Asociada a una colaboración imprevista, la inspiración se manifiesta en la antesala de la creatividad. ¿Cómo reconocer esa voz que parece propia e intrusa a la vez? Algunos artistas la llaman
demonio, musa, espíritu, genio. Otros, trabajo, azar, inconsciente, razón.
Imaginemos a un poeta abstraído en sus pensamientos.
Comienza a vislumbrar el desenlace del verso y comprende que la última palabra no
llega. Consulta el diccionario y no la encuentra. Se levanta, camina un rato. Toma
asiento, vuelve a levantarse… Nada.
De repente, surge la palabra. No la esperada.
Otra. Quizá contrariando al plan original, porque es otra la palabra. ¿Cómo
explicar extraña colaboración? Y no basta justificar que ha sido un golpe de
suerte. Las grandes obras no suceden de casualidad. ¿Dónde estaba esa palabra?
¿Cómo operan tales indiscreciones poéticas?
Otro poeta prefiere inclinarse al culto
del murmullo. Escoge un papel, cierra los ojos y escribe. Las frases adelantan
o atrasan la escritura y se funden en una voz que dicta. Desaparece la
distancia entre pensamiento y palabra. La experiencia poética arrebata a la conciencia…
Ignora quién es el que escribe, ni qué es lo que escribe. El verso fluye hacia
la interrupción de una palabra —o un silencio— que dará fin al proceso
creativo. Intenta esquivar el obstáculo y proseguir, pero la milagrosa fuente
ha cesado de manar. El poeta relee y comprueba que el texto posee una
coherencia sutil y misteriosa.
La inspiración es una voluntad
transformada y sometida a secretos designios. Es un encuentro entre la
conciencia del artista y una palabra que otorgue sentido a su marcha, por eso
el poema se ilumina ante la esperanza de la palabra definitiva. ¿Y quién imprime
ese sentido al poema?
La inspiración era un asunto natural entre
los antiguos poeta, justamente, porque lo sobrenatural formaba parte de sus
vidas.
El poeta italiano Dante Alighieri mantuvo
una relación especial con la inspiración, pues ocurría alrededor del número 9. Los
biógrafos revelan que a sus 9 años visitaba un palacio florentino y vio a una
niña llamada Beatriz Portinari. A la distancia hubo un tibio saludo, más que
suficiente para despertar una curiosidad literaria. Tuvo que esperar 9 años
para verla de nuevo, aunque desconocemos si ocurrió a las 9 de la mañana o 9 de
la noche. Lamentablemente, Beatriz Portinari murió muy joven, en el año 90.
Beatriz inspiró escritos y poemas, aunque
la perseverancia poética rindió sus frutos tras la Divina comedia, una obra realmente maravillosa. Allí, Dante y
Virgilio parten en búsqueda de Beatriz y nos enteramos que el infierno está dividido
en 9 círculos y en 9 esferas el paraíso.
Generosa en descripciones, la Divina Comedia imprime sobre el alma del
lector, un deseo de trascendencia. Es gracias al carácter impar y luminoso de
Beatriz que el poeta descubre los matices celestiales e infernales. Los
envidiosos apoyan la teoría de que Dante y Beatriz jamás se conocieron y que
todo era parte de un engaño poético... Bueno, a esos tipos hay que aclararles
que no otra cosa es el amor. Nuestra amada siempre lleva consigo una parte
inventada, no como un síntoma de carencia, sino como un elemento que refuerza
la comunión.
Respecto a la temprana muerte de Beatriz,
dicen que Dante la presintió durante un sueño y que, al levantarse, el mundo era
muy distinto… Fatalmente oscuro.
*********
Antiguamente se creía que los dioses habitaban el mundo y
que estaban representados en las fuerzas de la naturaleza, así como en las
pasiones y atributos humanos.
Lisias, uno de los principales oradores de Atenas, asegura
que el amor conduce a toda clase de vicios, es decir, el amor actúa sobre la
voluntad del amante y se entrega a los caprichos del amado. Este tipo de
vínculos era frecuente entre mancebos y hombres adultos. Sin embargo, Sócrates refuta
el discurso de Lisias al explicar que los enamorados son poseídos por Eros,
dios del deseo y entonces el accionar irracional del amor es responsabilidad de
una inspiración divina. De ese estado de alteración deriva el término “delirio”.
Nosotros lo asociamos a ciertas singularidades de un sujeto.
El caso es que Sócrates presenta cuatro clases de
inspiración o delirio, cada una asociada a un dios y en consonancia a los aspectos
de la experiencia humana. De este modo, el filósofo resignifica el sentido y
otorga una mirada distinta a la relación de los enamorados.
La primera inspiración es profética, vinculada a la
capacidad de recibir conocimiento y sabiduría sobre eventos futuros y verdades
divinas. Apolo simboliza esta inspiración y quienes son poseídos, entran en un
estado de trance o éxtasis en el cual reciben visiones, revelaciones y mensajes
divinos.
La segunda inspiración es de índole mística y permite conectarse
a lo trascendente. Está personificado en Dioniso, dios del vino y rituales místicos.
A través de prácticas como la danza, la música, el éxtasis y el culto, se produce
una transformación de la conciencia y una fusión con lo divino.
La tercera inspiración es poética y se asocia a la
creatividad y la expresión artística. Hijas de Zeus y Mnemósine, las nueve
musas inspiran a los poetas y artistas. Cada musa tiene su dominio específico, llámese
la poesía épica, la música, la danza, la comedia o la tragedia. Los inspirados
experimentan un estado de intensa creatividad y talento que les hace canalizar
y expresar belleza, verdad y significado en diferentes formas artísticas.
La inspiración erótica, por último, relacionada al amor y
al deseo en su aspecto físico y otro más profundo y espiritual. El dios Eros ilumina
a los amantes con una locura que se traduce en deseos ardientes e irresistibles.
El hecho de que los antiguos pensadores invoquen a Eros, implica que parte del
conocimiento se acceda únicamente desde la irracionalidad.
De acuerdo a Platón, el amor impulsa a la belleza y a la
virtud, aunque el erotismo no le resulte sinónimo de sexo, sino de una atracción
que asoma en la verdad. El alma del filósofo griego está enamorada de la
verdad, por eso muchos aún no comprenden su relación con lo amado.
Para Platón, la belleza reflejada en el ser amado es la
réplica terrenal de una belleza perteneciente al mundo de las ideas. De manera
que el objeto de la filosofía es la búsqueda del conocimiento de lo otro. Es un
otro que, como si se tratase de un punto en el horizonte de una esfera, siempre
parece estar en fuga… Pregúntese, ¿y no sucede lo mismo cuando nos enamoramos? ¿No
queremos saber todo del otro?
Cuando anhelamos aquello que nos gusta, operan en nuestro
interior pasiones que, con disimulada comodidad, preferimos reducir a cuestiones
razonables. O sea, plantear que el amor es simplemente casarse y tener hijos, está
bastante lejos de hallar esa verdad que tanto desvelo provoca en las almas curiosas
y sensibles.
*********
Sócrates define al artista como una
criatura alada y sagrada, incapaz de ignorar el entusiasmo poético que lo
arrastra. Siendo justos, hasta pasada la época medieval, no pocos pensaban que
eran signos de posesión demoníaca.
Escribir poemas supone el ingreso a un
foro de potencias contrarias, en el que nuestra voz y la otra voz se enlazan y
confunden. Las fronteras son borrosas y nuestro pensamiento, tarde o temprano,
acaba cediendo a la presencia de una figura innombrada. En medio de este camino
de ambigüedades transita la inspiración. ¿Esto representa una dificultad? Para
los antiguos, la inspiración es un enigma, para las sociedades modernas, una
serie de opiniones acerca de la condición humana.
A diferencia del pensamiento hindú, que
plantea la dificultad existencial del mundo, los occidentales no dudan lo que
ven sus ojos.
Hemos dicho recién que el mundo griego está
habitado por dioses y tanto lo visible como lo invisible, está frente a ellos.
Es una vida donde brotan ideas y arquetipos y lo otro se disfraza de Dios o a la
naturaleza con todos sus dioses y demonios.
La inspiración es una manifestación de los
poderes divinos. Una deidad habla y suplanta al hombre. Sagrada o profana,
épica o lírica, la poesía desciende sobre el poeta. La creación poética es un
enigma porque es un hablar de los dioses en boca humana. Entre los griegos era
perfectamente posible que lo sobrenatural encarne en los hombres y hable su
lenguaje.
Desde la separación del catolicismo medieval, el arte se
convirtió en un culto privado y nació la obra de arte y el concepto de la
contemplación estética.
Un rasgo de los últimos siglos consiste en
la abstracción del sujeto a sus instintos. El psicoanálisis ha transformado la
facultad artística en sublimación, pero, ¿por qué a veces una palabra se vuelve
poema y en otros no? Durante el pensamiento no dirigido —sueño o fantasía— la
circulación de imágenes y palabras son consideradas ayunas de racionalidad…
¿Existen pensamientos foráneos a la lógica?
Sigmund Freud divide la inspiración en una
actitud deliberada, inmediata a la premeditación y otra puramente instintiva,
transfiriendo la irracionalidad a la libido. El movimiento surrealista coincide
en postular que la inspiración es negación de la conciencia.
André Breton, padre del surrealismo, sostiene
que las actividades del inconsciente proveen el acto poético y aparta a un lado
a la voluntad, ya que la voluntad interviene como una aduana en el ocultamiento
y divulgación de los deseos e impulsos más profundos. A favor de Breton, la
premeditación resulta crucial para la creación, pues hace posible la
inspiración. Es anterior a la ejecución del deseo o cualquier inclinación
consciente o inconsciente del ánimo. Posteriormente, escondida en una máscara
de supuesta pasividad, la voluntad de conciencia administrará el momento y la
forma que realizará la revelación.
Entre los intelectuales, la inspiración es
una superstición de los poetas, un hecho que resiste a las explicaciones
históricas y científicas. Sin embargo, todo pensamiento poético exige un mínimo
ejercicio de la conciencia. Por muy irregular o ambiguo que sea. En
consecuencia, si la inspiración es voz de la conciencia, ¿no habrá que
cuestionarse esa voz, en tanto que además constituye un ámbito?
El rigor poético no es una facultad
innata, sino posibilidad de decisión. Poetizar es desprenderse de uno mismo
para nombrar lo innombrable. De ahí que los estados anímicos sean confundidos
con los estados poéticos. ¡Error! El estado poético derrumba el mundo de la
angustia, la exaltación amorosa, la soledad, el aburrimiento, la nostalgia o el
entusiasmo. Son sensaciones previas a una imagen que se transparentan en
poemas. Lo que pasa es que el poema subsiste a expensas del creador, luego será
tarea del lector recrear la imagen. Así, la experiencia poética se repite a la
inversa y entonces, el lector precipita en el poema. En ambos casos, lector y
poeta son disueltos al instante, porque la experiencia poética no está fuera ni
dentro del poema. Tampoco en nosotros, sino en lo que hacemos y lo que nos
hace.
Podríamos conjeturar que las explicaciones
surrealistas son insuficientes, porque no lograron entender el centro de la
discusión poética, que es la otredad.
La conciencia del poeta no es una caverna
en la que yace la poesía, digamos, como un tesoro escondido o para lo cual creemos
haber nacido. Frente a la inspiración, el poeta está desnudo, ayuno de
palabras. Antes de la creación, el poeta no existe. Es poeta a causa del poema.
Mejor aún, el poeta es creación del poema, como el poema del poeta.
*********
La inspiración es una operación de la que
el poeta extrae ciertas palabras o brotan de su interior en momentos
privilegiados y lejos de ser una habitualidad, el poeta es lanzado a una
ceremonia atestada de significados. Delante suyo tiene la tarea de renombrar
ese abismo, recordar el lenguaje y atraer aquellas palabras con las que se abre
paso. Como llaves de todas las puertas. Pero las palabras están más allá del
poeta. Las palabras no están en ninguna parte. No nos espera. Hay que tratar de
inventarlas... ¿Y cómo inventar las palabras? Al
fin y al cabo, no surgen de la nada y si así fuese, ¿qué sentido tendría?
¿Acaso el lenguaje no implica, al menos, uno que lo habla y otro que lo oye?
Hablemos
de poesía.
Octavio
Paz señala que las palabras nacen en los oídos, luego florecen ante los ojos y huyen
en la contemplación. El poema es un oír de los ojos y una lectura de los oídos.
Ninguno de nosotros puede oler, saborear ni tocar las palabras. Esas
sensaciones son imágenes mentales que construye la conciencia. Para Octavio
Paz, más que físico, el poema es un ejercicio del espíritu.
De
acuerdo a Marcel Duchamp, cada lector
es otro poeta y un nuevo
poema. Así, en ese perpetuo intercambio, la poesía avanza.
En el discurso poético, una oración encadena a la siguiente, la primera frase
contiene a la última y la última evoca a la primera. La poesía es el único
recurso contra el uniforme andar del progreso.
La moralidad
del escritor no se
discute en los temas o propósitos
que aborda, sino en su conducta
frente al lenguaje. Cuando los malos poetas dicen
hablar en nombre de los demás, siempre hablan de sí mismos. El buen poeta,
en cambio, necesita la intervención
del lector que lo descifre.
La poesía lucha contra la significación… El poema puede resultar inexplicable, pero
nunca ininteligible. La estructura poética implica un punto de partida
y un lector que completa el círculo, sin embargo, a veces el autor
cierra sus puertas y el lector, al abrirlas, libera al poema. Por eso la acción poética debe provocar al lector y al poeta,
pero no un encuentro silencioso y solitario, sino en algo que ambos participan…
Salvo esos artistas fascinados en construir ausencias de significados, cuyas
obras no dicen nada y pronto son olvidadas.
Los lingüistas más ortodoxos descreen en la eternidad del
lenguaje y eligen rendirse a la evidencia… Es cierto que algunos lenguajes
nacen y mueren y que algún día, todas las cosas dejarán de tener significado. Y
entonces, ¿ese es el significado de la significación? Me parece que en el
territorio inmenso -pero restringido- de la conversación, el poeta no debe
enamorarse del silencio. Esa es mala poesía.
La palabra reposa en un silencio anterior al habla… Como
un presentimiento del lenguaje. Después de la palabra, el silencio reposa en
otro lenguaje, a veces en un silencio cifrado. El poema es el tránsito entre
uno y otro silencio -entre el querer decir y el callar- trasladando al lector a
un estado de interpretación.
*********
Para
que los poetas puedan construir sus propios lenguajes es necesario recurrir a
lo que los hace distintos... Hasta que viene la otredad y ya no les pertenece,
porque el lenguaje siempre renace en el otro. Es suyo por ser de los otros. De
modo que el poeta no oye ninguna voz extraña, sino que oye las voces del mundo.
La palabra poética revela nuestra condición original, pues gracias a ella se
percibe. Es al mismo tiempo, él mismo y el otro.
La
inspiración revela el lenguaje de la otredad. Ahora bien, al ser histórica,
constituye algo distinto y único… San Agustín no dice lo mismo que Hornero,
pues cada quien alude a su propio mundo. Será tarea del lector recrearlo en su
mente.
Entre 1773 y 1774, el genio de Mozart no
descansa. Trabaja en varias obras que evidencian su dominio absoluto del
cuarteto, a sinfonía y el concierto. Su pensamiento espiritual de estos años se
refleja en las misas y los motetes. Los refinados y graciosos divertimentos que
escribe para sus amigos. Las llamadas piezas de circunstancias, como la Serenata
Haffner y Pequeña serenata nocturna. Por ese entonces conoce a una pianista
francesa que le enternece por la excelencia y dulzura con que toca el
instrumento, además de otros atributos…
-Posee un encanto maravilloso para tocar el piano- Contaba Wolfgang –Sus
dedos, agiles y transparentes, convocan la magia. Son como sus piernas. –
Inspirado en ella, Mozart escribe el
Concierto para piano en mi mayor. Simultáneamente compone a pedido de Colloredo
la Misa del credo, Misa Brevis, Litanie de Verenabili Altaris Sacramento y
Ofertorio Venite Populi. Hasta que un día conoce a la bella cantante checa que
reside en Salzburgo, Josepha Duchek. La joven cantante es invitada por Wolfgang
a que le acompañe con su voz en una de las obras que estaba componiendo. Cuando
Josepha llegó a casa de Mozart, este se sentó al piano y sin dejar de mirarla a
los ojos, comenzó a tocar una melodía romántica y ciertamente perturbadora. Naturalmente,
la joven estaba siendo seducida por la música que escuchaba.
-Es algo sublime, Wolfgang- le dijo –Y lo que más me emocionó fue que
tocase todo el tiempo mirando mis ojos, en vez de mirar el teclado. –
-Si la dejaba de mirar –le respondió Mozart –no hubiera sabido cómo
seguir. Tus ojos han sido mi partitura. –
No hicieron falta más palabras. La bella
melodía fue sellada con un profundo beso que los jóvenes estrenaban, mientras
sus cuerpos se abrazaban.
La
tarea artística no pretende explicar ni aludir a contexto alguno, sino más bien
se trata de sugerir, insinuar. El poeta invita a pensar y revivir. Por eso,
cuando su palabra alcanza las orillas del lector, ambos logran fundirse en una comunión
y ya no se sienten tan solos.
El
arte es metamorfosis, mutabilidad, operación alquímica, de ahí su parentesco
con la magia, la religión y demás procedimientos que transforman al hombre en un otro, pero que es él mismo. Gracias al entusiasmo que enciende la inspiración, el universo deja de parecerse a un almacén de situaciones y
palabras sin sentido. Todo se transforma con
intensa familiaridad, las cosas se comunican entre sí y evolucionan sin
cesar.
Baudelaire afirma que la inspiración es hermana del trabajo diario. Dentro del
espíritu hay –continúa argumentando el poeta francés- una mecánica celeste de la
que conviene sacar el provecho más glorioso, como los médicos de la medicina.
Mire…
No. La inspiración golpea la puerta una vez o no viene nunca y no es una
situación a la que se accede habitualmente, a fuerza de disciplina u oscuros sortilegios.
O sucede o no sucede.
El
amor es imprudente, incómodo, desatinado, etc. No toca el timbre de su
casa, no le manda un mensaje de WhatsApp, ni le envía una carta documento. Nos
habla de otro que arremete con su luminosidad. Y entonces usted se enamora y
todo se ilumina. Quiere penetrar
en el interior del otro, estar junto
al otro y ser en la realidad del otro… Bueno, diré que eso
es justamente la inspiración poética. La inspiración es el camino hacia el otro.
Ignacio.
Miércoles
27 de marzo de 2024.