Ensayo sobre hombres lobos (1ra parte)

 

 

Un licántropo adopta el semblante o una característica propia del lobo. El término deriva del griego lykos, «lobo» y anthropos, «hombre». Habita los mitos griegos y romanos, las sagas nórdicas, los bosques encantados, la magia del Medioevo y decenas de bestiarios.

 

La licantropía puede causarla una genética heredada, heridas producidas por otro licántropo, brujería, maldiciones, objetos mágicos o paranormales. Los alcances de la transformación suelen ser temporales o permanentes. El ingrediente común en muchas oportunidades es la conducta inmoral, temible y salvaje.

 

Desde un punto de vista antropológico, es la criatura más antigua, en esos tiempos que el hombre vivía en contacto diario con los dioses. La primera mención surge en la epopeya de Gilgamesh, la vez que la diosa Ishtar transformó en lobo a uno de sus amantes.

 

En la ciudad egipcia de Licópolis adoraban a Wepwawet, una encarnación del lobo en las proas de las barcas solares. Los autores presumen que era un animal del faraón, experto en determinar las mejores rutas y atajos para desplazar al ejército en las guerras. También asistía a las almas al cruzar el infierno egipcio. Diodoro de Sicilia cuenta que Osiris irrumpió del inframundo en forma de lobo para combatir a Tifón y defender a su mujer Isis y a su hijo Horus.

 

De los etruscos florecen dos fenómenos infernales. Por un lado, Aita, una deidad del inframundo, aspecto de hombre barbudo que vestía una capa de piel de lobo. Por otro lado, estaba Veltha, simbolizando lo demoníaco. Se lo representa hombre con cabeza de lobo o acaso una entidad antropomorfa similar a este animal.

 

La arqueología rescató vasijas ilustradas con Dolón, un guerrero arropado en piel de lobo para espiar y acechar las noches troyanas.

 

Los espartanos amaban declaraban la guerra a los ilotas, desnudos y armados con cuchillos. Actuaban como lobos voraces, arrasando lo que hubiere a su paso. Aislado de la sociedad, el joven espartano subsistía del asesinato y el pillaje, promoviendo a futuro un estatus de guerrero-lobo.

 

Los guerreros de regiones indoeuropeas adoptaban las supuestas características del animal, esto es, violencia, engaño, velocidad, fuerza y unidad. Atacaban a los pueblos vecinos y cometían matanzas, saqueos y arrebatos sexuales. De regreso a la aldea, atrás quedaban aquellas conductas. El que rompiese las leyes del barrio era expulsado de la comunidad y a errar como bestias solitarias.

 

A los efectos de la publicación, el mito de Licaón resulta la piedra fundacional, el paradigma del salvajismo, el hombre vinculado a los instintos primarios, a la bestialidad, la transgresión, al secreto y a la iniciación.

 

Licaón era rey de Arcadia y fundó un santuario en el Monte Liceo en honor a Zeus Lykaios o Zeus Liceo. Profanadores y aventureros egresaban sin sombra. Pausanias señala que los rituales deformaron en una antropofagia que auspiciaba la metamorfosis y que por ese motivo Licaón fue lobo, luego de sacrificar y canibalizar a un recién nacido en el altar.

 

Eratóstenes cuenta que Árcade era fruto de una relación clandestina entre Zeus y Calisto, hijo de Licaón. Muy bien, Licaón mandó preparar un estofado que incluyese al pobre Árcade, descuartizado. Cuando Zeus notó lo que le habían servido, transformó a Licaón en lobo y restituyó la vida de Árcade. Desgraciadamente, Árcade se enamoró de Calisto, ignorando que era su propia madre. Los arcadios quisieron sacrificarlos, pero Zeus volvió a intervenir y elevó a Calisto y Árcade al firmamento, convertidos en constelación.

 

Platón descubre en el mito de Licaón un énfasis metafórico a la actitud despiadada del tirano que se alimenta del sufrimiento y la miseria de un pueblo.

 

Higinio y Ovidio revisitaron el mito. Higinio desde la versión de Eratóstenes, modificando los sucesos posteriores al nacimiento de Árcade. De acuerdo a Higinio, los hijos de Licaón deseaban comprobar qué tan dios era Júpiter, así que liquidaron a un esclavo y mezclaron con carne de cabra... Júpiter los fulminó a todos y redujo el palacio a cenizas.

 

Según el poeta Ovidio, Licaón recibió a un prisionero de Molosia, región de Epiro. Después de seccionarle el cuello y hervir sus miembros en agua hirviendo, sirvió el manjar a Júpiter. El dios procedió a castigar a Licaón, no sin detallarnos la transformación…

 

Licaón huyó aterrado hasta llegar a los campos silenciosos,

comenzó a aullar cuando en vano intentó hablar…

Su boca concentró toda la rabia que había en su interior

y dirigió su deseo habitual de matanza contra los ganados,

de manera que, aún hoy, se regocija con la sangre.

Sus ropas se transformaron en vellos y sus brazos, en patas,

y se convirtió en un lobo, pero mantuvo vestigios de su antigua forma…

Sus canas eran las mismas y también la violencia de su rostro,

sus ojos brillaban y su apariencia feroz era la misma.

 

Apolodoro comenta que el dios Zeus se disfrazó de mendigo, informado de la brutalidad que ejercían los arcadios. Al parecer, los hijos de Licaón degollaron a Níctimo, el menor de los hermanos. Horrorizado, Zeus los transformó en lobos, a excepción de Níctimo, devuelto a la vida y sucesor de Licaón en el trono.

 

Zeus liberó un diluvio épico, podrido de la maldad, impiedad y depravación arcadia. Prometeo descubrió el plan divino y aconsejó a Deucalión construirse un arca, abastecerla y resguardarse. El diluvio inundó todo, hasta las cimas del Monte Parnaso, donde se alzaría Delfos. Hombres y animales perecieron ahogados, pero Deucalión y Pirra no fueron los únicos favorecidos… Los gritos de las grullas contribuyeron a que Mégaro, un hijo ilegítimo de Zeus, nadara al Monte Gerania a salvarse del desastre.

 

Otro que zafó fue Cerambo de Pelión, a quien las ninfas transformaron en un escarabajo que voló hacia la cumbre del Monte Parnaso. Una adaptación velada revela que el aullido de un lobo despertó a Parnaso, hijo de Poseidón y la ninfa Cleodora, mientras el agua empezaba a colarse en la catrera. Por eso que el lobo esté dotado en el arte del augurio. El aullido lobuno es el grito desesperado en la oscuridad… Un último recurso del hombre enlobado o quizá el último rastro de humanidad.

 

No importa el autor consultado, el destino de Licaón siempre culmina en la sanción divina. ¿Por qué? Por haber infringido la hospitalidad, la ley más sagrada de la antigüedad clásica. Bueno, ahí tiene Sodoma y Gomorra.    

 

Conseguir el éxito inmediato, ser famosos sin esfuerzo, ganar dinero en concursos televisivos, en fin, son conceptos que preocupan y angustian al hombre moderno. La enajenación es cosa seria, porque ha sustituido y regularizado los valores humanos. ¡Qué lástima! ¡Qué pena que la final de un partido de fútbol valga más que la visita de un amigo entrañable o una hora más de trabajo en la oficina que estar junto al ser amado! La hospitalidad ya no es hija de un momento irrepetible, sino de pasarla bien un rato.

 

Ojalá que la justicia divina haga algo… Pero temo que será tarde.

   

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Superada la inundación, Deucalión instituyó el culto a Zeus Phyxios en Delfos, un epíteto a la protección y el refugio a los fugitivos y desterrados que llegaban al templo guiados por los aullidos y las huellas de lobos. La ciudad que los albergó sería Licorea, «aullido del lobo». Más aún, en Tesalia había otro templo a Apolo Lykeios, «dios lobo» o Apolo Lycogenes, «nacido del lobo», cuya entrada custodiaba la estatua de un lobo forjado en bronce...

 

Un tipo saqueó los tesoros de Apolo y los escondió en la intimidad del bosque. Al irse a dormir, un lobo atacó. Cada día iba a la ciudad y aullaba. Los vecinos resolvieron seguirlo y hallaron a un hombre muerto y a su lado, el botín sagrado. Por tal acción, erigieron un lobo de bronce que protegería al templo de Apolo de los chorros.

 

Apolo viajaba a las regiones hiperbóreas, donde anidan el frío y los crudos inviernos. En aquellas tierras, los poetas romanos le dieron el epíteto de Febo, «brillante», personificación de la luz solar que acompaña la vida de los cisnes y de los lobos.

 

Eurípides recuerda una medalla dorada cuyo anverso estaba Apolo y el reverso, un lobo coronado de rayos solares. Curioso que Apolo, deidad de la luz diurna y patrona del lobo, animal emblema de la noche, conviviesen bajo una misma forma. Esta idea enaltece la ambivalencia poética de Apolo, es decir, una luz espiritual que abriga al ser humano de las tinieblas.

 

Antiguamente no existían juzgados, separación de bienes, perimetrales, etc. No, señor. ¡La infidelidad se pagaba con la vida! Hera estaba enterada que Zeus le metía los cuernos con Leto y decidió matar a Leto. Al revés. La culpa es del que produce la belleza y no del que sucumbe ante ella. El caso es que Leto consiguió refugiarse en la isla de Delos, donde unos lobos cooperarían en el alumbramiento de Ártemis y Apolo.

 

Una leyenda indica que Leto habría sido loba, lo que esclarecería la disposición salvaje de Apolo para unirse a la ninfa Cirene.

   

La familia de Leto sintió ganas de refrescarse en la fuente Mélite, pero unos boyeros los expulsaron. Una manada de lobos los acompañó al río Janto, Leto bebió del agua y bañó a sus hijos. La región pasó a ser Licia en memoria de los lobos y el río Janto consagrado a Apolo. Poco más tarde, Leto regresó a la fuente de Mélite y con una piedra rugosa, golpeó la espalda y los hombros de los boyeros. Y así quedaron… Todavía se oye el croar en las orillas de ríos y lagunas.

 

Al noreste de Roma, en el Monte Soracte, había un templo a cargo de los veneradores de Soranus, una divinidad lobuna del Inframundo. Parece que Soranus los salvó de la miseria y a partir de entonces fueron hirpi Soranus, «los lobos de Soranus». Un edicto les eximió de pagar impuestos y del servicio militar, pues con su ayuda, los pueblos de Tracia y Dacia aseguraron la fertilidad de sus campos. El rito de los hirpi Soranus consistía en caminar descalzos sobre un lecho de brasas de pino. Los de carácter puro cruzaban las llamas, ayunos de dolor. En cambio, los infractores sufrían horribles quemaduras... Los eruditos rumorean que el culto a Soranus y Apolo son el mismo asunto.

 

El héroe arcadio Evandro arribó a Lacio e instauró las lupercales en el interior de una gruta, al pie del Monte Palatino. Las lupercales eran rituales asignados a Pan Liceo, patrono de los pastores y los rebaños. Este dios mitad hombre y mitad macho cabrío, provisto de cuernos y pezuñas, fue popular entre los romanos como Fauno Luperco, «el que ahuyenta al lobo». Para solicitar protección divina, una parte competía vestida con pieles de cabras o corderos, mientras que otra usaba máscaras de lobos. La victoria o la derrota determinaba el destino de la amenaza lobuna.

 

Las lupercales corresponden a tiempos de Rómulo y Remo, ceremonias dedicadas a la fertilidad. Estaban administradas por los luperci, jóvenes que vivían de la caza y el merodeo, cubiertos de pieles lobunas o máscaras de lobos. Durante un período de esterilidad hubo una peregrinación al bosque de Juno. La diosa advirtió que el macho cabrío debía penetrar a las hembras, en clara alusión a Fauno Luperco. Un adivino interpretó la alegoría y dispuso que los luperci utilizaran unas correas hechas de peles de animales sacrificados. Se suponía que un golpe de la correa fertilizaba a la mujer en cuestión. Ahora, ríase de la cigüeña, del repollo y cosas así, pero al cabo de diez lunas, las mujeres del pueblo dieron a luz.

 

Plutarco asigna un capítulo completo a Rómulo.

 

Para sofocar cualquier amenaza al trono, Amulio mató a los hijos de Numitor y condenó a su hermana Rea Silva a la castidad. Sin embargo, el dios Marte se enamoró de Rea Silva y nacieron Rómulo y Remo. Entonces, Amulio ordenó asesinar a los gemelos, pero el sicario los depositó en una cesta, en las aguas del río Tíber. La corriente condujo a los hermanitos hasta el pantano Velabrum y allí fueron criados y amamantados por la loba Acca Laurentia y un pájaro carpintero, animales consagrados al dios Marte.

 

Para el siglo V d. C., el papa Gelasio I sustituyó las lupercales por el Día de San Valentín, quiere decir que el cuidado materno de la loba Acca Laurentia sirvió de algo Sirvió en la civilidad del levante. De no ser por ella, probablemente Roma hubiese sido un barrio infectado de lobos, en lugar de gente que finge felicidad los 14 de febrero, dispensando bombones y cartitas amorosas. 

 

Aristóteles, discípulo de Platón y guía de Alejandro de Macedonia, ejercía la docencia en el Liceo de Atenas. La palabra «Liceo» procede de Apolo Lykeios o Apolo Licio, el dios tutelar. El Liceo era un espacio para la educación física, moral, espiritual y artística. Los jóvenes aprendían a convivir para ser aceptados en la ciudad. Vivir en comunidad requiere de aprendizaje, porque el ser humano precisa desprenderse de su condición salvaje. Aprender a domesticar los instintos y compartir el espacio común. En suma, aprender a dialogar.

 

Sabemos que los animales operaban como atributos de las divinidades. En la figura del dios Apolo, el lobo ocupaba un papel crucial… ¿Por qué? ¿A qué responde la asociación entre Apolo y el lobo?

 

El lobo se desplaza en manada, necesita reglas para sociabilizar. Por ende, se configura un sistema de organización social en la cual, un lobo dirige y encabeza la manada. Al igual que los demás animales, el lobo aprende de las diferencias que podrían derivar en posibles enfrentamientos entre pares.

 

Apolo enseña al hombre el camino correcto. Justamente, como buen líder de manada y estratega, protege y vela por los suyos.  

 

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Resulta que Siggeirr, rey de Gautas, estaba casado con Signý. Debido a unos afanos en la corte, resolvieron condenar a muerte a los hermanos de su esposa, pero ella sugirió torturarlos. Al rey le pareció una excelente idea y los hizo atar en un bosque. Allí vivía la madre del rey, una longeva y horrorosa loba, que los mató uno tras uno. El único que logró salvarse fue Sigmund. Signý había enviado a un hombre de confianza a untarle de miel la boca y cuando la loba lamió la miel, Sigmund le mordió la lengua y se la arrancó. La loba cayó muerta y Sigmund consiguió liberarse.

 

La Edda prosaica o Edda de Snorri, es un compilado mitológico, entre ellos, un relato postula que el sol y la luna eran perseguidos por lobos. 

 

Hár comenta a Gangleri que hay dos lobos… El que va detrás del sol se llama Skoll y Hati, hijo de Hródvitin, el que quiere apresar a la luna. Gangleri preguntó de qué linaje son y Hár respondió que la giganta Gýg vive al este del Midgard, en el bosque Járnvid. En ese bosque, la giganta engendra hijos de gigantes en forma de lobos. El más poderoso es Mánagarm, que se alimenta de cadáveres. Un día tragará a la luna y rociará con su sangre el cielo y el aire. El sol perderá su brillo y los vientos estarán intranquilos… Y rugirán aquí y allá.

 

El personaje de Hár sospecha que estos lobos sobrenaturales provienen del este del mundo, al igual que los gigantes, eternos enemigos de los dioses nórdicos.

 

Conforme la creencia nórdica, los dioses nacieron de los gigantes y demás seres monstruosos como Fenrir, un lobo que desatará el Ragnarök, el ocaso de los dioses. El Ragnarök supone la muerte de lo viejo y el renacimiento de lo nuevo, luego que los hijos de los dioses dominen el mundo emergente. Del mismo modo que ocurría en los pueblos arcaicos, el lobo nórdico enseña un punto positivo y negativo. Mientras que por un lado es un agente del caos y una bestia de ultratumba, por otro lado, representa el culto a la magia guerrera, como Geri y Freki, un par de lobos guerreros al servicio de Odín.

 

El lobo Fenrir simboliza el umbral del mal, un desorden que aniquilará al universo. Para detenerlo, los dioses del Asgard usaron grilletes mágicos cuyos ingredientes eran el ruido del gato, la barba de una mujer y las raíces de las rocas… Fue en vano. Las profecías auguraban que ni siquiera el mismísimo Odín podría detenerlo. 

 

«Un lobo engullirá al sol y los hombres verán una gran catástrofe. El otro lobo capturará a la luna y tampoco esto será mejor. Las estrellas caerán del cielo. También esto sucederá… Toda la tierra y las montañas temblarán de manera que los árboles se desprenderán del suelo. Las montañas tambalearán y todas las cadenas y lazos se quebrarán y romperán. Y entonces el lobo Fenrir quedará desatado.»

 

En bosques noruegos y paisajes de Islandia merodeaban los bersekers y los ulfhedbnar, quienes vestían pieles animales proveedoras de fuerza y destreza. El aullido en batalla daba inmunidad al dolor. Estos guerreros heredaban los poderes chamánicos de Odín y en sueños la capacidad de desdoblar su personalidad y transmutar en animales. Los ulfhedbnar, en lobos y los bersekers, en osos. En general consumían hongos enteógenos, como la amanita muscaria. Se cree que los escitas difundieron las costumbres de los bersekers y los ulfhedbnar, igual que los germanos, sármatas y dacios. Acerca de los dacios, realizaban rituales que involucraban hongos psicoactivos, lanzándose como bestias a las matanzas. Las pieles de lobos concedían poderes mágicos, supóngase, ganar fuerza, velocidad o contactar a los ancestros. También propiciaban rituales agrícolas donde un lobo era sacrificado para obtener una adecuada cosecha.

 

Los eigi einhamir, «que no tiene una sola piel», son capaces de adoptar forma animal. Para conseguir el cambio, el alma debe abandonar el cuerpo y materializarse en un animal. El cuerpo humano permanece en estado catatónico y es importante recordar el sitio en el que reposará, de lo contrario, el alma estará atrapada bajo la forma animal hasta la muerte. Dicha metamorfosis no es conveniente a los que suelen dejar las cosas tiradas. En otro orden, las heridas sufridas en el cuerpo animal se manifiestan sobre el cuerpo humano.

 

El método aconsejado para transformarse en un eigi einhamir es mediante un conjuro, aunque de un modo ilusorio. Lo mejor es colocarse unas pieles encantadas. Asumido el aspecto bestial, al eigi einhamir se lo reconoce por sus ojos, algo que ningún poder puede modificar.

 

Las costumbres en Dinamarca dicen que, si una mujer arrastra su vientre encima de la placenta de un potro, convenientemente estirada entre cuatro estacas, dará a luz sin dolor. Eso sí, sus hijos serán hombres lobo y las hijas maras o doncellas de la noche.

 

Los suecos detestan a los finlandeses, lapones y rusos pues están convencidos que manejan el poder de transformar a la gente en lobos salvajes.

 

Sigmund y Sinfjötli vieron a un par de tipos apolillando en una cabaña, cubiertos con pieles de lobo. Relataron que no se trataba de una maldición permanente, pues a la semana recobraban la forma humana. Un poco a las risotadas, Sigmund y Sinfjötli se las probaron y cayeron presos del hechizo. Los pelajes prendieron a sus cuerpos y no tardaron en lanzar aterradores aullidos. Los otros aprovecharon y rajaron de la cabaña y de la historia. Entre tanto, Sigmund y Sinfjötli salieron a cazar humanos. Sinfjötli asesinó a una docena, sin convocar a Sigmund en la cacería. Molesto por la actitud, Sigmund mordió a Sinfjötli en el cuello. Al curarse las heridas, quemaron las pieles en una fogata.

 

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Lituania consideraba al hombre lobo o vilkakis una deidad o servidor de Dios. A tal punto que, cuando aullaban, los cazadores no les hacían daño porque creían que rezaban. En Letonia era la manifestación oscura del alma que se liberaba al dormir. Otros esperaban la luna llena para arrastrarse desnudos bajo las raíces de un árbol caído. Posteriormente, se calaban un tallo de pasto en el ano. Cuanto más grueso el tallo, más peluda la cola del lobo. Para volverse humano realizaban el proceso inverso y si alguien tocaba sus ropas, la metamorfosis era irreversible. Por eso trazaban alrededor un circulo de orina. Esta clase de licántropos comprendía el lenguaje de los lobos y de los perros, por supuesto, siempre que admitiéramos la existencia de un lenguaje entre los animales…  

 

Thiess fue citado por el tribunal a defenderse de las habladurías… El pueblo comentaba que era un hombre lobo. Subió al estrado y admitió que tres noches al año desciende al infierno para recuperar el ganado, los granos y las frutas que las brujas robaban de los campesinos. De manera que la prosperidad del pueblo dependía del éxito en sus incursiones infernales, de lo contrario, significaba una mala cosecha y peor aún… Expondría a los hombres lobo de responsables de la miseria.

Thiess concluyó el alegato declarando que el alma del hombre lobo era bien recibida por Dios… El tribunal no dudó en aplicarle diez azotes y sentenciarlo al exilio.

 

Durante la navidad, prusianos, lituanos y livonios se transformaban en lobos para cometer desmanes. Por ejemplo, derribaban las puertas de las casas y devoraban a los seres humanos y animales que hubiese en su interior. Luego asaltaban las bodegas y saboreaban todas las bebidas almacenadas. En ocasiones, si se trataba de algún castillo, probaban su agilidad saltando altas murallas. Los que no podían hacerlo eran azotados a muerte por sus líderes. 

 

Una leyenda cuenta que un conde de Magdeburgo bebía en una taberna. Al rato se acodó un parroquiano e hizo lo que hacen los borrachos… Confesar verdades que sobrio no haría. El conde reveló que si un hombre lobo de Livonia bebe a la salud del vecino y pronuncia «¡sveikata!» —que significa ¡salud!— no debe agradecerse... Un simple «¡gracias!» transmite la maldición de inmediato.

   

Los estonios no necesitaban escabiar… Se arrojaban al piso y recitaban palabras mágicas.

 

El wawkalak bielorruso ha sido castigado por el diablo. No suele causar daño y lame las manos de sus familiares en señal de afecto. El wawkalak es una criatura itinerante, anda como zapallo en carro, deambulando de casa en casa, de aldea en aldea.

 

Vseslav de Pólatsk fue un gobernante que asolaba Bielorrusia, convertido en un temible lobo grisáceo…

 

Vseslav juzgaba a las gentes.

Como príncipe, señoreaba las ciudades.

Como lobo, rondaba por las noches.

Llegaba a Kiev de Tmutarakan antes del canto del gallo.

Como lobo, cruzaba el camino del gran Hors.

 

Oborot, «cambiante», es el calificativo ruso del licántropo. Para ser un oborot hay que buscar un árbol caído, clavar un cuchillo de cobre y caminar alrededor del árbol repitiendo un hechizo. Acto seguido, salta tres veces por encima del árbol y corre al bosque, transformado en lobo. Desde luego, ante el temor de que nos acusen de expandir la población lobuna, no vamos a publicar la fórmula del hechizo.

 

William Shedden-Ralston explica la diferencia entre el licántropo ruso que se transforma por voluntad propia y aquel que ha sido maldito. El primero destruye lo que se cruza a su paso, el segundo, quiere apegarse a los hombres y con lágrimas y zarpazos de desaprobación, intentan disculparse por su apariencia brutal. Nunca matan ni comen ovejas, pero si deben hacerlo, buscan comida en un pueblo distinto al que les toca vivir…

    

Olaus Magnus era un clérigo y escritor que sabía bastante de licántropos. Cuenta de un muchacho que recorre las regiones centrales, convocando a seguidores del diablo. La congregación la encabeza un lobo líder, armado con un látigo de hierro. Toda vez que alguno se demore, lo muele a latigazos. Atacan a los ganados y los rebaños de ovejas, pero carecen de poder para matar a los hombres. Cuando llegan a un río, el lobo líder golpea el agua con el látigo y abre un sendero seco en el medio. La transformación dura doce días, al cabo de los cuales la piel de los lobos desvanece y reaparecen sus formas humanas.

 

Otra historia de Olaus Magnus refiere a unos campesinos interesados en la magia negra. Perdidos en el bosque y muertos de hambre, uno ofreció a traer una oveja. De inmediato se apartó del grupo y un lobo trajo una oveja en la boca. Los campesinos lo recibieron con gratitud y el lobo huyó a los matorrales. Al ratito, nomás, volvió un hombre.

 

Dentro de los relatos nórdicos, en la antigua Yugoslavia, el licántropo es un monstruo demoníaco que desea devorar al sol y a la luna. Si el licántropo captura a uno de los astros, se producen los eclipses. Por lo que, para reestablecer el orden celeste, la gente hace ruido con tambores, campanas, disparos y toda clase de objetos. Algunos licántropos yugoslavos nacen malditos, otros pueden transformarse al beber agua estancada de una huella de barro hecha por la pata izquierda de un lobo.

 

Para el folclore húngaro, la capacidad de transformarse ocurría en la infancia, víctima de abusos o una maldición. A los siete años, el niño huía del hogar y cazaba a la noche, transformado. El adulto obtenía la maldición al pasar tres veces un arco de abedul con ayuda de la espina de un rosal silvestre. Entre los polacos del sur existía la creencia de que, si un niño nacía con una marca en la cabeza, cambiaba en cualquier animal, aunque preferían ser lobos.

 

En Polonia está el wilkolak. Las víctimas eran parejas a punto de casarse. Las brujas colocaban un cinturón de piel humana en el umbral de la casa de los novios y quien pasara encima, se convertía en lobo. Pasados unos tres años, la bruja rompía el hechizo colocándoles diversas pieles, pero si no eran grandes para cubrirles el cuerpo, conservaban las características lobunas.

 

Un joven pastor de origen polaco era amado por una bruja, pero el pastor se burló de su amor. Cierta mañana trató de levantar un hacha y sus manos se convirtieron en las zarpas de un lobo. De repente, todo el cuerpo cubrió de pelo espeso. Corrió hacia su rebaño y las ovejas huyeron aterrorizadas. Quiso calmarlas y su voz solo profirió aullidos.

 

El hombre lobo de Croacia, el vukodlak, usa pieles animales. Es muy activo en invierno, épocas en las que cuelga sus pieles en los árboles y si consigue quemarlas, rompe el encantamiento del vukodlak.

 

La hechicería era habitual en Eslovenia. Los brujos arrojaban pieles de lobos sobre el sujeto o lo conducía a través de una puerta encantada. Transformado en un volkolak, atacaba animales de granjas.

 

Al volkodlak eslavo se le asignó una naturaleza destructora, además de acusarlo responsable de expandir epidemias. Conserva rasgos humanos, por eso suele vérselo caminar en sus patas traseras. La transformación dura una noche, aunque también meses. Poseen fuerza, velocidad y visión nocturna. A menudo se los identifica porque una herida recibida, repercute en sus cuerpos humanos. Las leyendas describen almas malditas por haber pecado, toparse lobos en el curso del embarazo o comer carne contaminada por un lobo.

 

Los irlandeses mencionan al faoladh, humanos lobos que protegen a los niños y vela por los hombres heridos. En contraparte, los laignach faelad son una tribu de hombres lobos mercenarios que exigen un pago en carne de niños. Algunos opinan que estas costumbres sanguinarias fueron traídas por los vikingos.

 

Camino al monasterio, un lobo parlante sorprendió a un sacerdote, pero la bestia contó que él y su esposa fueron malditos por Natalis, un arzobispo de Milán. Fue entonces que suplicó el consuelo del sacramento para su esposa que estaba agonizando. La piedad abrumó al sacerdote y al desabrigar su piel lobuna, descubrió a una anciana. El lobo agradeció las exequias y regaló al sacerdote profecías sobre el futuro de Irlanda y sus invasores ingleses.

 

El wulver es una criatura legendaria del folclore de las islas Shetland, Escocia. Se describe una criatura con cuerpo de hombre y cabeza de lobo, cubierto de pelo corto y castaño y reconocido por su naturaleza amable y generosa. A diferencia de la mayoría de los hombres lobo, el wulver jamás ha sido un ser humano y tampoco cambia de forma en luna llena. Es feliz viviendo en la soledad de una cueva y de intervenir, lo hace para realizar un acto de bondad. Ayuda a viajeros perdidos, guiándolos a pueblos o aldeas cercanas y deja pescado en las ventanas de familias pobres. Si se entera de que una familia atraviesa el dolor de una pérdida, el wulver presenta sus respetos fuera del hogar.

 

Los ingleses son pobres en licántropos, pues los lobos fueron erradicados. Por este motivo, las brujas se manifestaban ante el diablo en forma de liebre o conejo.

 

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Antes de cerrar esta primera parte, hablemos de la licantropía en los Balcanes.

 

El karakondjul de Bulgaria puede asemejarse a un hombre, excepto por tener cuerpo peludo, cola y una cabeza adornada con cuernos o una bestia de un solo ojo y una sola pierna o un hombre con cabeza de caballo. Se dice que habita cuevas, ríos o molinos de agua abandonados y que sale por la noche.

 

Sobre los montes Ródope, entre Bulgaria y Grecia, está la cueva de Lepenitsa. La tradición narra que fue la morada secreta de Bayan el Mago. En aquellas recámaras se retiraba y daba rienda suelta a sus prácticas mágicas e invocaciones. Cada tanto utilizaba una misteriosa capa para transformarse en lobo, águila o lo que deseara. En caso que reclamasen su presencia, Bayan el Mago se teletransportaba en un santiamén y aparecía en el palacio de Preslav, como consejero de Pedro I de Bulgaria.

 

Durante las navidades serbias, la gente tenía cuidado de no salir tarde, porque en a la medianoche merodeaba el karakondžula. El karakondžula es descrito un humanoide peludo o una criatura rechoncha, grotesca y de enorme cabeza con cuernos. Al ver a un desprevenido, salta encima y exige que lo lleve adonde quiere. Esta suerte de tortura culmina al amanecer… La criatura suelta a su víctima y sale rajando. También castiga a los que cometen adulterio. El karakondžula espera en lo alto del marco de la puerta de entrada a la casa y salta en la espalda del adúltero. Luego, lo azota con un palo o los araña clavándoles sus afiladas uñas en la espalda y el cuello y los obliga a correr por los bosques… Toda la noche. Otra versión añade el regreso del karakondžula al hogar del adúltero para que confiese sus pecados a la pareja.

 

La contraparte del karakondžula es el mardagayl del antiguo folclore armenio. El mardagayl es una mujer condenada a pasar siete años en forma de loba a consecuencia de sus pecados de adulterio. De acuerdo a la tradición, devora a cada uno de sus hijos, luego a sus parientes y finalmente a los desconocidos. Deambula las noches, abriendo puertas y cerraduras a los golpes. A la mañana se quita la piel de lobo y regresa a su forma humana. Son veloces como el viento, capaces de realizar un viaje de varios días en una hora, de modo que nadie detecta su ausencia de la casa. No puede asesinarla un cuchillo ni un arma de fuego. La única salida es quemar la piel, sin embargo, el mardagayl la esconde y resulta difícil encontrarla. Transcurridos los siete años de la maldición, la piel de lobo asciende al Cielo por sí sola y el mardagayl vuelve a ser un humano normal. A veces queda rastros o indicios de su condición anterior… Pero si le dijese que es una cola lobuna, usted no me creerá y dirá que estoy inventando el mito del mardagayl.

   

En los Balcanes suele darse una extraña relación entre vampiros y hombres lobo, los cuales reciben el nombre de vrykolakas. Ambos monstruos son señalados en diferentes aspectos de la misma criatura, o sea, un hombre que fue lobo en vida y regresa vampiro después de muerto. El vrykolakas es pecador que revive en lobo o hiena y morfa cadáveres, bebe la sangre de los moribundos o asesina a la gente del pueblo. Vuelve a su lugar de entierro con la luz del día y para deshacerse definitivamente del vrykolakas hay que realizar un exorcismo, decapitarlo y arrojar la cabeza a un río. A veces se menciona el empleo de la estaca en el corazón, aludiendo al procedimiento clásico de los vampiros.

 

El kallikantzaroi es un ser mitológico del sureste de Europa y Asia Menor. Las descripciones de los ilustradores han imaginado a unos humanoides peludos, parecidos a pequeños demonios negros. Largas orejas de burro o tal vez de cabra, ojos ardientes, lenguas bífidas y brazos de mono. En su mayoría son ciegos, hablan con ceceo, les encanta comer ranas, gusanos, criaturas pequeñas y apestan un hedor horrible… Digámoslo pronto, ¡el kallikantzaroi es un zoológico ambulante!  

  

Desde el amanecer hasta el crepúsculo, se esconde en lugares oscuros, fríos y húmedos. Irrumpen a través de la chimenea o la puerta de una casa y ocasionan verdaderos estragos… Rompen todos los muebles, contaminan el agua, el vino y devoran la comida.

 

Consejos para alejar al kallikantzaroi de los hogares en épocas navideñas.

— Salpicar de agua bendita los rincones de la casa.

— Marcar la puerta de entrada con una cruz negra.

— Mantener encendida la chimenea durante la noche o alimentar el fuego arrojando zapatos malolientes, cosa que ni el mismísimo Papa Noel pueda ingresar a la casa. Esta costumbre proviene de los griegos que incineraban sus zapatos viejos, cuyo olor ponía distancia a los duendes.

— Algunos sugieren plantar un colador en la puerta para que el kallikantzaroi cuente los agujeros que lo componen. Claro, el chiste está en que el kallikantzaroi no sabe contar muy bien y entonces pierde tiempo. Además, el número 3 es sagrado y al pronunciarlo, el kallikantzaroi se suicida.   

 

Una tradición griega sostiene que los nacidos en navidad son proclives a volverse kallikantzaroi en la edad adulta. El antídoto para evitar estas futuras transformaciones era atar al bebé con trenzas de ajo o quemarle las uñas de los pies. Según cuentan otros, aquel que naciera un sábado podía ver y hablar con los kallikantzaroi.

 

El término kallikantzaroi también describe a seres folclóricos pequeños, feos y traviesos, parecido al sentido colectivo que los irlandeses utilizan en la palabra «leprechaun» y los centroeuropeos a las palabras «gnomo» y «goblin».

 

Una vieja teoría suele conectar el festival invernal de Dionisio a los kallikantzaroi y en realidad se trataba de una fiesta de máscaras. De hecho, los brujos más expertos consideraban a los kallikantzaroi de simples pesadillas.

 

Continuará…

 

Miércoles 27 de agosto de 2025

 

Nacho.