En ocasiones, los celos suelen ser vistos
como un deseo proyectado en el otro, uno de los tantos mecanismos que provee la
imaginación. Sin embargo, la ausencia de celos es considerada mal síntoma, pues
supone una renuncia al deseo.
Desde siglos, las costumbres
sociales permiten cierta coquetería de la mujer casada y el donjuanismo del marido y así purgar y neutralizar la innegable inclinación hacia la infidelidad.La convención establece que una pareja no caminará
en dirección a la infidelidad y muchas veces el apetito por lo ajeno se
satisface mediante un proceso de fidelidad. Pero el celoso no admite esta
tolerancia convencional y entonces organiza su vida amorosa bajo el influjo de
un tortuoso deseo que lo consume.
Alrededor de la geografía amorosa circula
una sensación de vacío y es allí donde surge la necesidad de sentirse amado e
imaginar que no moriremos y que ese amor tan especial no terminará jamás. Son
los argumentos más utilizados al momento de pensar el amor.
Ahora, cuando esa necesidad de encontrar
seguridad ingresa en el terreno de los celos, se normaliza la agresión y la
actitud posesiva.
Los celos atraviesan diferentes planos.
Sea la intimidad de la pareja, en una disputa entre hermanos o el compañero que
recibe un ascenso, etc.
Básicamente, el celo estipula una suerte
de derecho y si hay un otro al que se le puede dar lo mismo, se lo desestima.
Por eso el sujeto celoso analiza y estudia la reacción del otro, segundo tras
segundo.
El celoso es una suerte de lector ansioso…
Suprime las descripciones y busca en las bisagras del argumento alguna señal
que lo ubique como protagonista en el deseo del otro.
Tener celos habla de falta de amor propio,
de ahí que el celoso sea capaz de matar si es abandonado o siente el perfume de
un engaño. Controla, observa y dirige las acciones de la pareja y aunque no
halle motivo, pues los inventa. Especialmente en relación a los sucesos pasados,
donde cualquiera es un potencial enemigo.
Quizá habría que construir el vínculo a
partir de la confianza. Supongamos que su novia organizó una velada con sus
amigas. Usted confía en ella… ¿A qué preocuparse? ¡A cuántos les encanta armar
escenas para recibir la tranquilidad de que lo aman! Y eso está mal. Está mal. Provocar
celos en una persona no significa amarla. Al revés, que no haya celos supone
confianza.
*******
Los
reyes de Anatolia tenían tres hijas. La menor era Psique, dueña de una belleza que
despertaba adoración en mortales y dioses por igual. Afrodita estaba furiosa de
celos y dispuso que su hijo Eros infundiese sobre Psique una pasión
irrefrenable por un fulano cualquiera, indigno de la belleza que tanto ostentaba.
En
soledad, Psique pensaba que su belleza no despertaba el amor, porque la
contemplaban, admiraban y elogiaban, pero no hubo rey, cortesano ni plebeyo que
se animase a pedirla en matrimonio. En cambio, sus hermanas -cuyos encantos
escaseaban- habían sido casadas con príncipes y ministros de la corte.
Temiendo
la envidia o animosidad de los dioses, los padres de Psique consultaron al
oráculo de Apolo y les dijo que su destino era el monstruo que habitaba unas
montañas, en medio de la oscuridad eterna y la salida del sol.
Psique
viajó al encuentro del futuro esposo. Céfiro, el dios del viento del oeste, la
condujo a un bosque en el que se divisaba un palacio. Después de una fabulosa
cena, extrañas voces indicaron la alcoba y se retiró a dormir.
Pasaron
largas jornadas y ni noticias del esposo. Naturalmente, la muchacha sentía que aquel
palacio era una prisión, hasta que las paredes resonaron… “Deseo que me ames
como a un simple mortal.” Las palabras tranquilizaron, más aún al autorizar una
visita de sus hermanas.
Psique
enseñó riquezas, tesoros del palacio y confesó que no había visto monstruo
alguno, pero envidiosas, las hermanitas hicieron tragar el cuento de que era
una serpiente venenosa y debía liquidarlo.
Una
noche vio al costado de la cama un arco y el carcaj y flechas. ¡Eros! Por
descuido se lastimó con una flecha y quedó prendada de amor, pero una gota
aceitosa de la lámpara derramó sobre Eros. Como no deseaba castigarla, extendió
sus alas y partió sin rumbo. Mientras colmaba de profundos lamentos, el palacio
desaparecía.
Perdida
la esperanza, decidió arrojarse a un río, pero conocedor del poder de Eros, el
río no consintió su muerte y sus ondas la depositaron en la ribera.
Regresó
a la casa de su hermana mayor y contó que roto el matrimonio, Eros iba a
casarse con ella. Inflamada en el deseo y la envidia, largó a su marido y
exigió a Céfiro ser llevara a los brazos del dios, pero, lanzada al vacío, fue
recibida por la muerte. Aquella venganza no tardó en alcanzar a la segunda
hermana.
La
joven recorrió pueblos, templos y paisajes y ni las divinidades prestaban
ayuda. Entonces cambió de estrategia y encaró a Afrodita, quien de inmediato llamó
a dos esclavas –Costumbre y Tristeza- para atormentarla un rato. Después ordenó
una serie de misiones que cumplió a durísimas penas.
Finalmente
fue enviada al Infierno con una cajita para que Perséfone entregase belleza,
pues los rasgos de Afrodita habían comenzado a marchitar. Conjeturando que iba
directo a su destrucción, Psique eligió quitarse la vida, pero una voz la calmó
y aconsejó que tras visitar a Perséfone, ni abriera ni mirase el contenido de
la caja.
Claro,
la curiosidad prevaleció y la abrió. Maquilló su rostro para borrar la tristeza
y de repente cayó en un profundo sueño. Con la poca fuerza que le quedaba,
llamó a su amado y como no pudo soportar la ausencia de su amada, Eros salió a
buscarla. La encontró triste y sufriendo y le parecía más hermosa que antes…
Aprendan algunos.
Eros
se elevó hasta el Olimpo y suplicó a Zeus que resolviera la situación. Dio de
beber ambrosía a Psique, otorgó inmortalidad y las divinidades celebraron de
alegría.
*******
Si una parte de la pareja exhibe un hostigamiento
físico y psicológico hacia el otro, entonces el vínculo tiende a volverse
peligroso.
A diario vemos noticias de tipos que
asesinaron a la pareja al sentirse traicionados. Tiempo después confiesan que lo
hicieron porque la amaban. ¿Y qué se prueba entre los celos y el amor? ¿Es
posible disociar esta relación? El que ama ¿no puede evitar los celos? ¿Se ama
porque se cela o se cela porque se ama?
Todos aprobamos una trama íntima entre
amor y celos, como emociones inevitables. ¿Es realmente así? La opinión general
dicta que, en efecto, siempre hay celos en la pareja y no daña tentarse con un
leve deseo de posesión. Ahora, lo grave es que a partir de la desmedida se
perfila la envidia.
En principio, el envidioso pretende el
deseo del otro y podría explicarse en el significado que ocupa ese deseo, sin
embargo, no representa valor alguno, pero le molesta que pertenezca a otro.
Ansía quitarle el objeto deseado, no por considerarlo importante, simplemente
no quiere que alguien más lo tenga. Es la exclusividad lo que importa. De ahí
que el mayor placer de la envidia sea observar la frustración del otro, una vez
perdido el objeto de su deseo, porque no se trata de que se envidie el objeto
del deseo del semejante, sino la satisfacción que ello despierta.
Conforme estudios
psicológicos,
el enamoramiento está dividido entre dos etapas.
En la primera, el enamorado enaltece al
otro a un nivel divino e intentando entender cómo alguien tan perfecto ha
fijado sus ojos en él. De inmediato viene la segunda etapa, momento que
descubre imperfecciones y defectos -ya existentes- que pasaban inadvertidas en
el discurso del cortejo.
Fíjese, ¿no? Antiguamente un llamado
telefónico bastaba para ir al encuentro del otro. Más adelante, la impaciencia
desacelera. ¿Y por qué antes no podía
esperar? Respuesta, porque la dependencia era muy fuerte. Si la pareja
consigue superar ambas etapas, acceden a una aceptación de las diferencias y al
desarrollo de un amor maduro.
Una relación amorosa implica lo que el
otro no está dispuesto a ceder. Es necesaria la madurez para respetar la
voluntad ajena y ser dichoso a su lado, más allá de lo que no puede o no quiere
dar. De lo contrario, la pareja es una experiencia patológica en la cual uno
presiona y el otro se somete para no sentirse cuestionado todo el tiempo.
El celoso necesita controlar cada acto y
pensamiento del otro. Cuestiona sus relaciones laborales, con quién estuvo en
la milonga o por qué viste tan bien para comprar. Es decir, teme que le roben
lo que ama. Pretende la exclusividad de su cuerpo y de su mente y nunca alcanza,
pues el deseo siempre está en movimiento.
Mire cómo actúa la dinámica de los celos…
Si le dan el cuerpo, quiere el amor. Si le dan el amor, quiere los
pensamientos. Si le dan los pensamientos, querrá también los recuerdos y
seguirá hasta que en algún momento comprenda que el otro no podrá darle nada
que lo calme, porque lo que está pidiendo supone algo que ignora.
*******
Borges decía que el dolor y el amor son
caras de una misma moneda. Por un lado está el temor a perder al ser amado y ese
sacrificio penoso pero indispensable abarca la construcción de la pareja, el
apoyo a los hijos, la conquista de un esfuerzo laboral o la profundización de una
carrera, etc. Y suena extraño que nunca estemos más en peligro que cuando
amamos. El que ama corre riesgos y en este punto surge la diferencia… Para el
celoso, el riesgo de perder lo amado se vuelve una tortura.
Pero, ¿los celos demuestran amor? Quiero
decir, si no celo un poco, ¿significa que no amo?
Hay gente que espera ser celada, que estén
encima de ellos. Necesitan sentirse reconocidos y la práctica demuestra que
confunden celos con amor y el desprecio a la confianza y libertad en la pareja.
Un dicho reza, “si ama a alguien, déjelo libre. Si no regresa, nunca fue suyo”.
¡Error! ¡El mundo no funciona ni se arregla con frases hechas! Seguramente lo amaron,
luego partieron de su vida y bien pudo haber sido un amor autentico… Pero las
situaciones y las personas cambian.
Aún en relaciones firmes y duraderas,
conviene advertir las incertezas del amor. El hombre se modifica con sus
acciones y confiar demasiado en la indestructibilidad del vínculo conduce a
descuidar lo que ama. Justamente, lo incierto de la vida hace del amor, un
aprendizaje intransferible. ¡Y cuidado!
No es lo mismo resistencia que intensidad. Tiende a creerse que el amor
es un sentimiento fuerte y en verdad es muy frágil… El enamorado se descubre en
un estado de sensibilidad en el cual un mínimo gesto puede herirlo o asustarlo
y provocar que salga rajando.
Me parece que el enamoramiento transforma
al otro en una razón de vida. Y entonces podríamos plantear que las personas
celosas no traspasan las fronteras de la desilusión -y por ende- jamás
construyen un amor maduro. Están atrapados en la primera etapa del
enamoramiento, de manera que el otro queda eternamente idealizado, como un
objeto al que temen perder y sin embargo, no lo tienen.
A la hora de relacionarse, los celos indican
una patología, un ingrediente de inseguridad que no disminuye con la presencia
del otro, sino por falta de amor propio. Los celosos condenan a su pareja a una
angustia insoportable, pues el problema no es el otro… Es uno mismo. De hecho, la
desconfianza hacia el otro es una proyección de la falta de confianza que
padece de sí mismo.
El que sufre de celos intentará que el
otro calme una falta que habita en su interior, un anhelo que jamás saciará.
Por eso, lo peor es complacer sus demandas. Hay que resistir la tentación de
entrar en ese juego perverso, insisto, porque se trata de un mecanismo
patológico. Tarde o más temprano, resultará asfixiante dar algo que ni él mismo
distingue qué es.
*******
Eos,
la aurora, cargaba el particular castigo de enamorarse indiscriminadamente de
los mortales. Una mañana descubrió a Céfalo cazando un ciervo y decidió hacerlo
su amante, pero declinó la oferta amorosa pues no deseaba ser infiel a su
esposa Procris. Este desaire enfureció a Eos, quien aseguró que sería engañado
a cambio de riquezas.
Para
comprobarlo, Céfalo se caracterizó de mercader -y oh, sorpresa- Procris agarró
viaje enseguida… Indignado, denunció su verdadera identidad y avergonzada,
Procris rajó hacia Creta, a la corte del rey Minos. A su vez, Céfalo olvidó sus
votos de fidelidad y tomó como amante a Eos, de cuya unión nacería más tarde Faetón.
El
rey Minos estaba casado con Pasífae, aquella princesa que tuvo amores con un
toro y del que daría a luz al famoso minotauro del laberinto. Las cosas iban
mal entre ellos y cansada de las infidelidades, Pasífae arrojó una maldición
convenientemente espantosa… Cada vez que Minos alcanzaba el punto culmine del
éxtasis, serpientes, escorpiones y alimañas egresaban del cuerpo para atacar a las
amantes ocasionales.
Naturalmente,
las amantes dejaron de frecuentar a Minos, excepto Procris, que consiguió una
hierba milagrosa, cortesía de la maga Circe. Agradecido, Minos le regaló a
Laelaps, un perro que no renunciaba presa alguna y una jabalina que no fallaba
el blanco.
Temiendo
las represalias de Pasífae, volvió a Atenas, disfrazada de doncella y evitarse
los comentarios que circulaban en el barrio. Céfalo alcanzó a divisarla en las
afueras de la ciudad y quedó encantado con unas joyas que portaba. Ella respondió
que las cedería a cambio de amor.
Consumado
el acto, la joven se reveló como Procris y hubo llanto, reconciliación y promesas
de no volver a atentar contra el matrimonio… Bueno, convengamos que el perdón
suele llevarse mejor con la duda que con la certeza.
El
caso es que vivieron tranquilos un tiempo, hasta que ocurrió algo... Los
regalos del rey Minos, en realidad pertenecían a la diosa Artemis –y siendo una
diosa rencorosa- instaló en la mente de Procris unos celos infernales por
Céfalo.
Muy
bien, Procris consultó a un criado acerca de las actividades de su marido y dijo
que cada tanto escuchaba nombrar a una tal Néfele. Lo que ella no sabía era que
Néfele personificaba la brisa y Céfalo la invocaba para calmar los calores
sofocantes. Aun así, Procris fue a esconderse detrás de unos arbustos y cuando el perro Laelaps creyó ver una presa,
Céfalo disparó la flecha mortal... Al borde de la muerte, ambos comprendieron
la tragedia que desató la desmesura de los celos.
Condenado
al destierro, una costumbre griega frente al asesinato, Céfalo partió a Tebas.
Estuvo un tiempo purificando su culpabilidad, pero perseguido por el espectro
de Procris, decidió arrojarse del Léucade…. Aquel destino que buscaban los que
deseaban olvidar… Y el olvido no llegó. Ni siquiera cuando unos barqueros
recogieron el cuerpo sin vida de Céfalo.
Los celosos creen tener derecho de
posesión, sienten que el mínimo conflicto atenta contra dicha facultad.
Necesitan mantener el control sobre las acciones diarias de la pareja. De modo
que la aparición de un tercero no refiere a la inestabilidad amorosa ni la
voluptuosidad del deseo, habla del temor al verse transgredidos en su
patrimonio.
Los protagonistas de la última historia
son Céfalo, Procris y un intruso que despierta el enfrentamiento. Sin embargo,
el intruso eran ellos mismos al momento de utilizar la apariencia de otro. O
sea, no hubo engaño. ¿Y entonces? En una de esas lo que duele es la necesidad
de mentir… Y la facilidad con la cual el otro puede ser engañado...
Los que alguna vez fueron engañados
conservan un fuerte signo de posesión en su alma y creo que lo que debería
perdurar es el dolor de la ausencia. Es preferible el dolor de la ausencia, el
dolor del que lo ha perdido todo... Del que ha quedado en penumbras sin la
presencia del ser amado. Del que quisiera tenerlo a su lado, no para poseerlo,
sino para amarlo.
*******
En una novela, Marcel Proust pone en
entredicho el conocimiento. Le fascina la articulación imaginativa del sujeto que
pasa el tiempo realizando suposiciones falsas, cuando este necesita descubrir
la verdad.
Según Proust, los celosos disfrazan la
verdad a partir de un conjunto de hipótesis. El celoso es amante de la inferencia,
tal como el clásico ejemplo de los que alardean en relación al funcionamiento
del goce femenino. Brindan consejos y puntos estratégicos y allí sucumben… La
incapacidad de captar la dimensión de la verdad, convierte a esta clase de
hombres en sujetos incapaces de definir lo que es real.
La conciencia del celoso considera que las
mujeres están ocultando algo -y así y todo- se cree preparado para reconocer de
qué se trata. Falso. Pero dada la actitud inquisidora que lo caracteriza, su
accionar estará basado en la permanente búsqueda de confesiones. Y ni mencionemos
el pasado, que es donde aparecen enormes intervalos en blanco. Lo que pasa es
que la confesión es un resorte que precisa de la mentira –y mejor aún- la
confesión es un saber de la mentira.
Justamente, las mentiras raras veces
logran ser descubiertas, especialmente con las mujeres que amamos. Ignoramos adónde
ha ido, lo que allí ha hecho, con quién estuvo, etc., pero cuando cambia de
tema sentimos que está velando lo que no quiere decir. La mentira se advierte
de inmediato y los celos se intensifican ya que presentimos que nunca
alcanzaremos a descubrir la verdad.
La psicología utiliza el término “deseo escópico”, pulsión centrada en la
mirada que a mayor detalle y profundidad, menor intención de apartarla. Desde
luego, ahí entran a tallar formas, argumentos, definiciones o símbolos propios
de la imaginación y la inteligencia.
El saber estimula al celoso a mirarlo
todo, aunque niegue el acto. Procede mediante pistas, sugerencias y signos,
que, de otro modo confirmaría el engaño. Vale decir que el actor principal del celoso
es el engaño, encubriendo la realidad y designándole una invisibilidad al
asunto. Es probable que más que un arrebato de posesión, los celos configuren
en la mirada un sistema de ocultación y develamiento. Supóngase, el análisis minucioso
de un gesto o una sonrisa dedicada a otro, etc.
Por otro lado, el celoso articula y
condiciona su propia forma de desear. Esta visión recorta o degrada la
alteridad del otro y encuentra apenas un goce que el celoso desconoce en sí
mismo y que por eso, fantasea.
En resumen, el celoso jacta de conocer el
goce femenino y no acepta más que sus propias condiciones. Afirma la existencia
de ese goce, pero le da la consistencia de su propio interés.
*******
¿Por qué molestan las comparaciones? Mire,
cuando estoy deprimido quiero ser comparado con una relación que el otro haya
tenido, en fin, para levantarme un poco el ego. No es que este procedimiento conduzca
a la verdad, sino porque no tendrá más remedio que mentir. ¿O piensa que la gente
siempre cambia a sus novios en un sentido de progreso, lineal y ascendente y
que la pareja actual permite olvidar a la anterior? En absoluto. Es un concepto
muy ingenuo del fenómeno sentimental.
¿Y por qué que cuando pregunta estas
cosas, recibe solo respuestas positivas? Bueno, mienten. Pero mienten con
nuestra complicidad. Bah, los que organizan la mentira somos nosotros. Y si no,
¿qué espera que digan? ¿Que están enamorados de usted, aun sabiendo o
admitiendo que somos un completo desastre?
Lo interesante sucede en el desconocimiento
del otro. Me gusta ese desafío. Casi que creo intuirlo, pero no lo sé
cabalmente.
Me encantaría preguntarle a una mujer si yo
soy, en efecto, el mejor novio que haya imaginado. ¿Y por qué? Porque ahí sale
a relucir el recuerdo de virtudes, supóngase, el otro tipo era servicial,
cocinaba muy rico, barría la vereda, etc. Y como uno es un desastre, en un
pequeño gesto de generosidad le cede el triunfo en esas áreas. O sea, deja que
el otro gane. Le dice a ella que tendría que haberse quedado con el otro. ¿Por
qué? Y porque era servicial, cocinaba y barría y al final entenderá que estuvo
enamorada de un empleado municipal. O de un actor porno, porque era bueno en la
cama. O de un poeta, porque escribía buenos versos. Etc.
Quiere decir que toda descripción pasada
es inútil. Al menos, en el amor. Las comparaciones no son odiosas, ni molestas
ni maliciosas… Son perfectamente inútiles.
Por lo tanto, acá está la trampa… Cuando alguien
me pregunta por una exnovia, respondo que no tuve. Respondo que no he tenido
novia, porque toda ruptura amorosa es una abolición. Una abolición lisa y llana
del ayer.
*******
Imaginemos la siguiente escena… Un señor se
reúne con su ex para arreglar temas pendientes. Acto seguido decide trasladase
una semana a una cabaña en Bariloche… Sería comprensible el malestar de la
novia actual, ¿no? Ahora, ¿la demanda está relacionada con que uno no entienda ciertas
necesidades y un ex sí? Digamos, a veces los celos son consecuencia de un
estímulo exterior y que sea la excusa perfecta para corregir sus sentimientos
de frustración presente.
En principio, nadie tiene por qué adivinar
los deseos de su pareja. Creer que el otro está obligado a saberlo todo y
adivinar qué sucede en nuestra cabeza… Bue, diré que aquello es adivinar
demasiado.
La característica más específica de los
celos es generar situaciones de reproches y peleas. Y si bien ocurre en
cualquier pareja, no quita la responsabilidad y la madurez de uno y otro. Al
celoso le cabe porque no logra controlar su actitud y al celado por continuar
tolerando una relación semejante.
Pero, ¿los celos siempre tienen que ver un tercero en discordia?
Los celos no se circunscriben al ámbito de
la pareja. Podríamos discutir celos entre hermanos, celos laborales o entre
amigos, muy común durante la adolescencia.
Pensemos un origen de los celos a partir
de los cambios. Cambiar es inevitable. El paso de los años hace que cambiemos y
es una idea que cuesta aceptarla. Por ende, cuando una parte cambia y la otra
no acompaña ese cambio, la pareja entra en crisis. Lo que sostiene a la pareja
en el tiempo es la tonificación, reinventarse y consensuar nuevos pactos que
permitan transitar sanamente las sucesivas modificaciones que se producen en
uno y en otro.
Las relaciones humanas están construidas en
base a un acuerdo -visible o implícito- y es indispensable advertir a tiempo
las complicaciones que acaban desgastando al vínculo. Y entonces modificar un
acuerdo que ya no sirve, por uno que se adecue a la nueva realidad del vínculo.
Cada quien tiene libertad de jugar con su deseo
y elegir por sí mismo, solo que la
posesión contradice al amor. Se poseen los objetos, no personas. Es
cierto que las relaciones son complejas y la posesión, los celos y la envidia
se mezclan. Aun así, hay un punto en el cual el amor se vuelve deseable y surge
con el respeto, la dedicación y la valoración del que ama. Obviamente, algunos
no entienden esto ni por asomo.
El amor empieza a tener sentido recién al aceptar
que es hijo del sufrimiento. Amar es entender que vamos a sufrir, pues la
relación de amor es un arte del consenso, digamos, acordar hasta dónde da usted
y hasta dónde doy yo, qué cede usted y que cedo yo.
Consensuar es aprender a distinguir que el
otro no me completa en absoluto y no continuar profundizando en reclamos absurdos
y en muchas ocasiones, anacrónicos.
*******
¿Qué peligro desencadena tener celos? La
conducta de sujetos que, viéndose engañados, ejerce sobre el otro un estado de manipulación
permanente. Sienten que lo quieren poco y se defienden con extorsiones del orden
del, “si me dejas me mato o te mato o
revelo nuestras intimidades.” Etc.
Por eso el celoso no seduce a nadie…
Además, hay un escalón ínfimo -acaso, el último escalón- que conduce hacia la
indignidad y consiste en aceptar ser amigo de la mujer deseada… ¿Y qué hace? ¿Cómo
actúa? Bueno, oye sus confidencias… Se entera de que ama a otros hombres… Y
sufre en silencio. Una porquería.
Es evidente que sin objeciones ni barreras
que frenen o demoren los goces, las relaciones irremediablemente finalizan en
el plano trágico. Un vínculo sin contexto moral, en el cual vale todo, admite
cualquier clase de maltrato. Amar al otro aunque me pegue, me exponga, me
humille… Eso es repugnante. Antes que entristecido y desolado, que es lo que deberían
sentir frente al rechazo, estos tipos se perciben ultrajados… Como a quien le han
metido la mano en el bolsillo.
Para terminar quisiera añadir que si uno
es hábil, los celos enriquecen la relación amorosa. Pueden ayudar a incrementar
el deseo y generar una intensidad que sin ellos, la relación no tendría.
Y entonces, ¿qué hacer? La peor política
es insistir con el machismo, la represión, la prohibición, la toma de
precauciones, etc. De nada sirve decirle al otro, “yo te traigo, yo te llevo, yo te paso a buscar, etc.”, porque en
realidad están controlando. Es una manipulación disfrazada de caballerosidad.
Yo detesto los que reclaman una seguridad
en el matrimonio o exigen una conducta intachable en el noviazgo porque,
socolor de imponer obligaciones y sostenerlas a como dé lugar, no hace más que
abrir las puertas de la violencia, la obsesión y la desconfianza.
Quizá habrá que intensificar el deseo
propio, observando cómo los demás desean a la mujer que amamos. No estoy diciendo
que vaya y salga con el vecino, sino dejando que ella juegue ese juego de
apariencias. ¿Se entiende? Que tenga la libertad de ser deseada, que es
distinto. Admitir que el deseo existe más allá de nuestra decisión. Y que desee
-siquiera, superficialmente- a los tipos que pasan al lado suyo o trabajan con
ella. Lo mismo para nosotros.
Así que razonemos esta charla de los celos
como un ejercicio artístico. ¿Sabe por qué? Porque hay un esfuerzo… El artista
intenta hacerlo bien, corrige. Y siendo el ser amado la materia prima y el
sentido de su vida, le permitirá conocer, inventar y mejorar sus rimas.
Asimismo dejarse conocer, inventar y rimar por el otro, que gracias a Dios no
es poca cosa.
Puesto que aquí nos admitimos un poquito
celosos, pero no a un grado de toxicidad que despierte el temor ni el espanto, se
lo quiero dedicar con todo mi corazón a la mujer más hermosa del mundo.
Ignacio
Viernes 6 de Enero de 2023