En la semana hablé con mi mamá y
la invité a cenar, así que el viernes salí del trabajo y fui directo hacia su
departamento. En realidad era una excusa para estar con ella y distraernos un
poco.
Tras deliberar un rato, votamos “CUIDATE
VACA”, una parrilla en pleno centro de Lanús Este. Aclaro que la fotografía de la publicación pertenece a la página web y segundo, la charla fue
grabada con un celular, por ende, tiene arreglos y firuletes con la única
intención de hacerla más amable. Espero que les guste, sobre todo por el
esfuerzo que representó bajar aquella noche completa a un texto. Desde ya, gracias
totales.
Si alguna vez fue a una parrilla
sabrá que siempre hay una cierta demora. Bueno, a partir de allí tuvo lugar la presente
conversación entre mi mamá y yo.
Lanús Este, Buenos Aires,
Argentina, 22: 30 horas. Ella arranca diciendo…
- Hablemos de citas amorosas.
- Hablemos.
- Sabemos que existen diferentes ejemplos
de citas, como la cita laboral, una cita con el médico, la cita textual de un
autor, las citas para diagramar un
trabajo práctico, etc. Pero, ¿qué es una cita amorosa?
- Es una reunión de pares que implica la
participación activa. Al contrario del formato unilateral de la declaración, en
la cual, una parte expone sentimientos mientras la otra protesta o subscribe a
dicho lance.
-
Es verdad, no lo había pensado de ese modo.
- Me animo a señalar que la cita amorosa es
el encuentro de dos deseos que desean el deseo del otro. Es el deseo. Y si no,
¿para qué se reúnen? ¿Para opinar de la invasión rusa sobre Ucrania?
-
Sitios clásicos para la primera cita son bares, confiterías o el banco de una
plaza.
- Absténgase de aquellos donde brilla la
ausencia de privacidad y una adecuada iluminación. Nada molesta como recibir
empujones, moverse a oscuras y rodeado de miradas extrañas… Ejemplo, teatros,
recitales, cines.
- En los cines se puede aprovechar la
penumbra y rascar.
- “Rascar”, palabra vieja. Usted quiere
decir “intimar”. Yo no voy al cine a intimar. Primero que hay gente y segundo… Probemos
una cena romántica. Después vayamos a casa, busquemos una película y veremos si
da para hacer algo. Quizá elegimos ver “Bambi” y permítame…. Será una excelente
película, pero no calienta. Es como tomar mate con agua fría.
- Pero ojo que está el tereré…
- Tiene razón, discúlpeme. Ahora que lo
pienso tiene razón. El problema no es que Bambi atente contra la calentura,
sino que el otro no lo caliente.
- Además, a veces puede tocar una cita que
solo haya calentura…
- Sí, claro. Y entonces es indistinto el
otro ya que la calentura es un hecho circunstancial, inmediato y sin
compromiso. En el amor resulta importante el otro y ese detalle determina su
carácter irreemplazable. Diré más, hasta la calentura con el ser amado tendrá
un mayor goce.
- Coincidimos que se confunde el
desarrollo de la seducción con la licitud de la grosería.
- Algunas situaciones son desgarradoras. Desgarra que la vulgaridad y la procacidad
sean consideradas un hallazgo artístico. El movimiento del reggaetón, por citar
un caso. Funciona en los tiempos que corren, pero no puedo sentirme contento con
una sociedad que, culturalmente, está cayéndose a pedazos. Permitimos la
transformación de los instintos y las pulsiones irracionales de la pasión en
una constante renuncia a la condición civilizada. Sea por los malos contenidos
o el desinterés educativo que se promulga, no hay que ser un genio para darse
cuenta que no evolucionamos demasiado.
-
Totalmente. A la mujer se la sigue tratando como un objeto de
posesión. Por mucha campaña de concientización que pretenda imponerse y números
telefónicos a los que comunicarse...
- Antiguamente, la autoridad
de los suegros era tremenda y se veía en sus procedimientos… Para casarse debía tenerse un sólido respaldo económico, porque
las hijas mujeres eran una propiedad a las que se accedían mediante una serie de
avales. Además de llegar intactas al altar, por eso las parejas de antes iban a
chapar a los zaguanes. Había toda una superstición que condenaba la sexualidad
fuera del matrimonio. Un asco. En esas épocas no alcanzaba ser
lindo, joven o inteligente, sino presentar un proyecto de vida. Siquiera para
tener hijos que continúen el apellido. Vea, la única oportunidad de disfrutar el
amor es renunciando a los pedidos de garantías. Las actitudes leguleyas son
detestables, pues amenazan su esencia. La sociedad consume tiempo en situaciones
nada interesantes, trabaja como burro, mira la televisión, piensa lo que compraría
o lugares que visitaría si fuese millonario. Mientras tanto, las mejores
alegrías pasan de largo y cuando se da cuenta, ya es tarde.
- A
pesar de eso que decís, que coincido, la mujer tiene una mirada más profunda
que el hombre.
- Quizá sea más sensible y por lo que
sucede con el patriarcado. Se educa al hombre a ser indolente al amor y después
se jacta de hallarlo en todas partes y en todas las mujeres.
-
¿Qué verdad habrá en que
los hombres hablan con hombres solo de mujeres?
- Solamente tienen ganas
de hablar de sí mismos. Quizá habría
que tratar de preservar cualquier impresión y evitar competencias
desleales, pero sobre todo porque la belleza de una mujer, profanada bajo la
mirada de un imbécil –que la describe del modo más ordinario- a mí empieza a
gustarme menos.
-
Hoy ningún lugar parece tranquilo. Amontonamiento de mesas, gente conversando a
los gritos...
- Nótese lo que ha hecho el progreso… Todos
los ambientes son preparados para distraer, quiero decir, no hay lugar que la música
o videos en pantallas gigantes no estén al servicio de la distracción. Y siendo
la cita, una instancia tan crucial, la conversación se resiente bastante.
- ¿Cuál
sería el día perfecto para verse?
- Cualquier día de la semana, ni tarde ni
temprano, cosa que quede un pretexto. ¿Por qué? Porque si el asunto marcha
bien, podrán alargar la misma. De última, añadir una segunda cita. El problema
es arreglar un sábado, digamos, a las 22 horas. No es que ese horario esté mal,
pero supóngase que a los 5 minutos se dieron cuenta que no se gustan…. ¿Qué
hacen con toda la noche por delante? Y no vale ir al baño y luego disimularse
entre la multitud y salir rajando. Tampoco en la antesala del encuentro,
escondiéndose en el interior de un negocio o relojear desde
una esquina y prepararse para el desengaño.
- Recordaba que antes había que cumplir
unos requisitos mínimos, ejemplo, la mujer se presentaba con una flor en el
pelo y el hombre un libro bajo el brazo.
- Estas condiciones fueron desapareciendo o
atenuándose, sobre todo con el furor de las redes sociales… Al menos ahora la
tecnología arrima algunos conceptos y aun así, la certeza nunca alcanza a ser
completa. O sea, ¿cómo sé que la mujer que estoy esperando, además de
bellísima, es una persona inteligente, compleja y sensible? No puedo saberlo a
priori, aunque siempre es deseable
la presencia a quedarse solos, tranquilos, resguardados en el submundo de las
redes sociales y haciéndoles caso a los amigos que recomiendan minas para
salir.
- ¿Y
cuáles serían los requisitos para asistir a una cita?
- Primero que nada,
jamás alardee frente a sus amigos, “fulana está muerta conmigo”. Porque después
resulta que usted no le gusta al otro. ¿Y qué hace?
- O
sucede lo contrario, que el otro vaya creyendo que no le gustas.
- Sí… Me parece que asistir a una cita, sin
una fortísima presunción de que ambos se gustan, es perder el tiempo. Dos almas
reunidas en un café y que no se gustan, bueno, están perdiendo el tiempo. Pero…
Estaba pensando en los que se indignan.
- A
ver cómo es eso…
- Claro, el tipo se dio cuenta que no le
gusta la mina y entonces elige entre dos opciones, esto es, simula gustarle y se
aferra a la resignación o prefiere sentirse indignado como quien ha sido objeto
de una estafa.
- Cada
vez que entro a tu blog, encuentro la frase “el amor es una estafa compartida”.
- Amar es inventarse
falsedades compartidas. Por eso el
que ama debe ser ingenuo y si lo que tiene delante es parte de un
engaño, estará bien igual. Acaso está enamorado del engaño, ¿y cuál es el
problema? Porque están los que justifican la indignación, “algún día aparecerá
la mujer que…” Tal cosa. Yo estoy convenido que existe un hilo rojo, un designo
sagrado, una estrella en el firmamento. Llámelo como usted quiera, pero Robert Graves tiene razón al postular que la mujer es símbolo de inspiración,
hechicería y sabiduría. Hay cosas que no son vivencias previas, ni
resortes freudianos ni viejos mandatos, sino algo que viene de afuera y sugiere y magnetiza. Me parece cada
vez que nos resignamos a vivir de amores pequeños, es un paso más que nos aleja
de esa mujer que hace referencia Graves.
- ¿De qué conversar en la cita?
- De lo que ambos quieran conversar, eso
sí, siempre atento a las entrelíneas. Se trata de ir desarticulando poco a poco
la intriga y no después de una hora, cuando solo resta opinar del tiempo. Es fundamental
que se den a conocer sensaciones que permitan ampliar, convertir y resolver
otras. Naturalmente,
somos conscientes del peligro de que todo parezca preparado, de aburrirnos
nosotros y transmitirle ese aburrimiento al otro.
- ¿Sobre
qué temas no conviene hablar?
- Recuerdo una de mis primeras citas. Me dijeron,
“al menos está la amistad”. Seguramente tendría las luces apagadas, porque ni
enterado que me estaban rechazando. Mire, si alguno de los dos encara hacia el camino
de la amistad, es hora de mirar al mozo y solicitar la cuenta. Igual que contar
historias de un ex. Entiendo que resulta doloroso quitarse de la mente el
recuerdo de un ex, pero me parece que nos arruina cualquier propósito amoroso.
Si usted quiere irse rápido de una cita, no tiene más que empezar a mencionar a
un ex. No falla nunca.
- Hay
gente que así y todo se la banca.
- Allá ellos. Yo no. No soy el segundo
plato. No vengo a reemplazar a nadie.
- ¿Y si otra situación interrumpiese,
supongamos, la manifestación de un prejuicio o la falta de interacción?
- Bueno, veremos qué hacer. De cualquier
manera, hay indicios peores…
- ¿Ejemplo?
- Preguntar la hora al mozo, revisar el
celular a cada rato, pispear las mesas aledañas.
- Ahora te entiendo mejor, se trata de
saber qué le pasa al otro con vos.
- Sí, pero conviene mantener oculto rincones
secretos, intrigas, misterios. Manifestar con lujos de detalles lo que uno piensa,
arrastra al fastidio. Al menos, no hacerlo de manera inmediata. Además, no todos
poseen misterios notables. Revelar secretos valiosos -a personas muy básicas- les
consume un ratito. Fíjese lo que ocurre con el arte. Los hechos artísticos contienen
numerosos detalles, están alumbrados por infinidad de constelaciones y entonces
algunas obras son reconocidas por su complejidad. Sin embargo y a los efectos
del goce, es indispensable su comprensión. Un hecho artístico debe ser
comprensible y sobre todo, compresible. Compresible significa que pueda comprimirse,
pensarse, reducirse con las herramientas del pensamiento a unas estructuras
susceptibles para su análisis. A unas fórmulas que logren comprenderse, sin
necesidad de enumerar los átomos que la componen. Toda información ayuda a
disfrutar y mencionarla, porque una obra simple e ineficaz, ofende al
razonamiento del que lo recibe. Lo mismo aquello imposible de comprimir y
separar en estructuras. Quiere decir que el arte está por encima de lo que es muy
elemental y detrás de lo que es confuso y caótico. Tiene que haber una
complejidad, sí, pero una complejidad que no sea incomprensible e
incompresible.
- Por eso el arte conduce a la emoción,
primero, antes que al entendimiento.
- Muy bien. Sí, señor. La complejidad deja
abierta la posibilidad de desenmascarar secretos. Para ello es preciso dosificar
enigmas y reservar un espacio que genere nuevos misterios. Y no me refiero a
banalidades. No, no. Misterios. Pequeños misterios que sean un estímulo en el
otro. ¿Para qué el misterio? Para envolver la atención del otro con mayor minuciosidad.
Para dejar atrás los peldaños del piropo ocurrente, insinuaciones o comentarios
acerca de la dolarización. El que expone cuerpo y alma al sol, aburre. Tal como
en el arte, el amor es un juego de revelaciones y ocultaciones. Por ende, una rápida
y prolija divulgación de secretos resulta insoportable. Insisto, hay que
preservar la inmediata difusión de secretos y forjar alternativas que sean nuevos
movimientos del alma y la inteligencia. Crear sinuosidades en el curso de la
charla, como el cincel del escultor… Abrir variantes, hendiduras y senderos irreales,
digamos, una invitación al reino de la intriga, porque la intriga es el pase
mágico del enamoramiento.
- Además,
seamos honestos… Siempre habrá
situaciones dudosas o esas en las que uno ignora dónde está parado…
- Será momento de hacer
valer otras virtudes como mostrar cierto ingenio, no ser ordinario con el mozo,
etc. Pero me parece que si no es el tipo que la mina espera, es decir, si ya no
lo era de entrada… Mmm…
- A veces la decisión puede
tomarse en los primeros minutos, incluso cuando uno imagina que el otro no la
está tomando.
- Si la mujer que espera
no sintió un golpe en el corazón, por más que demuestre, ofrezca y prometa,
será inútil. Nada molesta a una mujer como un señor que no es el deseado y hace
fuerza por serlo. Déjeme contarle un mito griego. En la ciudad de Argos vivía
el rey Acrisio junto a su hija Dánae. Dánae era muy bella y príncipes de
ciudades vecinas la pretendían, pero su padre no la dejaba casar con ninguno,
porque el oráculo anunció que el primer hijo que ella tuviera daría muerte a su
abuelo. Y Acrisio amaba a su hija, pero también su propia vida. Para escapar del
presagio oracular, Acrisio apartó a su hija del trato con los hombres y mandó
encerrarla en torre de bronce. Luego hizo correr la voz que había muerto con el
fin de que ninguno pidiese su mano. Todos los príncipes sospechaban que Acrisio
mentía, pero se atrevía a salvar a Dánae y así pasó el tiempo, consumida en el
encierro. El dios Zeus despachaba emisarios para que se enterasen de la vida de
los hombres y uno de ellos contó el cautiverio al que era sometida Dánae.
Conmovido, Zeus descendió a la tierra, encontró la torre de bronce y vio a
Dánae a través de los hierros de una ventana. Le gustó de inmediato y quiso
visitarla, pero no supo cómo hacerlo. Recuérdese que los dioses griegos no se
aparecían a los mortales en una representación divina, pues su visión provocaba
la muerte. Zeus pensó y pensó, hasta que un día Dánae observó cómo se preparaba
una tormenta a lo lejos. Oscuras nubes se acercaban, empujadas por vientos
huracanados. Pronto, una lluvia torrencial se desata sobre la torre de bronce y
entre ella, una lluvia dorada y resplandeciente, que finalmente cae al interior
de la celda. La bella Dánae quedó rodeada de luz y de calor. Sintió como unos
brazos misteriosos e invisibles la oprimían… Era Zeus, el príncipe de los
dioses.
- Los
mitos griegos son extraordinarios.
- Pregúntese, ¿de
quién se enamoró Dánae? Del que fue capaz de transformarse en lluvia de oro y
así lograr atravesar las rejas de su celda. Para eludir un obstáculo y acceder
al amor de una mortal, los dioses adoptaban la impostura. Sorteado el
obstáculo, Zeus volvió a convertirse... ¿En qué? En un hombre joven y hermoso,
porque eso es justamente un dios en Grecia Antigua. Los dioses eran hombres
hermosos. La seducción es un proceso de imposturas. Para vencer un obstáculo nos
convertiremos en lluvia de oro. Una vez desaparecido el obstáculo, volvemos a
ser el que somos o iremos transformándonos en otra cosa.
- De
cualquier modo, la belleza es importante…
- Según Platón, el
amor procede de una llama inicial, que es la atracción física. Aparece esa
llama y enseguida viene el incendio. Obvio que detrás de la visión de un cuerpo
nos aguardan varias fronteras, pero la belleza que no enciende una mínima
atracción, pronto apaga su fuego y será durísimo remar en el mar de la propia fealdad,
por más prosa de Lord Byron que sepa recitar de memoria y acrobacias que
realice.
- Entonces, primero me atrae la
visión de un bello cuerpo...
- Pero al ratito deben
florecer más atributos. Jamás a las dos semanas. ¿Y qué le queda al universo? Ese
capricho cósmico que algunos llaman casualidad… Que al otro no le interese nada,
porque en eso consiste el milagro que busca la mayoría… Una mujer tan loca que
piense que uno es hermoso, jajajaja.
- Es
que hay locos por todos lados.
- La belleza tiene sus
gradientes y admite que haya unas pequeñas dilaciones. Ahora, convengamos que
impera un principio de acuerdo... De nuevo, ¿no le gusto a la mujer que está sentada
conmigo? Fenómeno, le juro que no insistiré más.
- O
sea, que te rechacen de una, sin tantas vueltas…
- Es un gesto de cortesía
el rechazo sin prolegómenos ni figuras decorativas. Si acaso damos asco, que
nos rechacen ahí mismo. Antes de ilusionarnos y tejer inocentes lazos de
afecto. Es mejor el rechazo apremiante, inmediato, sin demoras. De lo contrario,
empezará a quererla y el rechazo dolerá mucho, justamente, por proceder de la
mujer que ama. En cambio, el rechazo de una mina que conoció hace 10 minutos,
duele poco. Duele poco. Por lo tanto, a nuestros enemigos, a los estúpidos,
traidores, ingratos, a los que nos dejaron de amar los ansiamos impacientes. Por
favor, avisen así guardamos el corazón y el alma en casa. Quédense tranquilos, no
faltaremos a la cita. Reiremos con anécdotas y habrá pensamientos generosos,
pero, ¿sabe qué? Nos ahorraremos el enorme trabajo de quererlos.
- El
rechazo resulta angustiante.
- Porque perturba,
ahuyenta la razón. Hay que enfrentarlo con dignidad, lejos de la obsesión y la
actitud patoteril. Lo que pasa es que el hombre todavía ve a la mujer como un objeto
de posesión al que le pueden sustraer del bolsillo. Eso es repugnante.
- Sí,
después viene la asistencia y casi siempre es peligrosa…
- Por supuesto, el acoso, las amenazas, extorsiones,
en fin, conductas propias de las sociedades machistas. Por eso creo que
asombrar con gestos amorosos o adoptar acciones reptilianas frente a la persona
que ya lo ha rechazado –es, ante todo- una grosería.
- Quiero
tomar una referencia de tu blog.
- Agradezco sus visitas.
- A
mí me encanta porque leerte es como tenerte cerca. Además, los libros de
filosofía que me traes no los entiendo, jajajaja.
- No todos son de filosofía, pero bue… La
filosofía no es sencilla de leer. En cuanto al blog, quiero realizar algunos
cambios.
- ¿Borrar contenidos?
- No, borrar contenido no. Darle un espacio
a una suerte de rockola con música de los ’80. En los meses de encierro por la
pandemia sentí una nostalgia enorme. Miré videos de cosas que pertenecían a mi pasado
y eso me angustió muchísimo.
- ¿Cómo
cuáles?
- Juguetes, dibujitos animados,
publicidades, música. Tenía ganas de subir al DeLorean y volver a esos tiempos.
Volver a ser un chico y no regresar más.
- El
pasado es un viaje imposible.
- Es verdad, me gustó eso. El único viaje
que nos queda ahora tiene por destino la vejez y la muerte.
- En
un artículo decís, palabra más, palabra menos, que “conocer es amar”.
- La historia del otro constituye un deseo
de conocimiento, porque cada conocimiento tiene un goce. No hablemos de la ropa
que viste, el estilo de vida, el poder adquisitivo. Hablemos de un repertorio
de cualidades que son embellecidas con ideas, recuerdos, vivencias,
ocurrencias, temores. Insisto, la complejidad amplia el disfrute y lo que venga
a ocurrir más tarde. Recorrer sus pasillos internos sirve para amar mejor. Si
una mujer, encima de hermosa y deseable, regala una singularidad atrapante, el
goce será doble. Así que, ¿por qué saltearse el resto? Desde luego, una puerta
parece cumplirse de manera caprichosa. Imaginemos que a un señor no le agradan las
mujeres morochas. Bueno, una rubia no traspasa esa puerta, ni ninguna otra.
Pronto viene una segunda puerta... A ver, ¿y cómo se conduce? ¿Desliza conceptos
interesantes? ¿Sostiene la mirada mientras conversa? ¿Cómo hace rimar su
espíritu con los deleites del amor? Vamos, ¿cómo influye ese espíritu desde su
cuerpo? Si espíritu e inteligencia realzan el cuerpo, el goce es increíble. De
ahí que un aspecto físico no califique por sí solo… Detenerse en la apariencia bloquea
el conocimiento de un mundo de percepciones e interpretaciones que bien podría
emocionarnos.
- La
palabra clave es conocer.
- Conocer a una
persona no significa apropiarse de sus secretos más valiosos, sino recibir
estímulos para su descubrimiento. ¿Qué hace interesante a un secreto? Revelarlo
o ser revelado en el momento oportuno y así construir las bases del romance. Lo
he dicho millones de veces… Los halagos no sirven para enamorar y no es que sea
antipático o poco demostrativo, pero me parece más interesante averiguar qué es
lo que una mujer ha hecho conmigo… O sea, qué clase de magia tiene en su
interior que no logro dejar de pensar en la mujer que sigo amando. Otros tipos
en mi lugar ya se hubiesen olvidado del asunto y salido con otras minas. En
cambio yo estoy suspendido en el tiempo, como los imanes de las pizzerías que
se pegan en la puerta de la heladera.
- Estar
enamorado tiene su precio.
- El enamorado pierde la facultad de
abstraerse, porque el que no está bajo el influjo de nadie cree que es vivo,
atrayente, imaginativo, brillante... Y cruel. Tiene esa maravillosa crueldad
que tanto enamora y pierde, justamente, al enamorarse. Entonces, se produce una
extraña paradoja... Más necesitamos ese poder para enamorar, menos lo tenemos y
cuando por fin tenemos ese poder, no nos interesa tanto tenerlo.
- En mi opinión, es importantísima la madurez…
- La madurez es una excelente noticia
para quienes buscan la flor exótica de la belleza. Incluso pensemos en los
procedimientos artísticos, porque son cosas que vienen con el tiempo. Mozart
escribía operas de niño, pero es innegable que su genialidad comienza a
resaltar durante la madurez. Los genios se comprueban sobre el tamiz del
tiempo. Ahí tiene a Goethe o Milton –quienes, entre tantas obras- concibieron las
mejores en el ocaso de sus vidas. Quiere decir que todavía hay probabilidad de
ser dichosos.
- Y el deseo… ¿Desaparece con la
madurez?
- El avance de la edad siempre produce un conflicto en la belleza y resulta
perfectamente normal, aunque aclaremos que no es propio de este siglo. La
fuente de la juventud, los atanores y las pociones mágicas nacieron en virtud
de obtener algún modesto efecto literario. En el fondo, intervenciones médicas,
cremas milagrosas, dietas, etc. persiguen el mismo objetivo. Creo que la muerte
y el amor son hijos del tiempo. Y entonces, el adolescente que fuimos, hoy no se
parece al señor que somos y esto afecta la esperanza de conocer a alguien y que
encima le gustemos. Evidentemente el ser humano obedece a un carácter
transitorio e irreversible. Está forjado con aquel principio termodinámico en
el cual el tiempo es inalterable y ninguna máquina del tiempo o elixir obstaculiza la
llegada de la muerte. De modo que el asunto ya no consiste en eludir la muerte,
sino en desalentar el deterioro. Dicho esto… El conflicto entre
la madurez e inmadurez está relacionado en cómo se llevan a cabo las cosas. Hay
quienes hacen lo imposible con tal de concretar sus deseos dentro de un tiempo
razonable. Qué sucede más allá del cuerpo y espíritu del otro no es algo que
les interesa profundizar. La juventud actual y el exceso de viejos estúpidos no
ven a través del amor, un territorio en el cual pregonar los principios de la
sabiduría y la indagación. Realizan una actuación muy fácil de comprender, una
tecnicidad tan vulgar y perentoria que no resiste ninguna explicación, más que
la calentura. Un tipo concreta un acto íntimo y no puede evitar contárselo a
sus amigos para que lo aplaudan. En los programas de chimentos pasa lo mismo y está
mal aplaudir méritos o anécdotas sexuales. Sea para tallarse un nombre, acceder
a un mejor cargo o recibir influencia. Me parece que esta clase de sujetos
están condenados a no durar, pues solo aman lo que es efímero. Tan pronto
descienda la temperatura de la pasión, tarde o temprano saldrán en busca de
otra experiencia similar. En cambio, los que aspiran a una belleza más compleja,
que no se remite únicamente al cuerpo, esos perduran, porque aman lo más
durable y trascendental del individuo.
-
Totalmente de acuerdo. Vos decís que con los años el deseo se fortifica…
- No sé si realmente se fortifica, depende
de la persona. Tampoco es una regla. La escena amorosa
está compuesta de un doble incendio. El primero lo produce el erotismo, un
fuego seductor que no es exclusivo, ni con demasiada tragedia encima. Es placer
por la sexualidad. Da lo mismo que sea fulanita o menganita. Sin embargo, con
los años surge otro fuego que revela la existencia de una belleza irrepetible.
Tal carácter no fungible, tiñe al otro de dramaticidad. Aquí hablamos de la
locura que incita la visión de un cuerpo hermoso y la belleza discursiva de un
espíritu que lo completa. Que lo armoniza.
- A
ver, me gusta eso, quiero más.
- Claro, ¿da lo mismo fulanita que
menganita? Durante la infancia, los niños aman cantar, reír, jugar. Aún no desarrollaron
esa red de sentimientos y conexiones conflictivas propias de los mayores. En la
adolescencia uno comete errores, dice estupideces, no sabe qué es lo que le gusta
y lo que no le gusta… Invita a salir a cualquier mujer –y en un afán de
embellecer la historia- más tarde amuebla el recuerdo con definiciones
absurdas, esto es, que aquellas mujeres fueron únicas. Recién en la madurez entiende
que el amor es un problema sin solución… Uno quiere elegir al otro, entre todas
las personas del universo. Lo que pasa es que la sombra de la muerte acecha y
entonces, cada pequeña relación es concebida como una tabla en el océano. A mí
me parece que el amor tiene que conmover. En principio, nadie mata por un
número en la quiniela, ni comete un asesinato por un amigo que se mudó de barrio.
En cambio, la muerte late en el destello amoroso, en la espera de un otro que
no viene, como ingrediente de la inspiración poética porque el amor está
empedrado de adversidades. De no ser por la muerte, la ausencia, la distancia… ¿A
qué emocionarse con las historias de amor? Octavio Paz arroja
una teoría inquietante… Todo amor pasional es un deseo de muerte. De morir con
el otro, más que sobrevivir sin él. Por eso la inmortalidad ahuyenta el
carácter único e irremplazable de la persona amada. Si quiere hacemos una
extensa lista con defectos acerca de la cita amorosa, pero no podemos dejar de
admitir que es el primer escalón hacia el conocimiento del otro. Naturalmente,
si una de las partes utiliza la cita solo para concretar una oscura intención,
entonces la presencia del otro será prescindible y resultará exactamente lo
mismo fulanita que menganita… Pero en el amor no da lo mismo. Tampoco si le gusta fulanita y viéndose
postergada la cita a último momento, se inclinó por invitar a menganita. Ahí no
hay una intervención divina, ni un pase mágico del destino… Es resignación. Por
eso le temo mucho al enamorado militante, ese que asiste a una cita con
su lista de ideales y realiza cuestionamientos minuciosos de sus propios deseos,
justamente, porque sabe que no está enamorado de usted y entonces lo pone a
prueba…
- Las mesas vacías advierten que ya es hora
de partir…
- Muy bien, con esto termino… Critiquemos a
las sociedades consumistas e industrializadas que prefieren una relación con un
otro que no nos gusta, pero al menos transmite seguridad y un alivio económico.
Crecer es la clave. Crecer y abandonar esa postura juvenil de citarse con
cualquiera –y peor aún- porque se lo han presentado un amigo, un tío o sugerido
un artículo de esoterismo. Yo dudo seriamente que la persona que a uno le gusta
venga a aparecer, recién, tras una serie de citas fallidas. Y dígame, ¿en qué
cita encuentra al amor de su vida? ¿En la tercera, la octava, la decimoquinta?
No me parece. Nosotros, más allá de las distancias y las ausencias, solamente
nos citamos con la mujer amada, imaginando que de un instante a otro arribará de
sus labios la revelación suprema y definitiva. Por eso, de todas las
combinaciones cósmicas posibles, una mujer surgió como un destello en medio de
la oscuridad… Una fuerza misteriosa que impide el olvido. Yo no puedo olvidar.
El olvido es un lujo de los que no aman. Es probable que esta charlita sea
material para el blog, así que por si acaso me adelantaré a dedicársela a la
mujer más hermosa del mundo.
Nacho
2 de Mayo de 2022