta. En este sentido, parece que bello equivale a ser bueno y de hecho,
la historia mantiene un largo vínculo entre ambos.
Suele darse por bello lo que gusta y
produce deseo. También una acción virtuosa que quisiéramos concretar dado que
se ajusta a un ideal... La próxima hazaña del héroe lo conducirá hacia su
muerte. Es una escena que llena de emoción, aunque ninguna urgencia moral nos
arrastra a hacer lo mismo, salvo que estemos frente a una situación límite.
Los templos, palacios, galerías,
antiteatros, brindan un panorama incierto sobre si fueron objeto de admiración
o tuvieron un fin determinado. Al igual que las civilizaciones abundantes en
poesía y filosofía, como India o China. No es sencillo rastrear los conceptos
estéticos de la antigüedad sin manuscritos, monumentos, máscaras, cuadros,
etc., en fin, pruebas en los cuales conste la belleza.
Los campesinos, panaderos o sastres
hicieron cosas, aunque no quedaron muchos testimonios. Hasta que los artistas
no representaron atuendos, viviendas, adornos o utensilios, era imposible
concebir la belleza de una época.
La belleza concede valores precisos,
delimitados, objetivos e indiscutibles. Personas, objetos, ideas, paisajes son
catalogados bajo toda clase de adjetivos. Naturalmente, le dan un formato al
mundo, porque todo genera una reacción estética. Son las condiciones en las que
se construye una sociedad, quiero decir, los cánones de belleza representan un
orden cultural justo e indudable.
Sin embargo, el capitalismo ha venido a
reemplazar los esfuerzos artísticos que ennoblecían el alma. En su lugar, la
belleza es sustituida por el entretenimiento y la enajenación desmedida.
Los mercados económicos determinan una
satisfacción a gran escala y se proveen de todos los medios de comunicación. Poco
a poco se oscurece un estilo de arte más selecto, para convertirse en una
producción exitosa de Hollywood. Desaparecen los grandes pensadores, pues
aparentemente los grandes pensadores están en las redes. La belleza del artista
está encima del mérito artístico. Tampoco se salvan las actividades altruistas,
que son realizadas por personalidades del espectáculo o el deporte. Etc.,
etc.
Tal vez la belleza nunca haya sido absoluta
e inmutable, pues ha ido diferenciándose conforme los períodos históricos y es
aplicable tanto a los procedimientos de reproducción como a la interpretación
del artista. A veces, pintores y escultores celebraban un modelo de belleza,
mientras que la literatura celebraba otro. Les pasaba a los griegos cuando
hablan de una belleza femenina que sería plasmada siglos después, en pinturas,
esculturas o libros de diferentes autores.
Es evidente que la masividad parece haber
lesionado el verdadero esfuerzo artístico de antaño. Ahora, ¿qué impulsa a
cumplir los misteriosos trabajos del arte y el pensamiento?
2
La teoría de la estética pertenece a
Alexander Baumgarten. Definida una disciplina del conocimiento sensible,
estudia la esencia y percepción de la belleza.
La estética consiste en la reflexión
filosófica y análisis de los valores contenidos en las obras. Baumgarten
realizó un análisis de lo bello, al cual agregó otro de la propiedad del arte,
de sus vínculos con la belleza y demás valores. Según él, la belleza está
enfrentada a la fealdad.
Para la ciencia, la belleza es propiedad
mesurable de la materia. Busca analizar, clasificar y descubrir una lógica que
defina lo que es bello, que no lo es y organizar una suerte de tabla de
posiciones, como hacen los muchachos cuando una mujer cruza la avenida.
Los métodos científicos son
experimentales, establecidos en la interpretación de los fenómenos naturales.
La especulación no forma parte de sus procedimientos, por lo cual, las
discusiones deben basarse en hechos y cálculos matemáticos que la demuestren.
La ciencia proclama que lo bello es
natural, lo que pregona las leyes determinadas por la naturaleza. Y siendo el
universo una creación divina, lo que siga sus normas será considerado bello,
pues Dios representa la belleza absoluta.
Cabe conjeturar que si no hubiese fealdad
en la naturaleza, entonces no habría complejidad en el mundo. Y es ahí donde
manca la ciencia y se derrumban sus conceptos simplistas... La belleza es una
institución de altas complejidades. O sea, si no les tuviésemos miedo a las serpientes,
seguramente no nos parecería un bicho inmundo.
Por su parte, lo antiestético rechaza la
belleza instituida y surge el concepto de moda, por ejemplo, está fulero usar
el calzoncillo arriba del pantalón. Excepto en el traje de Superman, claro.
La antiestética determina una regla
democrática de lo que debería ser bello, en un momento histórico determinado.
Significa que la mutabilidad de la belleza impide su cuantificación absoluta.
Justamente, el concepto de belleza cambia y entonces, toda inferencia presente
es tramposa. Pues, ¿era realmente hermosa Cleopatra? Si la describimos conforme
los cánones del siglo XXI, sin duda nos resultará espantosa.
¿Por qué es tan relevante la belleza? ¿No
es esencial la inteligencia? ¿Qué importa más? ¿La ética o la estética? ¿Por
qué duele menos ser destratados por nuestras malas acciones, que por nuestra
fealdad?
El punto crucial de la belleza es su
objetividad. El problema es determinar si la belleza está en las cosas o es
relativa a quien la experimenta. Dicho en otras palabras, ¿es objetiva o
subjetiva? Eso no es todo… El siglo XXI agrega otro inconveniente, ya que
abandona un ámbito tan singular como el del arte y se instala dentro de una
sociedad hiperconsumista como criterio estructural. Con esta premisa encontramos
que cualquier cosa es bella. Desde comer un choripán en la Costanera, hasta la
hinchada entonando el himno nacional.
Antiguamente clasificaban a la belleza
con la fórmula de armonía y simetría y entonces el hombre la podía medir
objetivamente. Sin embargo, la extravagancia estimula. Aclaro, no es descubrir
brazos excedentes o que la nariz esté debajo de la boca. No, no. Siempre un
punto de sorpresa –llámese un lunar, una cicatriz, una decoloración del pelo,
etc.- convierte al otro en alguien especial. Alejandro de Macedonia tenía un
ojo de color azul y el otro marrón. Ese detalle que quizá espante, resaltaba su
enigmática y atractiva figura.
¿Por qué es más bella Pampita que una
vasija hecha en tiempos de Cesar Augusto? En cada contexto histórico se observa
un criterio mayoritario. La belleza no está en las cosas, tampoco depende de
cada uno, pero hay criterios que influyen en la cultura y señalan un paradigma.
Eso se llama "relativismo estético”.
La diferencia entre belleza natural y
artificial es bastante ambigua. Podríamos elaborar belleza para su
contemplación e ingresar al mundo del arte. De hecho, hay dos definiciones en
relación a ello. La primera que es la representación de lo real. La segunda,
que arte es producción de lo bello.
A inicios del siglo XX, el arte parece
desacomodar y cuestionar la realidad de lo bello. El progreso viene a proponer
que cada acto de la humanidad sea más bello, que hay que hacer algo con nuestra
cotidianeidad y volverla un acto creativo permanente. Se trata de rebelarse
contra las instituciones y foros que separan a los fenómenos artísticos de la
vida…
Por supuesto, lejos de unir el arte y la
vida, esta idea provoca el distanciamiento y así, la belleza parece reservada a
solo unos pocos especialistas.
3
"Estética" proviene
del griego “aisthetike”, un término
ligado al conocimiento de la belleza. De ahí deriva el "esteticismo",
una expresión artística en Inglaterra, sobre todo en el último tramo del siglo
XIX. Es un estilo basado en la creencia de que el arte giraba alrededor del
atractivo de las cosas.
El esteticismo fue el período previo al
modernismo y su punto de partida fue una forma de darle la espalda al auge de
la industrialización.
El elemento central del esteticismo es
que el arte no tenía otra función que ser arte. Atrás quedó la idea de que las
obras debían tener fines educativos, morales o sociales.
Una figura clásica del esteticismo era el
dandy que Baudelaire describió como un seductor, no aquel que hace de la
seducción un medio, sino un fin en sí mismo. De este modo, el esteticismo
implica el consumo superficial de la belleza industrial del mercado, pero
también un esteticismo que pretende liberar la belleza de sus formalidades.
¿Cómo puedo hacer belleza? Una ligada al
consumo y la otra mediante la mercantilización de lo bello.
Nuestra existencia supone crearse
permanentemente. En un mundo sin verdades absolutas, cuanto más experimentamos
lo diferente, seguramente más creceremos.
El asunto es que este embellecimiento
queda reducido a comprar ropa, accesorios, cambiar el peinado o color de pelo o
tatuar el cuerpo. Y entonces... ¿No es vivir pendientes de una imagen? ¿No es
salir de un sitio para caer en otro?
La estética ha desbordado sus foros
tradicionales, inundándolo todo. Todo. Política, religión, economía, educación.
Lograr que una clase no aburra al alumno o que un político quiera ser honesto, ahora
son actos de estetización.
Lamentablemente, la estetización ha
convertido la acción humana en una generación de actos estéticos y el mercado
de consumo, en un impresionante productor de belleza.
El mercado publicitario seduce para
vender. Un viaje a Córdoba, una loción facial, un celular con 70 cámaras
fotográficas. Pero pensemos que si se crea belleza, segundo tras segundo... Si
todo intenta despertar una experiencia estética, ¿qué le queda al arte? ¿Queda
arte?
Benjamin aseguraba que la accesibilidad al
arte deteriora su prestigio original. Sin embargo, la sociabilidad de una obra
revela otras manifestaciones estéticas. Ejemplo, la invención del cine trajo
nuevos modos de expresión, al igual que los medios de reproducción. Digamos, un
aficionado de la música clásica puede deleitarse con Mozart o Beethoven, sin
moverse de su casa.
Las técnicas incorporadas en la sociedad,
más aún con los últimos dispositivos tecnológicos, alteran la esencia de la
obra en un simple objeto de consumo. Si los criterios artísticos son estos, no
será extraño que se utilicen los criterios para producir mercadería.
La industrialización instala la belleza
lo más eficientemente posible. En consecuencia, eleva la condición estética a
lo que sea, pongámosle, una cocina diseñada con mármol de carrara. Y además,
habilita la apropiación estética del objeto por parte de la persona. Mejor
todavía, del consumidor.
Estamos atravesados por una suerte de
ejercicio lúdico entre el arte y la cotidianidad... Es un devenir mucho más
superficial y funcional a la sociedad de consumo. Contra eso hay que luchar.
4
En los certámenes de belleza, un jurado
elige a la mujer más bonita. El resultado ocurre por consenso ya que la opinión
general parece ser el procedimiento correcto. De la votación saldrá elegida una
mujer de rasgos faciales simétricos y cuyo cuerpo posea las proporciones
perfectas.
Ahora, si pasamos de lo universal a lo
particular, descubrimos un tipo de belleza que debería resultar diferente a
cada persona, aunque suponemos que sus propiedades fundamentales no diferirán
del resto.
Un valor trascedente en la estética es el
del amor -solo que después de la atracción- los conceptos empiezan a
desfigurarse con los sentimientos. Fíjese, una tarde sale a caminar y alguien
viene hacia su usted. Un golpe de vista y se da cuenta de que se trata de una
mujer atractiva. Por un instante no interviene sentimiento alguno, porque lo
primero que sucede es un cuerpo hermoso.
Para que surja el amor es vital
establecer una comunicación sentimental recíproca, en la cual, el concepto de
belleza tiende a difuminarse. De lo contrario, nos enamoraríamos de la gente
que vamos encontrando diariamente a nuestro paso.
Con frecuencia se confunde lo bello con
el amor platónico, que es idealizar una belleza. En realidad, lo que Platón
formula es el impulso que lleva al conocimiento de la belleza y a su
contemplación.
El amor es un proceso que necesita la
apreciación física y luego avanza sobre la espiritualidad. Culmina en el
conocimiento de la idea de la belleza, que siempre oscila. Por eso el amor
platónico apunta al amor a las formas o ideas inteligibles y perfectas. Ni
siquiera interviene el sexo, porque no se dirige a nadie, sino a una esencia
trascendente... Algo incorrupto en sí mismo.
En la corte de Leonor de Aquitania había
un trovador que gozaba de gran fama. Las damas y doncellas no se cansaban de
escuchar sus poemas.
El trovador en cuestión se llamaba Jaufré
Rudel, un tipo solitario que soñaba con un amor que supiera inspirarlo.
Por aquellos siglos, los cruzados volvían
de Jerusalén y relataban no solo los episodios de guerra, también la ardiente
belleza de las mujeres orientales y las hermosas francas nacidas en Tierra
Santa. Jaufré Rudel escuchaba atentamente. Pronto comenzó a circular el rumor
de una mujer cuya belleza superaba al de todas las demás.
La muchacha era Melisenda, hija de
Raimundo de Trípoli. De talle fino y formas perfectas, cutis claro y cabellera
negra como azabache. Vivía en un suntuoso palacio, a orillas del Mediterráneo.
Jaufré Rudel se enamoró de Melisenda, sin
haberla visto nunca. Esperaba ansioso que llegaran más relatos de los cruzados
y a partir de entonces, Melisenda fue su musa. Escribía versos para ella y
pasaron largos años e incluso pensó en declararle sus sentimientos. Pero su
salud declinaba y no tenía dinero, hasta que tuvo la idea de confiar sus
escritos a los caballeros que partían hacia Tierra Santa y ver si alguno podía
entregárselos a su amada... El tiempo pesaba y Rudel no obtenía respuesta
alguna.
Desesperado, decidió partir. Quería
encontrarse con Melisenda antes de morir. Economizó moneda tras moneda para
costearse el viaje. Cuando arribó a Trípoli, Jaufré ya estaba muy enfermo.
Tambaleando, solicitó ver a Melisenda. Creyendo que era un pordiosero, los
guardias lo echaron a patadas.
El trovador insistió. Regresó al otro día
y a los siguientes. Por fin, Melisenda advirtió su presencia y lo hizo ingresar
de inmediato. Jaufré temblaba de emoción. Delgado y pálido, apenas caminaba.
Allí estaba Melisenda, Jaufré avanzó lentamente y se arrodilló ante su
presencia. La miró durante un rato y Melisenda lo besó en la boca... Jaufré
Rudel cayó muerto entre sus brazos.
Las musas eran inspiradoras de la música,
la poesía y las artes en general. Guían a los hombres hacia la luz, transmiten
su potencia para que desarrollen su arte. Cuando actúa la musa particular del
poeta, todo su arte se ennoblece, demostrando que en su interior cabe otra
clase de belleza.
Melisenda fue una verdadera musa.
Naturalmente, hay mujeres que no son tan bellas o no son demasiado
inspiradoras, como poetas que no despiertan la mínima pasión en una mujer o no
logran inspirarse ni tirándoles a todas las musas encima.
5
Pregunta, ¿por qué la música clásica
genera sentimientos difíciles de expresar en palabras?… Respuesta, los matices
utilizados en el pasado suman territorios inalcanzables para la palabra
actual.
Mozart componía música trágica sin
abandonar la tonalidad porque opinaba que la música era bella, pese a que la
acción o el sentimiento descrito no lo fuera.
Tratándose de un procedimiento artístico
no visible, el concepto de la belleza no resulta claro. Sin embargo, hay una
relación de proporciones similar a la belleza tangible. Para ello considérese
las leyes de la armonía, harto probadas mediante la acústica... O sea, aquel
sonido que se aparta de las pautas establecidas y causa un sonido desagradable.
Antes del Romanticismo, la emoción no
figuraba en las leyes del sistema tonal. Y no se refiere a músicos que
gesticulan o realizan ademanes como si estuviesen interpretando con la cara.
No, no. La música incorpora un valor dentro de sus técnicas, es decir, los
sentimientos comulgan para dulcificar el alma que la oye.
Con esta nueva propuesta, la belleza
desobedece las leyes naturales y ocasiona un nuevo ordenamiento de notas, un
cromatismo cuyo efecto será la atonalidad.
Algunos críticos de tango preferían los
acordes simples. Consideraban que los arreglos orquestales, en algún punto se
alejaban del estilo. Es un poco lo que sintió Piazzola… El desprecio por la
complejidad.
Es falso que lo sencillo sea bello. Creo
que es al revés, la belleza exige una dificultad. Un señor escucha una canción
sin texturas ni relieves y de inmediato la percibe bella, justamente, porque su
audición es sencilla.
En cambio, las obras complejas requieren
varias audiciones. Para apreciar la magnitud de Chopin, Mozart o Beethoven, es
fundamental tener un mínimo conocimiento.
Por desgracia, la música se adecua
perfectamente al presente y está a la vista. Bastará revisar lo que la sociedad
consume. Es difícil emocionarse con un artista que hace de la droga y el
alcohol un culto o de la sexualidad un asunto tan promiscuo y trivial, como los
sponsors que cuidan de su carrera.
El casi nulo interés por la educación ha
desplazado el goce de la complejidad. Por eso el negocio apunta al que camina
por la vida, ignorando quién cortó el famoso nudo gordiano… La inteligencia es
una mala noticia para los empresarios. Y algo más. Más allá de la técnica que
envuelva a una canción, el compositor espera decirnos algo. Así funcionan las
buenas canciones…
Seamos prudentes y no confundamos la
música concebida para su distribución comercial, con la belleza de una obra que
solo percibe el corazón.
6
El filósofo Dufrenne
estudió el objeto estético y concluyó que no es alterable en sí mismo –o lo que
es igual a decir- que no envejece. Suele pasar eso. Algo en la intimidad del
fenómeno artístico lo vuelve atemporal y funde sus antiguos horizontes con los
del sujeto que ahora la enfrenta.
Una obra de arte
atraviesa las épocas. Aparece en el presente y nos hace cómplices de esa
profundidad de la que ha surgido. Su belleza reside en la seducción de lo
lejano… Un brillo al cual los hombres son sensibles, porque la lejanía es el
vigor que tiene el tiempo de ilustrar un retrato, un acorde, una escultura. Permítame,
por favor… Una mujer, sobreviviéndolo.
Si asociamos lo bello con lo superficial,
entonces tenemos que pensar en qué tiempos vivimos, tanto por las prácticas
sociales como individuales. Desde luego, tal asociación ubica a la belleza del
lado de las formas y del otro, en el espacio de la ética.
Con el avance de la modernidad, la
belleza fue confinada a un segundo plano, cediéndole su antiguo lugar de
privilegio al placer y al gusto por el consumo inmediato… Y ya se sabe, ¿no? Emparejar
el gusto por la mediocridad es más fácil que emparejarlo por la excelencia.
Que hoy sean tiempos de estetización
significa no solo que la belleza es un valor determinante, sino que toda
actividad humana se encolumna bajo criterios estéticos. Las distinciones entre
envase y contenido son difusas y lo que es peor… El predominio de una belleza
consumista supone reinventarnos continuamente para no quedar afuera del
sistema.
Antes de terminar no quisiera olvidar una
experiencia que tuve en la panadería…
Mientras el dependiente atendía a otro
cliente, un bizcochuelo de chocolate llamó mi atención. Ahí estaba yo, adornado
un dulce de leche -que, como néctar prohibido- escondía lo más profundo del
bizcochuelo.
Nada impidió el impacto de su belleza, es
más, el deseo hubiese empañado todo, ya que la belleza no exige el
sometimiento. A lo mejor por ahí viene la mano. Distinto el sediento delante de
una fuente de agua. Primero beberá el agua, sin detenerse en la contemplación
de la fuente... Quizá más tarde, aplacada su sed. Por eso el deseo difiere de
la belleza, esto es, hay inmediatez en el deseo.
Claro, usted dirá muy enojado que en el
amor suceden cosas distintas. No estoy tan seguro…
Casanova quiso impresionar a Angélica
Foscarini con sus actos. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa hace un señor cuando
quiere enamorar a una mujer? Tratar de impresionarla con sus actos.
Mire, es absolutamente inútil. Nadie se
enamora de los actos del otro. Jamás me enamoré de los actos de una mujer. Lo
que sucede es que los actos rubrican una atracción previa. Son dos cosas
distintas.
Y entonces recién allí funcionan los
actos, porque al ratito esa belleza inicial empieza a fatigar, a desinflarse si
no se sustenta en un andamiaje de conductas, espíritu, inteligencia y
tonicidad. ¡Obvio que el amor nace con la belleza! Pero si detrás de la belleza
hay un espíritu vacío, una ausencia de comunión, una mirada incrédula acerca
del destino, etc… Nos vamos a conformar con poquito.
Bien, esa es la primera parte.
Ahora, yo sostengo que la atracción en el
otro es la belleza de uno. No otra cosa es la belleza. Es la atracción en el
otro. La belleza es una virtud que resuena en el otro, no en uno. Ninguna mujer
es bella en una foto... Es bella cuando le gusta a un tipo, pero si ella no
alimenta ese suceso, con un poco de inteligencia, un poco de nobleza, un poco
de complejidad… Cualquier belleza resultará perfectamente inútil.
Dicho esto, habrá belleza en lo que
despierte un goce. En mi caso, cuando quiero describir mis pensamientos en estos
foros. Las noches que no discurren, mientras continúo pensado en el amor. El
intercambio con mis amigos, aunque la discusión nos sitúe en veredas opuestas. Etc.
Ese es el verdadero placer de la belleza…
Encontrar otro para compartir unas aficiones o unas inquietudes artísticas,
filosóficas o existenciales. En suma, compartir la belleza de conocer y dejarse
conocer.
A lo mejor nuestra mente está signada a
la búsqueda de una definición más apropiada de la belleza, pero deberé ser honesto
y admitir que todos los caminos me conducen a ella, la mujer más hermosa del
mundo.
Nacho
4 de Enero de 2022.