Recuérdese el inicio de la Ilíada… "Oh diosa, canta la venganza fatal de Aquiles de Peleo".
Las musas encienden al hombre a un estado de éxtasis poético. Ese canto tiene origen divino y apunta a realidades que la razón
no comprende. Sin embargo, la inspiración sin sombra de racionalidad resulta completamente inútil.Sabemos que las musas son hijas de del dios Zeus y la titánide Mnemósine, después de haberse unido durante nueve intensas noches. Cuentan que un día visitaron a Hesíodo, en las laderas del monte Helicón y en tono poético revelaron la verdad del universo. Ese canto fue Teogonía, quizá la obra más transcendental de la antigüedad que relata el nacimiento, la genealogía y posterior organización del mundo.
Las voces de las musas alaban la historia de los dioses y las hazañas heroicas. A veces descienden a la Tierra para inspirar a los poetas.
A grandes trazos, las musas son deidades de las ciencias y las artes, en especial la música y la poesía, los himnos y los cantos. La ficción narrativa, la tragedia y los conflictos forman algunos de los argumentos de los que se vale. Esto explicaría el alcance de las musas en un sistema tan complejo como la condición humana.
La palabra de las musas ordena el mundo y las moralidades humanas, bajo una inmensa genealogía celestial. Por eso antes, muchísimo antes que los griegos accediesen a los campos lógicos de la filosofía, existía la tradición poética de los mitos. El mito encarna las costumbres, leyes y recursos de un pueblo, muy importantes en la educación del alma y el pensamiento.
Cada poema está compuesto en hexámetros y sus ondulaciones y compases métricos fluyen de un modo que los versos puedan cantarse sin demasiadas complicaciones. Sin embargo, el poeta es un instrumento de la musa. La musa construye la palabra y el poeta la canta.
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El poeta invoca el canto de la musa, pero… ¿Cuál es la función de la poesía?
Según Hesíodo, la musa no es hija de una deidad ni una transfiguración espiritual, sino mecanismos poéticos cuyo propósito es la preservación de la cultura. Las musas son responsables que el poeta recuerde, quiere decir que son enemigas del olvido. Y está bien eso, ¿no? La elocuencia poética necesita la elegancia de la memoria.
Diremos sin rodeos que la musa representa la memoria de un mundo en el cual, héroes y dioses están situados en un tiempo poético.
La civilización griega ha sido fundada en la tradición oral. Los poetas tenían fórmulas o grupos de palabras construidas de antemano que conducían al centro del relato poético, Para ello está lo que se conoce como mnemotecnia, esto es, técnicas de asociación mental que facilitan el recuerdo. Usted puede improvisar un relato, claro que sí, lo que no puede es improvisar es el lenguaje de la memoria.
La memoria divina es un privilegio del poeta, similar al saber del oráculo… Únicamente la musa expresa lo que es, lo que será y lo que fue. Al respecto, la diferencia entre la poesía y la historia no está dada en el uso del verso o la prosa. Aristóteles decía que la historia expone lo que ha sucedido y la poesía lo que podría suceder.
Mediante la memoria, el poeta accede a los acontecimientos que evoca. Por eso la memoria no es un mero soporte de la palabra cantada, también la potencia religiosa que confiere a la palabra poética.
El canto II de la Ilíada describe la armada que parte hacia Troya. Los autores discuten y hablan de 1.200 navíos. ¿Cómo recordar algo semejante? Homero invoca a las musas, porque la musa es la memoria que el poeta necesita. Justamente, los ejercicios mnemotécnicos aseguran el dominio de la poesía, a través de la técnica de los catálogos.
El catálogo es un conjunto de acciones y al mismo tiempo, una suerte de historia con nombres y geografía de su territorio. Por supuesto, aunque con ligeras variantes, los contingentes de la Ilíada se ajustan a un modelo sintáctico… En todos prevalecen los hombres que acaudillan, conducen o dominan al resto.
En el caso de los héroes, cuando el poeta los nombra, añade algún episodio para amueblar el contexto narrativo, confiriéndole mayor vida y fuerza de identificación. Cada tanto aparece la mención de un hecho relacionado al linaje del héroe y no son notas al pie de página ni digresiones caprichosas, sino un respiro o una pausa sin la cual, perdería fuerza la historia. Tales astucias narrativas se utilizan para situar al héroe dentro del relato.
La memoria poética está constituida gracias a una pluralidad de eventos, que, lejos de adoptar una cadena de casualidades, establece una colección de asociaciones necesarias. La memoria subraya aquellos cuyas proezas hayan sido gloriosas y admiradas. Por el contrario, las figuras incoloras y sin relieve no sobreviven a la memoria, ni siquiera a los procesos mnemotécnicos.
A fin de asegurar el peso y la calidad de las figuras heroicas, estas tienden a ser genéricas, ejemplo, el sabio Néstor, el aguerrido Aquiles, el astuto Odiseo, etc. Los personajes fantásticos incursionan en otro recurso mnemotécnico… Siempre resulta más fácil acordarse del cíclope Polifemo o de Medusa, que del perro de un vecino o el canario de la otra cuadra.
Lacan sitúa al hombre primitivo al inicio de las significaciones. Tiene claves para cualquier situación extraordinaria -y si rompiese el orden establecido- aún lo sostienen los significantes, advirtiéndole las consecuencias que acarreará el desorden producido.
El hombre moderno, en cambio, permanece en el conformismo, comprando televisores en el shopping, temeroso de no razonar o proceder como todo el mundo.
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En los diccionarios suelen aparecer definiciones formales y diversos significados de una palabra, de modo que contienen diversos estratos de significado, algunos de los cuales están bastante alejados de las acepciones actuales. A medida que avanzan las generaciones, la palabra a la que hace referencia el término arcaico no ingresa en la experiencia cotidiana y aunque la voz haya sido conservada, el significado se halla alterado y simplemente desaparece.
Dado que no había diccionarios, manuales ni folletos explicativos, las palabras del poeta manifestaban aquello que no podía ser visualizado. Para aprender el oficio de la navegación, por ejemplo, muchos recurrían a los pasajes orales de la Ilíada, pues allí se hallaban las correspondientes instrucciones.
El sonido de la palabra luce una particularidad y es que hay cómo contenerlo. Puede congelar el fotograma de una película o captar una imagen a través de la cámara, pero si desea paralizar el sonido, no obtiene nada… Solo silencio.
Los pueblos antiguos creen que palabras y sonidos entrañan un potencial mágico, pero en cuestiones temporales, el sonido es evanescente. La restricción de las palabras al terreno del sonido determina expresiones y procesos del pensamiento. Sin embargo, en el discurso no existe sitio de retorno y el enunciado desaparece apenas se lo articula. Siempre es aconsejable avanzar con lentitud. La redundancia, la repetición, el pleonasmo, mantiene al charlista-oyente o al autor-lector en la misma sintonía.
El alfabeto griego nació alrededor del siglo VIII a.C. y su influencia en la cultura fue enorme, porque perfeccionó los sistemas filosóficos, científicos, médicos, religiosos y políticos de la sociedad.
Heredado de los fenicios, el alfabeto griego es adoptado por los etruscos y romanos hasta convertirse en la base del alfabeto moderno -asimismo- el paradigma de lo que constituye la realidad objetiva. Previo al alfabeto, la narrativa de una comunidad dependía de la memoria y la interpretación individual. Con el tiempo, las historias se estandarizaron y aceptaron como verdades. Los descubrimientos y la incorporación de nuevos conceptos hicieron que la historia fuese comprensible pese a la distancia y el tiempo. Antes del alfabeto había opiniones, después hubo hechos… Hoy sucede al revés.
La fundación de escuelas contribuyó a la educación del alfabeto para las clases altas y luego extendido al que quisiera aprenderlo. El resultado fue una sociedad más cohesiva a las verdades de la palabra escrita. El pueblo tenía sus propias creencias, pero no podía discutir la realidad que unos pocos decían representar… Pregunto, ¿y eso no le suena de algún lado?
Lamentablemente, obstinadas en instalar un nuevo discurso conceptual, las ciencias desplazaron la recitación poética a una categoría menos racional y menos reflexiva. Desde entonces, la experiencia poética fue juzgada con criterios estéticos y recluida al ámbito de la escritura.
El alfabeto ofreció al pueblo griego las creaciones de autores a los que jamás conocerían, además de abrirles infinidad de combinaciones entre las palabras y un universo de elevación, ilustración y entendimiento. Bueno, no es poca cosa.
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Cada civilización sostiene una concepción temporal. El arquetipo de los antiguos griegos es el pasado, pero no un pasado reciente, sino en el origen del origen. Es un pasado que fluye y desemboca en el presente para confundirse con él. No es una sociedad hecha de cambios sucesivos, pues no vive un pasado histórico, sino un pasado en defensa del cambio. No habla de lo que pasó una vez, habla de lo que está pasando siempre. Aunque es tiempo, también lo niega.
En nuestra cultura, el tiempo es un portador del cambio, entre los pueblos antiguos, un agente que lo suprime. Por eso, más que una categoría temporal, el pasado de los pueblos antiguos es un triunfo de la identidad en el que desaparecen las contradicciones y oscilaciones, porque el tiempo perfecto es atemporal.
Concebimos a la historia como una degradación del tiempo original… Un lento e inexorable proceso de decadencia que culmina en la muerte. Para los cristianos, el tiempo perfecto es la eternidad, una abolición del tiempo, una anulación de la historia. Para la modernidad, la perfección corresponde buscarla en el futuro, pero por definición no se parece ni al pasado ni al presente… Es región de lo inesperado. Sin embargo, aquí diremos que el futuro no es más que un invento del presente.
Habría que ver si es cierto que pudimos avanzar como seres humanos o en realidad, siempre estamos volviendo a las tradiciones que nos formaron. ¿Quién sabe? Algo es seguro… Tentadas por los demonios del cambio y un evidente desprecio al recuerdo, las generaciones actuales transforman al pasado en un monstruo al que debe temerse.
Entre las múltiples funciones de la memoria –quizá, la primordial- es disfrazar el pasado en una presencia inmanente. La poesía invoca el pasado y vuelve habitable al presente. Todos los tiempos míticos, rozados por la poesía, se vuelven presente. Lo que transcurre en un poema, sea la caída de Troya o un beso de Helena, está pasando ahora. El presente poético es un tiempo que encarna en una presencia, porque el poema está amenazado por la ausencia. Los poemas son frágiles y, aun así, desafían la fingida gravedad de los imbéciles… A esos que se jactan de tiernos y dulces porque regalan ositos de peluche.
La poesía interviene en el mismo momento en que el vocabulario del diccionario y las reglas enciclopédicas tropiezan con nuestra memoria personal. Por eso la poesía es una alteración, un desvío del lenguaje que produce un orden diferente. O un desordenamiento.
Movido por la conciencia y la fatalidad en su creación artística, la decisión de la musa interviene en cada palabra y entonces, el poeta no es sino un funcionario de las cualidades poéticas del universo.
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La influencia de la poesía fue trascendental, sobre todo en la vida íntima… El erotismo, la amistad, el placer, la piedad ante los dioses y el prójimo desdichado, la soledad, los placeres amargos de la melancolía, los delicados reinos de la memoria. Etc. La poesía ayuda a conocer las pasiones y a nosotros mismos, en todas esas complejidades que configuran el alma humana.
Los poetas reúnen la memoria de sus pueblos. Hornero canta los hechos de una edad heroica y narra lo que pasó hace siglos. Vive en una sociedad que tiene la mirada puesta en un pasado que es modelo y fuente del presente. Más adelante, los griegos se inspirarán en Hornero, los romanos en los griegos, los renacentistas en los romanos y así hasta nuestros días. Cada poeta es un momento del lenguaje.
La invención del pasado se proyecta hacia el futuro. Todo poeta desea ser leído de una manera más generosa que en su propio tiempo. No por una cuestión de fama, sino a que es un puente entre el ayer y el mañana. Claro, el problema es que uno descubre que ese puente está suspendido sobre dos abismos… Un pasado que se aleja y un futuro que se derrumba, en consecuencia, cualquier aspirante a poeta termina un poquito perdido en el tiempo.
Sin lugar a dudas, las formas poéticas son el mejor recurso contra la muerte y el desgaste de los años. Nuestra voluntad tiende a la perduración y cuando una forma poética se desgasta o convierte en fórmula, entonces el poeta debe inventar otra. O llegado el caso, encontrar una usada y reinventarla.
Somos testigos de un cambio muy cruel. No sabemos qué efectos cósmicos desatará el fin de la modernidad. ¿Cuál será la función de la nueva poesía? ¿Habrá una nueva poesía? Sería terrible que la política continúe ignorando los desastres culturales que han sepultado al hombre moderno.
La función de la poesía es la memoria hecha imagen y la imagen convertida en voz. No es una voz de ultratumba, sino la del hombre que está dormido en el fondo de cada hombre… Tiene miles de años, tiene nuestra edad y todavía no nace. Es nuestro abuelo, nuestro hermano y nuestro biznieto. Nuestro pasado.
La relación entre el hombre y la poesía es antigua como la historia, es decir, comienza a partir del hombre que comienza a ser hombre. Desde que se han percibido creadores de imágenes e imágenes de sus creaciones.
Para terminar… Me parece que, en tanto no se agote la imaginación y la inteligencia, habrá lugar para la poesía… Naturalmente, considerando que el arte se ha mercantilizado, esa relación podría romperse algún día. Imagínese, ¿no? Es un regreso a la época de las cavernas, digo, porque la imaginación y la inteligencia no son flores que abunden demasiado…
Quizá la extinción humana ha sucedido y no nos dimos cuenta… O quizá todavía podamos vislumbrar los refusilos de héroes y dioses, implorando con bellas poesías que no los olvidemos.
Buenas noches.
Ignacio
Miércoles 28 de febrero de 2024.