Muchos comentaban que en la sangre de la reina Isabel I corrían altas dosis de veneno, gracias a los pésimos productos que usaba para maquillarse. Claro, el problema era que sin un heredero directo al trono no tuvo otra que elegir
como sucesor a Jacobo VI de Escocia, hijo de María Estuardo. Este hecho es histórico, pues inaugura la famosa Dinastía Estuardo en tierras inglesas.
Las crónicas describen a Jacobo poco agraciado
y un torpe que no sabía montar un caballo. Al no tener lazos directos o
presentar títulos nobiliarios bastante dudosos, su posición en palacio estaba
muy debilitada. Encima, algunos maledicentes opinaban que navega a vela y a
vapor, porque aparentemente a Jacobo le gustaban los tipos y las minas. Una vez
instalado en el poder y como dictaban las costumbres de aquellas épocas, la
corte se pobló de favoritas y amantes y entre ellas, una plebeya llamada
Lucy.
Durante los primeros años las cosas marchaban
con cierta tranquilidad, hasta que algo vino a alertar a los ministros… Jacobo
comenzó a mostrarse muy entusiasmado con la presencia de Lucy en la corte. En
general, a fin de no perder la preferencia de las favoritas, el rey ordenaba
casarlas con otros nobles, a cambio de nombramientos o propiedades. De esta
manera, el marido de la favorita obtenía una pequeña riqueza, pero el precio a
pagar era saber que su mujer estaba con el rey y no debía poner ninguna clase
de reparo.
Muy bien, los ministros analizaron cómo
resolver el asunto y decidieron preparar una boda y casarlo con Ana, princesa
de Dinamarca. A los pocos días invitaron a Lucy a que abandonase el palacio y
sus entreveros amorosos con el rey. Y hay que decirlo… Jacobo no conseguía
olvidarla.
Detengo la historia en lo siguiente… Aunque
oficialmente condenada, las familias de abolengo todavía consultaban a un
hechicero de confianza. Quizá de un modo cauteloso y menos frecuente que en
otros siglos, pero la brujería resultaba eficaz a la hora de desbaratar a sus
rivales u obtener algún acomodo político. Lo que pasa es que la nobleza no solo
acumulaba poder en las intrigas o mediante la fuerza, también a fuerza de
letales gualichos. Huelga aclarar que el destino por hechizar a un rey era la
guillotina.
Sin embargo, Jacobo parecía permeable a la
superchería y atento a los rumores de pasillo, oyó acerca de un anillo cuya
mágica facultad consistía en provocar el olvido. A decir verdad, borraba el
motivo del recuerdo y al sujeto que lo había producido. Y así, tentado por la
desesperanza, poco a poco comenzó a obsesionarse con ese anillo que provocaba
el olvido… El olvido de una pena de amor, por supuesto.
Harto de vivir atormentado, rodeado de
favoritas y adulones, despachó a unos ayudantes de cámara en búsqueda del
famoso anillo. Y créase o no dio resultado. ¡Todos estaban contentos! Contentos
que el rey haya podido olvidar finalmente a Lucy… Al menos un tiempito, ya que
vino a suceder un pequeño milagro. Un milagro que no tiene que ver con la
renuncia, porque lejos de sentirse amedrentada, Lucy reapareció en palacio.
Esta vez en una fiesta de disfraces.
Calcule, aturdido por la belleza de la misteriosa mujer, encaró en
dirección a un grupete de nobles, acaso los mismos que oportunamente
aconsejaron alejarse de ella y les preguntó…
- ¿Alguno sabe cómo se
llama esa muchacha tan hermosa? -
- Sí, su majestad. Su
nombre es Lucy… - Respondieron con oculta resignación.
El interés por la superstición ha estado
presente en diversas culturas y si bien ignoramos cabalmente cuáles son los
planes celestiales y demoníacos… Resulta que todavía hay quienes confían en los
encantamientos de las brujas. Para obtener favores divinos, recibir una
fortuna, conocer el futuro, atraer al amor de su vida, alejar sujetos
indeseables o causarles perjuicios, los brujos modifican la realidad, basándose
en la sujeción de la ingenuidad ajena. Y siendo la tristeza una experiencia
bastante traumática, la brujería elige nublar la lucidez del incauto y a probar
toda clase de maniobras inconducentes, como cortarse el pelo las noches de luna
llena, analizar las borras del café, no entrar al baño con el pie izquierdo,
etc.
Pero, ¿nunca hubo un anillo con semejantes
poderes? ¡Quién sabe! Tal vez Jacobo engrupió a la corte, haciéndose el desmemoriado.
No lo sabemos. Solo añadir que bailaron hasta el cansancio y más tarde yacieron
en los aposentos reales… Esa misma noche, Lucy fue la más novedosa y deseada de
sus amantes.
2
Platón decía que el amor es un recurso y una
carencia. Ansiamos descubrir algo que supuestamente nos completará y ese algo
lo trae consigo el otro. De manera que nuestra conciencia estará apuntada en
aquello que creemos ausente.
El enamorado trata de construir una pequeña
dignidad en la cual no cabe ningún registro del pasado y sin embargo, al
entablar un lazo de amistad estamos reencontrando ciertos valores que son
importantes para nosotros. Valores que tenían nuestros abuelos o nuestros padres
o un amigo que ya no volvimos a ver. A lo mejor nunca los tuvieron y deseamos
que los hubieran tenido. No importa. Siempre está abierta la posibilidad de
encontrar personas que no habíamos visto nunca, pero imprimimos en ellos un
gesto, una emoción, en fin, algo que nos habita desde hace muchísimo tiempo.
El mundo está dividido entre esperas sin
sentido y una sensación de reencuentro.
Fíjese, ¿por qué suele preguntarse al otro
dónde ha estado?
Hace poco alguien conversaba en una radio acerca
de cómo había conocido a su esposa. Lo primero que quiso saber fue dónde estuvo
ese tiempo previo al encuentro. Es decir, cuestionaba que hubiese conocido a
otros hombres antes que él, porque creía que le habían generado emociones y
sueños que no estaba seguro de poder despertarle ahora. Resulta absurdo
pensarlo, pero en algunas personas el hecho de que exista un pasado parece
constituirles una suerte de competencia desleal. Y entonces surgen los celos,
las recriminaciones, las discusiones, etc., solamente porque el otro estuvo en un
tiempo y lugar diferentes a los suyos. Y claro, ¿quién tiene la culpa en demorar
el encuentro con el otro? ¿Es realmente una cuestión de culpas?
La ilusión que genera el amor, justamente, es
una sensación de reencuentro. Por eso en la primera salida está la impresión de
conocerse de siempre. Es mentira y a la vez es verdad. ¿Y qué se reencuentra en
aquel que recién acaba de conocer?
Un fundamento de la psicología asegura que cuando
nos pensamos que elegimos libremente, en realidad, estamos reencontrando en el
otro algún rasgo de alguien amado y perdido en la infancia. De modo que todo
encuentro con el otro no es más que un reencuentro.
Esta idea amenaza lo que nos han enseñado,
pero es así… El vínculo amoroso es una concesión entre partes, incluso a
sabiendas de las diferencias que existan entre ambos. Ahora, también es verdad
que hay un deseo de reencontrar cosas amadas y perdidas en el otro. Cosas que tal
vez nunca tuvimos, pero que siempre anhelamos.
Lo peligroso sucede cuando el reencuentro tiene
lugar con algo siniestro, esto es, tratar de vincularse con alguien que es absolutamente
nocivo. O sea, ¿cómo me conecto con lo que no comparto, ni me identifico en
nada? Porque, ¿qué es lo que uno quiere? Respuesta, descubrirse en el otro.
El desafío de la ausencia es transitarla con
dignidad, resistiendo la tentación de terminar anclados en foros donde sienta
el maltrato y la humillación. ¿A qué reencontrarse con lo que lastima tanto? Únicamente
desde la melancolía, desde esa bilis negra que hablaban los griegos pueden
entenderse que alguien tenga ganas de revivir situaciones tormentosas.
Ocurre que la melancolía sostiene la angustia
de lo perdido y quizá el mejor consejo posible sea soltar lo que hace daño. Claro
que usted puede hacer arte con lo perdido, pero si todo arte es un ejercicio de
la melancolía, en algún momento se volverá insoportable. Entonces, por más que el
adiós no siempre traiga el olvido, hay que soltar lo que hace daño. Es una
oportunidad de demostrar nobleza, porque no es fácil dejar ir al otro.
O sea, ¿de qué sirve retener a quien no se ama?
El mérito asoma cuando el enamorado siente el alma destrozada y aun así, es
capaz de ese gesto de amor. Se precisa mucha entereza para dejar de amar, lejos
de los reproches y las culpas.
Por eso la única salida es soportar la
ausencia, sin suplicar ni humillarse. Permitir que el tiempo fluya y sufrir lo
que haga falta. Si usted pierde lo que ama y no sufre, será que no lo está
procesando debidamente y corre el riesgo de repetir el pasado, una y otra vez.
Mi vieja tiene razón en algo… Siempre resulta
amenazante para el enamorado el hecho de amar a aquel que extraña a otro.
3
¿Habrá un anillo que produzca el olvido?
Bueno, los anillos de compromiso parecen funcionar de manera inversa, ¿no?
Pero, ¿es el olvido algo que pueda proponérselo?
El olvido suele aparecer entre los que se
jactan de poseer una gimnasia suficiente para combatirlo. En realidad, es un complejo
debilitamiento de sentidos. Pasa un tiempo y empieza a darse cuenta que el otro
ha estado corriéndose del centro de su vida.
Por eso el olvido no es un remedio que venden
las farmacias y entonces lo ingiere y dice, “listo,
ya olvidé” y regresa a su casa contento. Tampoco una decisión arbitral, ni
mucho menos establecida de común acuerdo.
Ahora, diferentes clases de olvido... Está ese
olvido producto del esfuerzo que hace la conciencia por erradicar aquello que
duele y produce angustia. Ejemplo, cuando a un sujeto le toca atravesar un suceso
que ha sido muy cruel, de inmediato lo reprime dentro de la conciencia porque
asume que no lo podrá soportar. Sea revivirlo o recordarlo.
Una manera clásica de lograr el olvido es
mediante la represión. Se envía el recuerdo directo a ese lugar oscuro e
infernal al que conocemos como inconsciente. Por supuesto, al momento de
recuperar ese recuerdo tendrá características diferentes, pues no volverá como
los recuerdos comunes, sino como un jeroglífico al que habrá que saber interpretar.
Y tendrá también modos de revelarse en la conciencia, siempre disfrazados como ocurre
con el chiste, el lapsus, el acto fallido, los sueños, etc.
Más allá de ser un fruto de la defensa y la
auto preservación, queda otro olvido que es todavía peor y es el que impone el
paso del tiempo y la limitación de la memoria.
El recuerdo absoluto es imposible. Nadie puede
recordarlo todo. Por eso fue trascendental construir medios que resguardasen el
conocimiento, las tradiciones o los fenómenos artísticos. Y siendo el hombre un
sujeto de la palabra, los libros son una manera de preservar y transmitir los
valores de la ciencia, la historia o la poesía.
Esperamos que algún resorte misterioso de la
trascendencia nos devuelva una situación de felicidad, como podría ser el
reencuentro de un ser querido o de un antiguo amor. No, nada de eso sucederá.
Lo más probable es que sigamos agazapados, expectantes a que una bengala
luminosa estalle en el cielo y venga a teñir nuestra realidad. Y entonces, los
años que aguardan más adelante tendrán un nuevo significado.
A lo largo de mi vida he recogido no
demasiadas alegrías, pero las suficientes para acceder a un estado de
conciencia. Digamos, un camino hacia una espera irrenunciable.
¿Qué opinión tendrán de nosotros cuando
dejemos este mundo? Los cortesanos recomendaron olvidar y no pudieron doblegar
la esencia del amor. Y está bien que Jacobo haya entendido al final que todo
encuentro es un reencuentro.
La historia de Jacobo es una alegoría de la
ausencia y el olvido y sobre todo, una mirada puesta en el hombre que no
desobedece a su corazón, por mucha corona que haga peligrar sus
decisiones.
Quiero dedicárselo a los que amamos con esa
pulsión, que, como pocas veces en la vida, acaba siendo determinante… La
creencia del amor para toda la vida, lejos de las comodidades, los mandatos y
los anillos que ostentan soluciones mágicas.
Quizá nunca sepamos qué depara el futuro…
Quizá el pasado sea una ficción de lo que en verdad nos ha traído hasta aquí, al
presente… Donde suceden las cosas.
Disfrutemos esta ansiedad de la espera... Tal
vez mañana o la semana próxima llegue el milagro más intenso y maravilloso que
deseamos en nuestras vidas.
Quizá ese milagro haya comenzado a gestarse,
justo cuando lo imaginábamos desvanecerse en el olvido… Antes de salir o al
cerrar la puerta de su casa… O luego de finalizada esta lectura.
Nacho
21 de Setiembre de 2022